La actual situación en Irak tiene sus raíces en la intervención imperialista de 2003, presentada como una “guerra justa” por Bush y Blair, y finalizada con el derrocamiento “del odiado dictador Saddam Hussein”. En aquel entonces explicamos que la tarea de derribar a Saddam correspondía al pueblo irakí y a nadie más. En vez de asistir a la construcción de un régimen estable, democrático y burgués (el objetivo declarado por Bush y Blair), hemos visto perfilarse los peligros de desintegración en líneas étnico-religiosas de Irak y de una sangrienta guerra civil.
La velocidad con que amplias franjas del territorio irakí han caído en manos de las relativamente pequeñas fuerzas de milicias armadas plantea la cuestión de cómo esto ha sido posible. Las fuerzas armadas irakíes eran numéricamente muy superiores los grupos que tomaron ciudades como Mosul, en el norte. El ejército está de hecho desintegrándose. Esto no puede explicarse simplemente con referencias a la actuación de grupos islámicos armados. Algo más profundo está sucediendo.
La actual situación en Irak tiene sus raíces en la intervención imperialista de 2003, presentada como una “guerra justa” por Bush y Blair, y finalizada con el derrocamiento “del odiado dictador Saddam Hussein”. En aquel entonces explicamos que la tarea de derribar a Saddam correspondía al pueblo irakí y a nadie más. En vez de asistir a la construcción de un régimen estable, democrático y burgués (el objetivo declarado por Bush y Blair), hemos visto perfilarse los peligros de desintegración en líneas étnico-religiosas de Irak y de una sangrienta guerra civil.
El aspecto más irónico de todo es que antes de la guerra en Irak, no existían ni al-Qaeda ni otros grupos fundamentalistas islámicos en el país. Solo después de la devastación infligida por el imperialismo al país, es que estos grupos han tenido la oportunidad de penetrar en la región. Así que más que ser una guerra para defender supuestamente los “valores occidentales”, la invasión de Irak de 2003 ha convertido en la propia causa para una mayor extensión de las operaciones de grupos como al-Qaeda.
El gobierno de Maliki se basa en divisiones sectarias
Después de la guerra, los imperialistas dejaron una administración civil liderada por Nouri al Maliki, que asumió como primer ministro en 2006 con la aprobación de los EEUU. Estos son algunos resultados de la administración de Maliki: en 2012 Irak ha sido clasificado como el octavo país más corrupto en el mundo y su “estatus” en lo que concierne el respeto de los derechos humanos es definido “bajo” por las organizaciones internacionales, por las detenciones indiscriminadas y las torturas. Hasta Human Rights Watch, organización que apoya el gobierno estadounidense, tuvo que coincidir con este triste cuadro de la situación.
Todo esto está a años-luz del régimen democrático burgués que prometían Bush y Blair hace once años. La verdad es la invasión de Irak nunca sirvió para promover la democracia. El hecho de que las “democracias occidentales” (es decir los imperialismos europeo y norteamericano) no tengan problemas en hacer negocios con regímenes despóticos como el de Arabia Saudí y otros demuestra que promover las “democracias de tipo occidental” no sea su principal interés. El único objetivo del imperialismo es establecer regímenes que puedan defender sus intereses, nada más.
Desde el punto de vista socioeconómico la situación no es ciertamente mejor. Los imperialistas han gastado sumas enormes para bombardear y ocupar Irak, pero han sido mucho más avaros cuando se ha tratado de mejorar las condiciones de vida para las masas de trabajadores y trabajadoras. El desempleo de masas y la pobreza involucran a gran parte de la población. La tasa de desempleo oficial estimada para 2012 era del 16%, pero el dato real es con toda probabilidad mucho más grande. Según Irak Business News (revista irakí de negocios)
“La pobreza y el desempleo de Irak aumentan cada año pese a los esfuerzos del gobierno para aplicar programas que los reduzcan. Las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales han publicado datos en base a los cuales más del 23% de la población irakí vive por debajo del umbral de la pobreza. Si el 23% es el dato oficial, el dato real supera el 35% (12 millones de personas). Los irakíes tuvieron que soportar adversidades y sufrimientos indecibles en las últimas cuatro décadas de guerra, además de sanciones capaces de parar la economía de un país (5 de marzo de 2014)”.
Es fácil entender cómo en estas condiciones no sea posible establecer un régimen democrático burgués estable; el capitalismo irakí no puede resolver estos problemas básicos. En el contexto de esta situación económica, las divisiones étnico-religiosas dentro del país producen más inestabilidad, convirtiéndose en una fuente de conflicto. Las clases dominantes de todo el país encuentran en estas divisiones chivos expiatorios y espejuelos, utilizándolas para desviar la atención de las masas de los verdaderos culpables de la situación – el gobierno – para culpar quien habla otro idioma o profesa una variedad diferente del Islam.
Étnicamente, los irakíes se dividen en un 75-80% de árabes, 15-20% de kurdos y 5% de turkmenos, asirios y otras etnias. Otras divisiones se basan en la religión; el 95% de musulmanes está dividido entre chiíes (62%) y sunnitas (35%). Existe también una pequeña minoría cristiana. Los sunnitas están divididos casi igualmente entre árabes y kurdos.
La herencia de un pasado colonial
La fuente de estas divisiones se remonta a la época del colonialismo, para ser precisos a la repartición del decadente Imperio Otomano entre los imperialismos francés y británico. Si miramos un mapa de Oriente Medio notamos líneas fronterizas rectas como espadas y largas con centenares y centenares de kilómetros. Esto es porque aquellas fronteras fueron decididas por los imperialistas – sentados a una mesa con un mapa, un lápiz y una regla – sin ningún respeto para los pueblos que vivían en aquellos territorios.
En realidad, prácticamente todas las nuevas “naciones” nacidas después del fin de la Primera Guerra Mundial han sido creadas incorporando una división étnica permanente, sobre una base religiosa o lingüística, de manera que los conflictos internos de estos neonatos países permitiesen al imperialismo seguir con su dominio después del fin de las ocupaciones físicas y militares. Este método ha sido fuente de innumerables conflictos, como los de Pakistán, India, Nigeria, Chipre e Irlanda del Norte.
El general Jonathan Shaw, ex comandante de las fuerzas británicas en Basora, escribiendo para The Telegraph (12/6/2014) ha admitido:
“Irak es creación de líneas trazadas en un mapa por franceses y británicos después de la Primera Guerra Mundial. Desde entonces el reto ha sido unir intereses divergentes y diferentes lealtades de un pueblo dividido por la religión, las etnias y el lugar de residencia. El irakí es un pueblo ulteriormente dividido en tribus, que no limitan sus movimientos e influencias en base a líneas trazadas en un mapa”.
La irresuelta cuestión nacional
Esta irresuelta cuestión nacional en Irak es un elemento central para la comprensión de los acontecimientos recientes. La administración Maliki, incapaz de solucionar las cuestiones económicas más acuciantes para la población irakí, ha preferido jugar la carta de las divisiones étnicas, basando su apoyo en la mayoría chií de la población, jugando el viejo juego del “divide y vencerás”. Esto ha causado enorme resentimiento en la minoría árabe sunnita, que ahora respalda la rebelión en los territorios sunnitas. Los kurdos gobiernan la que en los hechos es ya una región independiente, casi una nación.
En el periodo reciente hubo un creciente movimiento de protesta, prevalentemente en las áreas sunnitas, pero también en otras regiones del país. Las protestas comenzadas en diciembre de 2012 eran por una serie de problemas, desde la corrupción al desempleo, desde el bajo nivel de los salarios a la falta de servicios. Algunos protestaban contra el maltrato a los prisioneros, la mayoría encarcelados de manera arbitraria por las fuerzas de seguridad irakíes, mientras otros contra la reducción de salarios o la discriminación a los sunnitas. Las protestas se han desarrollados en ciudades como Faluya, Mosul, Kirkuk, Baiji, Tikrit, al-Daur, Ishaqi, Jalawla, Dhuluiyah, Baquba, Ramadi, algunos barrios de Bagdad, Albu Ajil, Nassiriya y otras ciudades y aldeas.
La respuesta del gobierno de Maliki a estas protestas que, en la mayoría de los casos, eran pacíficas, ha sido desencadenar el aparato represivo del Estado, tratando a los manifestantes como terroristas, arrestándolos y en muchos casos asesinándolos. Maliki ha llegado a bombardear la población de la ciudad de Faluya. Los pobladores de las áreas sunnitas se ha acostumbrado a ver las fuerzas armadas irakíes más como una fuerza de ocupación, no como loa mantenedores de la “ley y el orden”, y menos aún como defensoras de la justicia. Ven el actual gobierno como una continuación de la ocupación estadounidense, contra la cual muchos de ellos han combatido. Para citar nuevamente al general británico Jonathan Shaw; “el gobierno de Maliki ha sido caracterizado por la paranoia y el sectarismo, que lo han deslegitimizado a los ojos de kurdos y sunnitas”.
El colapso del ejército irakí
En este contexto es posible enmarcar y entender los recientes desarrollos de la situación. El ejército irakí ha colapsado ante fuerzas combatientes técnicamente mucho más débiles. La razón principal debe buscarse en la composición religiosa de las fuerzas enfrentadas. La mayoría de los soldados y policías son chiíes. Maliki ha promovido voluntariamente la “chiización” del ejército como factor político para el control, a través del terror, de los demás grupos sociales. Consecuentemente, frente al avance de las fuerzas del Ejército Islámico de Irak y el Levante (EIIL) que declaran luchar para liberar a los sunnitas de la opresión, las fuerzas armadas y de seguridad irakíes han entendido que el EIIL sería recibido con simpatía por la población sunnita, que querría tomarse la revancha de las fuerzas armadas oficiales por todas las injusticias que han sufrido con la brutalidad y la ineficiencia de Maliki.
Los medios de comunicación occidentales en un principio han relatado el éxodo de medio millón de personas dejando Mosul durante la avanzada de los fundamentalistas. Pero las noticias de los días siguientes han revelado que un significativo número de personas empezaba a retornar a Mosul. Un interesante artículo de la agencia de prensa AP del 15 de junio refiere la opinión de un octogenario anciano irakí: “espero que Dios los ayude y los haga vencer contra la opresión de Al Maliki”.
En el mismo artículo se transcriben otros testimonios de ciudadanos de Mosul, que explican que, después de la conquista de la ciudad por parte de los rebeldes, los servicios del agua y la electricidad han mejorado y los precios han bajado. “Los ciudadanos que regresan a Mosul aseveran haber sido informados por sus parientes que los rebeldes han rebajado los precios de muchos productos básicos. Un litro de gasolina para autos o diésel para generadores eléctricos, que son necesarios por los frecuentes apagones, ha bajado de 42 a 30 centavos, según el taxista Abu Mohammed. Una garrafa de gas cuesta 3,4 dólares en vez de los 6,85 de antes. Los milicianos del EIIL han obligado los comerciantes a reducir los precios de verduras y muchos alimentos”.
La población que regresa ha explicado que la razón por la cual había abandonado la ciudad no era tanto el miedo a las acciones que hubieran emprendido los fundamentalistas como a la brutalidad de la reacción del gobierno de Maliki. De hecho, en el último periodo el gobierno ha bombardeado frecuentemente las áreas de las que había perdido el control, matando de manera indiscriminada a militares y civiles.
Se prepara la revuelta en la población sunnita
Lo que teníamos era una rebelión fermentando entre la población sunnita contra lo que se percibía como un régimen opresivo. Son trabajadores comunes, en aquellas zonas, los que han alcanzado los límites de la tolerancia humana. Estaba abriéndose una situación de vacío de poder, en la cual el Estado no era suficientemente fuerte como para controlar la situación; pero al mismo tiempo la gente no tenía a su disposición una alternativa ya lista. En este vacío se han introducido los grupos combatientes.
De haber habido organizaciones de masas de la clase obrera, capaces de unir a los trabajadores como una fuerza independiente, este vacío hubiera podido coincidir con el principio de un movimiento revolucionario. Y si éste se hubiera basado en cuestiones de clase, un levantamiento de los sunnitas hubiera podido arrastrar a los trabajadores y pobres chiíes: lo que sería el fin de Maliki. Pero no existen semejantes organizaciones significativas; y en política, un vacío no puede durar mucho tiempo, algo terminará para llenándolo. En este caso se ha tratado del EIIL y de otros grupos armados y organizados sunnitas, lo cual ha convertido la revuelta en un conflicto étnico-religioso, con todas las consecuencias reaccionarias que esto puede tener.
De hecho, en el artículo de la AP antes mencionado descubrimos que “solo los árabes sunnitas parecen estar volviendo a Mosul, sugiriendo la idea de un cambio fundamental en la demografía de la ciudad”. De esta manera vemos cómo, a pesar que los fundamentalistas proclamen querer mejorar las condiciones de vida de las poblaciones locales para ganar su confianza y respeto, esto se aplica solo a los árabes sunnitas.
Parece que el EIIL no quiera aplicar la ley islámica (sharía) de inmediato; no tiene las suficientes fuerzas para hacerlo. Como informa AP: “parece que el EIIL se ha cuidado de imponer su versión extremista de la ley islámica porque necesita en primer lugar pacificar a los demás grupos armados sunnitas y tribales, además de los baathistas (militantes del Baath – “renacimiento” – el partido nacionalista de Saddam) laicos leales a Saddam que junto a los fundamentalistas han luchado por tomar el control de la ciudad”.
Los turcomanos
Sin embargo, no solo los chiíes temen a grupos como el EIIL, sino también otras minorías más pequeñas como los turcomanos (ellos también divididos entre chiíes y sunnitas). Nazar Ali, turcomano chií, ha declarado “esta es una guerra sectaria. Somos turcomanos y tememos convertirnos en un blanco”. Chiíes turcomanos ya han sido asesinados en enfrentamientos con militantes sunnitas. Un grupo de aldeas en la región de Kirkuk ha sido atacado por combatientes sunnitas y la población local ha buscado refugio en las zonas controladas por los Peshmerga, las milicias kurdas.
Consecuencia de esta situación, hasta algunos turcomanos nacionalistas están tomando las armas, creando su propia milicia. Los kurdos esperan poder utilizar en un futuro el arma de un referéndum para anexar Kirkuk al resto del Kurdistán. Pero los turcomanos preferirían una administración federal controlada conjuntamente por los turcomanos, los kurdos y los árabes. Otros quisieran una región turcomana autónoma. Según el sitio web Al-Monitor ha habido incluso enfrentamientos entre turcomanos chiíes y sunnitas, con los chiíes que se orientan al ejército irakí y los sunnitas que, por ahora, se apoyan en los kurdos.
Además se sienten traicionados por Turquía, a la cual los turcomanos se orientan naturalmente para obtener protección. Turquía, por sus propios intereses materiales y estratégicos, se ha acercado más al Gobierno Regional Kurdo del norte de Irak. La difícil situación de los turcomanos subraya la complejidad de la cuestión nacional en el mundo contemporáneo. Irak se está desintegrando según sus componentes regionales, principalmente las zonas chiíes, árabe sunnita y kurda. Pero dentro de estas áreas hay ulteriores divisiones y grupos, como los turcomanos, que a pesar de su actual orientación hacia los Peshmerga kurdos para recibir la protección de éstos, ciertamente no se alegran ante la perspectiva de un futuro como minoría en un estado kurdo irakí independiente.
Sobre bases capitalistas no hay fin para este dilema, que solo puede ser solucionado sobre bases socialistas con la creación de una República Federal Socialista de Irak, que reconozca plenos derechos de autonomía a todos los pueblos de Irak, en el contexto de una Confederación Socialista de Oriente Medio. Esta es la tarea de la clase obrera.
Las fuerzas sobre el terreno
Todos los medios de comunicación utilizan el término EIIL para referirse a todos los grupos armados que han tomado posesión de amplias zonas de Irak, sin embargo diferentes informes señalan que el EIIL es solo uno de los muchos grupos armados que han conquistado Mosul (aunque sea por cierto el más numeroso). También la BBC admite que “la mayor parte de la atención respecto a la rebelión en curso se ha enfocado en el EIIL – el Estado Islámico de Irak y el Levante – pero este es solo uno de los grupos y milicias que está combatiendo ahora mismo” (14/6/2014). El mismo artículo cita al ex general Muzhir al Qaisi, portavoz del Consejo Militar General de los Revolucionarios Irakíes quien “ha tomado el control de Mosul junto al EIIL”. El mismo explica que “Mosul es una ciudad demasiado grande para que el EIIL pueda conquistarla por sí solo” y describe a los miembros del EIIL como “bárbaros”.
Según diferentes fuentes, el grupo yihadista extremista EIIL no tiene más de 10-12 mil miembros armados. Semejante fuerza no puede conquistar y controlar áreas tan extensas. Pero, como hemos visto, sentimientos de rebelión fermentaban desde hace tiempo entre los árabes sunnitas. No se estaba preparando solamente un levantamiento popular general, sino que había diferentes grupos armados y organizados involucrados.
No olvidemos que, bajo Saddam Hussein, los árabes sunnitas – mejor dicho la clase dominante de este sector de la población – estaban en posiciones de poder mientras la mayoría chií junto a los kurdos y otras minorías eran oprimidos. Los sunnitas han sido apartados del poder después de la caída de Saddam. Esto explica porqué los jefes tribales sunnitas – que por cierto no pueden ser definidos “progresistas” – se estuviesen organizando por sus propios intereses en las regiones opositoras a Maliki. Hay jefes tribales como Sheik Hadith al Dari, presidente de los Ulema (los magistrados musulmanes considerados los árbitros de la sharía), en oposición frontal al régimen del chií Maliki.
Algunos comentaristas informados habían pronosticado esta situación. Ya en marzo, el Washington Post había publicado un artículo con el muy elocuente título: “Los jefes tribales sunnitas irakíes afirman que la lucha por Faluya es parte de una revolución”, que explica lo que estaban preparando los jefes tribales y religiosos irakíes. Según este artículo, se preparaban para una “revolución”, es decir el derrocamiento violento del gobierno de Maliki. El artículo explica que “en los últimos meses la influyente Asociación de Estudiosos Musulmanes de Irak, encabezada por un grupo de religiosos sunnitas, ha establecido estrechos contactos con un comando militar emergido después de que en enero las fuerzas de seguridad irakíes hayan intentado recuperar Faluya, conquistada en diciembre por los islamistas”.
Este mismo artículo describe este nuevo comando, el Consejo Militar General de los Revolucionarios Irakíes, nacido como dirección unificada de una serie de consejos militares regionales: “los consejos incluyen jefes tribales y ex líderes rebeldes, pero están dirigidos por ex altos oficiales, entre los miles de oficiales apartados cuando los EEUU disolvieron el ejército después de la caída de Saddam en 2003. La asociación de los estudiosos musulmanes afirma no ser parte del consejo militar sino de estar coordinando con éste, y algunos admiten estar en una alianza temporal con al-Qaeda, que en enero había repudiado al EIIL”.
Es más: “después de la invasión noteamericana de 2003, diferentes tribus en la región de Anbar formaron una alianza con al-Qaeda. La brutalidad del grupo alejó a muchos irakíes, y por esto al-Qaeda tiene un apoyo popular muy limitado, pero las protestas reprimidas durante mucho tiempo de los sunnitas contra las acciones del gobierno chií – detenciones masivas, ejecuciones sumarias, desempleo y falta de servicios – ayudan a fomenta el actual conflicto en Anbar”.
El fortalecimiento del grupo yihadista EIIL es un efecto colateral del conflicto en Siria y de la militarización del movimiento nacionalista sunnita en Irak. Los EEUU han apoyado inicialmente a los grupos islámicos que combaten al régimen de Assad. Los mismos grupos han recibido armas y financiación de los reaccionarios estados árabes del Golfo Pérsico. Esto ha permitido al EIIL moverse desde Irak a Siria y viceversa. Ha formado un núcleo duro de elementos fanáticos dándole la moral y la determinación para combatir. Pero hay también otras fuerzas sobre el terreno. Entre éstas, hay grupos sunnitas moderados, salafíes y veteranos de la casta de oficiales creada por Saddam y eliminada en parte por la invasión imperialista.
La inevitable oposición a los yihadistas
En realidad el régimen de Maliki está interesado en exagerar las fuerzas y la influencia efectiva del EIIL. No puede admitir ser responsable de la presente situación y de la opresión de los árabes sunnitas. Prefiere presentar la situación como un complot elaborado por fundamentalistas islámicos. Utiliza la naturaleza extremista del EIIL para pintar esta fuerza como una amenaza para los chiíes y promover la creación de milicias voluntarias que “combatan al EIIL”. Así está preparando el terreno para una sangrienta guerra civil, que amenaza desintegrar y dividir Irak.
Sin embargo, la verdad es que los árabes sunnitas han ayudado el EIIL solo en la medida en que éste combate a Maliki, visto como un enemigo común. El EIIL ha impuesto sus propias severas reglas en lugares como Raqqa en el norte de Siria, provocando el levantamiento de la población local. Algo similar ocurrirá también en Irak, donde estos extremistas intentarán imponer su restrictiva visión de la ley islámica.
Esto significa que, en un determinado momento, en el caso de que estos grupos consoliden su control de las áreas árabes sunnitas, habrá enfrentamientos entre los diferentes grupos extremistas, como parece ya emerger según algunos informes. Para el Washington Post “…algunos jefes tribales sunnitas parecen haber estrechado alianzas con al-Qaeda por pura conveniencia, considerándola un mal menor respecto al gobierno Irakí, por ahora”. El jeque Mohammad Bashar Faidhi, un referente en la asociación de estudiosos musulmanes, ha aseverado “a veces al-Qaeda se une a la lucha, otras veces no combate, permanece mirando y nada más. Esperamos tener que luchar contra este grupo algún día”.
La verdad es que los irakíes comunes no son yihadistas. Como todos los trabajadores, quieren vivir en paz y de manera digna. Es la situación concreta creada por la invasión de Irak en 2003, y por el gobierno de Maliki después, lo que ha empujado a la gente a dar apoyo a estos grupos.
Los kurdos aprovechan la oportunidad
El área kurda de Irak del norte ya se había convertido de hecho en un pequeño Estado independiente, formalmente parte de Irak pero con una autonomía de gestión y fuerza armadas propias, los Peshmerga. La crisis actual ha brindado a los kurdos la oportunidad de ocupar áreas limítrofes, como el centro petrolero de Kirkuk. Esta ciudad es considerada por los kurdos como su propia capital, a pesar de que la región esté poblada tanto por kurdos como por árabes, además de una significativa minoría turcomana. Con el colapso del ejército irakí en la zona, los Peshmerga son la única fuerza que pueda mantener bajo control la situación, control que el gobierno regional kurdo no tiene ninguna intención de ceder, como es obvio.
Kirkuk es importante porque ahí se encuentran algunos de los yacimientos de petróleo más grandes de Irak, y controlar estos importantes pozos es considerado un medio importante para alcanzar el fin de un Estado kurdo independiente. Multinacionales del petróleo como ExxonMobil y Total ya firmaron acuerdos con las autoridades del Kurdistán irakí para la explotación futura del petróleo en la zona.
En el momento de la escalada de violencia los políticos kurdos ya estaban negociando con comandantes sunnitas de la vecina provincia de Nínive (cuya capital es Mosul), para discutir la fragmentación de Irak y presentarla como una “federalización” del país.
El papel de Irán
El régimen de Teherán no ha perdido la oportunidad de incrementar su propia presencia e influencia en Irak. Según la BBC “Qasem Suleimani, el comandante de una unidad de élite de los Guardianes de la Revolución iraníes, estaría en Bagdad para ayudar a los comandantes militares y a las milicias chiíes a coordinar su campaña contra los rebeldes”. Irán ya está proveyendo armas y consejeros militares al gobierno irakí para ayudar a Maliki, sobre el cual tenía ya una gran influencia por la afinidad religiosa. Ahora, bajo el pretexto de “ayudar” al gobierno Maliki, Irán está en realidad preparándose para fortalecer su propia influencia sobre Irak.
En realidad, Irán está saliendo fortalecido de esta crisis. Es irónico que la guerra tan deseada por Bush y Blair haya acabado por fortalecer a Irán en vez de las posiciones del imperialismo norteamericano en la región. El régimen de Teherán logrará un control cada vez mayor sobre Bagdad, a consecuencia de los conflictos internos detonados en Irak. Pero el gobierno estadounidense necesitará a Irán para estabilizar a Irak, como ya ocurrió en Afganistán.
Esto tiene muchas consecuencias sobre las relaciones internacionales, dado que el viejo “enemigo” ahora está negociando con la administración Obama los términos de una posible colaboración en el esfuerzo de estabilizar la situación irakí. Las relaciones entre EEUU e Irán ya han pasado a una fase de “deshielo” en el último periodo, cuando Obama ha comprendido que es imposible controlar Irak sin la cooperación de los iraníes, mientras al mismo tiempo el régimen iraní ha empezado a buscar una manera de superar las sanciones económicas que los enjaulan y obtener las inversiones que necesita para reconstruir su infraestructura y relanzar su economía estancada.
Es cómico en estas situaciones ver qué tan velozmente el gobierno británico ha anunciado la reapertura de su embajada en Teherán solo tres años más tarde de la suspensión formal de las relaciones diplomáticas entre estos dos países en 2011. Ahora tienen un “interés compartido” para resistir al EIIL e intentar de apuntalar el régimen de Maliki.
Esto significa que colaborarán para dar apoyo al mismo régimen que en realidad es el responsable del caos actual. Esto no convencerá a los árabes sunnitas de las buenas intenciones de Irán; al contrario, revelará la verdadera relación entre el imperialismo norteamericano, los gobiernos europeos y el régimen iraní. Cuando hablamos de los intereses fundamentales de clases, cuando está amenazada la estabilidad de la región, entonces los ladrones burgueses de ambos lados se unen en un solo frente. Irán ya no es presentado como un régimen monstruoso, sino como una fuerza “responsable”. Y sin embargo, la intervención de Irán no puede hacer otra cosa que exacerbar las tensiones étnico-religiosas del país.
Turquía
Turquía siempre tuvo ambiciones en Irak, particularmente en la zona norte, rica en petróleo. Con el debilitamiento de la autoridad central de Bagdad, Turquía está desarrollando vínculos más estrechos con los kurdos irakíes, forjando una alianza informal con el gobierno regional kurdo y dándole la oportunidad de exportar petróleo a través de puertos turcos.
Coherentemente con la “suavización” de su posición con respecto a los kurdos irakíes, las autoridades turcas han cambiado actitud hacia los kurdos residentes en Turquía, entrando en negociaciones con el PKK y luego cerrándolas según las necesidades del momento.
Sin embargo, el “apoyo” de Turquía a los kurdos no es desinteresado. Su objetivo no es ciertamente la defensa de los intereses kurdos. La historia de Turquía con los kurdos residentes ahí es una historia de opresión brutal, y lo último que la clase dominante turca quiere es la afirmación de un Kurdistán independiente, lo cual desestabilizaría profundamente a la misma Turquía.
El interés de Turquía es explotar las reservas de petróleo del norte de Irak, no fortalecer al nacionalismo kurdo. Pero como todos los cínicos imperialismos, también el turco será capaz de llegar a acuerdos con las autoridades kurdas mientras esto sirva a sus propios intereses materiales. Por el momento, un fortalecimiento de la región autónoma kurda del norte de Irak sirve para equilibrar la influencia de Irán, principal competidor de Turquía en la región. Desde hace un tiempo, alrededor de 1.500 soldados turcos están en territorio kurdo Irakí y este número puede ser destinado a aumentar en el próximo periodo si la “ofensiva del EIIL” le da el pretexto necesario para hacerlo.
Más que la “defensa de los kurdos”, la reciente posición turca es un medio a través del cual esperan poder extender su propia influencia en las ricas zonas de petróleo del Kurdistán irakí y sirio. Turquía no tiene ninguna intención de cambiar las fronteras y alentar las reivindicaciones kurdas, ni el gobierno turco se opondrá a los EEUU, cuya principal preocupación es por el momento la estabilización de Irak.
Hasta los estados del Golfo han perseguido sus propios intereses en la región, financiando grupos de fundamentalistas islámicos que combaten en Siria y ahora en Irak. Esto es porque el régimen de Assad es aliado de Irán, con el cual los saudíes combaten guerras a través de grupos locales no solo en Siria, sino también en Beluchistán (provincia pakistaní) y ahora en Irak.
No a la intervención imperialista
Sin una poderosa intervención extranjera Maliki no logrará reconquistar los territorios sunnitas. Ha pedido ayuda militar a los EEUU porque el ejército irakí se ha revelado débil ante la avanzada de los fundamentalistas. Obama, sin embargo, no tiene intención de volver a Irak con tropas terrestres y recomenzar una guerra ya acabada y perdida en el pasado. Obama ha declarado que Washington podrá proveer ayuda aérea, y solo en la forma relativamente limitada de los ataques de aviones no tripulados.
Pero los ataques de los aviones no tripulados son conocidos por haber enajenado las simpatías de la gente común de Afganistán y Pakistán, donde en este tipo de ataques ha asesinado principalmente a civiles inocentes. Operaciones como éstas en las áreas sunnitas, más que fortalecer las posiciones del gobierno de Bagdad, fortalecerán la determinación y combatividad de la población sunnita.
Esto explica por qué Obama ha afirmado que Maliki debe irse, y dejar paso a un gobierno de unidad nacional entre chiíes, sunnitas y kurdos. Los imperialistas norteamericanos entienden que en la situación actual, con el gobierno chií de Maliki en el poder, Irak no podrá mantenerse unido. Pero es muy poco y muy tarde. Los EEUU fueron determinantes en el ascenso al poder de Maliki y le han permitido realizar su política chovinista de opresión de la minoría sunnita.
El problema es que Maliki cuenta con el apoyo de Irán, una potencia mucho más fuerte en la región que el imperialismo norteamericano. Es esta presencia fuerte iraní lo que impulsa a los regímenes árabes sunnitas, con Arabia Saudí al frente, a financiar a los rebeldes, exactamente como han sostenido a los grupos fundamentalistas islámicos en Siria.
Lo que está pasando es una disgregación de hecho de Irak. El EIIL y otros grupos sunnitas no lograrán penetrar en el sur, densamente poblado por chiíes. Samarra, sede de un importante santuario chií, quedará en la línea del frente. En Bagdad y en el sur de Irak vemos un crecimiento de las fuerzas armadas voluntarias chiíes: aun con una eventual destitución de Maliki, el sistema político sectario sobre el que ha basado su propio gobierno sin duda sobreviviría a su caída.
En las áreas chiíes hay una movilización general sobre bases religiosas que inevitablemente llevará a la guerra civil abierta, a terribles masacres y a la limpieza étnica. Esto ocurrirá también en Bagdad, donde sunnitas y chiíes han vivido por mucho tiempo segregados los unos de los otros después de la guerra civil de 2006-2007.
Este es el resultado final de la invasión imperialista de Irak en 2003. Al contrario que estabilizar la situación, los imperialistas han exacerbado las contradicciones latentes en la región de manera increíble. Pueblos que habían convivido más o menos pacíficamente durante siglos ahora están en una situación de guerra civil.
Incluso desde el codicioso punto de vista de clase burgués, han cometido un error tras otro. En el pasado, sostuvieron al régimen de Saddam para contrabalancear el poder iraní. Después, bajo el gobierno de Bush, han decidido demostrar al mundo que solo los EEUU podían ambicionar al papel de potencia mundial y dictar ley en todo el mundo. Con las invasiones de Irak y Afganistán han querido enviar un mensaje a cualquier régimen no alineado, intimidando a los opositores internacionales con el poderío del aparato bélico de EEUU. Ahora, el imperialismo norteamericano se muestra nudo e impotente frente al resto del mundo. Han amenazado con bombardear Siria para luego retirarse. Han hecho gran escándalo por Ucrania, pero han tenido que aceptar la anexión de Crimea por parte de Putin.
En vez de un imperialismo fuerte, lo que tenemos ahora es un gigante con los pies de barro. En este contexto Irán emergió como más fuerte y todo lo que harán los norteamericanos será equivocado. Bombardeando las zonas sunnitas de Irak empeorarán la situación y las divisiones en el país. Si no hacen nada dejarán a Irán aún más fuerte. En todo esto quienes pagarán el precio más alto serán los trabajadores y la gente común de Irak, independientemente de su etnia respectiva. La situación se precipita cada vez más hacia la guerra civil y en el horizonte podemos ver masacres étnicas y columnas interminables de refugiados. La fragmentación de Irak está ocurriendo en este momento, bajo nuestros ojos, y esto repercutirá en toda la región: de Siria a Líbano, de Turquía a hasta Jordania.
¿Cuál es la solución para este caos? Lo primero que hay que entender y remarcar es que no existe solución posible sobre la base del capitalismo. El imperialismo sostiene a los decadentes regímenes de la región porque esto va en su propio interés material y estratégico. La solución de esta crisis se halla en una estrategia de desarrollo económico que pueda beneficiar a los pueblos que viven en la región. Pero esto significa arrancar los enormes beneficios que se hacen con la riqueza de la región de las manos de los gobiernos corruptos y de las multinacionales; y utilizarlos para desarrollar una infraestructura moderna, viviendas, salud, educación y, sobre todo, trabajo bien remunerado.
La cuestión nacional es fundamentalmente una cuestión material: una cuestión de pan. Los trabajadores kurdos no tienen intereses en oprimir a los trabajadores turcomanos, los trabajadores chiíes no tienen interés a oprimir a los trabajadores sunnitas y los trabajadores iraníes no tienen interés a apoyar las codiciosas ambiciones de sus gobernantes de Teherán. Los trabajadores de toda la región tienen todo el interés en derrocar a estos regímenes corruptos.
La llamada Primavera Árabe de 2011, y antes de ella el movimiento revolucionario en Irán en 2009, han señalado el camino, la salida: una revolución general en Oriente Medio. Esta es todavía la tarea de las clases trabajadoras de estos países.
Esto en Irak puede parecer una perspectiva distante, sin embargo Irak tiene una moderna clase trabajadora concentrada en grandes conglomerados y centros urbanos. Esta clase obrera es la fuerza que puede dar una solución decisiva. Todos los socialistas honestos de la región deben unirse bajo la bandera del marxismo y explicar a todos los trabajadores de todas las partes en conflicto que solo la revolución socialista puede resolver sus problemas.
Deben convertirse en la memoria histórica de los trabajadores irakíes. Deben recordar a los chiíes que el imperialismo no es su aliado. En 1991, cuando los chiíes de Basora se rebelaron contra Saddam, los norteamericanos se quedaron mirando mientras el movimiento revolucionario era aplastado por la Guardia Republicana de Saddam. ¡Los imperialistas preferían a Saddam antes que la revolución!
Ninguna de las potencias que luchan por el control de Irak se preocupa de los intereses de los trabajadores. Lo que es necesario es un levantamiento general de la población, no solo por una verdadera democracia y por los derechos de los diferentes grupos étnicos y nacionales, sino por una revolución socialista que ponga en manos de los trabajadores los recursos para reconstruir una sociedad y poner fin de una vez por todas a los conflictos nacionales que el capitalismo produce inevitablemente.