Gran Bretaña: La huelga general de 1926 - ¿80 años después cuáles son las lecciones?
La primera comparación es la diferente composición de la clase obrera en Gran Bretaña hoy. En 1926 había cinco millones y medio de sindicalistas afiliados al TUC. De éstos, cuatro millones intervinieron en la huelga de 1926. La mayoría trabajaban en la industria pesada −transporte, hierro, acero, puertos y más de un millón en las minas−. Muchos trabajadores, incluidos los trabajadores municipales como los que participaron en la reciente lucha por las pensiones, pertenecían a asociaciones profesionales, no afiliadas al TUC y por lo tanto no participaron en la huelga general. Hoy estos trabajadores son un sector importante del movimiento sindical. En 1926 los trabajadores sanitarios no fueron convocados a la huelga. Hoy los trabajadores de la sanidad, educación y servicios sociales tienen que recurrir a la acción huelguística para defender su nivel de vida. Algunos de los que han entrado en los sindicatos era la primera vez que participaban en piquetes. Todo esto a pesar de los intentos del Nuevo Laborismo de eliminar la política de clase de la sociedad. Desde la derrota de la huelga minera de 1984-1985 se han reducido el número de pozos hasta quedar poco más de mil. Esto representa una destrucción de la industria no prevista por el Sindicato Nacional Minero (NUM) en el momento de la lucha.
La huelga general de 1926 fue convocada por el TUC en solidaridad con los mineros que se enfrentaban a reducciones salariales y más horas de trabajo. No sólo fue un acto de solidaridad. El primer ministro tory de la época, Stanley Baldwin, llegó a decir: “Todos los trabajadores de este país tienen que aceptar recortes”. El capitalismo británico estaba en crisis y los trabajadores tenían que pagarla. Hoy la economía parece en una situación fuerte pero parece que no pueden ofrecer una pensión decente a muchas personas, esto ha provocado la llamada crisis de las pensiones.
La huelga general de 1926 fue convocada como una huelga total, no una cuestión de uno o dos días. Esto ilustra la fuerza y la solidaridad del movimiento sindical en 1926. Desde ese año nunca había habido una huelga general total afectando a tantos sectores diferentes de los trabajadores. Había razones para esto. Una de ellas es que la huelga general de 1926 sería ilegal con la legislación de las relaciones industriales introducida por los gobiernos tories de 1979 a 1997. En 1926 la acción solidaria en nombre de los sindicatos era legal bajo los términos de la Ley de Disputas Laborales de 1906. Esta ley fue introducida por el gobierno liberal con el apoyo de 29 parlamentarios laboristas, también protegía los fondos sindicales de su confiscación durante una disputa sindical. Después de la derrota de la huelga general de 1926 la acción de solidaridad de nuevo fue ilegal con la legislación aprobada en 1927. Pero esa legislación fue abolida por el gobierno laborista en 1945. Sin embargo, después de nuevo años de Nuevo Laborismo la legislación antisindical de los años de Thatcher sigue en su lugar. Los sindicatos hoy están en peor situación legal que en 1906. ¡Gran Bretaña tiene algunas de las leyes más punitivas contra las relaciones industriales de cualquier país democrático!
Los mineros tradicionalmente han sido un sector clave de la clase obrera británica. Por eso el TUC se comprometió con ellos en 1926. Casi cincuenta años después, en 1972 y 1974, el NUM se enfrentó al gobierno tory dirigido por Edward Heath por la cuestión salarial. Recibieron el apoyo y la solidaridad de otros sectores del movimiento sindical, esto fue esencial para ganar la lucha y derribar al gobierno Heath. En 1984-1985 los mineros volvieron a la lucha con el gobierno Thatcher por la cuestión del cierre de pozos. La huelga fue un momento crítico para el movimiento obrero como en 1926. La derrota de los mineros fue el preludio para ataques al nivel de vida de todos los sectores de la clase obrera. El gobierno utilizó la táctica de “divide y vencerás” como hicieron los tories durante los años veinte. Los acuerdos con otros sectores de la clase obrera reflejaba el deseo del gobierno de evitar un “segundo frente” con el movimiento sindical. Esto junto con las leyes de relaciones industriales que permitían la confiscación de los fondos sindicales si participan en acciones de solidaridad, hizo que los dirigentes sindicales no quisieran convocar a sus militantes en huelgas de apoyo a los mineros.
1926: los antecedentes de la crisis
En 1913 la militancia sindical en Gran Bretaña había alcanzado un nuevo pico. Más de ocho millones de trabajadores estaban organizados en el movimiento sindical. Los sindicatos más fuertes crearon la Triple Alianza −Federación Minera de Gran Bretaña, Sindicato Nacional de Ferroviarios y Federación Nacional de Trabajadores del Transporte−. Estos tres sindicatos juraron iniciar acciones de solidaridad para defenderse entre sí en caso de un ataque. Sin embargo, cuando pasaron la prueba en 1921 este juramente se abandonó. Durante la Primera Guerra Mundial las minas habían estado bajo el control del gobierno que había garantizado a los mineros y salario mínimo y una jornada laboral máxima. Debido a la situación revolucionaria de la posguerra que recorrió Europa tras el final de la guerra, el gobierno vaciló antes de devolver el control de las minas a los propietarios. Los sindicalistas británicos se habían negado a cargar las armas en el barco Jolly George, que iba destinado a equipar a los soldados que estaban luchando contra el gobierno revolucionario de Rusia. En 1919 existía la amenaza de una huelga general.
Cuando las minas se devolvieron a los propietarios en 1921 inmediatamente éstos quisieron regresar a las viejas condiciones −reducir salarios y aumentar la jornada laboral−. Como otros sectores de la clase capitalista británica pretendían que se enfrentaban a una crisis debido a la competencia de otros mercados. La globalización no es un fenómeno nuevo. Hoy lo vemos con los trabajadores de la India, China y los bajos salarios que reciben, por esa razón la industria británica debe ser competitiva, es decir, pagar menos a los trabajadores y hacerles trabajar más. En los años veinte eran los trabajadores de otras partes de Europa, como Alemania. Los gobiernos nos dicen que no pueden hacer nada para ayudar a los trabajadores en estas circunstancias, es la ley del mercado y no se puede hacer nada. En realidad, los gobiernos sí hacen mucho… para ayudar a los capitalistas. Frente a los ataques de los empresarios de la minería la FMGB recurrió a la Triple Alianza en busca de ayuda. El líder del NUR, Jimmy Thomas, se negó a ayudarles. Su excusa era que a los ferroviarios les habían garantizado una semana laboral más corta y corrían el riesgo de perderla si participaban en una huelga de apoyo a los mineros. En abril de 1921 en lo que fue conocido como “Viernes Negro” la Triple Alianza se hundió. La táctica de divide y vencerás había vencido.
Los mineros sufrieron recortes salariales. Pero eso no era suficiente. Después de la breve vida del gobierno laborista en minoría de 1924, los tories regresaron al poder en 1925 encabezados por el primer ministro Stanely Baldwin. Pero en esta ocasión los pozos de carbón del Valle del Ruhr volvieron a funcionar reduciendo los precios del carbón británico. Los propietarios de las minas querían más recortes, esta vez superiores al 25 por ciento. El “Viernes Rojo” en julio de 1925 el gobierno intervino y dio un subsidio a las minas. Después del colapso de la Triple Alianza, el propio TUC se comprometió a una huelga en apoyo de los mineros en el caso de nuevos recortes. Esta amenaza fue tomada en serio por el gobierno. Intentaron ganar tiempo y crearon una Comisión Real, la Comisión Samuel, para tratar la cuestión de las minas. Se tardarían nueve meses en llegar a una conclusión. Estaba formada por capitalistas y por tanto cualquier solución no iría a favor de los mineros. Pero dio al gobierno nueve meses para prepararse para la huelga general.
El gobierno utilizó una Ley de Poderes de Emergencia (algo parecido a la actual Ley de Contingencias Civiles) para preparar la derrota de la huelga general. El país estaba dividido en once regiones encabezadas por un Comisionado Civil para cada una de ellas y se creó la Organización para el Mantenimiento de los Suministros. El ejército y los navíos de guerra serían enviados a zonas clave como los puertos de Clydeside y Londres. Se hicieron los preparativos para arrestar a militantes conocidos del Partido Comunista.
La Comisión Samuel recomendó una reducción salarial a los mineros del 13 por ciento. Esto fue rechazado decididamente por los dirigentes mineros, un dirigente del ala de izquierdas, Arthur Cook, acuñó la consigna: “Ni un penique del salario, ni una hora del día”. Al rechazar los términos propuestos por los empresarios los mineros se encontraron con un cierre patronal en abril de 1926. Ahora el TUC tenía la responsabilidad de convocar una huelga general. El Consejo General del TUC estaba dividido, el ala de derechas de Thomas quería más negociaciones. Fue tristemente famoso por la su frase: “¡La única clase a la que temo es la propia!” Estos sentimientos encontraron eco entre dirigentes del Partido Laborista como Ramsay MacDonald y Lord Snowdon, que más tarde entrarían en una coalición con los tories en 1931. Ellos querían que el gobierno ganara.
Comienza la huelga
El primer ministro tory, sintiendo que la dirección del TUC no quería ir a la huelga, rompió las negociaciones cuando los trabajadores de las imprentas se negaron a imprimir los dibujos contra la huelga. El 1 de mayo se celebró una conferencia extraordinaria del TUC donde se votó contundentemente a favor de la huelga general. La huelga comenzó la noche del 3 de mayo y duró nueve días.
Basta con decir que el TUC no estaba preparado para esta acción si se compara con los preparativos que había hecho el gobierno. El ala de derechas del TUC todavía intentó desconvocar la huelga. Los dirigentes del ala de izquierdas, como Cook y Pugh, estaban decididos a apoyar a los mineros. Después de todo, ya habían sido advertidos de que los recortes salariales para los mineros llevarían a recortes salariales en toda la industria británica. Pero no estaban preparados para las consecuencias de la huelga general. Es conocida la frase de un delegado del TUC anunciado que su suegra había estado ahorrando un plato extra de pescado desde hace una semana en preparación de la huelga.
La huelga en apoyo de los mineros recibió un cien por cien de apoyo. La militancia del TUC ahora era inferior a los cinco millones, cuatro millones y medio participaron en la huelga. La industria pesada fue la primera en participar. En Londres los trabajadores del transporte eran la clave. Los trabajadores de los servicios públicos y los de las nuevas fábricas de ingeniería no estaban aún sindicalizados. Los voluntarios de las profesiones y estudiantes llegaron a ofrecerse para conducir trenes y autobuses. Es inconcebible que hoy pueda ocurrir esto en el caso de una huelga del transporte. ¿Quién estaría lo suficientemente loco para aceptar un empleo en el que no está preparado adecuadamente? También muchos de estos trabajadores de cuello blanco estarán afiliados a los sindicatos del TUC. Las reservas de la clase media en las que podía basarse el capitalismo británico en los años veinte hoy no existen. Había frecuentes ataques a autobuses y trenes conducidos por “trabajadores esquiroles”. Los autobuses volvían con las ventas rojas. Pero los principales incidentes fueron causados, según artículos aparecidos en el periódico del TUC, el British Worker, por esquiroles que no eran competentes para conducir los autobuses y trenes. Hubo incluso bajas.
La huelga continuó y se unieron más trabajadores. El gobierno creó un periódico, British Gazette, editado personalmente por el fanático antisindicalista Winston Churchill. El gobierno pretendía que la democracia parlamentaria estaba bajo ataque. El TUC negó esto diciendo que era una huelga defensiva en apoyo de los mineros. No existía la crisis constitucional que el gobierno pretendía. Hubo poca violencia debido al “sentido común” de la población británica. Por supuesto, los propios policías tenían vínculos con la clase obrera y también habían estado en lucha en 1919. No había razón para enfrentarse a los huelguistas. Parece que no hubo escenas como las que vimos en Orgreave durante la huelga minera de 1984-1985.
¿Una revolución fallida?
La huelga general duró nueve días. Una huelga general no puede durar para siempre. No es una protesta de un solo día. ¿Cómo puede existir la sociedad sin distribución de comida, transporte y servicios esenciales? Una de las dos partes se echa atrás rápidamente, si el gobierno no está dispuesto a hacerlo el TUC deberían considerar ser una alternativa al gobierno. Según continuaba la huelga el poder a nivel local pasaba al movimiento sindical. Los consejos sindicales se convirtieron en “consejos de acción” que tenían el veto y la responsabilidad de los servicios esenciales. John Sherman, secretario del Consejo de Ealing en el aquel momento dijo lo siguiente: “Tenía una carta del topógrafo municipal, Hicks, preguntando si el comité de huelga daría permiso para trasladar dos toneladas de carbón al hospital Ealing Memorial. Eso demostraba lo fuerte que éramos”.
Esta situación se repetía arriba y abajo del país. Ealing era en aquellos días un barrio de clase media, no una zona industrial clave. El Brittish Worker informaba que debido a la acción industrial del Sindicato Eléctrico todos los permisos de electricidad deberían pasar a través del Consejo General del TUC. El gobierno y los dirigentes del ala de derechas del movimiento obrero querían conseguir que la huelga terminara lo antes posible. Así a pesar de esta tremenda muestra de solidaridad que evolucionaba hacia una situación revolucionaria, la huelga fue desconvocada incondicionalmente por el Consejo General del TUC. Baldwin se sentía confiado para exigir esta rendición incondicional como una condición previa para la reanudación de las negociaciones. La realidad era que los mineros se quedaron solos, abandonados y con un cierre patronal que duró meses, finalmente regresaron al trabajo aceptando los términos de los empresarios. Para muchos otros sindicalistas no había garantías de que no serían represaliados. Muchos perdieron sus empleos y derechos sindicales. En 1927 se aprobó una legislación que prohibía las acciones de solidaridad.
Esta derrota no se superó hasta después de varios años. No fue debido a la falta de apoyo a la huelga o a debilidad. Sino a la ausencia de voluntad política de muchos en la dirección sindical. Jimmy Thomas dijo: “Que Dios ayude al país si el gobierno no gana”. El TUC falló a los mineros porque no quiso llevar la huelga hasta el final. Temiendo el potencial revolucionario de la huelga los dirigentes estaban dispuestos a dar marcha atrás incluso aunque eso significara que los mineros literalmente murieran de hambre y que sectores de la clase obrera vieran empeorar sus salarios. Pero al ambiente entre la base era desafiante. Joe Sherman dijo lo siguiente: “… De repente escuchamos que la huelga se había desconvocado y nadie se lo creía… tenías que desafiar la autoridad del estado y una situación revolucionaria. Esto es precisamente lo que ocurrió. El gran error fue dejar a los mineros totalmente aislados”.
Esta rendición incondicional no afectó sólo a los mineros, sino a miles de trabajadores. La correlación de fuerzas había cambiado. Los trabajadores se enfrentaron a las represalias abandonando los sindicatos, algunos incluso se unieron a los sindicatos de empresa. Estas desastrosas relaciones industriales no cambiarían hasta casi una década después cuando los sindicatos de las fábricas de ingeniería comenzaron a crecer y luchar por las horas, extras y salarios. Muchas de estas luchas fueron breves y consiguieron beneficios a corto plazo para los trabajadores implicados. Este modelo de relaciones industriales continuó durante el período de la posguerra. No fue hasta los años setenta cuando el movimiento sindical volvería a desafiar al gobierno. En esta ocasión los mineros derrotaron al gobierno Heath. La perspectiva de una huelga general se discutió en los años setenta dentro del movimiento sindical. Sin embargo, como en 1926, una huelga general habría abierto la posibilidad de un cambio radical de la sociedad no sólo a que el gobierno convocara elecciones generales.
Recientemente han aparecido varios artículos en los medios de comunicación pretendiendo que nunca habrá otra huelga general en Gran Bretaña. Citan las leyes antisindicales. Citan el descenso de la militancia en los sindicatos y el cambio en la composición de la clase obrera. Lo que olvidan convenientemente es el cambio de ambiente de la clase obrera británica, una clase que ha sufrido un ataque tras otro contra sus derechos, una clase que tiene que trabajar la jornada laboral más larga de Europa y con un empeoramiento general de las condiciones. Hoy los analistas burgueses se encontrarán con alguna sorpresa. Toda la tensión acumulada tarde o temprano estallará. La reciente huelga del sector público por la cuestión de las pensiones es una pequeña prueba de lo que vendrá. El punto principal es que hoy los trabajadores deben estudiar la huelga general de 1926 y sacar las lecciones de ella, la más importante es la necesidad de una dirección combativa que ponga los intereses de la clase obrera por encima de todo lo demás.