La crisis del capitalismo argentino, inserto en la crisis económica y sanitaria mundial que configuran una crisis orgánica, se viene profundizando mes a mes convirtiendo a la Argentina en un país invivible para la clase trabajadora.
Según Instituto Nacional de Estadística y Censos en los primeros 6 meses de este año el 50,5 por ciento de la población de el Gran Santa Fe está por debajo de la línea de pobreza. Concordia con el 56,1% y el Gran Resistencia con 51,9% muestran una realidad aún más dura.
En Neuquén, la provincia de Vaca Muerta, la pobreza golpea al 41,2% de la población en el aglomerado interurbano Neuquén-Plottier. En el Gran Córdoba, los índices subieron 5,9 puntos en relación al mismo período del año pasado empujando al 46,6% bajo la línea de pobreza.
En el Conurbano bonaerense, se ubicó en el 45,3 por ciento, por encima de la media nacional. Los números son aún más escandalosos en Santiago del Estero-La Banda donde la miseria golpea al 50,2% de la población.
En términos absolutos, cerca de 18,5 millones de argentinos viven con ingresos por debajo de la línea de pobreza y casi 5 millones con ingresos que los arrastran a la indigencia. La pobreza infantil llegó al 54,3% y castiga a 5,9 millones de menores de 14 años.
Los trabajadores y trabajadoras del INDEC denuncian que la llamada “canasta básica” está muy por encima de lo que señala el Gobierno. Según los cálculos de los propios trabajadores el salario mínimo debería superar los $112.000 para cubrir la canasta básica. Actualmente el salario mínimo es de ¡$32.000!
La desocupación en el segundo trimestre de este año fue en Santa Rosa del 13,3 %; en Gran Córdoba y Gran Tucumán del 12,4 %; Gran Rosario 11,8 %; Mar del Plata 11,6 % en partidos del Gran Buenos Aires del 10,5 %. Mientras que para la clase trabajadora ocupada el salario real cayó un 30% en los últimos 6 años.
Una jubilación mínima cubre un tercio de la canasta básica de alimentos. Esta jubilación es cobrada por el 70% jubilados y pensionados de ANSES.
Los alimentos y bebidas acumulan un 52,4% de aumento en los últimos 12 meses. La situación es dramática.
Mientras tanto en el polo opuesto…
Por el contrario, empresarios, banqueros y terratenientes utilizan los resortes del Estado, independientemente de quien gobierne, para mantener sus ganancias astronómicas y transferir el peso de la crisis sobre las espaldas de las trabajadoras y trabajadores.
Las desorbitantes ganancias de los monopolios que especulan y ganan con el hambre de nuestra clase son insultantes. El Grupo Arcor obtuvo ganancias en 2020 por $5.441 millones de pesos, Molinos Río de la Plata obtuvo una ganancia de $1.745 millones en 2020, Ledesma, registró una ganancia neta de $ 5.203 millones entre mayo de 2020 y mayo 2021. Los bancos privados en Argentina acumularon ganancias por $ 40.454 millones entre enero y junio, según el último Informe sobre Bancos del Banco Central. Mientras que los grandes pulpos cerealeros ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus tuvieron en 2020 ganancias netas combinadas en Argentina por US$4.500 millones según The Economist.
El ajuste de salario, la sobreexplotación, la especulación y la fuga de dólares pavimentan el camino del “éxito” empresarial en un país donde 9 de las 10 familias más ricas figuran en los Pandora Papers. Como vemos todos los estratos superiores de la sociedad capitalista están plagados de riquezas obscenas y secretos financieros.
Por su parte el Gobierno Nacional pago al Fondo Monetario Internacional (FMI) unos US$ 1.870 millones en septiembre y Martín Guzmán confirmó que se le pagarán otros US$ 1.892 millones en diciembre. Detrás de cada dólar que se paga hay un salario que no se ha cobra, una olla que no se llena.
Los movimientos sociales
Ante este escenario de subsistencia para los de abajo, cada vez cobran mayor fuerza los reclamos por trabajo genuino, asistencia alimentaria a comedores, la apertura universal de los programas sociales, por el aumento del salario mínimo o la falta de viviendas dignas. La imposibilidad de acceder al trabajo, la comida y la vivienda va colocando nuevamente a los movimientos de trabajadoras y trabajadores desocupados en el centro de la escena política.
Las primeras puebladas y los cortes de rutas en 1996 en Cutral Có y Plaza Huincul donde desocupadas y desocupados improvisaban fogatas para pasar las noches del invierno patagónico parieron al movimiento de los fogoneros que se fue extendiendo por Jujuy, Gral. Mosconi, Tartagal, Corrientes para luego llegar a Rosario y a la provincia de Buenos Aires con los cortes en Mar del Plata y en el conurbano bonaerense. El corte de ruta o “piquete” exigiendo trabajo y comida alumbraran una nueva modalidad de lucha y una forma de organizarse en los barrios que será decisiva en las rebeliones de 2001 y 2002.
Víctimas directas del ciclo capitalista abierto a sangre y fuego en 1976 por la dictadura, y que tuvo su continuación en el marco de la democracia formal burguesa con la experiencia alfonsinista y las privatizaciones menemistas, cientos de miles de desocupadas y desocupados fueron dando forma a un movimiento que irrumpía reciclando formas de lucha que formaban parte de la conciencia colectiva y el bagaje histórico del movimiento obrero argentino.
El movimiento piquetero fue nutriéndose de distintas experiencias que provenían de diversos sectores sociales explotados, desde obreros industriales desocupados con experiencia en la lucha sindical, a una masa empobrecida en los barrios sobre todo jóvenes y de amas de casa.
No caben dudas que el esfuerzo y la lucha en el día a día, la experiencia en cada corte de ruta, en cada movilización y piquete son una fuente de inspiración y valor para toda la militancia. Pero también es de vital importancia para todos los compañeros y compañeras que luchan por la transformación de la sociedad enfocar correctamente cuales son las tareas en relación al movimiento piquetero.
La irrupción de las piqueteras y piqueteros abrieron una serie de debates que atravesaron a la izquierda y que aun hoy continúan vigentes. Comenzaron a surgir teorizaciones al respecto de un nuevo “Sujeto obrero y revolucionario”.
“El gran horizonte para los piqueteros es convertirse en la vanguardia política de la clase obrera y de todos los explotados”; la “clase obrera es piquetera» solía leerse en Prensa Obrera del Partido Obrero.
Es cierto que este gran movimiento, del sector más oprimido y castigado de la clase trabajadora por las recurrentes crisis capitalistas, ha dado innumerables ejemplos de combatividad y sacrificio. Pero el marxismo sitúa a la clase obrera, a los trabajadores asalariados, como el sujeto revolucionario que debe liderar la revolución Socialista. Sus particulares condiciones de vida y trabajo, su papel en la sociedad y en la economía capitalista, generan en ella una mentalidad colectiva, una capacidad de lucha y de organización infinitamente superior a la de cualquier otra clase o capa oprimida de la sociedad.
Por sus especificas condiciones de vida y su función en el trabajo la clase obrera desarrolló históricamente unos métodos de lucha y organización propios, diferentes a los del resto de capas y clases oprimidas. Estos métodos de lucha son: la lucha de masas (huelgas, marchas, ocupaciones de fábricas, etc), la organización en partidos obreros y sindicatos, la insurrección y la creación de órganos de poder obrero (asambleas, comités, coordinadoras).
Por lo tanto, ninguna otra clase, ninguna otra capa social puede sustituir a la clase obrera ocupada en esta tarea. La clase obrera ocupada sigue siendo la columna vertebral sobre la que descansa la estructura económica capitalista, y sigue monopolizando la capacidad para que todo el sistema productivo, de transporte y de administración de la sociedad funcione (o no) cada día. Es este papel en el andamiaje productivo el que convierte a las obreras y obreros en los sujetos políticos con capacidad real para asestar un golpe mortal al capitalismo.
Entonces la tarea de los revolucionarios y las revolucionarias pasa precisamente por impulsar la unión y coordinación entre el movimiento piquetero y el movimiento obrero. Ya que enlazar a los comités de fábrica, las organizaciones de primer y segundo grado, como las juntas internas y los cuerpos de delegados con el movimiento piquetero es vital para el éxito del proceso revolucionario argentino. Algo que por cierto tiene muy presente la burocracia sindical enquistada en la CGT que históricamente se niega a incorporar a las filas del movimiento obrero a los movimientos de trabajadores y trabajadoras desocupadas, argumentando que: «La CGT integra sindicatos a trabajadores que tienen recibo de sueldo». Esta conducta injustificable de los jefes sindicales cegetistas se fundamenta además en que si se incorporaran a los movimientos sociales, los mismos jugarían como un elemento dinámico y de presión, no solo hacia la dirección de las Centrales Obreras sino y principalmente a las bases de los gremios que componen la CGT y CTA, ya que las demandas más apremiantes empujarían a una dinámica diferente en los sindicatos, limitando además las maniobras burocráticas de la burocracia.
La incorporación de los movimientos sociales y fundamentalmente de sus elementos más conscientes, sirve para su preservación del proceso de descomposición capitalista.
La CTA tuvo un intento de agrupar a los movimientos sociales, pero se topa con sus propias limitaciones en tanto quedó afuera de la Central más poderosa del país, la CGT y no fue capaz de desarrollar una política hacia sus bases ayudando al desarrollo de corrientes antiburocráticas en el seno de los gremios de la CGT.
Los recientes anuncios de la posible incorporación de la UTEP a la CGT es un camino en que el Estado y sus gobiernos intentan institucionalizar a un movimiento que reclama sobre todo trabajo. No se trata, para los revolucionarios, de una incorporación para domesticar o asimilar el movimiento al Estado capitalista, como fue el proceso de los sindicatos en la década del ‘40, sino que fundamentalmente se trata de unificarse por la base con un programa y objetivos claros que ayuden a dar pasos firmes en la derrota del régimen y sus partidos políticos. Es por esto que esta unidad debe ser apuntalada desde abajo, en las calles, en asambleas y plenarios conjuntos.
¡Por la unidad de ocupados y desocupados por el Socialismo!
La clase obrera ocupada tiene la obligación de atraer a una lucha común a sus hermanos y hermanas de clase desocupados. Pero no es la unidad en abstracto lo que necesitamos. Es la unidad en torno a un programa revolucionario que plantee que sólo arrancando a la burguesía las palancas fundamentales de la economía para ponerlas bajo control de las trabajadoras y trabajadores en el marco de una democracia directa es posible resolver nuestras postraciones históricas.
El colosal potencial de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica que el capitalismo despilfarra y utiliza para enriquecer a una minoría y empobrecernos a la mayoría debe ser puesto al servicio de la única clase social que produce riqueza: La clase trabajadora. Esto solo puede lograrse enlazando las luchas inmediatas por pan, salud y trabajo con la necesidad de derribar el capitalismo y avanzar hacia una sociedad igualitaria, el Socialismo.
Para el empresariado cualquier tipo de crecimiento o recuperación de la economía, solo puede darse avanzando contra conquistas históricas de nuestra clase. Es decir, eliminando indemnizaciones, imponiendo una mayor carga laboral, aumentando la precarización y limitando o eliminando los convenios colectivos de trabajo. Nos encontramos en un contexto de crisis orgánica que agudiza la lucha de clases no solo en nuestro país, sino en el mundo entero. Ante este escenario de agravamiento de las condiciones de vida, las movilizaciones de los movimientos sociales serán cada vez mas masivas y frecuentes, como estamos viendo en el ultimo periodo. Y esto a su vez implicara ataques cada vez mas violentos hacia el movimiento por parte del Estado que representa los intereses de los capitalistas y que intenta contener la protesta social que el mismo sistema capitalista profundiza, como se vio con la represión policial con un saldo de 70 heridos por balas de goma, una compañera que perdió un ojo y tres detenidos del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR), el 28 de octubre en el Ministerio de Desarrollo Social en la Ciudad de Buenos Aires.
Ponemos sobre los hombros de los distintos gobiernos la responsabilidad por los hechos de violencia que genera el hambre. A su vez reivindicamos los métodos de lucha que ayudan a forjar la conciencia de clase y socialista y que parten de tradiciones acumuladas (la huelga, la movilización, el piquete, la ocupación de fabrica etc.) y repudiamos aquellos métodos nocivos para el movimiento como acciones aisladas o no discutidas por el conjunto que incluso pueden poner en riesgo la integridad física de los compañeros y compañeras. Un ejemplo de esto son las acciones de algunos compañeros que ingresaron en el Ministerio de Desarrollo y golpearon a funcionarios y trabajadores del lugar. Entendemos la bronca acumulada de años de degradación y postergación, pero estas acciones no nos hacen avanzar absolutamente nada y son las que luego, el propio Estado y sus comunicadores toman para profundizar la política de criminalización de los movimientos sociales de conjunto, desacreditando la lucha y las banderas que se reclaman.
Es también una tarea de primer orden forjar un modelo organizativo proletario, donde las finanzas estén bajo el control de la base y donde exista una plena participación de todas y todos sus miembros en los debates y en la toma de decisiones para evitar la excrecencia parasitaria del clientelismo y garantizar un régimen de democracia interna.
El trabajo revolucionario de las y los marxistas en el seno de los sindicatos tiene la misma importancia que en las organizaciones de desocupados. Muchas organizaciones piqueteras han sido cooptadas y asimiladas por el Estado capitalista, pero existen también sectores que luchan con independencia política y deben ser ganados al programa del marxismo revolucionario.
Necesitamos una izquierda que llame a potenciar en las fábricas, los lugares de trabajo, los barrios, las universidades, las escuelas y en todas las luchas de los movimientos sociales, organismos de autoorganización que concentren todo el poder en sus manos, para aplastar la resistencia de los banqueros y los capitalistas y poner fin a esta sociedad de pobreza, hambre y miseria para muchos y ganancias siderales para pocos.
En el marco de esta campaña electoral vamos por un Congreso Obrero de ocupados/as y desocupados/as, un Congreso Obrero y Piquetero, que se convierta en el referente político revolucionario que necesita la clase trabajadora argentina hacia un partido y un gobierno propio.