Honduras: qué significa estar en cuarentena en un país que tiene todo colapsado

Desde los primeros casos de Covid-19 (que se confirmaron en la madrugada del miércoles 11 de marzo) a poco menos de un mes, los contagios ya se cuentan por centenas. El coronavirus se expande por nuestro país de manera acelerada, ante tal situación el gobierno ha adoptado “medidas de emergencia” para tratar de contener la pandemia, sin embargo, la prioridad del Estado no radica en velar por el bienestar de las personas y las medidas resultan insuficientes e incluso inaplicables en la realidad que vivimos.


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A diario, somos bombardeados con constantes mensajes que afirman que la pandemia ha venido a golpear tanto a ricos como a pobres, el gobierno en específico en sus cadenas nacionales se esfuerza por hacernos entender que el Covid-19 no distingue clases sociales, no hay nada más absurdo que eso y un ejemplo claro que desbarata las mentiras que emana JOH y los verdugos de su dictadura, es la cuestión del famoso #QuédateEnCasa que, a pesar del esfuerzo que hace la clase trabajadora para no contagiarse, al final del día termina siendo un chiste de mal gusto divulgado en un país donde la mayoría vive bajo el umbral de la pobreza y el trabajo informal.

Una realidad que se contrasta con las medidas

Desde el minuto uno que los trabajadores informales se dieron cuenta que el gobierno había aprobado el toque de queda, la preocupación invadió sus cabezas, ellos, que son cientos de miles, sobreviven del día a día, hablarles de 21 días de #QuédateEnCasa sin brindarles apoyo financiero, es hasta un insulto. Según la Secretaría de Trabajo, solo el 30 por ciento de la población hondureña tiene empleos formales, el 70 por ciento restante están agrupados en la informalidad («Secretaría de Trabajo: Informalidad concentra el 70% de los empleos», 2020).

“Lávense las manos constantemente”, dice la dictadura y sus medios, pero lo que no dicen es que un gran porcentaje de la población no recibe agua potable, para ser exactos casi 2 millones («Casi 2 millones de hondureños no tienen acceso al agua potable», 2020). A esto también hay que sumarle que los que tienen agua “potable” los sistemas de tuberías viejos y dañados y el acaparamiento han llevado a que no tengan más que un pequeño chorro una o dos horas por la madrugada, al final este es un problema más grande de lo que puedan mostrar algunas cifras oficiales.

En Honduras, una de cada cinco personas vive en pobreza extrema en zonas rurales. O sea, con menos de $1.90 al día (Instituto Nacional de Estadísticas, 2020). Advertir sobre el distanciamiento social a los campesinos que se mueven de pueblo a pueblo en buses públicos o Pick-Ups ya sea para trabajar o vender sus productos en las plazas y mercados, es un sinsentido, al final el hambre los orilla a hacerlo, prefieren correr el riesgo de contraer el virus antes que quedarse con esperanzas de nada y morir de hambre.

En la ciudad la situación no es diferente, aunque la pobreza es más grave en el área rural, en el mismo estudio se señala que en el área urbana la pobreza alcanza a más de la mitad de los hogares (55%). Las presiones del capitalismo una y otra vez golpean la dignidad de las personas y por eso se ven forzadas a salir de sus casas a jugarse la vida viendo qué consiguen.

El INE reportó hace unos años que más de 182 mil capitalinos viven en pobreza extrema («En pobreza extrema viven unos 182 mil capitalinos», 2014), es muy seguro que hoy la cifra es mucho más grande, ¿Cómo explicarles a todos ellos que no deben salir? Una vez más todo pierde sentido. Solo cuando seamos capaces de brindarle las condiciones a estas personas podremos explicarles sobre el autoaislamiento, mientras tanto no hay cadena nacional ni toque de queda que importe.

A todo esto, añadámosle las personas que viven literalmente en la calle. No existe una cifra oficial o estudios fiables, pero según instituciones como Casa Alianza a través de declaraciones de su director, José Guadalupe Ruelas, dictó que la cifra de niños y niñas en situación de calle asciende a la terrible cantidad de 15 mil y esto solamente en las dos ciudades principales del país: San Pedro Sula y Tegucigalpa (Varela, 2020). Esto, a pesar de solo ser un sondeo de las cifras en niños, nos da una señal de cómo están las cosas, es seguro que la cifra en adultos es muy escandalosa también.

¿Qué proponemos desde la Izquierda Marxista?

Aquellos que ya han perdido sus trabajos o están trabajando de manera informal se verán afectados aún más por esta crisis. Hacemos un llamamiento para que el Estado les pague el equivalente a su salario completo. Sin embargo, nos oponemos a la financiación de esto a través de una deuda pública más alta que será pagada por el resto de la clase trabajadora en forma de austeridad y aumento de los impuestos. Por el contrario, exigimos la expropiación de los bancos parásitos y las empresas especulativas.

Lo más seguro es que nos dirán que no hay dinero. Sin embargo, la historia nos dice que siempre se puede encontrar dinero para llenar los bolsillos de los ricos. Así, durante la última década, hubo austeridad para los trabajadores, pero generosas donaciones de dinero público para los banqueros privados. De hecho, la en actualidad el gobierno de JOH aprobó inyectar millones a las cooperativas y el sistema bancario, ¿por qué no se dio ese dinero a los pobres sino a los de siempre? Esos mismos banqueros que ahora se frotan las manos al recibir nuestro dinero fueron los que destruyeron la economía del país. Es inadmisible que grandes sumas de dinero público se están depositando en los cofres de las grandes empresas privadas, mientras millones de trabajadores viven en el miedo y la pobreza.

El Estado insistirá una y otra vez en que la crisis la paguen los obreros, todos los préstamos que ha hecho y que hará en el siguiente periodo se pretenden extraer del sudor y la sangre de la clase trabajadora, cuando se podrían financiar de lo que la burguesía nos ha robado. En 2015, por ejemplo, el Estado de Honduras dejó de percibir más de 18,000 millones de lempiras (más de 725 millones de dólares) por concepto de Impuesto Sobre Ventas (ISV). Esa cifra correspondía al 57% del impuesto y fue retenido por empresas y centros comerciales, ese dinero fue cobrado a la población sin embargo no lo entregaron. Así, cada año los empresarios evaden todo tipo de impuestos, no solo el ISV. Para tener una idea más clara, 18, 000 millones de lempiras es más del doble de lo que se robaron del IHSS y casi el doble de lo que aprobaron en el congreso bajo la nueva Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social para supuestamente atacar al COVID-19.

El gobierno ha llamado a la caridad empresarial haciendo hincapié en que los burgueses se solidaricen con los oprimidos, sabemos que eso no será el fin de la barbarie que asecha el día a día de la mayoría, eso no es suficiente y jamás lo será, la filantropía es un fenómeno asistencialista que dura poco y tan pronto representa pérdidas para los burgueses, se deshace más rápido que un castillo de arena golpeado por una gran ola, esto es un problema gigante y su solución implica medidas revolucionarias, esa es la verdad.

Si al gobierno realmente le importa la gente que vive en la calle, debería crear desde ya albergues públicos que asistan a estas personas que duermen bajo puentes y escaparates de McDonald’s desamparados y a la intemperie del virus.

Con todo lo dicho anteriormente, no haría falta recalcar una vez más que reprocharles a los pobres que se aglomeran en mercados locales buscando comida, es absolutamente absurdo, no se les puede sermonear de la necesidad de aislarse cuando eso implica morir de hambre en sus casas. Lo que no ven los medios corporativos y algunas capas acomodadas es que esto es un problema sistemático que está golpeando salvajemente la vida de los pobres, ellos harán lo posible por no perecer en esta crisis. Nuestro papel es exigir condiciones para que ellos no se expongan, pero el Estado moderno es incapaz de hacerlo ya que su papel es cuidar a la burguesía no a los pobres, por eso debemos construir uno desde la clase obrera. Anunciar toques de queda en cadenas nacionales y hablar de ser disciplinado no es suficiente, jamás lo será en un país devastado por la miseria del capitalismo.