El pasado jueves 7 de mayo murió a causa del coronavirus el expolicía Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño. Acusado de numerosas torturas, se trataba de una de esas reminiscencias del franquismo que todavía perviven hoy, hasta que se encontró con el virus que todos sufrimos en mayor o menor medida. La monstruosidad de sus actos no le convirtió en inmortal, pero la “democracia” sí le salvó de sus acusaciones de forma cómplice.
González Pacheco ingresó en el Cuerpo General de Policía como subinspector en 1971 y después fue destinado a la Brigada de Investigación Social, que era conocida como Brigada Político-Social, la cual se encargaba de investigar y reprimir cualquier movimiento opositor, especialmente a comunistas, socialistas, estudiantes, etc. Fue entonces cuando empezó a ser conocido entre el resto de policías y sus detenidos por sus métodos de tortura.
La abogada y escritora Lidia Falcón relataba al diario Público algunas de esas torturas, como cuando este torturador la golpeaba en el estómago gritándole “Ya no parirás más, puta”. Falcón había sido detenida en relación al atentado de ETA en la cafetería Rolando de Madrid, la cual solía estar frecuentada por policías de la Brigada Político Social. No tenían pruebas contra ella ni contra su hija o su compañero, que también fueron detenidos. De hecho, ni uno de los 21 acusados por aquel atentado fue juzgado, quedando impune. Pero eso no importaba para Billy el Niño ni para el franquismo. Cualquier oportunidad era buena para reprimir a las voces disidentes.
De hecho, aunque haya destacado especialmente este personaje, no había solo un “Billy el Niño” entre la policía española. Se calcula que España contaba con 22.000 policías de la Brigada Político Social en el año 1968. En las mismas dependencias donde Lidia fue torturada, la Dirección General de Seguridad (hoy sede del Gobierno de Madrid) Julián Grimau fue lanzado desde el primer piso por sus torturadores. El que fue dirigente del PCE sería después condenado por un consejo de ministros, con Fraga entre ellos, y después ejecutado. Estas dependencias, donde González Pacheco y los suyos destrozaban vidas, sería conocida como “la casa del terror”.
Las torturas, ejecuciones, detenciones arbitrarias y extrajudiciales, trabajos forzados, etc., fueron la orden del día durante el franquismo. Según Carlos Hernández, autor del libro Los campos de concentración de Franco, habrían pasado más de 700.000 prisioneros por estos campos, formando los llamados “batallones de trabajadores” que en realidad eran batallones de esclavos. Hernández destacaba en El Español el campo de concentración de San Marcos en León, donde se asesinó entre 1500 y 3000 personas. Pero no era el único de estos centros, la cifra llegaba a más de 300. De hecho, su conclusión es que “solo hubo un campo de concentración y se llamaba España. No hubo un genocidio judío o gitano, pero sí hubo un verdadero holocausto ideológico, una solución final contra quienes pensaban de forma diferente”. Además, según el último mapa elaborado por la dirección de Memoria Histórica habría más 2.500 fosas comunes por todo España, la mayoría sin exhumar.
Entre tanta represión, asesinatos y torturas, González Pacheco quería hacerse un nombre, quería pasar a la historia como el policía más brutal y sanguinario. Chato Galante, una de sus víctimas, relataba a Público cómo el torturador le abrió la cabeza con la culata de su pistola y le dijo “Ala, ya puedes decir que Billy el Niño te ha abierto la cabeza”. Él y sus secuaces dejaban a sus víctimas sin comer, beber ni dormir durante días. A Lidia Falcón por ejemplo le insinuaban que violarían a su hija mientras la colgaban de las esposas en la pared y la golpeaban sin parar en el abdomen, estómago e hígado. Cuando perdía el conocimiento la desataban, la tiraban en el suelo y la despertaban con cubos de agua fría. Acabó con los tendones de los brazos rotos, y rasgados la matriz y los músculos del abdomen. Palizas, golpes en los genitales, falsas ejecuciones simulando disparar una pistola cargada, y todas las torturas posibles que uno se pueda imaginar. Este monstruo estuvo solo once años en la policía, pero hay cientos y cientos de testimonios de sus víctimas. Para más inri, fue ascendido varias veces dentro del Cuerpo y recibió 4 medallas distintas que le han permitido cobrar un 50% más de pensión hasta su muerte.
La Transición no supuso ningún problema para Billy el Niño. No hubo depuración de la policía, ni del ejército ni de los jueces. Franco dejó todo “atado y bien atado”. El ex alto cargo franquista y exministro Rodolfo Martín Villa (otro personaje, condecoró a Billy el Niño) preparó en esos años la destrucción de millones de expedientes, pruebas y contratos fraudulentos, currículums de empresarios y de miembros del Movimiento y también cualquier constancia de estos crímenes, como relataba eldiario.es. Cuando las víctimas han intentado recabar información oficial al respecto se han encontrado con que los archivos habían sido eliminados. Esa Transición solo fue un lavado de cara que no cambió nada, además de provocar cerca de 200 muertos por acciones del Estado y sus perros de la extrema derecha. Las cloacas del Estado siguieron igual de sucias y podridas.
Por ello, al llegar la “democracia”, el Estado siguió protegiendo a Billy el Niño. El abogado Jacinto Lara comentaba a Público que en los últimos años se han presentado hasta 18 querellas en los juzgados españoles con testimonios muy documentados de las torturas que recibían los militantes antifranquistas en la Dirección General de Seguridad, y todas ellas han sido inadmitidas o rechazadas. Él mismo decía que “no hay ningún tipo de voluntad para dar una respuesta adecuada a los crímenes que este señor cometió".
Por poner un ejemplo, en 2014 González Pacheco acudía a la Audiencia Nacional para declarar ante la solicitud de extradición de la Justicia de Argentina por un delito de torturas y crímenes contra la humanidad. Es la única causa en el mundo que investiga los crímenes del franquismo y encima sucede al otro lado del Atlántico. Esta causa, que sigue abierta, investiga también otros crímenes como por ejemplo los sucesos del 3 de Marzo del 76 en Vitoria, donde murieron 5 trabajadores y fueron heridos cientos más.
Resulta que cuando a González Pacheco le tocaba ir a declarar por el tema de su extradición, los magistrados de la Sala habían prohibido tomar imágenes del rostro del torturador, además de permitirle entrar antes a la Sala para evitar esa posibilidad. No se le pudo grabar ni se le vio por los pasillos, y a la salida del edificio se le vio con un casco de moto. La Audiencia Nacional rechazó la petición de extradición 20 días después, fallando que los delitos que se atribuían a González Pacheco habían prescrito y que no constituían crímenes contra la humanidad porque no suponían "un ataque sistemático y organizado a un grupo de población". Para la Audiencia Nacional un torturador sistemático de antifranquistas es una minucia, pero una pelea de bar en Altsasu es terrorismo. Además, las denuncias por torturas en detenciones policiales han seguido en democracia. Billy el Niño estará muerto, pero el hedor de aquellos días de represión nos sigue persiguiendo.
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