La economía se encuentra en un claro proceso de estancamiento. Un pronóstico muy poco auspicioso señala un sombrío futuro para la economía mundial: los próximos dos años ya se caracterizan como de estanflación -estancamiento económico más inflación-.
Mientras tanto, las burguesías de los diferentes países de la región profundizan una ofensiva feroz en el plano económico, deteriorando las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora, la juventud y los sectores empobrecidos. Incluso, en varios casos apelando al garrote más duro para preservar sus intereses económicos.
Esta ofensiva se desarrolla en un contexto marcado por el retroceso severo en la globalización, cuya causa última y fundamental es la propia crisis capitalista. El fin de la era de la globalización se aceleró con la pandemia de 2020 y 2021 y la exacerbación de las dificultades en la cadena de suministros y comercio producto de la guerra entre Rusia y Ucrania. No obstante, no es sólo consecuencia de estos dos eventos. Algunos representantes de las burguesías imperialistas han señalado esto mismo, por ejemplo, el canciller alemán Olaf Scholz en un reciente artículo suyo publicado en la revista Foreign Affairs.
En realidad, esto no es algo nuevo. La crisis de 2007-8 ya ha había puesto fin a la extensión del libre comercio. Esa crisis aumentó las dificultades del comercio mundial y sentó las bases para su final, al menos durante todo el período histórico que ahora está en pleno desarrollo.
Un punto de inflexión en este proceso fue la introducción de una serie de medidas proteccionistas por parte de la administración Trump, sobre todo en torno a productos dependientes del acero y aluminio, pero también en otras ramas industriales como la química y farmacéutica. Su nacionalismo económico sólo reflejó los intereses estrechos de un sector de la burguesía norteamericana, aunque se mantuvo restringido por las disposiciones de la OMC.
Biden hizo retroceder algunas de estas medidas pero también se ha comprometido públicamente con la “modernización” de las normativas de la OMC. En realidad, esto significa simplemente la ampliación del margen de maniobra de los EEUU para continuar aplicando medidas proteccionistas. La lógica de la actual situación en medio de la crisis no solo es la profundización del proteccionismo de EE.UU., sino también de Europa y de muchos países en el mundo. Los límites del Estado-nación y la propiedad privada de los medios de producción representan un obstáculo insuperable que se traduce en la política de empobrecer al vecino fortaleciendo las tendencias a la guerra comercial y militar.
En la región en los últimos meses, también nos encontramos ante un aumento de la ofensiva capitalista.
El Presidente Pedro Catillo en el Perú es apresado luego que el Parlamento presenta la tercera vacancia para su destitución. Castillo contesta con el cierre del parlamento reaccionario, luego lo encarcelan y las masas responden ocupando las calles, movilizándose y enfrentándose a la policía y al ejército. A su vez, la ofensiva de las mineras, la oligarquía capitalista y los diferentes bloques parlamentarios que ofician de testaferros de estos sectores, establecen un frente férreo contra Pedro Castillo y, fundamentalmente, contra las banderas que levantan las masas.
La actual presidenta Dina Boluarte o “Balearte”, como es llamada en las calles por las masas, cuenta ya sobre sus espaldas con 49 muertos, pero la lucha en las calles sigue sin detenerse. La represión feroz de la derecha contra la clase obrera, ha sido el acicate que ha incrementado la lucha callejera de las masas empobrecidas del campo y la ciudad. Mientras tanto, “Balearte” dice cínicamente que no entiende cuales son los reclamos de las masas.
En días recientes, luego de los asesinatos producto de la represión desatada en Perú, Boric se vio obligado a cuestionarla. Sin embargo, al comienzo de las movilizaciones se disciplinó de manera infame con los presidentes que saludaron rabiosamente la destitución de Castillo, siguiendo a pies juntillas las directrices del departamento de Estado EE.UU.
En el Brasil, desde el primero momento los bolsonaristas arremetieron con lo que tenían a mano para impedir la asunción de Lula a la presidencia. El desconocimiento de los resultados de las elecciones por parte de Bolsonaro, junto a los cortes de rutas en manos de camioneros en varios de los Estados de Brasil, enfrentamientos con la policía y colocación de explosivos cerca del aeropuerto de Brasilia, que serían detonados en coches de combustibles el día de arribo de Lula, son elementos que también forman parte de esta ofensiva.
El 1 de enero Luiz Ignácio Lula da Silva tomó el timón de uno de los países más grandes de la región en un marco de delicado equilibrio inestable, inestabilidad que se evidencia en que la ofensiva de los sectores reaccionarios liderados por Bolsonaro no se detuvo allí. El 8 de enero más de 4000 bolsonaristas, con el beneplácito del gobernador de Brasilia y de parte del ejército, avanzaron superando la barrera policial, subiendo a la rampa que da acceso al techo de los edificios de la Cámara de Diputados y del Senado y los jardines del Planalto y los Tribunales. Los bolsonaristas pedían una intervención militar para derrocar al presidente Lula. Al final del día destacamentos de obreros marcharon a Brasilia para enfrentar al grupo de seguidores de Bolsonaro.
El lunes 9 de enero los bolsonaristas mantenían bloqueadas algunas carreteras en Rio de Janeiro, mientras en San Pablo y otros estados del Brasil crecía la protesta en las calles ante el asalto a los tres poderes.
Ese mismo lunes Lula hizo desmantelar los campamentos bolsonaristas ubicados frente a las unidades militares. También se suspendió al gobernador del distrito Federal de Brasilia Ibanéis Rocha por su complicidad y confraternidad -junto a sectores del ejército-, con los bolsonaristas. Se encarcelaron a más de 1200 manifestantes.
Lógicamente, Bolsonaro no cuenta en estos momentos con el apoyo de los EE.UU. ni de las cámaras empresariales del Brasil, como tampoco del Parlamento, ni de los Bancos. Hace unos días el Ministerio Público requirió el bloqueo de sus cuentas bancarias y el Supremo Tribunal Federal ordenó la prisión de Anderson Torres, el ex ministro de Justicia de Bolsonaro investigado por el intento de golpe de Estado en Brasil.
Aunque en este momento hay un acuerdo del imperialismo, los bancos y el empresariado brasilero, indudablemente aún no estamos viendo el final de Bolsonaro y sus seguidores. El equilibrio actual seguirá siendo inestable en mayor o menor grado.
Por su lado, en Bolivia se incrementaron las movilizaciones de miles de personas en Santa Cruz de la Sierra “por la libertad de los presos políticos”, convocando a que se repliquen en todo el país. La demanda central de estas movilizaciones es la liberación de Camacho, quien está imputado por ser uno de los auspiciantes del golpe de Estado en 2019. Al mismo tiempo, en La Paz se han desarrollado marchas masistas en apoyo al gobierno de Luis Arce, ante las movilizaciones de la derecha en la misma ciudad, lo que derivó en enfrentamientos contra los seguidores de Camacho, quien también llamó a un levantamiento nacional contra la “dictadura” de Arce.
Este escenario nos deja en claro que cuando la burguesía ve peligrar su dominio, y los mecanismos de la democracia formal no son lo suficientemente útiles para mantenerlo, rápidamente tiran por la borda la “democracia” avanzando en dirección a la reacción abierta. Por eso los marxistas sostenemos que mientras exista el capitalismo no podrá existir una democracia plena.
Argentina amarrada al FMI
En la Argentina, las pautas aplicadas por el Fondo Monetario Internacional, aceptadas y honradas por el gobierno de Alberto y Cristina Fernández, condicionaron y condicionan la vida de millones de mujeres y hombres de a pie. Condicionan, ya que pesan sobre las mesas obreras en tanto formidable hipoteca, que representa una transferencia fenomenal de dinero de los bolsillos de los trabajadores a las arcas de los capitalistas locales y extranjeros, dándose a través de múltiples mecanismos.
En este contexto regional, el escenario que se presenta en Argentina, siendo otros los ritmos, es de recortes laborales y salariales, de desocupación y deterioro de las condiciones de vida en los ámbitos de la salud, educación, vivienda y trabajo de la clase obrera, la juventud y los sectores pobres. La miseria y la degradación se encuentran al orden del día, sumando la escalada inflacionaria y dándose todos los ingredientes para una potencial explosión social.
La burguesía argentina juega con fuego en todos los planos, no solo el político, sino en lo económico y judicial. En parte se siente envalentonada o con una clara política de impunidad. Todo se puede hacer para que retrocedan las condiciones de vida y trabajo. Su ofensiva contra la clase no tiene precedentes en el país. Incluso desde el propio gobierno del Frente de Todos, el jefe de asesores de la Presidencia, Antonio Aracre -exCEO de Syngenta-, planteó que estaba a favor de una reforma laboral, o “modernización laboral”. Por su lado, la Ministra de Trabajo Kelly Olmos tuvo que salir a aclarar que no es una reforma laboral, que no es intención el gobierno, sino que lo que se intenta es “adaptar las nuevas demandas laborales a través de los convenios colectivos de trabajo”. Este eufemismo no tapa lo que en parte se viene dando en los hechos. Lo que se intenta implementar no es más que trabajo flexibilizado. Aunque los jefes sindicales zapateen por temor a un desborde social, el empresariado, el gobierno y la oposición siguen avanzando en los hechos e intentan plasmar la flexibilización en ley, poniendo a la gobernabilidad y al régimen político en una delgada cuerda inestable.
En el frente judicial el avance contra Milagro Sala, junto a otros activistas de izquierda, no encuentra antecedentes por los menos en los últimos 20 años. El ataque feroz en manos de la Justicia jujeña de Gerardo Morales, dejó en firme la sentencia a 13 años de prisión. Morales, en una carta enviada al kirchnerismo, señala que con el fallo “confirma la desarticulación definitiva del Estado paralelo” y “el fin de la corrupción y la violencia”. Pero, en declaraciones radiales Morales dijo que para encarar el negocio del litio se debía desarmar definitivamente la mafia de la Tupac Amaru. En realidad, la política de Morales busca desarticular la capacidad de lucha y resistencia de la Tupac Amaru y demás organizaciones sindicales y políticas, siendo todo esto en definitiva, un ataque contra la clase obrera, la juventud y el campesinado jujeño.
La ofensiva hacia Cristina Fernández en sintonía con esta política, desde el Poder Judicial, no sólo para inhabilitarla de ocupar cargos públicos, sino para dejarla tras las rejas, cuenta con el apoyo de Juntos por el Cambio, y con el beneplácito de sectores del peronismo y de sectores del Frente de Todos. El paso al costado de la vice presidenta al decidir no utilizar sus fueros de Senadora y bajarse de futuras candidaturas, no detiene la presión de la oposición. Por el contrario, los sectores más rancios de la burguesía y del empresariado están empecinados en avanzar hasta eliminar cualquier escollo en relación a la defensa de sus intereses, e imponer un programa más regresivo que el que llevan adelante los Fernández con su espada, Sergio Massa. El intento de magnicidio a CFK se encuadra dentro de este escenario.
Cristina Fernández no sólo no apela a sus fueros. Fundamentalmente se desentiende como parte del gobierno de la responsabilidad ante la pérdida de conquistas de nuestra clase. Pareciera que Alberto Fernández y su equipo de gobierno llevan todas las fichas de perder, haciendo el trabajo sucio con arreglo al programa de ajuste con el FMI y del presupuesto de guerra contra los sectores populares.
Asimismo, pareciera que La Cámpora, así como Cristina Fernández, deciden dar la batalla en el plano judicial y no en el político, lugar en que la vice presidenta mantiene aún capacidad de fuego ante la oposición para dirimir no sólo lo judicial, sino también los avances contra las masas. En definitiva, es la preservación de la gobernabilidad lo que manda sobre las acciones y omisiones de los dirigentes políticos de todo el abanico.
El problema de los problemas es que la utilización de la gestualidad y discursos de lo bien que se vivía en el pasado, de ubicarse como una perseguida política -que lo es-, pero sin nada real y concreto en mano que ofrecer para las mesas obreras, comienza a desmoronarse. No se pueden comer palabras.
Por su parte, el ministro de economía Sergio Massa escucha atentamente lo que el FMI plantea: desacelerar la economía y avanzar en más recortes de planes sociales y subsidios. La verdad es que el propio FMI el que evalúa no tensar la cuerda del ajuste en un contexto regional explosivo, sin ir a fondo en un plan de ajuste y austeridad, ponderando positivamente lo que el super ministro Massa lleva adelante hasta el momento.
Mientras tanto, los jefes de la CGT miran con cierta preocupación la situación social. Temen con razón un posible desborde, pero no mueven un dedo para canalizar la bronca de los de bajo traducido en un plan de lucha, ya que que ello puede alterar la gobernabilidad. La debilidad o cobardía de los jefes sindicales está determinada por la defensa de sus sabrosos negocios o privilegios.
La gobernabilidad
La utilización o uso del concepto “gobernabilidad”, se puede definir en un intento de preservar cierto equilibrio en el marco de la sustentabilidad o legitimidad de un régimen político y sus instituciones.
Pero, en un marco de crisis sistémica como la que vivimos desde el 2008, resulta cada vez más difícil de mantener este equilibrio, y por ende resulta difícil mantener la “gobernabilidad”. En toda la región, con ritmos diferentes se ven indicios de ruptura del equilibrio. Esto está determinado por la exacerbación de las contradicciones que subyacen por debajo de la superficie, que a veces se expresan en una agudización de la lucha de clases como es el caso de Perú, lo que comienza verse en Bolivia, o los episodios de los últimos días en Brasil: la relación entre cantidad y calidad implica que en determinado momento la situación salte hacia adelante.
La disgregación de la gobernabilidad genera movimientos a derecha y a izquierda. En definitiva, la pregunta es quien capitaliza el descontento, la bronca, la ira de las masas.
Nos encontramos en momentos en que hay un avance del capitalismo en lo económico, alterando lo político y lo social, empujado por la puja de quien se queda con la tajada más grande de la plusvalía. Las burguesías en la región se encuentran desorientadas, no ven perspectivas de futuro y sólo aplican como salida el garrote.
Es verdad que los gobiernos llamados populares, no encuentran una salida viable para las masas. Su adaptación genera más descontento. Intentan con el apoyo del imperialismo y de los bancos no precipitar la situación, como es el caso del Brasil con Lula o la Colombia de Petro, que levanta la bandera de un nuevo acuerdo democrático para dejar de lado el garrote feroz de algunas burguesías de la región. Pero la rueda de la historia no cesa. En los próximos tiempos veremos una exacerbación más profunda de la lucha de clases.
La experiencia del SUTNA, la huelga general y el Congreso Obrero
La experiencia del SUTNA y los trabajadores del neumático marcaron un punto de inflexión en la situación política en el país. Este conflicto fue seguido con atención por el conjunto de la clase obrera y de la juventud, así como también por el conjunto de los capitalistas en Argentina, de los parlamentarios, los jefes sindicales, opositores y el Frente de Todos.
Este conflicto se mantuvo por casi dos semanas en los medios de comunicación, ubicando nuevamente el debate de la discusión paritaria -recordemos que la vice presidenta y el presidente intentaban instalar el pago de una suma fija-, como también rompiendo, a través de la lucha y la democracia directa, la inercia de las centrales obreras y sus dirigentes de llevar adelante la conciliación de clases con las grandes patronales.
Esta lucha posibilitó el contagio o extensión sobre todo en el área de salud.
Los residentes de CABA se pusieron de pie y le dijeron basta a Horacio Larreta y Cía. Esta lucha heroica se extendió hacia las grandes ciudades del país. Es verdad que no llegó a una coordinación nacional, pero logró importantes aumentos salariales.
Rápidamente en respuesta, el gobierno nacional, presionado por los jefes sindicales, dio un curso a seguir ante el conflicto del neumático que lastimaba sostenidamente la conciliación de clases con las grandes empresas.
Sin embargo, estas luchas tuvieron un límite objetivo. Hablamos de los dos conflictos más importantes de esas semanas, el neumático y salud. No sólo por las mediaciones que aun mantienen su peso, sino por la ausencia de un estado mayor que tenga peso significativo en un sector en nuestra clase.
No negamos el papel que en la práctica jugó la izquierda en general en el neumático. Dirigen el sindicato del SUTNA y a grosso modo reivindicamos los pasos que siguieron.
Es probable que, si la dirección del SUTNA hubiera convocado durante el conflicto un plenario de trabajadores y trabajadoras y sectores combativos y clasistas, se hubiera logrado dar pasos importantes en un plan de lucha, así como hacia la consolidación de un sector de la vanguardia, abriendo debates en torno a la viabilidad del capitalismo, el papel del parlamentarismo y la necesidad de un Partido de Trabajadores en la perspectiva del poder obrero.
De la misma forma, las consignas de la huelga general y la puesta en pie del Congreso Obrero no llegaron a prender en un sector significativo de nuestra clase. Es verdad que, desde nuestra web, prensa y en los frentes de masas donde estamos lo hemos planteado de manera agitativa. Entendemos que otros grupos de la izquierda también lo planteaban como bandera y trabajaron en este sentido. Esta situación en relación a las masas, sus luchas, tiempos y maduración, nos obliga a realizar un balance claro del por qué no se logró extender a sectores más amplios de la clase.
Al principio de esta nota advertíamos de la situación regional en la actualidad. Sabemos que el antecedente más inmediato fue “el Octubre Rojo Latinoamericano” de 2019, que estuvo marcado por una oleada insurreccional en América Latina. Del 2 al 14 de ese mes se desarrolló un grandioso levantamiento obrero e indígena en Ecuador contra el paquetazo del FMI que el gobierno de Lenín Moreno quería imponer. Casi inmediatamente le siguió el estallido insurreccional en Chile a partir del 18 de octubre.
No hablamos simplemente de movimientos de protesta que exigen una serie de reivindicaciones. Se trata de movimientos que salen a las calles empleando la acción directa para conseguir sus objetivos, no se amedrentan ante la represión, desafían no solo a una decisión del gobierno, sino al gobierno mismo y a todo el status quo. Movimientos que empiezan a construir organismos embrionarios de poder obrero e incluso organizaciones de autodefensa de las masas ante la represión. Estamos hablando pues, de insurrecciones con características revolucionarias. Estos ensayos generales tuvieron finales como los que esperábamos. El movimiento volvió a su cauce o relativa “paz social”, dentro de la gobernabilidad posible. En Chile la rebelión de 2019 fue, con marchas y contramarchas encarrilada a una salida institucional, así como en Ecuador, aunque luego nuevamente las masas salieron a las calles.
Como marxistas sabemos que las masas no se encuentran permanentemente en un estadio de lucha. Entendemos que no hay una relación directa entre perdida de conquistas y lucha. Muchos dirigentes plantean que a más crisis más lucha, o a más miseria más lucha, pero no es correcto suponer que las masas salgan a las calles de manera inmediata, esto es un mecanicismo absurdo.
El dirigente de la Revolución Rusa León Trotsky, en el contexto de la crisis capitalista de los años treinta -sin precedentes en la historia hasta aquel momento, explicaba que la prolongación de la crisis, hasta llegar a niveles extremos de deterioro del nivel de vida del proletariado, no implicaría necesariamente un avivamiento de su lucha.
Muy al contrario, un agravamiento continuado de la pauperización del proletariado puede empujarle a dar retrocesos, a desmovilizarse, a desmoralizarse y desvincularse de la lucha política. Esto, en cierta forma, es lo que hemos visto por ejemplo en Venezuela en el último lustro –aunque ha habido un reavivamiento de las luchas en el último semestre-. Por el contrario, una recuperación económica –añadía Trotsky-, luego de un largo período de crisis, podría reavivar a la clase a la lucha sobre la base del respiro que significaría una cierta, aunque pequeña, recuperación económica –lo que también de hecho explica el auge de las movilizaciones obreras en los últimos meses en Venezuela-.
Entendemos por lo tanto, que la clase obrera y los sectores populares puedan tener una actitud conservadora en determinados contextos de crisis, de agudo empobrecimiento, pero también sabemos que salen a luchar para no perder más o conservar lo poco que se tiene.
La clase obrera, la juventud y los sectores populares en Argentina, ante los embates de la derecha y el capitalismo, muchas veces muerden los dientes y aguantan, “tolerando” al gobierno actual sobre la base de las expectativas depositadas, esperando que cumplan las promesas de un cambio favorable en sus condiciones de vida.
Trotsky también nos señala que “los “revolucionarios” formales sólo ven sus bajas. Pero el marxista contempla el proceso en su conjunto, con todas sus alzas y bajas coyunturales, sin perder jamás de vista su dinámica principal: las catástrofes bélicas, las explosiones revolucionarias. El estado de ánimo político del proletariado no cambia automáticamente en una misma dirección. La lucha de clases muestra alzas seguidas de bajas, marejadas y reflujos, según las complejas combinaciones de las circunstancias ideológicas y materiales, tanto nacionales como internacionales. Un alza de las masas que no es aprovechada o es mal aprovechada se revierte y culmina en un período de reflujo, del que las masas se recuperan tarde o temprano bajo la influencia de nuevos estímulos objetivos.” (El “tercer período” de los errores de la Internacional Comunista Obras Completas León Trotsky)
Construir la Corriente Socialista Militante-CMI
Podemos caracterizar a los últimos acontecimientos en la región e internacionalmente como una época de revoluciones, contrarrevoluciones y guerras, teniendo la expresión más clara de ello en el conflicto entre Rusia y Ucrania, que en febrero cumple un año. Aunado a la crisis económica, social y política que arrastra a las masas a hambrunas sin precedentes.
Entendemos que las condiciones objetivas para una revolución se encuentran maduras desde hace tiempo, combinándose con claros procesos de barbarie.
Pero estas condiciones objetivas por sí solas no garantizan las victorias revolucionarias. Es necesario construir la herramienta política de nuestra clase.
Debemos tener una actitud seria ante la teoría revolucionaria, ya que sin ella no hay movimiento revolucionario. Forjar a los militantes en la fragua del marxismo revolucionario no son simples palabras, es una actitud ante la teoría y la formación de los militantes. Ganar a la juventud es tener asegurado el futuro.
No perdamos tiempo. Derroquemos al capitalismo.