El tema de los sacrificios humanos y el canibalismo entre los pueblos mesoamericanos constituye, en general, un tema tabú sobre todo entre la izquierda mexicana. Se supone que negar o no hablar del tema se hace en provecho de los actuales pueblos indígenas y evita “hacerle el caldo gordo” al imperialismo. No dudamos de las buenas intenciones, pero lo que sí es bastante dudoso es que el que algunos académicos no hablen del tema en sus seminarios o el que algunas sectas místicas mexicanistas idealicen el pasado indígena ayude de alguna manera a los pueblos indígenas que en nuestros días están siendo sacrificados en el altar del capital. La mejor manera de hacerles justicia, creemos, es luchar contra el capitalismo.
Después de todo hace muchos siglos que los pueblos indígenas no practican el canibalismo ni el sacrificio ritual –que era promovido por la casta dominante, los Tlatoanis- actualmente los únicos que preparan pozole con carne humana y “entamalan” cuerpos humanos son los narcotraficantes vinculados con la clase dominante. En el México actual los “sacrificios humanos” se realizan por decenas de miles a causa de la decadencia del sistema. ¿Por qué habríamos de escandalizarnos porque una cultura ancestral sacrificara a algunos miles en un contexto cultural totalmente diferente? Es evidente que los sacrificios humanos y el canibalismo ritual no agotan, ni mucho menos, el riquísimo contenido artístico, cultural, filosófico y científico de los pueblos originarios de Anáhuac.
En otros artículos hemos puesto de relieve un legado que debe ser atesorado, recordado y respetado, pero dado que el misticismo romántico ha querido negar lo que las evidencias arqueológicas, documentales y forenses ya no nos permiten negar en este artículo nos centraremos en un tema tabú con la idea de comprenderlo en el contexto de un sistema de relaciones sociales que lo hará entendible y comprensible. Si entendemos el fenómeno podremos combatir la idea de que los pueblos prehispánicos eran naturalmente salvajes. Por ello dedicaremos buena parte del artículo a mostrar que los sacrificios humanos no fueron un invento de los invasores antes de explicar el fenómeno en el marco de un modo de producción y en una adaptación específica a los recursos naturales disponibles. Esto nos permitirá comprender a las culturas tributarias mesoamericanas sin ningún tipo de idealización romántica en la idea de que la verdad es siempre revolucionaria y no la mentira o la mistificación idealista. Estamos conscientes, por otro lado, que en el estudio de los pueblos prehispánicos suelen dominar las interpretaciones líricas. No dudamos de la belleza de la poesía de Netzahualcóyotl, pero un poema no sustituye al estudio objetivo, de la misma manera que las odas a la madre tierra no sustituyen a las ciencias naturales. Para escribir un poema místico no hace falta más que estar inspirado (y quizá estimularse con algún alucinógeno), estudiar científicamente un modo de producción es una cosa un poco más seria y difícil.
Nos hemos apoyado para este artículo en estudios arqueológicos y forenses muy técnicos y meticulosos, para nosotros esto es más serio que las alucinaciones líricas de los “mexicanistas”, estos grupos no tienen nada de revolucionario y tampoco tienen nada que ver con los pueblos indígenas que hoy luchan por su existencia y derechos. El marxismo no tiene ni debe tener ningún tema tabú.
Sacrificio y canibalismo en pueblos preestatales
De acuerdo con el gran antropólogo Marvin Harris existen elementos para sostener que en muchas sociedades con un nivel de desarrollo de jefaturas, que están en el umbral de la civilización, se observa un aumento del fenómeno de sacrificios humanos y canibalismo bélico. En este tipo de sociedades, como sucede en las sociedades cazadoras recolectoras, las guerras constituyen un medio para dispersar a las poblaciones y aliviar la presión sobre los cotos de caza, pesca o labranza. La productividad del trabajo en estas sociedades aún no alcanza el grado suficiente para que los prisioneros de guerra sean absorbidos como mano de obra esclava, el objetivo de las guerras intertribales no es obtener más fuerza de trabajo sino dispersar a las poblaciones sobre un territorio más amplio. Por ello los iroqueses arrancaban los cueros cabelludos de los vencidos o, incluso, se comían sus corazones. Estas sociedades no hacían la guerra para sacrificar a los vencidos o comerlos, realizaban sacrificios porque no tenían otra cosa que hacer con los prisioneros de guerra. El desarrollo de la horticultura –labranza a pequeña escala, propia de las tribus o jefaturas- aumenta la presión sobre las tierras cultivables y, por ende, aumenta la frecuencia de los encuentros bélicos. Marvin Harris reporta ejemplos de sacrificio y canibalismo bélico, de la época de la llegada de los colonizadores europeos, en los pueblos de Nueva Guinea, del norte de Australia, la mayoría de las islas de Melanesia, los Maoríes de Nueva Zelanda, etc. Los sacrificios humanos, por supuesto, existieron también entre los pueblos de nivel de tribus en el “viejo mundo”:
“Se cree que el sacrificio humano en Egipto y Asia Occidental pudo existir en este territorio cuando era habitado por pueblos aldeanos […] los pueblos semitas (cananeos, arameos, fenicios y hebreos) que sacrificaban niños y jóvenes en momentos de crisis (guerras o calamidades naturales). Esta costumbre se extendió a los cartagineses quienes en el año 310 a.C. sacrificaron a 500 niños de familias nobles para evitar ser derrotados por Agatoche en Siracusa”1.
Así mismo a Odín, dios escandinavo, se le ofrecían sacrificios humanos por estrangulamiento. Los pueblos tribales del “nuevo mundo” -desde los Hurones Canadá, pasando por los Tupinamba de Brasil, hasta los Moches del Perú- practicaban algún tipo de sacrificio humano y canibalismo. El estudio de algunos restos óseos en tumbas de los pueblos nativos norteamericanos es muy sugerente al respecto. Dice Marvin Harris que:
“Prácticamente todos los elementos del ritual azteca están prefigurados en las creencias y prácticas de las sociedades del nivel de bandas y aldeas. Hasta la preocupación por la extirpación quirúrgica del corazón tiene precedentes. Por ejemplo, los iroqueses competían entre sí por el privilegio de comer el corazón de un prisionero valiente a fin de poder adquirir parte de su coraje”2.
El canibalismo bélico tendió a desaparecer con el surgimiento de la civilización, cuando la domesticación de animales y la agricultura a gran escala permitieron que la mano de obra de los vencidos fuera más útil viva que muerta, en el momento en que pudo ser absorbida productivamente y cuando los grandes herbívoros domesticables remplazaron la tentación de comer carne humana. Los sacrificios humanos siguieron existiendo pero en forma modificada. Frecuentemente parte de la corte del rey era enterrada junto con el monarca, como lo fue en el caso de la antigua China, Egipto, Mesopotamia, Japón e India. La excepción fueron las grandes civilizaciones mesoamericanas –desde la maya hasta la azteca- donde, como veremos, el sacrificio humano y el canibalismo pervivió al surgimiento de la civilización. La explicación de esto no se encuentra en alguna presunta alma bárbara de los pueblos mesoamericanos, ni siquiera en su religión. Analizaremos más adelante las razones más probables que explican este fenómeno desde un punto de vista materialista.
El testimonio de los invasores
Los invasores españoles que pisaron el “nuevo mundo” escribieron relatos acerca de sacrificios humanos y canibalismo. Antes de discutir la veracidad de estos relatos citemos algunos. La expedición de Juan Grijalba a la Isla de Los Sacrificios, frente al puerto de Veracruz, en 1518, reportó los primeros testimonios de sacrificios entre los pueblos mesoamericanos; de ahí el nombre peculiar que se le puso a esta isla.
“Y echados los bateles en el agua, fue el Joan de Grijalba, con muchos de nosotros los soldados, a ver la isleta, porque había humos en ella, y hallamos dos casas hechas de cal y canto bien labradas, y en cada casa unas gradas, por donde subían a unos como altares, y en aquellos altares tenían unos ídolos de malas figuras, que eran sus dioses. Y allí hallamos sacrificados de aquella noche cinco indios, y estaban abiertos por los pechos y cortados los brazos y los muslos, y las paredes de las casas llenas de sangre. De todo lo cual nos admiramos en gran manera, y pusimos nombre a esta isleta isla de Sacrificios, y ansí está en las cartas de marear”3.
En la primera “carta de relación” de Hernán Cortés a Carlos V se lee:
“Y tienen otra cosa horrible y abominable y digna de ser punida que hasta hoy no habíamos visto en ninguna parte, y es que todas las veces que alguna cosa quieren pedir a sus ídolos para que más aceptasen su petición, toman muchas niñas y niños y aun hombres y mujeres de mayor edad, y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos por los pechos y les sacan el corazón y las entrañas, y queman las dichas entrañas y corazones delante de los ídolos, y ofreciéndoles en sacrificio aquel humo. Esto habemos visto algunos de nosotros, y los que lo han visto dicen que es la más cruda y espantosa cosa de ver que jamás han visto”.
En los relatos de Fray Bernardino de Sahagún se añade, al sacrificio, el canibalismo:
“Después de haberles arrancado el corazón y vertido la sangre en un recipiente de calabaza, que el amo del hombre asesinado recibía, se comenzaba a hacer rodar el cuerpo por los escalones de la pirámide. Terminaba por detenerse en una pequeña plaza situada debajo. Allí algunos ancianos, a los que llamaba, quaquacultin, se apoderaban de él y lo llevaban hasta el templo tribal donde los desmembraban y lo dividían a fin de comerlo”4.
El conquistador Diego Durán da un relato parecido. Llegados a este punto cabe señalar la objeción, frecuente por parte de algunos estudiosos -como Pablo Moctezuma Barragán-, de que los sacrificios humanos constituyeron un mito inventado por los invasores para justificar la conquista. No necesitamos negar que los invasores cometieron crímenes innombrables y que utilizaron las contradicciones internas del poderío mexica para aplastar una brillante civilización, con tal de señalar que existen pruebas más que concluyentes de que los sacrificios humanos fueron reales. No necesitamos al romanticismo mistificador para saber apreciar la grandeza de las culturas mesoamericanas. Nos interesa comprender un fenómeno cultural, no ocultarlo. Entre las pruebas concluyentes de que los relatos de los españoles, en lo que respecta al sacrificio humano, eran verdaderos, está el estudio de osamentas. Basta, por el momento, una prueba de esto último: Tanto Cortés como Díaz del Castillo relataron la suerte que sufrieron algunos cautivos, de origen español, que los mexicas lograron capturar, los prisioneros fueron sacrificados, desollados y los cráneos expuestos en “tzompantlis” (estacas de madera donde decenas de cráneos eran exhibidos)
“[…] las exploraciones arqueológicas han descubierto 14 cráneos humanos enterrados en el lado sur del Templo de Quetzalcoatl, que tenían perforaciones circulares en ambos parietales, lo que sin duda hace pensar que estuvieron en un tzompantli, lugar donde se colocaban los cráneos de los sacrificados para su exhibición. Se ha estudiado el origen étnico de estos restos y se ha concluido que son indígenas, africanos y españoles, lo que por supuesto corrobora el relato de los conquistadores, pues en dicha caravana venían españoles, sus aliados indígenas y no es de extrañar la presencia de africanos que comenzaron a arribar a México con Narváez”5.
Para los mexicas era bárbara la práctica de los invasores de matar a todos los vencidos en las batallas, sin compartir su triunfo con los dioses. Los mexicas se preocupaban siempre de tomar prisioneros, lo que se convertiría en otra ventaja militar más para las huestes de Cortés.
Fuentes prehispánicas
Pero las fuentes documentales que nos permiten afirmar la existencia de sacrificios humanos no sólo provienen de los conquistadores, sino de las propias fuentes indígenas: ya sea estampadas en relieve de piedra, en forma de esculturas, en los códices o en las pinturas. Antes de discutir un posible malentendido del simbolismo de estas fuentes expongamos algunas: Empezando por la cultura Olmeca existen evidencias líticas y forenses que nos permiten saber del sacrificio humano en esta cultura. Esto no debería sorprendernos, de acuerdo a lo que hemos señalado al principio de este ensayo, los Olmecas eran un pueblo de un nivel de desarrollo propio de una jefatura al borde de convertirse en civilización.
“Los olmecas también fueron los primeros en dejar reflejado en sus obras la importancia del sacrificio humano. Los famosos altares encontrados en La Venta, muestran a un personaje importante portando en sus manos a un bebé con rasgos de jaguar. Esta representación que fue repetida numerosas veces en el área olmeca, indica sin lugar a dudas la importancia del sacrificio ritual de niños, seguramente para propiciar la lluvia mediante el sacrificio ofrecido al dios de la lluvia olmeca, tal y como siglos después seguirían haciendo los mexicas a su dios de la lluvia Tlaloc. De hecho, en el sitio preolmeca y olmeca de El Manatí, se han hallado asociados a tallas de madera representando a un típico hombre olmeca, restos de niños neonatos desmembrados”6.
No sólo es en las estelas donde los pueblos originarios dejaron testimonio de esta práctica. Los códices dejan poco lugar a dudas. Es evidente que los códices muestran mucho más que sacrificios humanos; son una fuente de arte, su visión del tiempo, su cosmogonía etc. pero dado nuestro tema nos concentraremos en lo que parecen ser sacrificios humanos; por ejemplo, el Códice Magliabechiano es más que sugerente en lo que respecta al sacrificio humano y al canibalismo.
Si bien este códice fue dibujado por manos indígenas, es del siglo XVI posterior a la conquista, bien pudo ser una falsificación urdida por los invasores. Sin embargo, existen códices anteriores, que se salvaron milagrosamente de la destrucción, que muestran escenas similares y que dotan de verosimilitud a aquél. No hay duda, por ejemplo, que el Códice Borgia es precolombino; además de mostrar con una belleza peculiar, el calendario azteca de 365 días, festividades, fechas importantes, etc., muestra numerosos sacrificios humanos u ofrendas de corazón a los dioses.
Si bien es imposible sostener que los códices no tienen un contenido simbólico y metafórico que pueda dar lugar a falsas interpretaciones, tal como ha afirmado Moctezuma Barragán –quien es de los pocos historiadores que todavía sostienen la falsedad de los sacrificios humanos-, podemos afirmar, sin embargo, que existen claras evidencias que correlacionan imágenes de sacrificios humanos en obras prehispánicas, con evidencia forense que corrobora que lo que se muestra en la imágenes, en el caso de los sacrificios, no tiene nada de metafórico. Un ejemplo reciente de esto lo constituye las famosísimas pinturas del “Templo de las pinturas” en Bonampak, pertenecientes a la cultura maya, que son de los pocos murales prehispánicos que han sobrevivido con su colorido casi intacto. Una de las escenas muestra al soberano Chan Muan II de Bonampak a punto de sacrificar a lo que parece ser un importante personaje incado a sus pies. Otra muestra a cautivos sometidos a los que al parecer se les han arrancado las uñas. Los defensores del contenido puramente simbólico podrían alegar un significado diferente al que es evidente si no fuera porque en el 2009 se descubrió, debajo de esta misma pintura, la tumba de un cuerpo decapitado, ornamentado con algunas cuentas de jade que sugieren un alto status. Resulta claro que se trata del personaje a punto de ser decapitado mostrado en la imagen y que tanto el recinto como el mural se construyeron, durante el reinado de Chan Muan II, con el objetivo de conmemorar aquella batalla y aquel importante sacrificio. Tal es la interpretación investigadores del INAH que descubrieron y estudiaron esta tumba7.
Los dinteles en bajo relieve son la confirmación de los sacrificios de los cautivos, quienes se muestran con las manos atadas a sus espaldas, con cuerdas atadas a sus cuellos y siendo decapitados o ejecutados por guerreros. Otro ejemplo de que los sacrificios mostrados en pinturas, códices, relieves, estatuas, etc son representaciones de hechos reales lo son los famosos “tzompantli” representados en piedra -torres entrelazadas de decenas de cráneos humanos- éstos se representan también en códices y su existencia física real es referida por las crónicas de los invasores. Por una simple multiplicación de columnas y filas de cráneos empalados Bernal Díaz del Castillo contabilizó 100 mil cráneos tan sólo en la plaza de Xocotlán. ¿Pura invención? ¿Es que los “tzompantli” sólo existieron en piedra y en papel de maguey pero no con cráneos reales? El estudio de cráneos encontrados en el Templo Mayor muestra que los “tzompantli” eran reales. ¿Acaso sólo se utilizaban cráneos de personas no sacrificadas? El estudio de las marcas resultado de la manipulación de los cráneos muestra signos de ejecución, desollamiento, de extracción del tejido muscular, de extracción de la masa encefálica, etc8.
Por si fuera poco, se han encontrado osamentas de presuntas personas sacrificadas en todas las civilizaciones mesoamericanas, desde los mayas y toltecas hasta los mexicas. Así, por ejemplo, en la Pirámide de la Luna de la cultura teotihuacana se han encontrado 12 esqueletos de guerreros de alto rango.
“[En el Templo de Quetzalcóatl] Se han encontrado unos 60 esqueletos de guerreros sacrificados de origen maya o mixteco para conmemorar cada una de sus etapas constructivas. De hecho, en las primeras exploraciones realizadas por Batres en 1906 en Teotihuacan, ya se hallaron los esqueletos de niños de unos 6 años de edad en cada una de las esquinas de la Pirámide del Sol14. Este tipo de sacrificio que como hemos visto ya se producía en tiempos olmecas, se mantuvo vigente hasta tiempos mexicas y siempre estuvo relacionado con el culto a los dioses de la lluvia”9.
“Hasta hoy se han encontrado 1,400 esqueletos en las excavaciones de la ciudad antigua realizadas en poco más de 20 años [de éstos] algunos cientos, según se ha descubierto murieron sacrificados por decapitación o desmembramiento10”. En el caso de los mexicas, tan sólo en las ruinas del Templo Mayor se han encontrado, en 19 sitios, osamentas de sacrificios humanos (de más de 100 personas) en los lugares que se muestran en la imagen:
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Evidencias irrefutables
La evidencia más concluyente de la existencia de sacrificios humanos, sin embargo, está en el estudio forense de los restos óseos encontrados. Las marcas dejadas por las cuchillas para lograr la decapitación, extracción del miocardio, desollamiento, desmembramiento, separación muscular, extracción de tejidos blandos, etc; son específicas y han sido muy estudiadas en experimentos con restos animales. Un estudio llevado a cabo con 107 osamentas distribuidas en 19 ofrendas sacrificiales en el Templo Mayor, del que hemos tomado la imagen anterior, muestra que los individuos fueron sacrificados mediante diversos procedimientos (decapitación y extracción de corazón) y que el procesamiento de los cuerpos obedecía a diferentes objetivos (cráneos trofeo, tzompantli, máscaras mortuorias). El análisis de los restos sugiere a individuos que no son en su mayoría originarios de México Tenochtitlan lo que refuerza la idea de que se trataba de prisioneros de guerra; como hemos visto en otro estudio citado, incluso el análisis de los cráneos demuestra la existencia de individuos procedentes del “viejo mundo”. El estudio de las cervicales evidencia que muchos de los sacrificados fueron decapitados por diversos métodos, demostrando un conocimiento exacto de la anatomía por parte de los sacerdotes. No todos los individuos murieron a causa de decapitación, el estudio de los restos sugiere que pudieron morir a causa de degollamiento, extracción de corazón o golpes contundentes. Los cráneos preparados para tzompantli muestran: “Decapitación, el descarnamiento, el vaciado de la masa encefálica y la supresión de otros tejidos blandos. Posteriormente, se realizaban dos perforaciones circulares fracturando por percusión los huesos temporales y parte de los parietales. Al parecer eran realizadas con un elemento puntiagudo, tal y como lo muestra la evidencia arqueológica […] En todos los individuos se registraron huellas correspondientes a las principales inserciones musculares lo que implica que fueron descarnados antes de llevarlos Tzompantli”12. Un tratamiento similar se hacía con los cráneos destinados a convertirse en máscaras mortuorias. Presentamos a continuación algunas gráficas tomadas del estudio citado a pie de página sobre una muestra de 74 individuos.
“[…] la mayoría de los sacrificados, se encuentran entre los 20 y 30 años, destacando la ausencia de ancianos y menores de 3 años. A continuación se presentan gráficos que resumen esta información13”.
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Nos interesa señalar la evidencia de sacrificio por extracción de corazón porque demuestra la veracidad de los códices y los relatos de los invasores europeos. El historiador Moctezuma Barragán ha tratado de refutar la existencia de los sacrificios señalando una presunta imposibilidad física. Es imposible acerrar la caja torácica para acceder al corazón con instrumentos de piedra15. Si bien los cuchillos de piedra no son tan eficientes como el acero, puesto que aquellos se rompen fácilmente, se ha demostrado que las cuchillas de obsidiana pueden elaborarse con tanto o más filo que un bisturí moderno, además los sacerdotes prehispánicos conocían demasiado bien el cuerpo humano como para perder el tiempo tratando de romper la caja torácica cuando podían acceder al corazón mediante una incisión en la base del diafragma. Con esta técnica un médico forense de nuestros días, utilizando instrumentos de piedra prehispánicos y muñecos sintéticos que simulan un tronco humano, ha podido extirpar quirúrgicamente un corazón humano en un tiempo sorprendentemente corto: apenas unos 20 0 15 segundos16. Es de suponer que los experimentados sacerdotes podían hacerlo mucho mejor e incluso por medio de diversas técnicas (por ejemplo mediante la fractura de una costilla). De manera independiente las evidencias forenses demuestran que el corazón era extraído de esa manera, por lo que la objeción de Barragán queda reducida a la nada. La evidencia de un infante sacrificado en la ofrenda 111 en el Templo Mayor lo demuestra:
“La información osteológica permite proponer la siguiente secuencia general. Es factible que el infante fuera recostado en una piedra de sacrificios como lo mencionan las fuentes históricas. Las marcas en la cara interna de las costillas muestran que el ingreso al tórax se hizo desde la cavidad abdominal, cortando el músculo recto anterior. El sacerdote debió deslizar su mano por detrás del corazón lo que se puede inferir por la presencia de las huellas cerca de la articulación costo-condral. Posteriormente, cortó las arterias y las venas, empleando la parte interna de las costillas como superficie de apoyo, por lo que hay un patrón de huellas repetitivas. Finalmente, el niño fue depositado a los pies de las escalinatas que conducían al adoratorio de Huitzilopochtli”17.
¿Será casualidad que el dios Mictlantecuhtli del inframundo sea representado como un ser desollado cuyo corazón sobresale por debajo del diafragma? ¿No será este dios, también, la representación de las formas sacrificiales?
Canibalismo
Todo lo anterior nos muestra que los individuos sacrificados por los pueblos prehispánicos eran ritualizados y procesados como otras civilizaciones procesan y ritualizan a los animales sacrificados que sirven de alimento tanto a los dioses como a los hombres. Así como algunas civilizaciones sacrificaban bueyes a sus dioses, porque suponían que estos los encontraban tan apetitosos como lo eran para los mortales, los aztecas ofrecían sangre y corazones a Huchilopoztli, Tlaloc y Quetzalcóatl; así como los pueblos que consumen ovejas suelen fabricar máscaras, utensilios y adornos con los restos de los animales comestibles, los pueblos prehispánicos fabricaban mascaras mortuorias, trofeos de cabezas humanas, herramientas de huesos humanos y tzompantli con los restos de los humanos sacrificados; así como en los restos de los grandes herbívoros cazados por los pueblos preneolíticos en Oriente Medio se encuentran rapaduras producto del desmembramiento, desollamiento, separación de tejidos blandos -todo lo anterior con fines alimentarios-, en los restos de los individuos sacrificados por los aztecas se encuentran las mismas evidencias de procesamiento de la piel, carne, médula y encéfalo. Los códices y los testimonios señalan que los restos de los sacrificados eran preparados para consumo de la realeza y sus familias como un privilegio más de su posición social. Ya no es sólo el relato de los españoles, los códices y el sugerente manejo de los restos mortales de los sacrificios los que nos señala el canibalismo sino, además, la evidencia dejada en las cuchillas, la albumina en los templos y en los restos en los enterramientos.
“Según el artículo, firmado por Jennifer Viegas, se ha descubierto en Ecatepec un sitio arqueológico al norte de la Ciudad de México con ocho osamentas de niños que fueron supuestamente sacrificados por los aztecas, lo que sería evidencia de que los aztecas eran caníbales, tema tabú para los historiadores mexicanos por muchos años.
El descubrimiento se añade a la colección creciente de pruebas que apoyan el sacrificio humano y el canibalismo entre los fundadores del Imperio mexicano. Por ello se cree que los investigadores podrían, con la ayuda de los nuevos hallazgos, ser capaces de llenar algunas lagunas históricas en el tema, continúa la nota.
La arqueóloga mexicana Nadia Velez Saldaña fue quien los descubrió. En declaraciones recogidas por la nota de Discovery Channel a la Agencia Associated Press, la experta dijo: “El sacrificio involucraba quemar total o parcialmente a las víctimas. Encontramos un hueco donde enterraban los restos de cuatro niños que fueron parcialmente quemados y otros cuatro completamente carbonizados”.
Otro arqueólogo, Luis Manuel Gamboa, descubrió murales que ilustraban partes del cuerpo humano dentro de instrumentos de cocina, rodeados de comensales.
“Hemos encontrado instrumentos de cocinar al lado de esqueletos y de huesos humanos fragmentados e incompletos,” dijo Gamboa.
[…]
El experto en la cultura azteca Leonardo López Lujan, funcionario del INAH que trabaja en un proyecto del Museo del Templo Mayor, dijo estar de acuerdo con estas conclusiones. De manera reciente, López Luján reveló los resultados de pruebas químicas conducidas sobre el residuo encontrado en los pisos de estuco de algunos templos aztecas. Los restos contienen albúmina y material genético que parece de sangre humana.
“Ahora tenemos pruebas físicas que corroboran el registro escrito y pictórico”, dijo López Luján”18.
Otro estudio microscópico muestra, sin lugar a dudas, que los mexicas utilizaban herramientas para desollar, desmembrar, etc. Citamos ampliamente el artículo dada su importancia.
“Pero la corroboración científica […] ahora ya es posible gracias a una novedosa metodología de estudio desarrollada por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la UNAM, que consiste en estudiar, bajo la lente del microscopio, los restos de material orgánico humano conservados en los objetos antiguos.
[…]
analizó una serie de conchas halladas junto al entierro de una joven de 14 años de edad, en Comalcalco, Tabasco; fragmentos de lo que parecía ser papel amate en una osamenta hallada en Teotihuacan -que resultó ser piel humana-, así como 31 cuchillos de obsidiana que datan de hace dos mil años, hallados en la zona arqueológica de Cantona, Puebla.
Sobre este último caso, Mainou relata que fue en 2010 cuando recibió de la arqueóloga Yadira Martínez Calleja y del arqueólogo Ángel García Cook, los 31 cuchillos de obsidiana provenientes de Cantona, Puebla. Previamente los arqueólogos habían clasificado los cuchillos en tres tipos: cuchillos sacrificiales, tranchets y raspadores. Pero los resultados que la restauradora obtendría de la investigación en laboratorio ayudaría a los especialistas a determinar la función que las piezas tuvieron, si fueron usados para hacer cortes en diferentes partes del cuerpo, según su forma. "Tomé tres o cuatro cuchillos al azar, de las diferentes formas. Lo que hice fue llevarlo al microscopio estereoscópico y revisar todas las partes del cuchillo, por la parte anterior, por la parte posterior y por los cantos. Hice todo el proceso de microscopia electrónica de barrido y en estas primeras muestras encontré restos de sangre, restos de piel y cabello", detalla Mainou.
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Con el apoyo de la doctora Silvia Antuna Bizarro, especialista en células y tejidos, del Departamento de Biología Celular y Tisular de la Facultad de Medicina de la UNAM, de la bióloga Yolanda Hornelas Orozco, del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (UNAM), y de Gerardo Villa Sánchez, de la Subdirección de laboratorios y Apoyo Académico del INAH, las primeras aproximaciones de este estudio apuntan a que los 31 cuchillos fueron utilizados para "cortar, rasgar, desollar y romper", en los rituales y ceremonias religiosas que se realizaban en esa zona arqueológica y que, según las investigaciones previas, "incluían prácticas como la decapitación, la mutilación y el desmembramiento, como parte de la cosmovisión religiosa".
Pero el trabajo de la restauradora no termina ahí, pues con las casi 600 imágenes que obtuvo y con las muestras obtenidas de los cuchillos, comenzará la labor de interpretación de los datos para poder clasificar el uso específico que tuvieron estos cuchillos.
"Ya se terminó la investigación en bruto, ya se sabe que los 31 se utilizaron y ahora tengo casi 600 imágenes, a partir de las cuales tenemos que determinar qué tejidos tienen para ver en qué partes del cuerpo fueron utilizados", dijo.
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"Conservé el material orgánico en los cuchillos porque sé que es el mejor soporte en los que se pueden conservar para que en un futuro otra persona pueda sacarle más información, que le puedan sacar información molecular o ADN, aunque los restos ya estén mineralizados. La ciencia va avanzando como no nos lo podemos imaginar. Puede ser que en un momento puedan sacarle ADN y puedan ver si a las personas que sacrificaron eran parientes, de qué lugar o región provenían, si eran personas que venían de otra comunidad, si eran cantoneses, xicalancas, o si eran esclavos", comenta la especialista”19.
Cada práctica en su contexto
Si enfocamos el fenómeno del sacrificio humano y el canibalismo prehispánicos en el contexto del modo de producción que media entre el hombre y su entorno, es posible explicarlo. Es sabido que el modo de producción de los pueblos mesoamericanos se ajusta a lo que Marx, en su estudio de pueblos como la India, llamara “Modo de producción asiático”20. En estas sociedades el Estado, como un todo, se erige como gran terrateniente expoliando a las comunidades aldeanas por medio del tributo en trabajo o en especie. En estas sociedades la propiedad privada de la tierra, en sentido general, no existe o no es la forma dominante de propiedad. Las comunidades aldeanas siguen conservando la propiedad colectiva de la tierra pero éstas son explotadas por el Estado y una casta privilegiada, cuya existencia se justifica porque se encarga de organizar a las dispersas comunidades en la realización de obras públicas tales como canales de riego, centros ceremoniales, etc.
Hasta qué punto la estructura social del imperio azteca se ajusta a este modo de producción lo sugiere el códice Mendoza que enlista no menos de 371 pueblos que tributaban al Tlatoani Moctezuma. Los estudios posteriores sugieren la existencia de más de 400 pueblos tributarios. Dice Roger Bartra que el códice constituye una “verdadera radiografía de la economía azteca”21. La lista de productos tributados incluyen artículos suntuarios (penachos, artículos de otro, cobre y jade), vestimentas para los guerreros y la realeza; herramientas, plumas, pieles, cerámica, cestas y vasijas; la mayor parte del tributo lo constituían grandes cosechas de maíz, frijoles, chía y huauhtli, traídos de todos los confines del imperio. Otra parte importante del tributo lo era la fuerza de trabajo necesaria para la construcción, ampliación y remodelación de los templos y obras públicas. En general la propiedad de la tierra pertenecía a las comunidades por medio del calpulli aunque con los aztecas ya encontramos hasta cierto punto la existencia de la propiedad privada de la tierra en cierta parte de la nobleza. Para el aseguramiento del flujo de todo este plustrabajo desde las aldeas hasta la cúspide de la pirámide social se requería toda una estructura burocrática adicta al soberano y un ejército que mantuviera sometidas a las comunidades. Las guerras aseguraban el tributo, las imponentes obras públicas fungían como medios de legitimación de la casta dominante y formas de propaganda política, mientras que el sacrificio constituía un medio de control y sometimiento social.
Sin embargo la estructura tributaria no explica todo el enigma del sacrificio humano y el canibalismo prehispánico. Los pueblos mesoamericanos no fueron las únicas civilizaciones tributarias; sin embargo, sí fueron las únicas culturas que no abandonaron el canibalismo y el sacrificio humano cuando alcanzaron el grado de civilización, aquél continuó en forma sistematizada, más o menos masiva y constante. Para la explicación del enigma no basta afirmar que la práctica estaba basada en la creencia de que sólo así se podría asegurar que el Sol surgiera del horizonte al día siguiente o que sólo así se podía asegurar que los dioses les favorecieran con lluvia y buenas cosechas. A esta explicación puramente idealista le hace falta explicarse a sí misma: ¿Porqué los mexicas creían esto? ¿Cuál es la base material que puede explicar el surgimiento de esta creencia? No necesitamos negar que los sacerdotes creyeran firmemente en su religión para afirmar que las creencias subjetivas obedecen a causas objetivas que escapan, la mayoría de la veces, a la consciencia de quienes las creen y de quienes las estudian (cuando el estudioso no busca las causas no evidentes y se convierte a la religión de su objeto de estudio o proyecta su falsa ideología –posmoderna, por ejemplo- a su campo de investigación).
La otra parte del armado del rompecabezas, de acuerdo a Marvin Harris22, se encuentra en una peculiar adaptación al medio ecológico propio del norte y centro de América que favoreció a la casta dominante. A excepción de la llama sudamericana, en nuestro continente prácticamente todos los grandes herbívoros capaces de ser domesticados desaparecieron durante el periodo preneolítico. La cúpula prehispánica no perdió el gusto por la carne humana, que suele estar presente en los pueblos horticultores que practican la guerra, porque no hubo grandes herbívoros domesticados para sustituir la carne de los vencidos. Los animales domesticados por los pueblos mesoamericanos, como el perro y diversos tipos de gallináceas, no eran una fuente eficiente de proteína animal dado que los guajolotes se alimentan de granos y los perros de carne, compitiendo así por los mismos recursos alimentarios consumidos por los seres humanos. Estos pueblos no conocían las hormonas ni la producción industrial de la carne aviar. La gran variedad de alimentos de origen vegetal, acuático e insectívoro esgrimido por los críticos de Marvin Harris como argumento para refutar “el ansia de carne” demuestra, por el contrario, que los pueblos prehispánicos debían alimentarse con un espectro amplio de alimentos para suplir la falta de aminoácidos esenciales de los que dota la carne roja. Si bien los insectos pueden proporcionar todos los aminoácidos contenidos en la carne, no proporcionan paquetes eficientes de alimentación dada su baja concentración y el gasto de energía excesivo empleado en su recolección; mientras que los productos vegetales que contienen aminoácidos esenciales no estarán siempre disponibles en periodos de sequía o escases. El espectro amplio, que incluye a insectos, es una muestra de búsqueda desesperada de proteína animal y muestra lo contrario de lo que pretenden los críticos de Harris.
El argumento de Marvin Harris no señala, como han malentendido algunos críticos, que los mexicas fueran a la guerra para obtener carne humana, sino, al contrario: porque iban a la guerra –para obtener tributos- tenían la posibilidad de aprovechar la carne de los cautivos como alimento. Tampoco se trata de que todos los individuos de la sociedad comieran carne humana por igual. Como sucede en las sociedades explotadoras como la capitalista, los recursos alimenticios también se distribuían de forma desigual, como una manifestación de status y poder. La cantidad de individuos sacrificados no alcanzaba, seguramente, para alimentar a los 4 o 5 millones de habitantes del Valle de México; pero constituía un valioso privilegio para la casta dominante y sus familias, lo suficientemente poderoso como para asegurar, entre otros privilegios, obediencia y lealtad al Tlatoani. El consumo de carne humana constituía, así, un subproducto valioso del tributo y de la guerra y un cemento social para la casta dominante, además de un poderoso instrumento de terror dirigido a las comunidades explotadas. Se cierra el último enigma: así como las antiguas civilizaciones europeas, durante sus festividades religiosas y agrícolas, sacrificaban cientos de animales a sus dioses, celebrando lujosos banquetes; los mexicas, en sus fiestas y celebraciones religiosas, ofrecían a sus dioses carne humana, compartiendo con ellos parte del banquete con el que se agasajaba la cúpula de la sociedad mexica.
Conclusiones
Hemos visto que el estudio objetivo de un fenómeno cultural innegable, fascinante y atemorizante puede proporcionar datos valiosos sobre el funcionamiento de la sociedad mesoamericana, funcionamiento que explica los aspectos más gloriosos como oscuros de su cultura. El sacrificio humano y el canibalismo resultan tan comprensibles, en el marco de la estructura social prehispánica, como ahora nos resulta comprensible la comunicación por twiter o facebook o como, a la mayoría de las personas, les parece normal y razonable el trabajo asalariado. En este terreno los enfoques sentimentales y místicos no sirven para nada más que para retrasar el estudio de la historia y la comprensión de la sociedad actual. Así como a las personas amadas hay que aceptarlas como un todo integrado es necesario valorar a las culturas ancestrales como un todo, explicando su rostro social “con todo y verrugas”. La comprensión cabal de la verdad es la única manera de preservar el legado y memoria histórica que tanto han sido oscurecidas por el mito y las historias manipuladas por prejuicios tanto de derecha como de “izquierda”. El verdadero enfoque de izquierda está en la verdad histórica. Tenemos que valorar a las culturas pasadas en función de su propio desarrollo y no en función de proyecciones sentimentales y morales. Hoy, más que nuca, necesitamos un enfoque de la sociedad exenta de sentimentalismos pequeñoburgueses. Sólo así estaremos en condiciones de derrocar al más grande devorador de seres humanos de la historia: el sistema capitalista de nuestros días.
Bibliografía
(No se agregan aquí otras fuentes consultadas como periódicos, revistas y documentales de los cuales se hace la cita respectiva a pie de página):
Bartra, R. El modo de producción asiático, Era, México, 1978.
Bernal Díaz del Castillo Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Editores Mexicanos Unidos, México, 2002.
Chávez Balderas, J. “Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlan”. Documento PDF: http://www.famsi.org/reports/05054es/05054esChavezBalderas01.pdf
Gómez Molina, M. “Sacrificio. La muerte ritual entre los mexicas”. Documento PDF: http://pdfsb.net/readonline/5a5642446677683558584a3844586c6d566b593d-117...
Harris, M. Bueno para comer, Alianza editorial, Madrid, 2007.
Harris, M. Caníbales y reyes, Alianza editorial, Madrid, 2006.
Harris, M. Introducción a la antropología general, Alianza editorial, Madrid, 2003.
Jarquín Pacheco, Ana María; Martínez Vargas, Enrique; “Evidencias de dos rituales teotihuacanos de sacrifico humano en la región de Calpulalpan, Tlaxcala”. Documento PDF: http://www.arqueologia.inah.gob.mx/consejo/wp-content/uploads/calpulalpa...
Moctezuma Barragán, P. Moctezuma y el Anáhuac, Limusa, México, 1996.
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Notas
1. Gómez Molina, M. “Sacrificio. La muerte ritual entre los mexicas”. Pp. 2-3.
2. Harris. M. caníbales y reyes, p. 147.
3. Bernal Díaz del Castillo Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, p. 42.
4. Citado en: Harris, M. Caníbales y reyes, p. 158.
5. Gómez Molina, M, Op. Cit. p. 10.
6. Ibid. p. 4.
7. Véase documental de NatGeo: “Bonampak el último secreto maya” que acaba de ser publicado. http://www.natgeo.tv/us/especiales/bonampak-el-ultimo-secreto-maya/
8. Cf. Chávez Balderas, J. “Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlán”, p. 17
9. Gómez Molina, M, Op. Cit. p. 6
10. Rodríguez Osorio, E. “Morir por los dioses” en revista Quo Historia de México, Edición especial 2012.
11. Imagen tomada de: Chávez Balderas, J. Op. cit. p. 4.
12. Ibid. 22, 25
13. Ibid. p. 11.
14. Las 4 gráficas de pastel que se muestran fueron tomadas de: Chávez Balderas, J. “Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlan”, pp. 11-12, 32.
15. Cf. Moctezuma Barragán, P. Moctezuma y el Anáhuac.
16. El documental que muestra este experimento se puede ver en este enlace a partir del minuto 20: http://www.youtube.com/watch?v=sfTMFsniCXM
17. Chávez Balderas, J. Op. cit. p. 15.
18. Por María Lourdes Pallais, La Crónica de Hoy, 1 de febrero de 2005
19. Reportaje de Abida Ventura, El Universal, suplemento cultural, 20 de mayo de 2012.
20. Una excelente selección de los escritos de marx y Engels al respecto se encuentra en el libro de Roger Bartra: El modo de producción asiático. Problemas de la historia de los países coloniales.
21. Bartra R. El modo de producción asiático, p. 220.
22. Los argumentos de esta parte de nuestro texto han sido tomados de los siguientes libros de Marvin Harris: Bueno para comer y Caníbales y reyes. Una versión sintética de ambos libros se encuentra en Antropología general del mismo autor.
Source: La Izquierda Socialista (Mexico)