La semana pasada presenciamos un espectáculo público en Irán que revelaba la resistencia del movimiento de masas, pero más importante aún, mostraba divisiones serias en la cúpula del régimen, un acontecimiento precursor de una crisis aún más profunda. Lo que hace falta ahora es que la clase obrera de un paso al frente como fuerza capa de dirigir a todo el movimiento y derribar el régimen.
El viernes 17 de julio se puso otro clavo en el ataúd de la República Islámica, cuando el destacado clérigo Rafsanjani criticó públicamente la manera en que el régimen había tratado las elecciones y desencadenó otra protesta masiva por las calles de Teherán.
El ayatolá Rafsanjani, antiguo presidente de Irán, expresó en público sus ideas sobre las elecciones. Aunque sus simpatías por la oposición se conocían antes, su declaración pública del viernes a favor de la oposición desencadenó protestas de masas. Las calles de Irán habían estado tranquilas durante una semana, pero una vez más cobraron vida con cientos de miles de manifestantes.
El discurso de Rafsanjani, aunque correctamente interpretado como pro-reforma, apenas contenía demandas radicales. Defendió la liberación de los prisioneros políticos y cuestionó los resultados electorales. Están lejos de las reivindicaciones planteadas por la base del movimiento. "Muerte al dictador", que se ha convertido en la consigna más popular de los estudiantes y trabajadores en las calles de Teherán, eso deja poco margen a la permanencia de Kamenei como líder.
El discurso de Rafsanjani iba dirigido a los líderes de la República Islámica:
"Este período, después de los resultados de las elecciones, es una época amarga. No creo que nadie de nuestra fracción quiera que eso suceda. Todos hemos perdido en este proceso. Todos hemos perdido y ahora nos preguntamos: ¿por qué sucedió? Hoy necesitamos unidad, más que nunca".
La unidad de la que habla claramente es la unidad de la burocracia estatal, de la elite política y económica en la que Rafsanjani juega un papel central. Su propia riqueza y estatus están en riesgo. Los "duros" ya se estaban moviendo contra él antes de las elecciones. Su apoyo a Mousavi sólo ha profundizado el poco agrado que sienten por él. Rafsanjani lucha por su supervivencia y parece que cómo mejor lo puede hacer es apoyando a la oposición.
A diferencia de las masas de jóvenes y trabajadores que protestan en las calles, no obstante, los intereses de Rafsanaji están atados totalmente a la República Islámica que tan desesperadamente intenta salvar. Su mensaje al establishment clerical/político es: reformad seréis aplastados. Dice que deben permitirse las protestas para que la población pueda continuar eligiendo ente los "duros" y los "reformistas".
"Si violamos la ley, entonces no quedarán límites. Deberíamos plantear nuestras ideas en el contexto de la ley y encontrar soluciones para ellas dentro del marco de la ley. Debemos aceptar lo que diga la ley y si algunas personas tienen problemas con algunas leyes, debemos esperar hasta que esas leyes se corrijan".
El mensaje de Rafsanajani a la base de la oposición es seguir dentro del marco legal de la República Islámica. Pide a los trabajadores y jóvenes que respeten el aparato legal que protege a los basiji, las torturas y el encarcelamiento de sindicalistas y manifestantes. Casi todas las manifestaciones de la oposición han sido ilegales y los basiji, y la policía han dejado suficientemente claro de qué parte de la ley están. Está claro que Rafsanjani quiere preservar, no derrocar la República Islámica.
Katami se hizo eco del sentimiento de Rafsanjani en su petición de referéndum sobre las elecciones:
"Digo abiertamente que basarse en el voto de la población y la organización de un referéndum legal es la única manera que el sistema tiene de salir de la crisis actual".
Kamenei el lunes hizo una declaración muy diferente:
"La elite política debería mantenerse muy vigilante porque se enfrenta realmente a un desafío significativo, su fracaso a la hora de abordar este desafío llevará a su colapso".
El mensaje de Kamenei es: reformad o seréis aplastados. También advirtió es que el desbaratamiento de la seguridad es "el mayor vicio", una referencia al potencial revolucionario del movimiento. De esta manera, el callejón sin salida de la República Islámica continúa. El terreno parece girar hacia los reformistas.
La represión no ha terminado con las protestas. La brutalidad con la que se han encontrado las manifestaciones pacíficas ha incrementado la rabia de la población. Las protestas eran más pequeñas pero más enérgicas y la determinación de los manifestantes a luchar y resistir a las fuerzas de seguridad aumentaba.
Hace doce días escribíamos:
"El tamaño no es tan grande como hace unas semanas. Pero la característica más destacada de este movimiento es que aún existe. Después de toda la brutal represión, las palizas salvajes, los disparos y las detenciones, el hecho de que miles de personas estén dispuestas a salir a la calle y protestar nos dice algo muy significativo: que la población comienza a perder el miedo". (Iran: The defiance continues).
El lunes de la semana pasada estalló una oleada de huelgas en Kurdistán con extensión de las protestas, particularmente en Saqez. Era por lo menos el segundo movimiento de este tipo en la región kurda.
Las masas, lejos de estar paralizada por la represión lo que hacen es mostrar cada vez más abiertamente su desafío. Están perdiendo el miedo al aparato represivo del Estado. Este es el contexto de lo que sucedió el pasado viernes.
El enfrentamiento en la elite dominante aumenta con la confianza de las masas. El fracaso de la represión ha fortalecido al ala reformista, permitiendo a un destacado reformista, Rafsanjani, salir públicamente en las oraciones del viernes. La Asamblea de Qom de Investigadores y Seminaristas también se pronunció la semana pasada contra el gobierno. Eso envalentona aún más a las masas que, correctamente, ven cómo los días del régimen están contados.
La población salió el viernes pasado en masa. Animados por el discurso de Rafsanjani, tomaron de nuevo las calles de Teherán y se enfrentaron a los basiji y la policía. Incluso se pudo ver en la televisión pública cómo los manifestantes se dirigían hacia las fuerzas de seguridad sin inmutarse. Llegaron noticias de que durante el viernes la policía se negó a luchar contra los manifestantes y desobedecieron órdenes. 36 oficiales del ejército, incluidos dos generales, fueron detenidos por la mañana, antes del sermón de Rafsanjani, tenían planeado asistir a ese sermón vestidos de uniforme, mostrando así el descontento con el régimen que también está afectando al propio ejército. Desde hace tiempo es obvia la debilidad del régimen por eso han utilizado a los basiji y no al ejército para el trabajo sucio. Incluso la Guardia Revolucionaria parece que no es de confianza y se usa de manera selectiva.
Los reformistas ahora han conseguido un margen de respiro. Pueden derribar al régimen pero vacilan y no están dispuestos a llegar hasta el paso final. Eso se debe en parte a que son parte del mismo régimen. Su principal preocupación es contener al movimiento, controlarlo y encarrilarlo.
La lógica de la situación es la misma que en 1979. La entrada de los trabajadores en la escena transformaría la situación y sería el toque de difuntos del régimen. Los reformistas se aferran a la República Islámica, reticentes a romper con ella. En su lugar, intentan una táctica peculiar de protesta tras otra: la última es utilizar cantidades masivas de electricidad para provocar cortes de suministro, una especie de boicot inverso de consumo. Es evidente que eso no lleva a ninguna parte y es un paso atrás.
Ahora la oposición pide un referéndum sobre las elecciones. Eso no es lo que hace falta. En cualquier caso, ¿quién garantizará que ese referéndum no será igual de "democrático" que las últimas elecciones? Sería un paso atrás incluso desde el punto de vista de la reivindicación anterior de nuevas elecciones. Es evidente que se trata de una maniobra para canaliza el movimiento y recuperar el control.
Este martes, en el aniversario del 21 de julio, la insurrección pro-Mossadeq de 1952, cuando 15.000 personas marcharon por las calles de Teherán, se dijo que una manifestación formada principalmente por mujeres coreó consignas a favor de Mossadeq, el antiguo presidente del país derrocado por un golpe orquestado por la CIA en 1953, cuando intentaba nacionalizar el petróleo. Eso demuestra claramente en qué dirección va el movimiento.
Lo que hace falta es la intervención decisiva de la clase obrera. Los trabajadores deben tomar la dirección y organizar discusiones que lleven al desafío de una huelga general. En las regiones kurdas de Irán ya se están produciendo huelgas. Estas huelgas deben extenderse a todo Irán y llevar a una huelga general. Este movimiento acabaría con el régimen. Lo que derribó al odiado régimen del Sha en realidad fue la movilización de masas de la clase obrera. Una vez los trabajadores se pusieron en movimiento el régimen estuvo acabado.
Como fuerza organizada aún no han intervenido los trabajadores. Los trabajadores deben salir con sus propias reivindicaciones sobre temas como los salarios no pagados, empleos, derechos sindicales, etc., pero también con las reivindicaciones democráticas del movimiento. Deberían ponerse al frente del movimiento, con reivindicaciones democráticas, incluida la exigencia de convocar una asamblea constituyente revolucionaria, mientras que al mismo tiempo organizan sus propios comités obreros clandestinos. Eso finalmente llevaría a la recuperación de los shoras (comités obreros o soviets), que vimos a finales de los años setenta. Sólo de esta manera se podrá poner fin al odiado régimen de los mulás.
¡Abajo Ahmadinejad y Kamenei!
¡Por una huelga general!
¡Viva la revolución iraní!
22 de julio de 2009
Fuente: El Militante