Dicen que escapó de un sueño en casi su mejor gambeta, que ni los sueños respeta tan lleno va de coraje sin demasiado ropaje y sin ninguna careta. Dicen que escapó este mozo del sueño de los sin jeta, que a los poderosos reta y ataca a los más villanos sin más armas en la mano que un «diez» en la camiseta. (Intro Maradó, Los Piojos)
El 25 de noviembre a los 60 años murió Diego Armando Maradona. El mejor futbolista de todos los tiempos supo dominar la ciencia oculta de lo imprevisto, manejo como un artista la dinámica de lo impensado, pero por sobre todas las cosas se ubicó en defensa de su clase: la clase trabajadora.
Hecho de barro humano no podía estar exento de contradicciones sobre las que tartufos y oportunistas intentan cabalgar, desde la moral burguesa, para ensombrecer a un jugador que jugaba para el pueblo adentro y afuera de la cancha.
El cariño popular se vio expresado ni bien se supo la noticia, en canchas y barrios de todo el país miles y miles se movilizaron para homenajear y recordar al jugador y al hombre que sudaba epopeya y revolución.
La solidaridad de clase fue fundamental en el vínculo con las masas trabajadores. Las imágenes de Maradona enfrentando a ricos y poderosos quedaron grabadas, junto a las gambetas y los goles, en la retina de hombres y mujeres a los que Diego les daba voz.
Se animó a enfrentar al Papa Karol Wojtyla y a la cúpula dirigente de la Iglesia. “Entré al Vaticano y vi el techo de oro. Y me dije cómo puede ser tan hijo de puta de vivir con un techo de oro y después ir a los países pobres y besar a los chicos con la panza así. Dejé de creer, porque lo estaba viendo yo”
Apenas llegado a Nápoles se identificó con los italianos «pobres» y «negros» del sur contra los italianos «ricos» del norte. ¡He visto a Maradona oh, mamá, enamorado estoy! fue el grito de toda una generación de Napolitanos.
Enfrentó a los poderosos caciques de la FIFA, tratándolos de “ladrones” e “ignorantes” cuando casi todos callaban la corrupción. En 1995 armó un sindicato de futbolistas que intentaba defender a los jugadores que eran usados y descartados por los capitalistas del futbol que se enriquecían con millonarios contratos televisivos. Así nació la Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP) que eligió como presidente al mismo Diego.
De familia obrera y nacido en un barrio pobre de Buenos Aires del conurbano profundo conoció el hambre y la miseria de Villa Fiorito. “Ayuden a comer a la gente. Lo mío no es show, porque yo la pasé. Yo pasé en Fiorito más que frío» se lo escuchaba decir.
En 2005 junto a Hugo Chávez encabezo una gran marcha antimperialista en la ciudad de Mar del Plata en la que se encontraba George Bush buscando imponer un tratado de libre comercio leonino para América Latina. «Los argentinos tenemos dignidad. Echemos a Bush», gritó Maradona ante una multitud.
Se posiciono decididamente a favor de la revolución cubana, reivindicando el legado revolucionario del Che Guevara del cual dijo: “Me gustaría que, en las escuelas, a los pibes de 15 o 16 años les cuenten su historia. Y que ellos saquen sus propias conclusiones. Pero lo tienen escondido, porque le tienen miedo. Porque los que vinieron después nos dieron mierda, en lugar de comida. Y villas, en lugar de casas”
Sobre Venezuela se declaró “orgulloso de defender la revolución bolivariana” por la cual milito criticando el bloqueo de EEUU contra la clase trabajadora: “El imperialismo no va a poder con Venezuela. Esos países que apoyan el bloqueo económico de los Estados Unidos, dan vergüenza. Están dejando morir a grandes y chicos por falta de medicamentos y de alimento. Fuerza venezolanos”. Maradona se ubicaba así mismo en la trinchera de la revolución.
Sus fotos y reuniones con Madres y Abuelas de Plaza de mayo, a las que les brindaba “todo el apoyo” eran frecuentes. Diego llevaba puesto el pañuelo blanco como una bandera de reivindicación a las compañeras y compañeros detenidos-desaparecidos por la última y más sangrienta dictadura militar.
Durante el Gobierno de Mauricio Macri criticó duramente el ajuste en marcha y se manifestó más de una vez en apoyo a trabajadoras y trabajadores despedidos en lucha como los de la agencia estatal Télam o con los despedidos de los diarios Clarín y Olé.
Estos últimos años enfrentado a las políticas neoliberales su instinto de clase lo ubico en el campo nacional y popular.
Hoy con la muerte de Diego los medios patronales que lo fustigaron a lo largo de su vida intentan separar al “jugador” de la “persona” para borrar su lucha política. En el capitalismo el papel del “Ídolo” juega un rol central en la construcción del consenso con el cual la clase dominante construye su hegemonía. Sometidos a repetidas crisis, desde la maquinaria mediática, se trata de inculcar a la clase trabajadora la falsa conciencia de que puede tocar el éxito y la gloria, que no podrán alcanzar como oprimidos y explotados, en la figura de un héroe deportivo millonario. Pero Diego Maradona con su zurda endiablada y su corazón obrero lucho siempre por romper esa lógica manteniéndose siempre junto a su clase.
Galeano escribió que “fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses”. En un sistema que reproduce horror sin fin, también se reproduce, en sectores de nuestra clase, la violencia entre iguales. Maradona no fue ajeno a esto como parte de una sociedad clasista y patriarcal a la que debemos arrojar al basurero de la historia.
Nuestro homenaje a Diego no solo es por el aprecio al arte de los goles y las gambetas, sino por su figura política y su lucha por los más humildes. “En Villa Fiorito está todo igual. Lo único que no cambió son las ganas de comer de la gente. Con todo el dinero que se han robado no hicieron nada para la gente. Los ricachones se llevaron todos los verdes” fue una de sus últimas declaraciones en mayo.
Como bien denunciaba Maradona cuando apuntaba a los empresarios que lucran con la pasión genuina, el futbol está secuestrado y se nos presenta a imagen y semejanza del capitalismo. Sin duda una de las tareas de la revolución va a ser liberarlo de sus secuestradores. Cuando alcancemos el más alto grado de democracia, tras derrocar a la burguesía, la pasión por el futbol encontrará un lugar equilibrado, y el deporte se expresará de manera más humana al ser desmercantilizado.
Las gambetas, los pases filtrados y las caricias a la red de Diego Armando Maradona sin dudas serán inolvidables para más de una generación. Millones de trabajadoras y trabajadores jamás olvidaran su juego exquisito como tampoco su lucha por los explotados.
Creemos que el mejor homenaje a Maradona pasa por poner fin a la injusticia y la desigualdad que son producto del capitalismo, para que podamos vivir en una sociedad justa, igualitaria y verdaderamente humana, sin explotación ni violencia. Una sociedad socialista.
Hasta la victoria siempre barrilete cósmico. La pelota no se mancha.