La podredumbre del nuevo pacto europeo sobre refugiados

El Mediterráneo puede ser un paraíso para los turistas, pero es al mismo tiempo un cementerio, donde al menos 27.000 inmigrantes han muerto en intentos de cruzar la frontera desde que comenzaron los registros en 2014. El nuevo acuerdo de migración de la UE se nos vende como la mejor oportunidad para una solución «más estructurada» a este «problema»: distribuir a los inmigrantes de manera más equitativa en todo el continente. En realidad, no hará nada para aliviar la pesadilla y simplemente equilibrará mejor los intereses reaccionarios de las potencias europeas.

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A medida que la crisis del capitalismo continúa haciendo mella, las clases dominantes de Europa han achacado cada vez más los problemas sociales y económicos de sus países a un «aluvión» de inmigrantes que buscan refugio en el continente, huyendo de las aventuras militares imperialistas y de la pobreza extrema en Oriente Medio y África.

Las políticas migratorias de la “Europa Fortaleza” se han vuelto cada vez más brutales. Mientras tanto, varios gobiernos compiten entre sí para ver quién puede superarse en el uso de demagogia racista, demostrando que son “duros con la migración”.

El objetivo de este nuevo acuerdo es cuadrar el círculo entre los países fronterizos exteriores, donde los refugiados suelen desembarcar, y que exigen más recursos para gestionar la situación; y aquellos en el centro de Europa que exigen límites más estrictos a la migración. La firme negativa de los países de esta última categoría, como Polonia, a aceptar refugiados de Oriente Medio o África contrasta marcadamente con su actitud acogedora hacia los refugiados de Ucrania tras la invasión de Rusia.

Controles más estrictos

En la práctica, el acuerdo significa que los países en las fronteras exteriores de la UE tendrán que poner en práctica un procedimiento fronterizo más estricto para aquellos que no reciban el estatus de refugiado. A otros países se les dará la opción de acoger a algunos refugiados o pagar 20.000 euros por cada migrante que se nieguen a acoger. Esta cantidad se transferirá a un fondo conjunto de la UE.

La clave del nuevo procedimiento está entonces en la frontera: un control preliminar determinará adónde será enviado el migrante. Si los funcionarios creen que el migrante tiene posibilidades de ser aceptado como refugiado, se le permitirá continuar; de lo contrario, se le rechazará. Este trámite deberá completarse en un plazo de 12 semanas, que incluye un período de detención.

Los rechazados son enviados fuera de Europa, y no necesariamente al país donde residían anteriormente. Hay desacuerdos sobre este asunto, ya que a Italia le gustaría tener más opciones en términos de dónde enviar inmigrantes, mientras que Alemania considera que la UE no puede enviar personas a países donde “los derechos humanos no se respetan plenamente” (¡como si estos derechos se respetaran en los miserables campos de detención donde se retiene a los inmigrantes después de su llegada a Europa!)

Oficialmente, el país de destino debe ser uno con el que la persona tenga una conexión (un familiar residente, por ejemplo), pero en la práctica, los gobiernos europeos pueden elegir. La preferencia del gobierno derechista Meloni de Italia, por ejemplo, es enviar gente a Túnez y a otros países del norte de África.

Otro punto de división se refiere a las familias que viajan con niños y menores no acompañados. Alemania, Irlanda, Luxemburgo y Portugal quieren que los nuevos procedimientos más estrictos en la frontera no se apliquen a las personas mencionadas. Sin embargo, pudieron superar este escollo en nombre de (como dijo el ministro de Asuntos Exteriores alemán) “una política europea común de asilo basada en la solidaridad”.

Así que, en aras de la “solidaridad europea” entre las clases dominantes del continente, las familias y los niños desesperados simplemente tendrán que aceptar un trato más duro: ¡un noble sacrificio en verdad!

Viajes a Túnez

Las negociaciones con los países del norte de África son clave para el nuevo acuerdo. En marzo, el primer ministro holandés, Mark Rutte, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni (ambos tienen como prioridad machacar a los migrantes) se reunieron en Roma para discutir cómo gestionar los flujos migratorios, entre otras cosas.

A la reunión de Roma le siguió en junio un viaje a Túnez, al que también asistió la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El motivo del viaje era llegar a un acuerdo con Túnez, ya que el país se ha convertido en el último año en la principal ruta hacia Europa para inmigrantes del África subsahariana. La ONU estima que de 51.215 inmigrantes que llegaron a Italia este año, 26.555 partieron de Túnez, frente a 3.658 durante el mismo período del año pasado.

A cambio de una inyección de dinero de la UE, el país tendrá que hacer un «selección» inicial de refugiados e inmigrantes y devolver a aquellos que probablemente no obtendrán asilo en Europa. Después de algunas semanas de discusión, debido al tira y afloja del presidente tunecino Saied, el trío europeo logró que se aprobara un acuerdo el 16 de julio. La UE dará a Túnez 150 millones de euros para apoyar el presupuesto estatal, más 105 millones de euros para la gestión de la migración y el control de fronteras.

En otras palabras, el régimen tunecino ha llegado a un acuerdo similar al acordado con Erdogan en 2016, para convertirse en uno de los perros guardianes de Europa y en la “primera línea de defensa” contra los inmigrantes. Sin duda, Meloni también estará satisfecha con apuntalar los intereses capitalistas italianos en Túnez. Italia es el primer socio comercial de Túnez (con exportaciones estimadas en 4 mil millones de euros), y más de 900 empresas italianas de los sectores textil y energético trabajan en Túnez, explotando a trabajadores con salarios muy bajos.

Hipocresía del régimen tunecino

Este acuerdo llega en un momento muy oportuno para Saied. Túnez está en riesgo de quiebra: la deuda pública es del 80 por ciento del PIB, el déficit presupuestario estatal anual es del 10 por ciento del PIB, la inflación supera el 10 por ciento y el desempleo supera el 15 por ciento.

En esta situación, las huelgas han aumentado desde 2022, especialmente en los sectores de salud y transporte. Estallan numerosos conflictos entre los jóvenes y la policía.

La crisis económica también tiene consecuencias políticas: en las últimas elecciones parlamentarias de enero, sólo el 11 por ciento acudió a las urnas.

Actualmente, Saied está negociando con el FMI un préstamo de 1.900 millones de dólares, pero estas negociaciones llevan mucho tiempo y conllevan muchas condiciones: reestructuración de las empresas públicas (es decir, grandes despidos), salarios más bajos y precios más altos para artículos de primera necesidad como el pan, aceite y azúcar. Estas condiciones pueden desatar estallidos sociales en el futuro.

En comparación, el precio de este nuevo acuerdo con la UE es bastante asumible: ¡lo único que exige es hacer sufrir a inmigrantes inocentes! Durante las negociaciones, Saied hizo la absurda e hipócrita declaración de que Túnez «no jugará con vidas humanas». Mientras tanto, está llevando a cabo una campaña racista contra los inmigrantes negros para distraer la atención del enorme desastre que vive el país y justificar este pésimo acuerdo con Europa.

En febrero dijo que los inmigrantes están “desestabilizando Túnez con actividades criminales y son parte de un complot para permitir el reemplazo étnico”. Parece que ha aprendido algunas frases de sus reaccionarios benefactores europeos. Su política hacia los inmigrantes está a la altura de su espantosa retórica. Entre el 2 y el 6 de julio, cientos de inmigrantes fueron deportados desde la ciudad portuaria de Sfax a un desierto cerca de la frontera con Argelia y Libia. ¡La policía incluso arrestó a inmigrantes que vivían en Sfax después de haber sido víctimas de la violencia!

Entre los abandonados en el desierto se encuentran niños, mujeres embarazadas y personas que ya tienen el estatus de refugiados. Muchos se quejaron de malos tratos por parte de la policía durante la deportación. Este comportamiento vergonzoso del gobierno tunecino es muy apreciado por la UE, que ve a Saied como el hombre que realmente puede detener la ola de migración hacia Europa.

¡Los refugiados son bienvenidos!

No hace falta decir que este acuerdo no hará nada para evitar las numerosas muertes en el mar en las rutas de transporte de migrantes. Se trata de viajes peligrosos, gestionados por traficantes de personas que fácilmente extorsionan a los inmigrantes, y que se vuelven aún más peligrosos por las operaciones asesinas de «rechazo» de los guardacostas europeos. El horror ocurrido frente a las costas de Grecia en junio, donde cientos de hombres, mujeres y niños se ahogaron, es un ejemplo de esta situación.

El Mediterráneo es sólo una ruta que utilizan los refugiados para entrar en Europa. Muchos intentan cruzar la frontera por el este, después de meses de caminar desde Afganistán o Pakistán, cruzando regiones montañosas, y llegando exhaustos y demacrados.

¿Y qué les espera en Europa? Pasan meses o incluso años esperando en los llamados centros de refugiados, superpoblados y con escasez de personal, a veces atacados por matones de extrema derecha y sin claridad sobre lo que les sucederá. Esto se aplica no sólo a los hombres adultos, sino también a las familias y a los menores no acompañados.

Según el acuerdo actual, los refugiados y migrantes que logren cruzar las fronteras de forma segura (por mar o tierra) tendrán una vida más difícil e incierta. Aquellos que sean rechazados y devueltos sufrirán malos tratos y crueldad en las cárceles de los países en transición, como ya ocurre todos los días en Libia, por ejemplo.

Como internacionalistas, rechazamos la idea de que Europa sea una fortaleza que hay que defender. Creemos que los refugiados y migrantes deben ser bienvenidos, sin restricciones, en todo el continente. Sus condiciones, y las de la clase trabajadora en su conjunto, deberían estar garantizadas mediante la expropiación de la clase capitalista parasitaria y la gestión democrática de esta riqueza para el bien común.

Nos oponemos a la política migratoria racista de los capitalistas, que sólo pretende dividir a la clase trabajadora reforzando la idea de que los refugiados son el enemigo. Y nos oponemos al brutal sistema capitalista responsable de la guerra, el caos y la destrucción que obliga a los migrantes a huir de sus países de origen en primer lugar, y que enfrenta a los migrantes con los trabajadores nativos en una carrera hacia el abismo. Decimos:

¡Abramos las fronteras!

Los refugiados son bienvenidos, ¡que paguen los capitalistas!

¡Por el fin de la guerra imperialista y del saqueo!

¡Abajo la podrida UE capitalista!

¡Abajo el capitalismo: por el comunismo y la solidaridad internacional!

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