Hace días atrás, el presidente argentino Alberto Fernández realizó declaraciones en el Foro Económico Internacional en San Petersburgo, señalando que “El Capitalismo tal como lo hemos conocido antes de la pandemia, no ha funcionado” además, consideró que “si algo nos enseña la pandemia, es que nadie se salva solo, y que puede haber un momento donde los más poderosos y los más débiles tiemblen y caigan frente a un virus” que “ha generado más desigualdad e injusticia”; y que él ha apostado por “construir otro capitalismo, que no olvide el concepto de solidaridad”. Termina diciendo que “el mundo se ha organizado sobre bases definitivamente débiles” y que se ha constatado el hecho de que un virus “fue capaz no solamente de arrastrar vidas y la salud de millones de habitantes del mundo, sino también a las economías centrales el mundo.”
Los planteos del presidente Alberto Fernández se dan en el marco de una profunda crisis del capitalismo mundial que se expresa en lo económico, lo sanitario, lo político y en lo social, que fue potenciada hace año y medio por la aparición de la enfermedad del COVID-19 sometiendo a millones de personas a la miseria, el sufrimiento y la muerte, provocando una polarización de la lucha de clases.
También es verdad que la ex presidenta Cristina Fernández, durante el 2011 sostuvo ante el G-20 y en el marco de la crisis en Italia y Grecia que se debía luchar contra el anarcocapitalismo y que “es necesario tocar intereses y volver al capitalismo en serio” para seguir diciendo que “lo que estamos viviendo actualmente no es capitalismo, sino que es un anarcocapitalismo financiero total donde nadie controla a nadie.”
La pandemia hizo estragos con la economía del mundo, incluso de los países centrales, el flagelo de la enfermedad del COVID-19 aún no se encuentra controlada, sigue presente la lucha por la vacuna y recae sobre todo en los países más pobres. El ejemplo más evidente es la India que, siendo el mayor productor de vacunas, tiene 219 millones de contagios y 132 mil muertes, presumiendo que estos datos se encuentran muy lejos de lo que sucede realmente, siguiendo en la misma lógica Latinoamérica y África.
Vemos en la pandemia un claro ejemplo del imperialismo y los monopolios, donde los países sometidos por la clase dominante de los países imperialistas y la burguesía nativa a la división internacional del trabajo quedan sujetos a las desigualdades que se dan a través del mercado mundial, como es el caso de Argentina que, habiendo comprado lotes de vacunas en cantidad para hacer frente a una vacunación de un cuarto de la población para marzo se vio imposibilitada por la voracidad de los laboratorios y la propiedad privada de las patentes.
Lenin señalo que la época del capitalismo de librecambio llegaba a su fin, dando paso al imperialismo que es la fase monopólica del capitalismo. Se trata, además, de la fase superior del capitalismo, en la cual la socialización de las fuerzas productivas es gigantesca (globalización), al mismo tiempo que la concentración y centralización de capitales. La concentración de capital ha dado lugar a grandes monopolios que acaparan sectores enteros de la producción y, la vieja libre competencia se ha trasformado en su contrario.
El elevado desarrollo de la producción capitalista se ha concentrado en unos pocos grandes monopolios y este fenómeno puede observarse en todos los países. Ya en las páginas de El Manifiesto Comunista, Marx y Engels explicaron que la libre competencia da lugar inevitablemente al monopolio y la concentración del capital en pocas empresas de gran tamaño.
El papel de los bancos y la fusión de estos con el capital industrial llevan a la formación del capital financiero y al poder de la oligarquía financiera que, en medio de un estancamiento global, domina al mundo a través de 28 grandes bancos internacionales. Estas entidades manejan las grandes variables económicas en el mundo, imponen condiciones a gobiernos y buscan ganancias rápidas.
La exportación de capital adquiere una gran importancia respecto a la exportación de mercancías, característica central de la fase precedente. Esto facilita la penetración y la expoliación de los países capitalistas atrasados por parte de las grandes potencias a través del mercado mundial.
El mundo se ha repartido territorialmente de forma completa y concreta. Esto obliga a cualquier potencia a desplazar o someter a otros países (o a otras potencias) si pretende obtener más materias primas o ampliar su mercado. La carnicería de la Primera y Segunda Guerra Mundial son brutales ejemplos de esto que afirmamos.
Estas son las características del imperialismo que Lenin definía en 1916, en el presente se ve claramente este proceso que se va profundizando cada vez más ya que el 1% más rico del mundo tiene más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas según Oxfam.
Cuando la ex presidenta Cristina Fernández y el presidente Albero Fernández nos dicen que hay que poner en pie un capitalismo serio, en realidad ¿qué debemos suponer? ¿girar la rueda de la historia al pasado, a un capitalismo de libre comercio sin la presencia de monopolios? Si fuera así, ¿el monopolio, los trust y los cárteles dejan de existir? ¿O el propio desarrollo de las leyes del mercado mundial conllevan en sí la fase monopólica del capitalismo? Y si no es este el planteo, ¿lo señalado por estos políticos es la presencia de un “¿Estado presente” ante la primacía de las corrientes monetaristas, para dar paso a un capitalismo con contenido social?
Si tomamos estas dos premisas la de un “capitalismo con contenido social” y poner en pie un “capitalismo serio en lugar del anarcocapitalismo” y agregamos con un “Estado presente” veamos cuales son las dificultades.
Tomemos tan solo el 2020 y lo que va del 2021. El capitalismo se “sostuvo” en este año y medio de pandemia por la expansión cuantitativa o expansión monetaria. El dinero se inyectó para poder detener la caída de la economía e intentar frenar el derrumbe total que podría haber sucedido de no haberse hecho; esto prepara en un futuro no tan lejano enormes contradicciones porque alguien debe pagar por todo esto y los capitalistas están poniendo todo el peso de la crisis en los millones de trabajadores y trabajadoras del mundo.
El contexto de emisión monetaria a nivel mundial no tiene precedentes. La Reserva Federal de Estados Unidos se encuentra generando una histórica emisión. Lo mismo hizo el Banco Central Europeo, el Banco Central de Inglaterra y los bancos centrales de países dominados por el imperialismo. Las grandes corporaciones están estrechamente entrelazadas con el Estado y no sobrevivirían un solo día sin inyecciones masivas de dinero público.
Tan solo de enero a noviembre de 2020, la oferta monetaria de Estados Unidosha crecido casi un 24%. Según datos de la Fed, el volumen de dólares ha pasado de US$15,33 billones a fines de 2019 a US$19,1 billones a finales de noviembre. Europa emitió €750.000 millones en 2020. La masa monetaria argentina creció 575.000 millones de pesos en 2020.
Todo lo que se inyectó en el mercado es una enorme circulación de papel moneda y títulos públicos que no tiene un respaldo material en el proceso industrial, por el contrario, los miles y miles de millones de dólares, euros y pesos inyectados en el mercado, en casi su totalidad, fue tomado por las empresas y puesto en el negocio bursátil y la compra de acciones, claro que algo se dejó para poner en los bolsillos de las familias obreras.
Entonces la pregunta que cabe es ¿esto es producto de la pandemia del COVID-19? O ¿es una crisis que venía de tiempo antes? Todos los indicadores así lo señalan. La crisis desatada con las hipotecas basura en 2008 marcó un punto de inflexión en el mundo.
El gobierno de EEUU tuvo que salir al rescate de AIG, Fannie Mae, Freddie Mac y Bearn Stearns, Lehman Brothers porque de no haberlo hecho, hubieran caído todas estas empresas teniendo un efecto dominó para el resto de la economía capitalista.
Como consecuencia, devino la quiebra de los Estados que salieron al rescate de las empresas capitalistas y que conllevó a que los Estados avanzaran con contrarreformas y así dieran un golpe a las condiciones de vida y de trabajo de las mayorías que hoy estamos padeciendo.
El presidente Alberto Fernández señala que el camino es poner en píe un capitalismo con contenido social. Entonces nos preguntamos ¿cómo debería ser? ¿como el que transitamos en Argentina, Chile, Perú o Colombia y demás países de la región y de otros continentes? Sólo se observa miseria y quita de conquistas de la mano de los capitalistas y sus representantes políticos en los Estados. Se busca la solución de la crisis en los marcos de quien la genera: el capitalismo. La premisa del presidente Fernández de un capitalismo social, recorre un camino de utopía, solo realizable si los millones de mujeres y hombres acepten resignadamente la miserable vida que nos ofrece el capitalismo. El rasgo distintivo de la época es de putrefacción y deja a ojos vista su inviabilidad para satisfacer las necesidades básicas.
La experiencia y la realidad es la que manda, ya que quienes sostienen esto y lo expresan en foros nacionales e internacionales señalan una solución que se demostró insostenible e inviable en el tiempo. El ascenso de las masas en el Argentinazo impuso una lógica y una agenda en la lucha de clases, que se tradujo incluso a posterior de que las “asambleas populares” no pudieran mostrar una perspectiva de poder para la clase obrera y la juventud. Este movimiento fue aprovechado -dada la crisis de dirección de los de abajo- por una facción del peronismo, dando concesiones y otorgando credibilidad a las instituciones de la democracia formal burguesa.
Pero esto llegó a su fin ya que, si tomamos tan solo el salario como parámetro, desde el 2008 hasta el 2015 mostró una caída sin ver una genuina recuperación, desplomándose en los “inmejorables” 4 años del macrismo que sacudió la economía a niveles de pauperización tanto en el trabajo como en la industria, llegando hoy en Argentina a un 56% de la población por debajo de la línea de la pobreza.
El gobierno viene solicitando una prorroga y una quita de intereses para poder “honrar” los pagos de la deuda externa, y así le permita un cierto alivio en la economía, definió que «es muy difícil desarrollarse con deudas estrafalarias”. En este camino, las negociaciones de Argentina, y del conjunto de países que sufren el peso de la deuda externa, hasta ahora no obtuvieron una respuesta favorable ya que esta es utilizada por los usureros internacionales como una forma de dominación política.
Las consecuencias de este modo de producción y su régimen social basado en la propiedad privada de los medios de producción son cada vez mas duras para la clase trabajadora y la juventud. Esto es inherente al propio capitalismo y sus leyes internas que son irreformables y no pueden ser cambiadas a voluntad. Simplemente es utópico pensar que es posible elegir entre un tipo de capitalismo u otro.
La única riqueza real proviene del trabajo humano productivo. Del trabajo de la obrera y el obrero, de la producción industrial y agraria. Por eso, reducir la parte de la economía vinculada a la producción a costa de ampliar la parte especulativa llevo al desastre actual, profundizando la explotación, ya que el dinero circulante deja de reflejar la riqueza real y el trabajo humano productivo, y es sustituido por dinero ficticio y especulación. Esta es una característica propia de la fase superior del capitalismo en este tiempo histórico.
Es un oxímoron plantear un capitalismo solidario, ya que el capitalismo justamente se sustenta en la codicia individual como una parte indivisible de este.
A las calamidades que estamos sufriendo, como consecuencia del agotamiento histórico del capitalismo en su fase de declive irreversible, solo podemos oponerle las ideas del marxismo revolucionario ya que estas plantean la superación del capitalismo por un sistema basado en la fraternidad y la colaboración humanas que lleve adelante la planificación colectiva de la riqueza para atender las necesidades de la inmensa mayoría de la población, como somos las trabajadoras y trabajadores, y no los intereses individuales de un puñado de empresarios, banqueros y terratenientes que están arrastrando al mundo a la barbarie que estamos viendo. Más de 8,3 millones de niñas y niños viven en la pobreza en nuestro país.
Solo la clase obrera, los trabajadores, la juventud junto a los sectores populares, pueden derrotar al capitalismo en la perspectiva de poner en pie una nueva legalidad, construir una nueva sociedad, tomando las palancas fundamentales de la economía y de todos los planos de la vida social. Para esto necesitamos un programa político que plantee la formidable tarea de derribar el podrido régimen capitalista y construir una sociedad mejor, realmente digna de llamarse humana y solidaria.
Es vital agitar y difundir estas ideas en el seno de la clase trabajadora, de la juventud y la militancia. Organizate con nosotros para desarrollar esta tarea.
¡Necesitamos una revolución!
¡Por un gobierno de los trabajadores!
¡Pongamos en pie el Partido de los trabajadores!
¡Socialismo o barbarie!