La guerra civil en Siria, que empezó hace casi cuatro años, está entrando en una nueva fase. Ante la intensificación de las operaciones de Turquía y Arabia Saudita en el país, Irán ha respondido mediante el despliegue de miles de tropas.
Turquía y Arabia Saudita, que desde el inicio de la guerra civil en Siria han estado apoyando a los grupos rebeldes rivales, han desplegado ahora abiertamente sus recursos en el país. El primer resultado de este movimiento ha sido la creación del "Ejército de la Conquista” en el norte de Siria, formado por una serie de grupos, pero dominado por grupos islamistas como Jabhat al-Nusra Ahrar y al-Sham (ambos vinculados a Al Qaeda). Las dos fuerzas han creado un nuevo centro de mando conjunto para coordinar la lucha contra el régimen de Bachar el Asad, que es considerado una amenaza para sus intereses mayor que el Estado Islámico.
La nueva coalición ya ha tenido una serie de éxitos, principalmente en la zona de Idlib en el norte de Siria. En abril, se hizo casi con el conjunto de la provincia mediante una ofensiva sorpresa, que también coincidió con enfrentamientos en la zona meridional del distrito de Daraa, y ataques aéreos israelíes contra el país. La columna vertebral de la operación, sin embargo, provino de la inyección de fondos de Arabia Saudita, así como del apoyo de la inteligencia y coordinación del ejército turco. Este nivel de coordinación no se había visto hasta ahora en Siria, donde los grupos rebeldes y sus patrocinadores imperialistas se han caracterizado generalmente por la desunión.
Al mismo tiempo, las dos potencias están presionando para lavar la imagen de Jabhat al-Nusra –la fuerza más poderosa de la coalición– y transformarla en una fuerza más "legítima" y "civilizada". Al Jazeera y otros medios de comunicación de la región del Golfo han comenzado a retratar a la afiliada de Al Qaeda como un grupo no-sectario de luchadores por la libertad y amantes de la paz. Olvidan convenientemente que el grupo estuvo a punto de fusionarse con el Estado Islámico (EI) hace apenas unos años, una fusión que fracasó solamente debido a cuestiones de prestigio personal y guerras de poder.
Crisis de la alianza estadounidense
Este ofrecimiento abierto de colaboración, así como el apoyo descarado a las tendencias más extremistas del movimiento islamista, es otro golpe a la relación entre el imperialismo estadounidense y sus aliados tradicionales en la región.
Es evidente que estos regímenes siempre han apoyado a los islamistas, pero hacerlo tan abiertamente, así como intensificar su apoyo financiero y militar, va directamente en contra de los intereses de Estados Unidos, que no quieren embarcarse en una nueva aventura con grupos islamistas. De hecho, hoy para EE.UU., la única manera de estabilizar Siria pasa por mantener intacto el aparato de Estado de Bachar el Asad.
Sin embargo, un enfrentamiento aún mayor se produce con EE.UU. ya que esta estrategia pretende minar a los grupos aliados en el país. Un líder rebelde que se mostró favorable a unirse al Programa de Entrenamiento y Equipamiento de EE.UU. explicó cómo se sintió desalentado por las demandas de los norteamericanos:
"Presentamos a 1.000 combatientes para el programa, pero entonces nos pidieron que nos comprometiéramos a no usar nuestro entrenamiento contra el Asad. Fue un oficial de enlace del Departamento de Defensa quien transmitió oralmente esta condición, diciendo que tendríamos que firmar un formulario. Nos dijo: "El Congreso dedicó este dinero para un programa de lucha contra el ISIS exclusivamente". Este motivo no fue convincente para mí. Así que dijimos que no". (Exclusiva: Los Rebeldes sirios se descuelgan de la lucha de EE.UU. contra el ISIS)
El acuerdo entre Turquía y Arabia Saudita, sin embargo, significa que estos grupos están recibiendo fondos sin tener que cumplir con las exigencias de EE.UU. Es un duro golpe a los ya de por sí débiles intentos estadounidenses de procurarse fuerzas aliadas. Al final, la dependencia de EE.UU. del régimen de Bachar el Asad aumentará junto con la brecha que la separa de sus aliados formales. De hecho, es absurdo que EE.UU. está prácticamente en conflicto abierto con las principales potencias con las que comparte la coalición internacional contra el EI. Además de la desintegración de las alianzas estadounidenses, hoy Israel y Arabia Saudita presentaron oficialmente su oculta cooperación y coordinación de las actividades del Irán en la región. Se hace evidente que en la actualidad las actividades de Irán en Oriente Medio están más de acuerdo con las de EE.UU.
Irán da un toque de atención
La alianza turco-saudí es una grave amenaza para el régimen sirio, desgastado después de cuatro años de intensa lucha. En respuesta, Irán ha intensificado su combate con el despliegue, se dice, de 15.000 soldados en su primera intervención directa en la guerra civil de Siria.
Qasem Soleimani, el comandante de las fuerzas Qods [nombre en persa de Jerusalén, NdT] encargado de coordinar la intervención de las fuerzas iraníes en la región, dijo a una fuente iraní que "el mundo se sorprenderá de lo que nosotros y los mandos del ejército sirio nos preparamos a hacer en los próximos días".
Ésta es una seria escalada del actual conflicto en la región que hasta ahora se había limitado a una lucha entre las grandes potencias a través de sus aliados en la región. Sin embargo, ante estas agresiones, sobre todo de Turquía, que parece decidida a dominar, si no todas, algunas regiones de Siria, los iraníes no han tenido más remedio que ampliar su participación. De lo contrario, el futuro de su aliado, el régimen sirio, estaría en serias dudas.
Esta escalada constituye un precedente peligroso y podría ser el comienzo de una etapa mucho más explosiva en la crisis de Oriente Medio. Arabia Saudita parece decidida a mantener el ritmo de su intervención y ha dejado claro que está decidida a convertirse en una potencia nuclear. A la luz de las crecientes tensiones en la región sería un intento extremadamente peligroso. Convertiría al reino en un objetivo aún más importante de grupos islamistas como el EI y alentaría aún más sus intentos de desmembrar el país. Es evidente que las consecuencias de esa situación serían desastrosas.
Todos los caminos conducen al imperialismo estadounidense
Las causas del terrible caos que se vive en Oriente Medio se deben sin lugar a dudas al imperialismo estadounidense. La invasión de Irak no sólo puso fin al equilibrio de la región, impulsando el conflicto entre Irán y Arabia Saudita, sino que también fomentaron el sectarismo y el fundamentalismo islámico con sus miopes planes.
Esto lo han confirmado las recientes revelaciones según las cuales EE.UU. y Occidente prestaron su apoyo a grupos islamistas, entre ellos también el EI, en Siria. El lunes pasado, se retiraron las acusaciones de actividad terrorista a un ciudadano sueco después de que la defensa revelara que la Inteligencia británica había estado apoyando al mismo grupo sirio con el que colaboraba presuntamente este hombre.
Se produjo otro escándalo con la revelación de un informe desclasificado de la CIA, del año 2012, que daba beneplácito a la perspectiva de un "principado Salafista" al este de Siria y a un Estado islámico controlado por al-Qaeda en Siria e Irak. El documento reconoce a al-Qaeda en Irak (que se convirtió en el EI) y sus aliados como "las principales fuerzas impulsoras de la insurgencia en Siria". También señala que "los países occidentales, los estados del Golfo y Turquía" estaban apoyando los esfuerzos para tomar el control de Siria.
Ahora, es evidente que el monstruo creado por EE.UU. y sus aliados se ha convertido en un lastre y el imperialismo se ve forzado a depender de su enemigo histórico, la República Islámica [de Irán], para luchar contra él. Lo mismo se aplica a los aliados históricos de EE.UU. en la región. Al haber apoyado y alimentado las fuerzas más reaccionarias y retrógradas contra las masas árabes, ahora EE.UU. ha perdido el control sobre sus creaciones, ya que pelean en una lucha existencial. Los regímenes reaccionarios aliados de EE.UU. han pasado de ser sus pilares de apoyo en Oriente Medio a convertirse en fuente de inestabilidad para el imperialismo norteamericano. Con su falta de decisión y capacidad de elegir entre uno de los bandos, EE.UU. está creando más tensiones que amenazan el futuro de toda la región. Tropieza como un borracho de una crisis en otra. No es capaz de tomar ninguna medida, obstaculizado por su propia codicia y degeneración, echando más leña al fuego con su actuación.
Todo esto no es más que otro ejemplo de la decadencia histórica que sufre el imperialismo estadounidense: económica, política y militarmente. Es el debilitamiento de la ex "policía del mundo", lo que explica el surgimiento de una serie de poderes regionales y locales, que están cada vez menos inclinados a seguir los dictados del imperialismo norteamericano y sí más a promover sus propios intereses. Es una receta para el aumento de los conflictos y las guerras regionales, que desestabilizarán aún más al capitalismo global.