El 17 de marzo se aprobó el acuerdo de Argentina con el FMI. Los compañeros de la Corriente Socialista Militante analizan el contenido del mismo, que es una declaración de guerra a la clase obrera, y explican el significado de las divisiones que la firma del acuerdo ha abierto en el gobierno del Frente de Todos.
Además, en otro artículo explican las movilizaciones en contra del acuerdo y la represión que sufrieron las mismas.
De la hipocresía al juego del “equilibrio”
El jueves 17 de marzo se convalidó por mayoría en ambas Cámaras, un alevoso endeudamiento para “pagar” el otro endeudamiento pergeñado por el gobierno pandémico macrista.
El dicho reza “sobre llovido mojado”, y es un reflejo exacto de la realidad; en el marco de la crisis capitalista mundial en proceso, estábamos a las puertas de una nueva recesión emanada de la expansión cuantitativa del último período que llevaron adelante los gobiernos de todo el mundo, sumándose la crisis abierta por la invasión de Rusia a Ucrania y el impacto mundial del aumento sin precedentes de la commodities, y el estallido por las nubes de los precios de los alimentos y combustibles.
En este escenario el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional sancionado en esta semana representa no solo tener cada 3 meses a los técnicos del FMI discutiendo el futuro de la mayoría de las y los trabajadores, sino un mecanismo de injerencia económica y política que impone un grillete al futuro de la mayoría del pueblo trabajador.
La crisis abierta por lo señalado más arriba encuentra al gobierno, aunque desde Juntos por el Cambio se lo señale sin rumbo, desde el principio con la proa puesta hacia un acuerdo con los acreedores.
El descontento por abajo arrecia, por eso desde cierto sector del Frente de Todos – que dicen por principios no acordar con el FMI- ofrecen “gestos de rebeldía” que en los hechos son desmentidos dando quórum a las sesiones fundamentales para el tratamiento parlamentario del acuerdo a sabiendas de la garantía que daba Juntos por el Cambio en la votación; el cacareo sonó alto para contener el malestar que recorre a la militancia que se referencia en el kirchnerismo.
En el amplio arco político capitalista en el país, incluso para el FMI, emerge con fuerza el recuerdo de la crisis abierta en 2001, un recuerdo que propios y ajenos no olvidan y por eso intentan priorizar el supremo acuerdo de la gobernabilidad.
La economía
La economía es sacudida por los vientos de guerra de la invasión de Rusia a Ucrania y el impacto en Argentina está teniendo consecuencias profundas para los sectores populares.
Por la disparada de los precios internacionales, el sector del agro tuvo ganancias brutas del 25%, llevando a u$s336- para los productores de trigo, y de u$s939- la soja de segunda, en tanto el maíz de primera espera un margen bruto de u$s1.045- y para el tardío de u$s719-.
Por el lado de los alimentos, las cadenas de producción, comercialización y distribución no dejan de meter presión a los precios, disparando aumentos en febrero de 7,5% con una inflación en febrero de 4,9%.
El gobierno anunció, el viernes 18 de marzo, la creación de un fondo para subsidiar la harina de trigo tras la disparada el precio del pan, y se oficializó el incremento de los derechos de exportación de dos puntos porcentuales a la harina y aceite de soja; que encontró un fuerte rechazo de las cámaras patronales del agro, que sostienen que «no hay margen para que sigan expoliando a los productores.»
Como los alimentos, los combustibles se fueron para arriba, y arrastraron al conjunto de la economía al incremento inflacionario. Nuevamente la guerra entre Rusia y Ucrania es utilizada como justificación y bandera para la corrida de precios. Por lógica, la Argentina inserta en el mercado mundial, sufre los embates y sacudidas de la crisis capitalista mundial.
La crisis orgánica del capital que encontró en 2008 un punto de inflexión, la sucesión de crisis que le siguieron, más los dos años de pandemia que la potenció, sumado a la guerra en el este de Europa, resulta un cóctel explosivo que se expresa gradualmente en una agudización de la lucha de clases en el mundo.
En la Argentina la preocupación de los de arriba, se encuentra justificada en el comienzo del abajo que se mueve.
Los caminos que se “cierran”
La gestualidad es común en la política y tiene un peso enorme, pero este peso esta dado por antecedentes concretos. El problema se da cuando lo concreto -reivindicaciones- van quedando lejos en el tiempo. La “década ganada” cada vez se diluye más en los nervios y músculos de la clase trabajadora, sobre todo en la juventud.
El peronismo y particularmente el kirchnerismo, hace uso y abuso de la llamada “liturgia peronista” y en esto entra la gestualidad política.
En la votación del acuerdo con el FMI, los silencios, votos negativos, los corrimientos y las ausencias, fueron al servicio de mantener el status quo, dicho de manera más simple, resulta imprescindible para la contención política de la base militante kirchnerista, pero la contención de este malestar no deja de tener una pata fundamental en las Centrales Obreras más grandes del país, la CGT y CTA que siguen dando cobertura y sostén político no solo al gobierno en su acuerdo con el FMI, sino también a las cámaras patronales en la idea que el acuerdo con el Fondo, posibilitaría mayor trabajo para los de abajo evitando el “infierno” del default.
Lo que queda en claro es que las mediaciones -aunque cada vez más debilitadas- aún funcionan, tanto en lo político como en lo gremial. Por supuesto, que no resulta tarea fácil para los conciliadores ya que la realidad -abrumadoramente de miseria- choca con la conciliación de clases; sobre todo, cuando el acuerdo con el Fondo implica llevar adelante un programa de ajuste.
Debemos avanzar
Ya nadie cree que el país haya comenzado un camino de recuperación al evitar el default por el acuerdo firmado con en FMI. Existe un gran desánimo en los diferentes sectores de los capitalistas, su proyección política y económica no pasa del día a día.
El futuro para la clase obrera, la juventud y la inmensa masa empobrecida se encuentra enajenado por las políticas de todos los sectores capitalistas y sus representantes políticos en el Parlamento. La democracia parlamentaria una vez más demostró su carácter de clase de aquellos y aquellas que ocupan una banca y que se encuentran de un lado y del otro de la mentada grieta, que no es más que el taparrabos de la colaboración entre las clases, entre el capital y el trabajo.
Se trata de poner en pie un plan de lucha hasta llegar a la huelga general política. Pero sabemos que esto es un camino que aún debemos forjar, sabemos que las condiciones materiales están dadas y en parte las condiciones subjetivas de importantes sectores de masas y del activismo combativo se encuentran prestos a la lucha, pero esto aún resulta insuficiente. Los caminos políticos y sindicales aún se encuentran obturados por la institucionalidad y la burocracia sindical pero el conteo del reloj de la agudización de la lucha de clases no se detiene y se acelera.
Tarde o temprano la cantidad se volverá calidad y las masas irrumpirán en la escena política con una fuerza decisiva. Las condiciones objetivas del capitalismo argentino, inserto en la crisis orgánica del capitalismo mundial, alimentan la crisis de poder a la que se enfrentan las distintas facciones capitalistas. En última instancia la rueda de la historia es mucho más poderosa que cualquier aparato de contención de la clase dominante. Estamos en una fase preparatoria pero no contamos aun con una organización marxista con autoridad de masas que pueda orientar la energía de las masas movilizadas y en lucha hacia la victoria, es decir el derrocamiento político de la burguesía.
Por lo tanto, en cada lugar de trabajo, en cada fábrica y oficina, en la escuela o en el barrio debemos poner como prioridad y bandera las necesidades más urgentes de la clase obrera y los trabajadores. Debemos explicar pacientemente que estas luchas deben estar ligadas a la necesidad de poner en pie nuestra herramienta, que exprese no solo nuestra identidad y necesidades como clase, sino que formule nuestros intereses históricos, construir nuestro Partido en la proyección de un Gobierno de Trabajadores resulta una tarea indisoluble.
¡Es hora de los de abajo! ¡El abajo que se mueve!
Las movilizaciones contra el FMI, la represión y la violencia
El 10 de marzo mientras legisladores del Frente de Todos y de Juntos con el Cambio se ponían de acuerdo para votar una declaración de guerra contra la clase trabajadora, al darle media sanción, al “entendimiento” con el Fondo Monetario Internacional (FMI) la respuesta popular no se hacia esperar, y poco a poco una multitud de compañeras y compañeros fue llenando toda la Plaza del Congreso y Avenida de Mayo hasta 9 de Julio, en la tercera gran movilización contra el Fondo impulsada por más de 300 organizaciones de izquierda.
Desde la Corriente Socialista participamos el 11 de diciembre, así como también el 8 de febrero en la gran jornada nacional contra el FMI y nuevamente este 10 de marzo poniendo en debate la necesidad de agitar e impulsar en los lugares de trabajo y estudio la preparación de una Huelga General que frene el ajuste en marcha y que ponga sobre la mesa la cuestión de quién manda. Si la clase capitalista a través de sus instituciones o la clase trabajadora a través de sus armas más efectivas, en la perspectiva de ligar esta lucha con un planteo de poder. Es decir que la clase trabajadora tome el poder y tenga un gobierno propio.
El programa del Gobierno en el marco de la crisis capitalista y el acuerdo con el Fondo representa llevar adelante, con el apoyo de la burocracia sindical, un programa de contrarreformas que solo puede ser derrotado con las armas de lucha de la clase trabajadora.
Esto se contrapone a la agitación de la dirigencia del FIT-U que hace eje en la actividad parlamentaria y la necesidad de lograr una acumulación gradual de diputados que permita enfrentar al FMI y a los partidos del régimen.
Represión Estatal
El jueves, alrededor de las 15:00 hs, cuando una multitud estaba reunida para mostrar el rechazo al acuerdo con el FMI, la Policía de la Ciudad arremetió por calle Yrigoyen y dispersó a gran parte de los manifestantes al ir acorralando a la gente hacia la calle Lima y continuando la represión hasta Alsina, perdiendo así la masividad que tenía la movilización e impidiendo que miles y miles de trabajadores que salían de sus lugares de trabajo en el Centro puedan incorporarse al repudio contra la estafa del acuerdo.
Esto se da en un contexto de escalada represiva por parte del Estado hacia quienes reclaman, se organizan y se movilizan. A comienzo de marzo las marchas de los desocupados en Jujuy fueron reprimidas por la policía del Gobernador Gerardo Morales y fuerzas nacionales dejando cantidad de heridos y detenidos. En Córdoba hubo graves ataques a la marcha contra el FMI llevada adelante por grupos de infiltrados policiales que atacaron distintos puntos de la movilización dejando compañeros heridos y hospitalizados. También tuvimos la represión contra las compañeras y compañeros que se movilizaron este 16 de febrero al Ministerio de Desarrollo Social en Buenos Aires bajo la consigna “Pan y trabajo, el Fondo al carajo”
Es claro que el ajuste y el ataque a las condiciones de vida no pasa sin represión, es por eso que estamos viviendo un aumento en la represión selectiva a las movilizaciones, cuyo corolario son las persecuciones judiciales y detenciones a militantes populares que participaron de las marchas contra el ajuste en curso y el FMI. Así los diferentes gobiernos, nacional y provinciales, buscan tapar la realidad que sufren millones de trabajadores y trabajadoras en todo el país.
Desde la Corriente marxista Internacional en Argentina exigimos el cese de la represión y la inmediata libertad para Oscar Santillán, Jaru Rodríguez Julián Lazarte y todos los militantes detenidos. Así mismo la situación impone la necesidad de discutir la puesta en pie de organismos de seguridad y autodefensa para proteger a todas y todos los compañeros que se movilizan.
La acusación por parte del Estado de que los compañeros detenidos en Plaza Congreso constituyen una asociación ilícita marca un gravísimo precedente de cara a las luchas que vienen. Y a esto se suman los allanamientos contra locales partidarios y más detenciones contra la militancia del MTR Histórico y otras organizaciones. Mientras se desata una “caza de brujas” contra los y las que se organizan para luchar contra el hambre y la entrega del país, los que aprobaron este pacto a espaldas del pueblo gozan de total impunidad junto a quienes fugaron millones y millones de dólares. Queda aquí de manifiesto el carácter de clase de esta democracia amañada a favor de los ricos.
¿Qué necesitamos?
Las y los marxistas debemos ligar la actividad parlamentaria con la necesidad de impulsar, coordinar y potenciar en las fábricas, los lugares de trabajo, los barrios, las universidades y las escuelas; organismos de auto organización que puedan constituirse como embriones de doble poder o sea el embrión del futuro poder de la clase trabajadora en oposición al Estado de los capitalistas siempre en la perspectiva de una nueva legalidad, el Socialismo. Debemos plantear de manera clara que solo derribando al capitalismo es posible materializar un programa de clase. La idea de que dentro de los márgenes del capitalismo y su Estado se pueden resolver las postraciones históricas de nuestra clase es una idea reaccionaria que desarma políticamente a las trabajadoras, trabajadores y la juventud. Si bien es claro que las luchas parciales por mejorar las condiciones de vida son absolutamente necesarias y vitales, también es cierto que, si estas se mantienen dentro del dominio del capital se perpetua la desigualdad, la explotación y las contrarreformas. Las trabajadoras y los trabajadores no tenemos como fin lograr mejores leyes votadas por diputados y diputadas de izquierda dentro de la democracia formal, ni necesitamos una asamblea constituyente que redacte una nueva carta magna. Lo que necesitamos es una izquierda revolucionaria que tenga claro que las luchas reivindicativas son el medio, mientras que la revolución social es el fin.
Violencia
Con una situación social cada vez más dura para los de abajo, y en la perspectiva de una profundización de la miseria llevada adelante por el cogobierno con el FMI, es sobre los hombros de los distintos gobiernos que recae la responsabilidad por los hechos de violencia que genera el ajuste que se está descargando sobre la clase obrera, el pueblo pobre y sus familias. La violencia anida en las relaciones de producción capitalista y son los capitalistas y sus representantes políticos los culpables de la misma.
Desde el punto de vista de los intereses generales de la clase trabajadora la violencia se legítima una vez que se traduce o materializa en las masas. En cambio, las acciones aisladas o no discutidas por el conjunto son métodos nocivos para el movimiento y no ayudan a impulsar hacia adelante la conciencia de clase. La tarea de hoy no es tirar piedras, sino impulsar y fortalecer la tendencia a la huelga, la movilización, el piquete, la ocupación de fábrica para apuntalar la toma de consciencia de los sectores más avanzados de la clase trabajadora para que ésta pueda cumplir con su tarea histórica de acabar con el capitalismo. Cae entonces la crítica en las direcciones que no plantearon las tareas correctas.
Las tareas del día son políticas, ideológicas, reivindicativas y organizativas con los sectores más avanzados del movimiento obrero y estudiantil. Es decir aquellos que se organizan en la perspectiva de dar la lucha política contra el ajuste.
Debemos sacar las mejores enseñanzas.
La pelea contra el ajuste llevado adelante por el Frente de Todos, con el apoyo critico de Juntos por el Cambio, tendrá varios jalones y gravitará de forma determinante en la etapa política por venir. La inestabilidad de la situación política se ira profundizando hasta llegar a un punto crítico donde las masas entraran en escena. Hay que explicar que las elecciones y las instituciones de los capitalistas no resuelven la miseria y el hambre. Es necesario presentar a la vanguardia y a las masas un programa anticapitalista que gire en torno a la revolución, y no un programa adecuado y adaptados a las presiones del Parlamento o de la Justicia burguesa al servicio de las patronales.
Pandemia, crisis económica y guerra avanzan entrelazadas como parte de la crisis histórica del capitalismo. Necesitamos construir bajo la sólida roca de la teoría marxista para vencer.