A mediados de enero, Israel recientemente declaró un alto el fuego unilateral que, teóricamente, ponía fin a una de sus incursiones militares más sangrientas sobre la Franja de Gaza. Cuando se remueven los escombros queda en evidencia la escala de la devastación: han muerto más de 1.300 palestinos, se calcula que el número de heridos asciende a 5.000. La mayor parte de la infraestructura está en ruinas, incluidas centrales eléctricas, suministro de agua y sistemas de alcantarillado, casas, mezquitas e incluso escuelas han quedado reducidas a cenizas.
Según la ONU, el coste de la reconstrucción de Gaza podría ascender a miles de millones de dólares. Según publicaba BBC News, citando el informe que ha hecho la ONU, decenas de miles han perdido su hogar, 1.500 fábricas y talleres, diez depuradoras de agua y 31 instalaciones de seguridad están seriamente dañadas, según el Palestinian Central Bureau of Statistics, la cuantía económica de los daños podría ascender a 1.900 millones de euros.
La víctima más evidentes de esta guerra es la población de Gaza, cuyo terrible sufrimiento es difícil de imaginar. Aunque sería un insulto al pueblo de Gaza establecer una equivalencia entre su nivel de sufrimiento y el de la población de Sderot, la situación para los residentes de las ciudades fronterizas de Israel no se debe ignorar. Para ellos también la situación es muy desagradable, tres han muerto y sus vidas están azotadas por la amenaza constante del lanzamiento de cohetes.
¿Pero qué sucede con Hamás y la clase dominante israelí? ¿En qué situación quedan los intereses del imperialismo norteamericano?
Derrota de Hamás
A pesar de las proclamaciones oficiales de una "victoria popular", Hamás ha quedado seriamente debilitada. Aunque Israel no ha conseguido destruirla totalmente, muchos de sus mejores cuadros han muerto, incluidos miembros de la llamada "Unidad Irán", formada por unos cien guerrilleros entrenados por la Guardia Revolucionaria Iraní (Haaretz. 19/1/09). En marcado contraste, Israel no sufrió un daño militar real, ha perdido sólo diez soldados.
Incluso el fracaso de Israel al no recuperar a Gilad Shalit, el soldado israelí capturado, tiene una importancia secundaria, no tardarán mucho en negociar su liberación. Mientras el bombardeo israelí estaba en su fase más cruel, Hamás llevaba a cabo negociaciones secretas con Israel (con mediación egipcia) y cuando Israel declaró el alto el fuego unilateral, Hamás no tardó mucho tiempo en declarar el suyo.
A pesar de la absurda pretensión de victoria por parte de Hamás, esta derrota deja a sus dirigentes en una situación delicada donde se verán obligados a aceptar un acuerdo en los términos dictados en su mayor parte por Israel. Resulta ilustrativo que apenas nadie asistiera al desfile de victoria organizado por Hamás en la ciudad de Gaza: "Cuando Hamás convocó un mitin para celebrar lo que denomina victoria histórica sobre los israelíes, los ciudadanos de Gaza se quedaron en casa. En el pasado, Hamás podía reunir con facilidad a decenas de miles en las calles, en esta ocasión sólo los partidarios de la organización miran la devastación y creen que esto se puede calificar de victoria" (BBC News, 21/01/09). En realidad, el acuerdo negociado entre Hamás y Egipto equivale a una rendición por parte de esta organización. Como escribían en el periódico israelí Haaretz, Amos Harel y Avi Issacharoff:
"La propuesta egipcia en su mayoría es mala para Hamás. No supone para la organización ningún logro político ante la población palestina que justifique la sangre derramada, incluso impone el regreso de la Autoridad Palestina a Gaza, en forma de renovada presencia en el cruce de Rafah (como condición para su reapertura).
"Una vez alcanzado el alto el fuego, las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) se retirarán de las posiciones capturadas en Gaza y sólo entonces ambas partes comenzarán a discutir la apertura de los pasos fronterizos y el levantamiento del bloqueo, que era la razón por la que Hamás se embarcó en la guerra. Lo más que ofrece El Cairo es un programa para la apertura de los puntos fronterizos e incluso eso depende de las negociaciones, ya que comenzarán después de alcanzarse el alto el fuego, y es difícil saber cómo y cuándo terminarán" (Haaretz, 15/01/09).
Hamás está preparada para aceptar que sus puestos fronterizos estén bajo el control de la Autoridad Palestina, y ésta ya ha demostrado muchas veces estar preparada para hacer el trabajo sucio de Israel vigilando a las masas palestinas, incluso para las potencias extranjeras. Según un artículo aparecido en al-Sharq al-Awsetv (citado por Haaretz, 18/01/09), Hamás aceptará que los puestos fronterizos sean vigilados por "observadores internacionales". Israel insistirá en el objetivo de impedir la entrada de armas a Gaza, y Hamás ahora no está en situación de oponerse a ello.
Así que, en lugar de la autodeterminación Hamás se prepara para ser regulada y, en la práctica, desarmada por el ocupante y sus títeres. ¿Por qué? Porque quieren que los imperialistas les vean como "responsables". Sus ataques sobre Sderot y otras ciudades pretenden incrementar su poder de negociación, aunque la realidad es que apenas dañan al Estado israelí.
Un movimiento como Hamás, férreamente controlado desde arriba, que sofoca cualquier disidencia (no olvidemos que una de las primeras acciones de Hamás al tomar el control de Gaza fue atacar los locales de la Federación Sindical Palestina), aleja cualquier apoyo potencial que pudiese tener entre los pobres y oprimidos de Israel, es totalmente incapaz de construir el tipo de movimiento de masas necesario capaz de representar una amenaza para el imperialismo y sus títeres locales.
Como sucedió antes con la OLP, Hamás probablemente llegue a algún tipo de coexistencia con el ocupante a cambio de un grado limitado de autonomía. Este hecho desvelará las contradicciones internas que existen dentro del movimiento. Como ocurrió cuando la OLP negociaba los Acuerdos de Oslo con Israel, la línea más dura, el Tanzim (movimiento aglutinado alrededor del encarcelado Marwan Barghouti) se escindió; también en Hamás aparecerán fracciones que se opondrán a esta traición y se escindirán (ya ha comenzado este proceso con una fracción disidente de Hamás que puso una bomba cerca de la frontera de Gaza asesinando a un soldado israelí).
No obstante, tampoco estas fracciones ofrecerán una alternativa real, por ejemplo, Barghouti ha repetido constantemente su disposición a negociar con Israel. Hamás y la OLP no colaboran con Israel porque obedezca a una especie de plan elaborado o conspiración, lo hacen porque la lógica de sus movimientos, cada vez más, les impide movilizar una base de masas, y el fracaso de su "lucha armada" (es decir, ataques contra civiles) fortalece el poder israelí y no les deja otra opción sino claudicar con la esperanza de recibir a cambio algunas migajas.
Una victoria pírrica para Israel
Al principio, esta guerra parecía que sería una victoria aplastante para Israel. Después de pulverizar Gaza y masacrar a sus habitantes, Israel ha debilitado seriamente a Hamás como fuerza y, como decimos, probablemente sea más maleable a la hora de sentarse en una mesa de negociación. Sin embargo, a pesar de toda su bravata militar no han conseguido detener los lanzamientos de cohetes contra el sur de Israel: el primer cohete lanzado desde el "alto el fuego" fue disparado el miércoles por la noche desde el campo de refugiados de el-Bureij y cayó sobre Kibbutz Re'im, en la región Eshkol del sur de Israel (Al Jazeera, 29/01/09). En realidad, Israel está actuando desde una posición de debilidad, no de fuerza. Para empezar, basta con ver cómo Israel retrasó el lanzamiento de su ofensiva terrestre hasta que ya estaba relativamente avanzada la Operación Plomo Fundido, lo que indicaba temor a otra derrota, como la infligida por Hezbolá en 2006.
Más importante aún, Israel ya no podrá tener el apoyo incondicional de EEUU para sus acciones más bárbaras ni tampoco podrá mantener su terquedad en la negociación. Aunque, por supuesto, no tenemos ilusiones en que Barak Obama represente una ruptura con los intereses del capitalismo norteamericano, sí representa a un ala distinta de la clase dominante estadounidense y de George Bush, un sector más consciente del disminuido poder de EEUU y la necesidad de negociar con sus antiguos enemigos.
Si los objetivos regionales de EEUU al invadir Iraq eran establecer una base desde la cual vigilar la rica región petrolera, la realidad es que Iraq cada vez está más bajo la influencia de Siria e Irán. EEUU necesitará negociar con ambos países para garantizar sus intereses políticos y económicos en Oriente Medio. Cualquier acuerdo tendrá que incluir por lo menos algo que en apariencia signifique un avance para la cuestión palestina. El presidente iraní Ahmadinejad, en particular, destina mucha de su retórica hacia Palestina (con frecuencia recurriendo al más crudo antisemitismo). Frente a unos inmensos problemas económicos y el creciente aumento de la combatividad de la clase obrera en casa, él no se puede permitir ser visto como un blando con relación a EEUU e Israel.
Por lo tanto, los intereses de EEUU pasan porque Israel llegue a algún tipo de compromiso. Sin embargo, los intereses de las clases dominantes norteamericana e israelí no siempre son idénticos. Como marxistas rechazamos la caracterización general de Israel como un país que simplemente está bajo el control de EEUU. La relación es dialéctica: EEUU tiene una considerable influencia con Israel porque éste recibe una cuantiosa financiación de EEUU (más de 3.000 millones de dólares al año), pero Israel también puede negociar duro con EEUU ya que es su único aliado fiable en la región. EEUU no puede permitirse provocar demasiado a Israel. Sin embargo, EEUU aún puede utilizar su enorme ayuda económica para eludir compromisos incómodos de Israel.
Dejando a un lado las maquinaciones de los imperialistas y sus lacayos, el ataque de Israel ha provocado una repulsa generalizada en todo el mundo. En la misma Gaza, el odio y el resentimiento sembrado no desaparecerán fácilmente. La naturaleza aborrece el vacío, si Hamás se desacredita ante los ojos de las masas palestinas, algo ocupará su lugar y ese algo podría ser mucho más peligroso para Israel.
Las lecciones de la primera Intifada
La primera Intifada, o insurrección, comenzó en 1987, en el campo de refugiados de Jabalia en Gaza. La insurrección fue espontánea, al principio sin la intervención de la OLP, que aún estaba en el exilio en Túnez. Rápidamente, se crearon y eligieron comités locales de defensa para organizar la resistencia (a propósito, Hamás se opuso a estos comités). Los comités organizaron la asistencia médica, la ayuda alimenticia y redes independientes de escuelas clandestinas.
Desgraciadamente, los palestinos en su mayor parte estaban desarmados y más de mil murieron en la carnicería provocada por las represalias israelíes. Aún así, la Intifada continuó creciendo, con su táctica de desobediencia civil y huelgas generales que provocaron al Estado israelí más problemas que los que pueden ocasionar los ataques con cohetes de Hamás. Muy pocos israelíes fueron objetivo de la primera Intifada y eso tuvo un efecto profundo en la conciencia de las masas israelíes, quienes por primera vez reconocieron a los palestinos como pueblo con aspiraciones nacionales propias.
Finalmente, después de seis años, Israel tuvo que hacer algunas concesiones. La clase dominante israelí sobornó a la OLP, que regresó a Palestina y tomó el control del movimiento. Pero las lecciones de esta heroica insurrección deben ser aprendidas: sólo con huelgas y desobediencia civil de masas, movilizando a las masas palestinas, la clase dominante israelí puede ser amenazada. Los millones de palestinos que viven en Israel ("árabes-israelíes"), con frecuencia en los trabajos peor pagados, fácilmente podrían ser movilizados con estos métodos y eso tendría un efecto profundo en la economía israelí.
La clase obrera israelí
Tampoco debemos olvidar a la clase obrera de Israel. Los trabajadores y pobres israelíes no ganan nada con la opresión israelí de los palestinos. En cambio, sus libertades civiles son erosionadas en nombre de la seguridad y el inmenso presupuesto militar tiene como consecuencia recortes del gasto público y extensión de la pobreza. El ayuntamiento de Tel Aviv da licencias a los promotores inmobiliarios demoliendo los barrios pobres para construir gigantescos rascacielos. La clase obrera israelí debería ser el aliado natural de las masas palestinas. Pero durante años, la clase dominante ha conseguido manipular hábilmente la "amenaza de la seguridad" (por supuesto, ayudada por los atentados terroristas contra civiles israelíes) para crear un estado de miedo permanente, que lleva a los trabajadores israelíes a apoyar a su estado frente a la "amenaza externa".
Sin embargo, esta situación no puede durar eternamente. La incapacidad de la clase dominante israelí para resolver las necesidades más básicas de los trabajadores israelíes crea enormes contradicciones que finalmente saldrán a la superficie. Recientemente, el Partido Comunista de Israel, a pesar de la asociación del estalinismo con el antisemitismo, ha tenido algo de crecimiento. También tuvo un éxito en las elecciones municipales de Tel Aviv, por primera vez en la historia los candidatos importantes se dividían en líneas de clase. Por un lado, el candidato de la burguesía, Ron Huldai, y por otro Dov Hanin, líder del Partido Comunista que se presentó como candidato del Ir Le'Kulano (Ciudad para Todos). Hanin recibió un 35% por ciento de los votos, todo un éxito para el Partido Comunista, un partido que hasta hace poco tenía su mayor influencia entre los ciudadanos árabes-israelíes, y también un logro teniendo en cuenta que la izquierda se presentaba dividida, a diferencia de la derecha. El PCI también ha jugado un papel principal en la movilización del movimiento contra la guerra (aunque aún sea pequeño) en Tel Aviv. A pesar de su reformismo, el PCI es la única fuerza auténticamente de izquierdas en Israel, con el potencial tanto de oponerse a la ocupación como para mejorar las vidas de los trabajadores y pobres de Israel y Palestina.
¿Se puede resolver el problema?
Sobre la base del capitalismo esta cuestión es irresoluble. Israel nunca permitirá un estado palestino genuinamente independiente, que le prive de un territorio y recursos valiosos, que le pueda desafiar económicamente. Lo mejor que Israel puede ofrecer es una serie de estados "batustán" desconectados, que actuarían como fuentes de mano de obra barata para el capitalismo israelí y mercados para sus productos.
La única solución es la eliminación del capitalismo. Por esa razón, es necesaria la colaboración revolucionaria de las masas israelíes y palestinas. Los acontecimientos en Egipto, donde la clase obrera cada vez es más y más combativa, son cruciales. Sólo una federación socialista de Oriente Medio, donde todos los pueblos puedan vivir con libertad, dignidad y autodeterminación, puede resolver los problemas del sufrimientos de las masas de Palestina e Israel.
Source: El Militante