Nuevo documento de la Corriente Socialista El Militante sobre Perspectivas para Argentina (en 5 partes: 1.-El contexto internacional 2.- La situación económica 3.- El Movimiento obrero 4.- Situación política y perspectivas para el gobierno de Cristina Kirchner y 5.- La izquierda y la construcción de un partido revolucionario). En él trataremos de ofrecer un análisis marxista de la realidad nacional y de las perspectivas a corto, medio y largo plazo para la lucha de clases en nuestro país.
En la primera parte trataremos la situación internacional, ya que es imposible comprender la situación nacional sin enmarcarlo en un contexto más amplio. En este apartado nos centraremos especialmente en la situación de la economía capitalista y en los procesos revolucionarios que sacuden América Latina.
El contexto internacional (1ª Parte)
Existe una enorme inestabilidad a nivel mundial en todos los aspectos: en la economía, en las relaciones internacionales, en la política, y en las relaciones entre las clases. Guerras, terrorismo, enfermedades y calamidades naturales como resultado de la depredación extrema de los recursos naturales y de la contaminación del planeta, etc. son lo mejor que el capitalismo, en la primera década del siglo XXI, puede ofrecer a la humanidad.
La idea de que "algo va mal" en la sociedad está sacudiendo la conciencia de millones de personas en todo el mundo, entre las masas oprimidas y entre los sectores honestos de la intelectualidad. Este malestar social ha tomado cuerpo y carne en las enormes movilizaciones de masas que hemos presenciado en una gran cantidad de países y continentes. Lo vimos en las primeras revueltas "anti-globalización" de la juventud en los EEUU y Europa, en las decenas de millones de personas que salieron a las calles de todo el mundo para protestar contra la intervención imperialista en Iraq, en las huelgas generales y las protestas obreras masivas en Europa contra la liquidación de las viejas conquistas del "Estado del Bienestar", en la movilización extraordinaria de millones de trabajadores inmigrantes indocumentados en los EEUU el año pasado, y en el fermento revolucionario que sacude América Latina desde el comienzo de este siglo.
Si alguno de estos acontecimientos hubiera tenido lugar en un país aislado o en dos, habría podido justificarse por motivos locales, pero cuando vemos repetirse el mismo fenómeno en gran cantidad de países y continentes al mismo tiempo, tenemos que hablar de una tendencia general que marca el ingreso a una etapa tormentosa de la lucha de clases a nivel mundial, como expresión de la crisis orgánica del sistema capitalista en su fase de declive senil.
LA ECONOMÍA MUNDIAL Y LOS PAÍSES CAPITALISTAS DESARROLLADOS
Lenin explicaba que la política es economía concentrada. Hay una inestabilidad general que se transmite regularmente al mercado de valores de todos los países (las Bolsas), como hemos comprobado con el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos a comienzos de agosto. Este estallido ya fue anticipado en nuestros análisis de los últimos años. Y puede empujar a la economía de EEUU a una recesión severa el año que viene, con efectos demoledores en todo el mundo.
La crisis inmobiliaria
Para conjurar el peligro de la recesión, en el mes de agosto los Bancos Centrales de Europa, EEUU, Japón, Canadá y Australia inyectaron cerca de 500.000 millones de dólares en el sistema financiero para evitar la quiebra de bancos privados y otras entidades de crédito ante el impago de los créditos hipotecarios. Simultáneamente, las bolsas de todo el mundo se desplomaron durante semanas. Se estima que el valor de las acciones de las compañías en las bolsas mundiales se redujo en cerca de 200.000 millones de dólares. De esta manera el sistema capitalista consume las grasas acumuladas en los años de boom.
El aspecto central a señalar es que aquellos factores que tuvieron un efecto en prolongar el boom no han resuelto las contradicciones básicas del capitalismo. Y ahora se han convertido en su contrario. En EEUU y Europa los tipos de interés descendieron a los niveles más bajos en décadas, lo que estimuló una borrachera de préstamos de todo tipo y engordó una especulación gigantesca con el boom inmobiliario. Pero desde hace dos años hasta la fecha los tipos de interés comenzaron a subir, lo que elevó el costo de los créditos, redujo el consumo de las familias e incrementó el número de créditos impagos. Esto llevó a la quiebra de multitud de entidades financieras, y fue lo que desencadenó el estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU a comienzos de agosto. Ahora los bancos reducirán sus préstamos lo que afectará negativamente a la inversión de las empresas y reducirá la actividad económica, el consumo y el empleo.
Entre los economistas reinan el pesimismo y la confusión. Están hablando simultáneamente sobre el peligro de deflación (hundimiento de los precios y de las ganancias e inversiones empresariales), y sobre el peligro de inflación (suba de precios que incrementa los costos de producción, se come los beneficios y reduce el poder adquisitivo de las masas).
Aunque una recesión en EEUU es inevitable, no puede fijarse un plazo exacto. Lo importante es señalar las tendencias generales del proceso. Lo que es cierto es que la economía norteamericana venía frenando su crecimiento. En el primer trimestre, el PBI de EEUU sólo creció un miserable 0,6%. Y el estallido de la burbuja inmobiliaria podría provocar el empujón que falta para precipitarla a la crisis.
La baja de medio punto en los tipos de interés en EEUU, del 5,75% al 5,25%, decretada en septiembre por la Reserva Federal, refleja el pánico de la clase dominante norteamericana a la crisis y sus consecuencias. Esto puede tener el efecto de prolongar la agonía un tiempo más, pero al costo de de provocar un colapso mayor y más profundo cuando se desate la crisis. A corto plazo, estimulará las tendencias inflacionistas en la economía, ya presentes, por el aumento del consumo en un contexto donde la producción de mercancías y las inversiones están estancadas. Y cuando llegue la crisis propiciará un desplome mayor del consumo al incrementarse la base de endeudamiento de la sociedad.
¿Puede China evitar la recesión?
En los últimos 20 años no hubo crisis severas en la economía mundial (fueron más bien suaves), debido al auge económico prolongado que experimentaron el sudeste asiático y China, quienes actuaron como un mercado importante para las mercancías de las potencias imperialistas y de otros países. Pero esta vez no va a ser el caso. En la economía, el pasado no es una guía para el futuro. Ahora China se ha convertido en una potencia industrial, y no sólo recibe mercancías sino que, en mayor medida, está inundando con sus mercancías baratas el mercado mundial.
La economía capitalista también se benefició en la última década de la incorporación de China, India, Rusia y Europa del Este al engranaje del mercado mundial, con la incorporación de una masa enorme de asalariados para la producción de mercancías. Esto tuvo el efecto de presionar a la baja los salarios en todas partes. Este estancamiento en los salarios a nivel mundial, se vio compensado hasta ahora con una baja inflación. Pero eso está cambiando debido al incremento de los precios de los alimentos, las materias primas y el petróleo, por las demandas de China e India y la producción de biocombustibles. Esto atizará la lucha de clases en un país tras otro.
EEUU sigue siendo la principal economía mundial, pese a que su industria está en declive. Alemania y China superaron a los EEUU como los principales países exportadores del mundo. China produce más autos que EEUU, y Toyota superó a General Motors como principal fabricante de autos en el mundo. Más importante aún, China está creciendo tres veces más rápido que los EEUU.
Estos datos han conducido a muchos economistas a predecir que los EEUU serán superados por China como potencia económica. Pero tales predicciones carecen de una base científica. Las mismas cosas se decían de Japón antes de que su economía colapsara a comienzos de los 90 y tardara 15 años en recuperarse.
Mucho antes de que China pueda superar a los EEUU, su economía experimentará una crisis seria -como le pasó a Japón. La masiva inversión en la industria china produce una cantidad espectacular de mercancías que no pueden ser absorbidas por el mercado chino, pese a que éste está expandiéndose rápidamente. China está dirigiéndose a una crisis clásica de sobreproducción de mercancías que preparará acontecimientos explosivos en este país.
China depende de la venta de sus mercancías en EEUU, y toda Asia depende de China. Una recesión en los EEUU -o incluso una desaceleración económica prolongada- precipitará una depresión económica en China que tendrá consecuencias serias en Asia y a una escala mundial.
En Europa hay un crecimiento económico débil desde hace años que no resuelve los problemas. En todos los países los gobiernos están llevando a cabo programas de ajuste contra los desempleados, contra las jubilaciones, contra la salud y la educación. La idea de que la Unión Europea capitalista era una alternativa a los EEUU y Japón está cada día más olvidada. Enfrentados a sus contradicciones nacionales, cada país pone por delante sus propios intereses antes que los del conjunto. Por eso fracasó el intento de aprobar una Constitución europea que los obligara a todos a cumplir las mismas reglas.
Por todo esto es falso, como afirman muchos economistas, que la recesión en EEUU tendrá una influencia menor en la economía mundial. El argumento de que Europa, China y Japón pueden impedir una recesión mundial no se sostiene. Toda la economía mundial depende del consumo de EEUU.
Nunca fue tan interdependiente la economía mundial; y a su vez tan frágil. Cualquier acontecimiento puede desatar la crisis. La crisis puede desatarse por las consecuencias del estallido del boom inmobiliario como comentamos antes, o por la retirada masiva de fondos de EEUU por parte de los países que sostienen la deuda pública norteamericana.
EEUU es líder mundial en todo tipo de deudas. Las familias están endeudadas, igual que las empresas y el Estado. El financiamiento de estas deudas depende del ingreso de divisas, porque la economía norteamericana no tiene los recursos suficientes para otorgar tanta cantidad de préstamos. Pero eso no puede continuar indefinidamente. Estas divisas fueron atraídas por el elevado valor del dólar. Pero el dólar lleva depreciándose cerca de dos años, y continúa cayendo, porque EEUU necesita competir con China abaratando sus exportaciones. En un momento dado, los inversores extranjeros dirán que no merece la pena seguir invirtiendo en dólares porque les dejan ganancias menores. Y una salida masiva de divisas de la economía norteamericana hundirá a los EEUU en una crisis muy profunda porque no tendrá dinero suficiente para sostener sus gastos.
Crisis de sobreproducción
Todos los factores para una recesión severa están presentes. No sólo a causa de las leyes inherentes de la economía capitalista, sino también debido a todas las distorsiones introducidas en la misma por la irresponsabilidad del gobierno de EEUU, que se lanzó a recortar impuestos a los ricos y a incrementar los gastos militares, endeudando al Estado como nunca en la historia.
Pero la causa última de la crisis económica es la sobreproducción de mercancías y no, como argumentan algunos economistas, la tendencia a la caída del beneficio capitalista. De hecho, los beneficios capitalistas están aumentando, mientras que desciende la parte de la renta destinada a los salarios.
La prolongación del boom económico en la última década fue causada por el incremento del consumo y la inversión, estimulados por el crédito barato, que incrementaron a su vez la producción de mercancías. Pero en la situación actual, con el descenso del consumo y la restricción de los créditos, gran parte de esas mercancías ya no van a encontrar un mercado suficiente, originando la clásica crisis de sobreproducción que acompañó al capitalismo desde su nacimiento.
Esta crisis no podrá resolverse por métodos keynesianos; es decir, por medio del endeudamiento del Estado. EEUU no podrá hacerlo porque ya tiene una deuda histórica. La guerra de Irak le está costando 2.000 millones de dólares semanales. Por eso, los demócratas, y también los republicanos, quieren finalizar la ocupación de Iraq. También les pesa el gasto en salud, que se recorta día a día. Todo esto está provocando un malestar muy grande de la sociedad norteamericana. La gente está cansada de Bush, cuyo índice de popularidad ha caído muy bajo. Este malestar se expresa en el rechazo masivo a la guerra y a la ocupación de Iraq, en las protestas por la situación lamentable del sistema de salud, en las movilizaciones de los trabajadores inmigrantes y en las recientes huelgas del automóvil. El proceso molecular de toma de conciencia de las masas norteamericanas está desarrollándose.
Incremento de la lucha de clases
El punto fundamental es que el boom se sustentó en la superexplotación de las masas con un aumento obsceno de la desigualdad en todas partes. La brecha entre ricos y pobres aumentó 4 veces en la última década, según un informe de Amnistía Internacional (Clarín, 29 julio 2007).
Y este último factor es el más importante a considerar en nuestras perspectivas. El malestar de la clase obrera por sus condiciones de vida y de trabajo está desatándose en todas partes. En el último período hemos visto oleadas de luchas y huelgas generales en Francia, Italia, Grecia, Bélgica, Canadá, Islandia, Perú, Chile, Sudáfrica, Nigeria, Egipto e Israel. Esto es un anticipo de los acontecimientos que veremos en un país tras otro en el futuro.
Este descontento está muy presente en Europa. El problema es que no encuentra un vehículo donde expresarse, ante la bancarrota del reformismo y del estalinismo. En las últimas décadas no ha habido ninguna reforma seria a favor de las masas. Sólo tenemos contrarreformas o migajas.
Este es el período de la crisis del reformismo. Por eso los reformistas (los partidos socialistas y ex-comunistas) son derrotados electoralmente en casi todos los países de Europa, como pasó este año en las elecciones presidenciales y locales en Francia, Grecia, España y Gran Bretaña. Justamente, en Francia, el nuevo presidente derechista Sarkozy tiene miedo a la reacción de la clase obrera contra su política. Por eso disfrazó su gobierno con el título de "unidad nacional" incorporando algunos ex-ministros socialistas. Pero, como era inevitable, ya pasó a los ataques con su intención de aumentar la edad jubilatoria de los empleados públicos y dejar sin efecto la jornada laboral semanal de 35 horas. Esto ha puesto en pie de guerra a la clase obrera francesa. El 18 de octubre hubo una huelga general masiva en el sector público y cientos de miles de trabajadores marcharon por las calles de Francia, lo mismo que el 20 de noviembre.
En Italia, el gobierno de coalición de Prodi (una coalición insana de burgueses, socialdemócratas y "comunistas") está en crisis total. Los antiguos estalinistas del PDS (socialdemócratas) recién se fusionaron con los burgueses liberales de Prodi para formar un partido burgués, el Partido Democrático. Ya hubo una escisión por izquierda en el PDS que podría unificarse con PRC ("comunistas") lo que cambiará las perspectivas para este partido, el PRC; que emergerá como el único partido reformista de masas en Italia. En las bases de PRC habrá cada vez una presión mayor para obligar a sus dirigentes a abandonar el gobierno de coalición.
Como una muestra del descontento de los trabajadores italianos con la política procapitalista de Prodi, el 20 de octubre pasado un millón de personas se manifestaron en Roma exigiendo al gobierno un giro a la izquierda en sus políticas. Es significativo que esta marcha fuera convocada, entre otros, por el PRC y tuviera el apoyo del sindicato metalúrgico.
En España, también ganó débilmente la derecha en las elecciones municipales, en un ambiente de polarización política desconocido desde la caída de la dictadura hace 30 años.
En general, en Europa vemos gobiernos débiles, producto de elecciones que se ganan con mayorías precarias. Ahora es natural ver la formación de gobiernos de coalición entre partidos burgueses y reformistas, como es el caso de Alemania y de Italia.
Inestabilidad de las relaciones internacionales
Lo más importante a señalar es la enorme interdependencia de los acontecimientos a escala mundial. Es imposible comprender las perspectivas para cada país individual sin enmarcarlo en un contexto más amplio.
Los marxistas no somos deterministas económicos, sino materialistas dialécticos. El ciclo económico capitalista es importante, pero no agota ni da respuestas acabadas a temas tan importantes como la conciencia de clase o las perspectivas revolucionarias. Los factores políticos también tienen su importancia. Por ejemplo, la inestabilidad en Medio Oriente y las invasiones de Afganistán e Iraq, han tenido un gran impacto político más allá de sus fronteras. En Italia, la primera crisis del gobierno Prodi fue producida por el rechazo del Senado a mantener las tropas italianas en Afganistán. En España, la caída del gobierno derechista del Partido Popular en el 2004 fue una consecuencia directa del atentado terrorista de Al Qaeda en Madrid, que dejó 200 muertos. También en los EEUU la ocupación de Iraq ha conducido a una crisis política aguda. En la zona opuesta del planeta, Pakistán ha sido totalmente desestabilizada por la ocupación imperialista de Afganistán.
Las relaciones internacionales ha sido otro aspecto que también está afectado por la inestabilidad. Antes, con la existencia de la URSS había un equilibrio. Pero con su desaparición todo cambió. EEUU se convirtió en la única superpotencia cambiando todo el escenario mundial. Pero la arrogancia de EEUU, que le llevó a declarar guerras en Medio Oriente, Asia y Yugoslavia, está alcanzando sus límites.
EEUU llegó a las fronteras de Rusia convirtiendo en países satélites los ex-países estalinistas del Este de Europa y de Asia Central, que antes estaban bajo la órbita de la URSS estalinista, y ha instalado en ellos bases militares. Pero Rusia ya está perdiendo la paciencia. Por eso reaccionó frente al anuncio de EEUU de instalar un "escudo antimisiles" en estos países, dirigido contra Rusia. Rusia se está rearmando para afirmarse como potencia imperialista regional, y está buscando aliados en China e Irán, quienes tratan de hacer lo mismo en el Pacífico y en Medio Oriente, respectivamente.
La lucha por el control de las fuentes de materias primas no se detiene. Además de África, Asia y América Latina las potencias imperialistas iniciaron ahora la disputa por el control de los polos, ártico y antártico, en su búsqueda irrefrenable de petróleo y minerales, lo que atizará aún más la inestabilidad internacional.
La situación mundial, en la actualidad, no es una imagen bonita y tranquila. Todo lo contrario, en todas partes existe una situación explosiva. Se abrirán grandes posibilidades para las ideas del socialismo en todo el mundo. Comenzando por las capas más avanzadas de los trabajadores, la necesidad de poner fin a este sistema caduco y opresivo encontrará un eco de masas en todas partes.
ASIA Y MEDIO ORIENTE
La intervención en Irak y Afganistán ha desestabilizado todo. Después de 6 años, los talibanes han tomado la iniciativa y están poniendo en apuros a las tropas imperialistas. Los bombardeos indiscriminados de EEUU en Afganistán han causado miles de víctimas civiles, incrementando la impopularidad del imperialismo norteamericano. Los talibanes tienen dinero procedente del narcotráfico y armas, y cuentan con el apoyo de un sector del aparato del Estado de Pakistán, en el ejército y el servicio secreto.
En Pakistán, el presidente Musharraf está acabado. Ha perdido la confianza de todo el mundo: de un sector del aparato del Estado, de los EEUU y de la población. Por eso organizó un "autogolpe" de Estado para prolongar su mandato. Pero cada vez está más aislado e inevitablemente tendrá que dejar el poder. En Enero deberían celebrarse elecciones legislativas. Para buscar una salida, están preparando un gobierno de coalición con el PPP, el partido de masas de Pakistán, cuya dirigente Benazir Bhutto regresó del exilio hace varias semanas. Es significativo que más de dos millones de personas salieran a las calles de Karachi para recibir a Bhutto. Esto confirma nuestras perspectivas para el PPP y la corrección de una orientación de los marxistas hacia sus bases. Bhutto y los imperialistas tratará de utilizar al PPP como un ariete contra las masas para imponer políticas más proimperialistas y antisociales, lo que provocará una crisis en su seno. En los últimos años, la tendencia marxista The Struggle ha conocido un desarrollo muy importante en el movimiento de masas de Pakistán, y sus fuerzas van a ser probadas en los acontecimientos. Merece el reconocimiento de los socialistas y revolucionarios de todo el mundo que deben prestarle su apoyo para que corone con éxito la lucha por la transformación socialista de Pakistán, lo que daría un impulso irresistible a la lucha por el socialismo en todo el subcontinente indio, y más allá.
La invasión imperialista de Iraq ha sido un fracaso absoluto como previmos desde el primer día. Ahora, la clase dominante estadounidense está enfrentada a Bush por Iraq. El sector decisivo de la burguesía norteamericana quiere la vuelta de las tropas a casa y un acuerdo con Siria e Irán para terminar con el caos en la región. Pero Bush necesita continuar la guerra por consideraciones de prestigio. Es un hecho sin precedentes que el Congreso de EEUU votara una resolución exigiendo la vuelta de las tropas, contra la opinión del gobierno. Aunque Bush vetó esta resolución, este hecho basta para comprobar la profundidad de la crisis política que sacude a los EEUU. Ahora la oposición a la política de Bush en Iraq también se extendió dentro de su partido, el Republicano.
Bush ha llevado a Iraq a la barbarie. Iraq era antes un país secular y un contrapeso al poder de Irán en la región. Pero ahora, los fanáticos religiosos de Al Qaeda tienen una base en Iraq, y el sectarismo religioso ha conducido a una guerra civil y a matanzas horribles entre los chiítas, los sunnitas y los kurdos.
Lo patético es que EEUU ni siquiera puede sacar el petróleo iraquí por los atentados a las instalaciones y a los oleoductos. La peor violencia tendrá lugar en el Kurdistán, al norte; porque esta parte de Iraq es multiétnica y, como pasó en los Balcanes en los años 90, el fanatismo religioso y nacionalista provocará limpiezas étnicas y sectarias.
En el Kurdistán iraquí, al norte, los kurdos son la mayoría y aspiran a la independencia y a controlar los yacimientos petrolíferos de la zona de Kirkuk, su capital. Pero Turquía jamás aceptará la independencia del Kurdistán iraquí, porque al otro lado de la frontera, en Turquía, los kurdos también son mayoría, lo que fortalecería las tendencias separatistas del kurdistán turco para unirse a sus hermanos iraquíes. Por esa razón, Turquía inició ataques militares en la frontera con Iraq, con la excusa de perseguir a las guerrillas kurdas que operan en territorio turco, amenazando con invadir el kurdistán iraquí si éste se declarara nación independiente.
EEUU destruyó el único país que podía controlar a Irán. Irán es un país importante y tiene una cierta fuerza militar. Su presidente, Ahmadineyaj, juega la carta del antiimperialismo para desviar la atención de las masas, que están muy descontentas con el régimen religioso. Irán está interviniendo en Irak a través de los chiítas, que son mayoría en Iraq. Esto preocupa a los saudíes que temen el crecimiento de la influencia iraní en la zona. Para debilitar a los chiítas, los saudíes están ayudando con armas a los sunnitas, de su misma confesión religiosa. De manera que el caos en Iraq es total.
El problema es que cualquier cosa que hagan los EEUU saldrá mal. Si se quedan, aumentarán las bajas en el ejército de EEUU y seguirán gastando recursos millonarios, lo que alimenta el descontento popular en EEUU. Pero si se marchan, Iraq se deslizaría todavía más al caos y la barbarie y, probablemente, a su desmembramiento.
Igual de mal están las cosas en Próximo Oriente. En Líbano, los imperialistas echaron al ejército sirio para poner un gobierno proimperialista. Ahora, hay una inestabilidad total. Líbano es un país árabe plurirreligioso, con musulmanes chiítas y sunnitas, y cristianos. La élite cristiana dominante es proimperialista. Los chiítas de Hezbollah son aliados de los sirios e Irán. Israel invadió el año pasado el sur del Líbano para aplastarlos pero tuvieron que retirarse sin conseguir su objetivo por la oposición interna en Israel. Esto aumentó el prestigio de Hezbollah incluso entre los cristianos pobres. También el PC libanés experimentó un crecimiento a consecuencia de esto. Pero EEUU e Israel continúan sus conspiraciones en Líbano lo que puede conducir a una guerra civil.
En el centro de la crisis de Medio Oriente se encuentran Israel y la cuestión palestina. Como consecuencia de la derrota israelí en Líbano, la coalición de gobierno de Israel está en crisis. La clase dominante israelí utiliza el tema palestino para desviar la atención de los problemas de los trabajadores israelíes, que sufren políticas de recortes y ataques a sus condiciones de vida. Este año hubo luchas estudiantiles muy importantes y una huelga general en el sector público.
Es una situación trágica la del pueblo palestino. Su única alternativa es la revolución socialista. Es una tragedia porque los palestinos tenían una tradición secular y ahora se extendió el fanatismo religioso con la irrupción del fundamentalismo islámico de Hamas.
La retirada israelí de Gaza hace dos años fue un movimiento táctico para fortalecer su control sobre el otro territorio ocupado, Cisjordania. Cuando se celebraron elecciones en los territorios palestinos ocupados, Hamas consiguió la mayoría y formó gobierno. Pero luego vimos el cinismo de los imperialistas (no sólo de EEUU sino también de la Unión Europea) cuando suspendieron automáticamente los fondos económicos al gobierno palestino de Hamas, que fue elegido democráticamente. La crisis que vimos desarrollarse en Gaza en Junio fue producto del golpe de Estado organizado por el Presidente palestino, Mahmud Abbas, para terminar con el gobierno de Hamas. Abbas es un títere de los imperialistas y quería hacerles el trabajo sucio contra Hamas. Pero esto provocó una guerra civil entre Hamas y la OLP dirigida por Abbas. Tan pronto como comenzaron los enfrentamientos entre Hamas y Abbas, los imperialistas restauraron la ayuda a Cisjordania, que quedó bajo el control de la OLP. Pero mantienen el bloqueo sobre Gaza que quedó en poder de Hamas. Los imperialistas quieren utilizar a Abbas para que los palestinos acepten la continuación del dominio israelí, a cambio de una ficción de Estado propio.
En la actual guerra civil entre Hamas y la OLP sería incorrecto dar apoyo crítico a Hamas frente a la OLP, o viceversa. Es una guerra de camarillas por el control del poder. Es verdad que la dirección de la OLP es proimperialista, pero sus bases están compuestas por trabajadores y por las masas pobres palestinas, sobre todo en Cisjordania, donde también están descontentas con su dirección corrupta. Hamas es una organización fundamentalista reaccionaria y sus dirigentes desean llegar a acuerdos con el imperialismo, lo que ocurre es que éste no está dispuesto a aceptarlos como interlocutores. Denunciamos el golpe de estado proimperialista de Abbas pero no podemos contraponer a Hamas contra la OLP porque colaboraríamos en la división del pueblo palestino, nos bloquearía el camino a las bases de la OLP y a los trabajadores israelíes y ayudaríamos a fortalecer al fundamentalismo reaccionario. Debemos denunciar a ambas direcciones y luchar por una alternativa independiente de clase con nuestro programa.
No hay ninguna solución posible al tema palestino sobre bases capitalistas. No hay solución al problema palestino mientras la población israelí se mantenga unida alrededor de su clase dominante. La única solución posible es dividir Israel en líneas de clase para romper la fortaleza del sionismo reaccionario. Pero esto requiere la defensa de un programa de clase entre los palestinos y entre los trabajadores israelíes. Nuestro programa es la lucha unida de las masas palestinas y de los trabajadores israelíes contra sus enemigos comunes: la burguesía sionista y los regímenes árabes reaccionarios de la zona, para crear una Federación Socialista del Medio Oriente.
Es difícil defender esta posición en las circunstancias actuales, dados los odios nacionales entre los palestinos y los trabajadores israelíes, pero los acontecimientos ayudarán a materializar esta perspectiva cuando las masas se hagan conscientes de la futilidad de los viejos métodos: el nacionalismo burgués y el terrorismo individual. Mientras tanto, es necesario explicar pacientemente nuestras ideas a los elementos más avanzados. En el futuro, estas ideas encontrarán un eco de masas.
AMÉRICA LATINA
Latinoamérica sigue estando en la primera línea al frente de la revolución mundial. Las débiles burguesías latinoamericanas y la opresión imperialista no pueden estabilizar la situación. La continuidad del capitalismo significa más opresión, explotación y atraso a todos los niveles. El "boom" económico de los últimos años, estimulado por el alza del precio de las materias primas, no ha tenido un efecto significativo en las condiciones de vida de las masas
Según el Banco Mundial, para que América Latina alcance el nivel de desarrollo de infraestructuras de Corea del Sur (uno de los países más avanzados del Sudeste asiático) debería invertir $US 100.000 millones anuales durante 20 años. La burguesía latinoamericana no lo puede hacer, porque este dinero es el que se destina cada año al pago de la deuda externa a las potencias imperialistas. Sólo en una economía socialista planificada, a través de una federación socialista de todo el continente, podrían solucionarse los problemas de infraestructura, pobreza, empleo, salud y educación.
Los intentos de las burguesías latinoamericanas por recrear bloques económicos para competir con sus hermanos mayores de EEUU, Europa, Japón y China están condenados al fracaso, como lo demuestra la crisis del MERCOSUR, que está desgarrado por sus contradicciones internas y los intereses nacionales de cada país miembro. Argentina le ha impuesto a Brasil cuotas de importación y subas de aranceles en casi todos los rubros: autopartes, calzado, textil, electrodomésticos, etc. Uruguay y Paraguay se quejan de que no ganan nada dentro del MERCOSUR y amenazan con marcharse y firmar acuerdos comerciales con EEUU. La burguesía de San Pablo se queja de que el MERCOSUR es un bloque muy restrictivo para sus negocios y también defiende la firma de acuerdos comerciales con EEUU y Europa.
Allá donde la burguesía ha fracasado sólo la clase obrera, arrastrando tras de sí a las masas campesinas y demás capas oprimidas de la población, puede encontrar una salida.
Los acontecimientos que vemos desarrollarse en nuestro continente no son más que las primeras etapas de esta búsqueda de las masas oprimidas por sacudirse la opresión capitalista e imperialista y encontrar esta salida.
Venezuela
En el pasado, EEUU habría intervenido militarmente en Venezuela y en otras partes. Pero ahora es imposible. El fracaso de la aventura imperialista en Iraq se lo impide. Por eso recurren a presiones diplomáticas e intrigas con sus gobiernos "amigos" en la zona. No deja de ser significativo que ahora EEUU esté estrechando sus relaciones con Brasil e incluso hablando de la posibilidad de que este país tenga un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero el imperialismo y la oposición burguesa venezolana también ejercen presiones dentro del movimiento bolivariano, apoyándose en los sectores reformistas y burocráticos del aparato del Estado y del gobierno que quieren frenar el proceso revolucionario y alcanzar un acuerdo con ellos.
Los imperialistas comprenden lo que nosotros comprendemos: hay un proceso revolucionario en Venezuela, y las masas están moviéndose para cambiar la sociedad. Hace años, todos los políticos progresistas eran considerados "comunistas" por Washington, pero ahora el imperialismo norteamericano necesita tratar con los progresistas "buenos" como Lula, Kirchner, Bachelet o Tabaré, para aislar a Chávez. Este fue el objetivo de la gira de Bush por Latinoamérica y el intento de firmar acuerdos comerciales bilaterales con Brasil, Uruguay y otros países de la región.
Las revoluciones no respetan fronteras y el fermento revolucionario se ha extendido a países como Ecuador, Bolivia, etc. Por eso intentan aislar a Venezuela. El imperialismo de EEUU no puede tolerar la revolución venezolana. Pero como ocurrió con Cuba, el imperialismo de EEUU podría empujar a Chávez más allá de los límites del capitalismo. Si eso ocurriera, sus efectos se sentirían en todo el continente y más allá.
Eso es lo que explica la campaña de histeria alrededor del tema del canal privado de televisión RCTV y de la reforma constitucional impulsada por Chávez. Los imperialistas quieren mantener la presión sobre Chávez para detener la revolución. Para eso están basándose en el ala derecha de los dirigentes bolivarianos y en la burocracia contrarrevolucionaria. Pero los trabajadores y campesinos están presionando desde abajo. El resultado de esta lucha determinará el destino de la revolución, en un sentido o en el otro.
Hay un sabotaje a la economía venezolana. Hay escasez de productos básicos y una inflación del 19%. Las masas son leales a la revolución pero no van a aceptar esta situación indefinidamente. Más pronto o más tarde se alcanzará un punto decisivo. Chávez ha dado pasos adelante importantes. Es honesto y valiente, pero no es marxista. Por eso vacila y duda en cuestiones fundamentales, como en el alcance de las nacionalizaciones y en la política hacia el ejército, donde se opone a la afiliación de los soldados y oficiales revolucionarios al PSUV, lo cual es un grave error. De ahí que el resultado de la revolución no está todavía claro.
Es indudable que después de las elecciones de diciembre del 2006 la revolución dio un giro a la izquierda. Se inició un programa parcial de nacionalizaciones con la compra de los activos de algunas compañías que habían sido privatizadas, se aseguró la mayoría estatal en la producción de petróleo, se levantó la concesión al canal privado de TV golpista, RCTV, se lanzó el PSUV y se planteó un cambio constitucional que incorpora algunas reformas avanzadas. Pero justo cuando se necesita concretar en hechos algunas de las medidas planteadas, Chávez vacila: un día se declara comunista y otro dice que no es marxista, e insiste en que el socialismo es compatible con la propiedad privada. Ni el mismo Chávez sabe a dónde va. Por otro lado, mantiene su insistencia en denunciar a aquéllos que dentro del movimiento bolivariano quieren llegar a acuerdos con la oposición burguesa o quieren retrasar la reforma constitucional.
De cualquier modo, lo que haga Chávez no va a depender de su voluntad, sino de la dinámica de la revolución y la contrarrevolución. No olvidemos que Fidel y el Che, en un primer momento, no se fijaron el objetivo de una revolución socialista en Cuba. Fue el acoso de EEUU lo que los empujó a expropiar a la burguesía y las multinacionales en la isla. Por otro lado, es un error basar exclusivamente las perspectivas de la Revolución venezolana en lo que pueda hacer o no Chávez. El punto clave es construir una fuerte organización marxista revolucionaria dentro del movimiento bolivariano que emerja como un punto de referencia para las masas trabajadoras.
También la dirección de la central sindical, la UNT, tiene una responsabilidad por la lentitud de la revolución venezolana, tanto su ala reformista como su ala izquierda. El ala izquierda, controlada por la corriente Ccura, tiene una responsabilidad mayor porque es el ala mayoritaria en la UNT. No ha tomado ninguna iniciativa para impulsar la revolución hacia delante. No ha organizado tomas de fábricas, ni planteado la formación de guardias obreras con la exigencia de armas al gobierno, no ha establecido comités obreros que exijan el control obrero en las fábricas donde están presentes, etc. Sólo parece preocuparle el control de la UNT por arriba, en disputa con los sectores reformistas. Por esta razón, no está claro que la UNT juegue un papel clave en la revolución.
El nuevo factor a tener en cuenta es el surgimiento del PSUV, que tiene 5,6 millones de inscritos y 2 millones de militantes efectivos. Será en esta organización de masas donde se disputará la lucha entre revolución y contrarrevolución dentro del movimiento bolivariano porque en el PSUV están los elementos más conscientes de las masas, junto con los elementos burocráticos y reformistas del movimiento bolivariano que tratan de controlar las estructuras del partido.
Es necesario seguir atentamente el desarrollo concreto de la revolución a través de todas sus etapas y tomar en cuenta todos los hechos y datos. Los marxistas deben participar activamente en todos los debates y jugar un papel dirigente en el establecimiento del nuevo partido socialista, el PSUV. Pero deben hacerlo como ala marxista, organizando su intervención como una tendencia claramente delineada.
México
México es un buen ejemplo de la manera en que se mueven las masas. Nuestra corriente afirmó muchas veces que no existía un solo país estable en América Latina. No hace mucho tiempo México parecía un país estable. Pero nuestras perspectivas fueron confirmadas por los acontecimientos del último año. Los grupos sectarios no comprendían nada de lo que estaba ocurriendo. Nos acusaban de apoyar a un partido burgués. El PRD puede ser considerado un partido burgués si se quiere, desde el punto de vista de sus dirigentes y de su política. Pero las masas no lo ven así, como comprobamos el año pasado.
Millones salieron a las calles para protestar contra el fraude electoral y apoyar a López Obrador ¿Dónde estaban todos esos burgueses dentro del PRD? No los había. Era gente común: trabajadores y campesinos. Nuestros camaradas lucharon hombro con hombro con las masas, mientras explicaban simultáneamente su programa y su política intentando impulsar el movimiento hacia adelante.
Este movimiento colosal de millones provocó una crisis de dirección. López Obrador parecía un aprendiz de brujo: desencadenó fuerzas que no podía controlar. Debemos comprender cómo se mueve la clase obrera, a través de sus organizaciones tradicionales de masas, no a través de pequeñas sectas. Pero las masas no pueden estar siempre en la calle levantando barricadas, como imaginan los ultraizquierdistas. Si su lucha no conduce resultado decisivo, el movimiento vuelve a caer por un tiempo. Eso es normal. No tiene sentido desesperarse por eso.
Sobre la superficie, parece que el Presidente espurio, Felipe Calderón, ha ganado. Pero la lucha no ha terminado todavía. El gobierno de Calderón es débil y está dividido. La clase dominante mexicana es demasiado débil para aplastar el movimiento de masas en esta etapa, pero la clase obrera no pudo todavía terminar el trabajo, por culpa de su dirección. El resultado es un equilibrio inestable. Pero no durará mucho tiempo.
La revolución mexicana ha comenzado. Calderón está intentando reforzar el aparato del Estado, utilizando la cuestión del narcotráfico como una excusa para la represión. Pero, tarde o temprano, la burguesía mexicana y el imperialismo tendrán que entregar el gobierno al PRD como última válvula de escape para detener el movimiento revolucionario. Seguramente López Obrador ganará las próximas elecciones y la burguesía lo tendrá que aceptar. Las masas deberán pasar por la escuela del reformismo y aprenderán de su experiencia. Mientras tanto, es necesario preparar las fuerzas socialistas y revolucionarias en México y construir una organización sólida dentro del PRD que pueda emerger como una tendencia de masas en los próximos años.
La revolución andina
En Bolivia, la revolución está alcanzando un punto crítico. Morales ha promovido algunas reformas: ha nacionalizado algunas empresas, ha incrementado los recursos del Estado al conseguir mayores ingresos de la exportación de los hidrocarburos, hay mejoras en la salud y la educación, pero son reformas insuficientes.
Los hechos han confirmado la trampa que supuso la convocatoria de la Asamblea Constituyente y el carácter equivocado de esta demanda, que con tanto énfasis era reclamada por los reformistas y los grupos sectarios. Después de año y medio, la Asamblea Constituyente no ha podido aprobar ni un solo artículo de la futura Constitución boliviana. Los debates están empantanados, como preveíamos. Se necesita el 66% de los votos de la Asamblea para aprobar cada artículo y el MAS no alcanza ese porcentaje. Ahora el MAS dice que elaborará su propia Constitución y la someterá a Referéndum popular, e invita a la oposición a que haga lo mismo.
También hubo movilizaciones a favor y en contra de la propuesta de la derecha de restaurar la capitalidad política de Bolivia en Sucre, que actualmente reside en La Paz.
Por su parte, las conspiraciones de la contrarrevolución continúan. En agosto las oligarquías de Santa Cruz y otros departamentos convocaron una huelga general cívica (un paro patronal) que tuvo un seguimiento desigual en sus zonas. Los obreros y campesinos de Santa Cruz se opusieron y las bandas fascistas se dedicaron a crear el terror en los barrios. El Prefecto (gobernador) de Santa Cruz ha vuelto a defender la partición de Bolivia entre el Oriente (la zona más rica) y el Occidente (la más pobre). Ahora, el Prefecto (gobernador) de Cochabamba, que fue derribado por una movilización popular en enero pasado y repuesto por orden del gobierno, ha exigido la dimisión de Morales y el MAS respondió con un llamamiento a la movilización de obreros y campesinos.
Pese a todo Morales mantiene un apoyo superior al 60%. El problema es que no organiza esta fuerza para terminar la revolución y expropiar a la oligarquía. Los reformistas temen la guerra civil, pero si la contrarrevolución se impone habrá una carnicería contra los obreros y campesinos.
La COB, la central sindical, está borrada de los acontecimientos. El llamado a constituir un partido revolucionario quedó en la nada, por el momento.
La convocatoria de la Asamblea Constituyente tuvo el efecto de desmovilizar a las masas y extender las ilusiones en que la futura Constitución lo resolvería todo. Las masas aprenderán de la experiencia y comprenderán que fueron engañadas. Es inevitable, por lo tanto, un nuevo alza revolucionaria de las masas ante el descontento con las provocaciones de la contrarrevolución burguesa e imperialista y por el retraso de las reformas prometidas, como la reforma agraria, y otras. Lo que se necesita es un partido revolucionario de masas que dirija las energías de los trabajadores y campesinos hacia la revolución socialista. El trabajo en la COB y en la base del MAS es esencial para preparar esta perspectiva.
En Ecuador hay como una repetición del proceso venezolano, pero de manera más acelerada. Ahora tuvieron lugar elecciones a la Asamblea Constituyente donde Correa consiguió una victoria aplastante, el 70% de los votos. Como en Bolivia, la Asamblea Constituyente no resolverá nada, aunque a corto plazo despertará algunas expectativas en las masas, que abandonaron las calles temporalmente. A diferencia de Morales, Correa sí tiene la fuerza suficiente en la Asamblea para imponer su modelo constitucional. Pero las conspiraciones contrarrevolucionarias continuarán, preparando una nueva respuesta de las masas. Como en Venezuela, el proceso en Ecuador será prolongado por la debilidad de la reacción y por la ausencia del factor subjetivo en esta etapa.
En Perú, como preveíamos tras la victoria ajustada de Alan García en las elecciones hace año y medio, las masas salieron a la calle para exigir cambios en sus condiciones de vida. Hubo huelgas regionales en el interior del país y una lucha muy dura de los docentes. El pasado 11 de julio la central sindical CGTP convocó la huelga general más extensa en años. 50.000 trabajadores marcharon por las calles de Lima en la protesta más grande desde la caída de Fujimori. Ahora se formó un frente entre los sindicatos, la izquierda y los nacionalistas de Humala. No está claro que García termine su mandato de 4 años. La tarea principal ahora es impulsar una tendencia marxista en los frentes de masas que están formándose para organizar a los elementos más avanzados.
Brasil, Uruguay, Chile
La victoria de Lula en las elecciones presidenciales de 2006 confirmó la enorme lealtad de los trabajadores a sus organizaciones tradicionales de masas. Los sectores impacientes que abandonaron el PT para formar el PSOL se marginaron del movimiento real de la clase obrera y de jugar un papel determinante en los acontecimientos. Aunque recogieron bastantes votos de trabajadores descontentos con la política de Lula en la primera vuelta, esos mismos votos fueron a Lula en el Ballottage, donde incluso sacó más votos, pese a que el PSOL llamó a votar en blanco.
Ahora el PSOL está dividido y ni siquiera defiende un programa reformista de izquierda avanzado, mucho menos un programa socialista. Su principal dirigente, Heloisa Helena está contra el derecho al aborto y no defiende la expropiación de los latifundios.
Los sectarios también quedaron retratados de cuerpo entero con su intento criminal de escindir la central sindical, la CUT, con la formación de un pequeño sindicato "rojo", el CONLUTAS. El PC también se sumó a estas maniobras por intereses de aparato y encabezó otra escisión. No obstante, la CUT sigue agrupando al 70% de la clase obrera organizada sindicalmente.
Los trabajadores brasileños tienen que terminar su aprendizaje en la escuela del reformismo sin reformas y con las políticas procapitalistas de Lula. Éste, está cada vez más alejado de los trabajadores. Habla como un nacionalista burgués y, a medio plazo, terminará repudiado por sus bases.
Es significativo que mientras que Lula se abrazaba con Bush en Brasilia, el PT organizaba manifestaciones contra la presencia del presidente de EEUU. Mientras que el Senado brasileño se mostró en contra del levantamiento de la concesión a la cadena de TV golpista RCTV de Venezuela, el PT publicó un comunicado a favor de la medida.
También es significativo que el congreso del PT celebrado el 1º de septiembre, reafirmara el carácter socialista del partido y su objetivo de luchar por el socialismo, en contra de la opinión del ala derecha del PT, apoyada por Lula.
El PT, pese a la degeneración de sus dirigentes, es un partido enraizado en la clase obrera. Mañana habrá grandes posibilidades de desarrollo dentro del PT, como resultado de la lucha entre los reformistas y el ala izquierda, que debe ser fortalecida y desarrollada.
En Uruguay, el gobierno de Tabaré está cada día más comprometido con el imperialismo de EEUU y las políticas procapitalistas. Uruguay firmó un tratado sobre inversiones con EEUU, el TIFA, que si bien no es un tratado de libre comercio, con eliminación de aranceles, sí podría ser un primer paso en ese sentido. Esto ha provocado la aparición de fisuras importantes dentro del Frente Amplio (FA).
Hubo varios intentos de la burguesía para acelerar el desgaste del gobierno de Tabaré. Primero fue con el tema de las papeleras, obligando a Tabaré a defender los intereses de las multinacionales; y luego cuando la patronal organizó un paro empresarial en contra de la suba de precios de los combustibles a las empresas de transporte para financiar el congelamiento del boleto. Como prueba del temperamento revolucionario de los trabajadores uruguayos, la central sindical, PIT-CNT convocó una huelga general en respuesta, haciendo recular la medida de fuerza de los empresarios.
Es evidente que el gobierno frenteamplista sigue gozando de un apoyo aplastante en las masas, pese al descontento popular con algunas de sus políticas. Esto ha llevado al desencanto de sectores de izquierda del FA que están experimentando un cierto aislamiento porque las masas todavía no perdieron sus ilusiones en el gobierno. Hay tendencias escisionistas en estos sectores que repiten los errores sectarios del PSOL en Brasil en relación al PT. Pero no hay alternativa al FA en Uruguay.
La construcción del partido revolucionario en Uruguay se dará a través de un trabajo prolongado en el interior del FA, interviniendo en las contradicciones y crisis que estallarán en su seno. Tarde o temprano, el FA experimentará crisis y una polarización interna conforme se profundice el malestar de las masas con su gobierno. Ya hubo un anticipo de los desarrollos futuros dentro del FA, cuando las bases frenteamplistas, la PIT-CNT y otros grupos de izquierda organizaron movilizaciones de masas contra la visita de Bush a Uruguay el mes de marzo, cuando fue invitado por Tabaré.
Chile, como México hace un año, parecía el país más estable de América Latina. Pero eso ya terminó. Después de las movilizaciones de los estudiantes hace año y medio asistimos a la irrupción del proletariado chileno exigiendo mejores condiciones de vida. Vimos una huelga general indefinida del proletariado minero del cobre, y luego la huelga los trabajadores mineros de las subcontratistas de la estatal Codelco. Hace unos meses un trabajador fue asesinado por la policía en una protesta laboral. Y a fines de agosto, la central sindical, CUT, convocó una jornada nacional de lucha contra la política social del gobierno que tuvo el apoyo del Partido Comunista y, lo que es más sobresaliente, del Partido Socialista que participa en el gobierno de Concertación de Bachelet. Pese a que el gobierno prohibió la marcha en la capital Santiago, en la misma participaron decenas de miles de trabajadores que fueron reprimidos por la policía y terminó con decenas de heridos y 600 detenidos.
El "milagro económico chileno" no fue tal. Estuvo basado durante décadas en las leyes represivas de la dictadura, que aún se mantienen, y en la sobreexplotación de los trabajadores. Estos han dicho que ya es suficiente y todo el ambiente social en Chile ha cambiado completamente en unos pocos meses.
En Chile, como en el resto de América Latina, se preparan acontecimientos tormentosos que sacudirán de arriba hacia abajo a las organizaciones de masas de la clase obrera.
El proceso de la revolución latinoamericana
El proceso de la revolución socialista latinoamericana será prolongado. Esta no era la situación en el pasado, cuando una situación prerrevolucionaria se movía rápidamente a la revolución o a la contrarrevolución. ¿Por qué? Porque hay un equilibrio de fuerzas de clase muy favorable. Como en México, Venezuela, y en todas partes, la burguesía no es suficientemente fuerte para aplastar el movimiento revolucionario, pero los trabajadores no pueden tomar el poder por la falta de una dirección revolucionaria. Esto explica la naturaleza prolongada del proceso. Pero más pronto que tarde esto debe solucionarse en un sentido o en el otro. Los imperialistas comprenden lo que nosotros comprendemos. Ellos saben que la actual correlación de fuerzas inestable no puede mantenerse. Y están preparándose.
Es necesario construir las fuerzas del socialismo revolucionario genuino. Se dispone de algo de tiempo para construir estas fuerzas, pero no un tiempo indefinido. La clave de la revolución es construir una poderosa organización de cuadros en los países más relevantes en el tiempo más corto posible.
Los marxistas debemos basarnos en los procesos fundamentales, y no en éste o aquél hecho accidental. No existen esquemas que lo expliquen todo. Debemos partir del mundo tal cómo es y de la lucha de clases y del movimiento obrero tal cómo son. Tenemos que aproximarnos a las cosas dialécticamente. Verlas en su presente y en su pasado, y tratar de prever cómo se desarrollarán en el futuro. La lucha de clases tiene un cierto ritmo. Las treguas en la lucha de clases son inevitables. Más aún, no siempre es conveniente que las masas estén en una agitación constante.
Existen muchas analogías entre la lucha de clases y las guerras. Las guerras no consisten en batallas permanentes. Las batallas son la excepción y en medio de ellas hay períodos largos de inactividad. Tales períodos deben ser utilizados para limpiar las armas, cavar trincheras, instruirse y reclutar fuerzas nuevas. Todo ello con el objetivo de preparar la próxima batalla, que vendrá más pronto de lo que imaginamos. Debemos razonar como buenos soldados. Debemos utilizar las pausas de la lucha de clases para construir nuestras fuerzas y perfeccionar nuestra organización. Los trabajadores no siempre están preparados para luchar, es verdad. Pero tomemos el caso de Bolivia, donde la clase obrera protagonizó dos huelgas generales insurreccionales y derribó dos gobiernos en el espacio de 18 meses ¿Qué más se le puede pedir a la clase obrera? El fracaso en la toma del poder no fue debido al bajo nivel de conciencia de las masas sino a la ausencia de una dirección revolucionaria.
En todos los países la situación puede cambiar muy rápidamente. Hay que estar preparados para no ser tomados por sorpresa. Bajo ciertas condiciones, los elementos más atrasados pueden convertirse en los más avanzados, como conocemos por la dialéctica y la historia. La revolución rusa de 1905 comenzó con una marcha pacífica de obreros que llevaban imágenes del zar e íconos religiosos, y estaban dirigidos por un sacerdote. Los marxistas eran una pequeña minoría y estaban completamente aislados de las masas. Luego se produjo la masacre del 9 de enero y la conciencia de las masas se transformó en 24 horas.
¿Qué lección podemos sacar de la revolución venezolana? ¿Cómo puede explicarse la rápida subida de Chávez al poder? No por sus poderes mágicos. El proceso de descontento ya estaba presente en las masas, pero no encontraba un vehículo a través del cual pudiera expresarse. Una vez que encontró un medio de expresión, inundó las calles en un movimiento imparable que ha durado cerca de 10 años. Es realmente sorprendente que un movimiento revolucionario dure tanto tiempo. Las elecciones de diciembre del 2006 mostraron un apoyo del 63% de la población a Chávez, después de 9 años de iniciado el proceso ¡Esto muestra una elevada conciencia revolucionaria por parte de las masas! La conciencia de clase no viene medida solamente por las huelgas. Si los trabajadores son bloqueados en el frente industrial buscarán una salida en el frente político, y viceversa. Pero se moverán sólo a través de sus organizaciones tradicionales de masas, porque las masas no se interesan por los grupos pequeños, incluso si tienen ideas correctas, que nunca es el caso de los grupos sectarios.
En el período turbulento que está abriéndose veremos grandes crisis en las organizaciones tradicionales de masas en una cierta etapa y si se ha sido capaz de construir fuertes organizaciones de cuadros en su interior, todo estará preparado para el surgimiento de tendencias marxistas revolucionarias de masas que estarán en condiciones de dirigir a la clase obrera a la toma del poder.
(2ª Parte) La situación económica
INTRODUCCIÓN
Este trabajo, que comenzó en su preámbulo con un esbozo de la situación internacional, nos lleva ahora a un estudio cuidadoso de la economía, de las condiciones de vida de la clase obrera, del movimiento obrero, y de la situación política de nuestro país. Es necesario tomar en cuenta la máxima cantidad posible de factores que inciden en la sociedad, para sacar a la luz sus tendencias fundamentales e intervenir en ella lo más correctamente posible.
Dada la complejidad de la realidad social, unas perspectivas sólo pueden aspirar a conformar un cuadro general. Seguir en detalle cada aspecto de la vida de la sociedad y su interrelación dialéctica es una tarea imposible. Las perspectivas son sólo una guía para la acción, que deben ser completadas, desarrolladas y cambiadas con el devenir de la propia lucha de clases y sobre la base de la intervención práctica en la misma.
LA SITUACIÓN ECONÓMICA
En otros trabajos hemos explicado las causas del auge prolongado de la economía argentina. No obstante, es necesario citarlas nuevamente para comprender su dinámica actual y sus perspectivas. En primer lugar, fue la gran capacidad productiva ociosa que dejó la crisis de 1998-2002 la que permitió a los capitalistas retomar la producción sin necesidad de hacer grandes inversiones. Esto coincidió con el aumento de la demanda exterior y la suba histórica de los precios de las materias primas (granos, carne, hidrocarburos, acero, metales y minerales) que estimularon la producción y permitieron a este sector de los capitalistas (el más concentrado de la economía) obtener enormes ganancias que luego derivaron parcialmente a la inversión para aumentar la escala de su producción y de sus ganancias.
Otra causa fue la devaluación monetaria que llevó a reducir el valor del peso a un tercio del valor del dólar lo que abarató las exportaciones y redujo los salarios (en valor dólar), incrementando aún más las ganancias capitalistas.
El pánico que estremeció a la clase obrera argentina por la experiencia traumática de la crisis del 2001-2002, fue utilizado por los empresarios para incrementar la explotación de los trabajadores, reducir los salarios, y extender las condiciones de trabajo precarias con la generalización del empleo "en negro". Por supuesto, que a esto contribuyó la complicidad de las direcciones sindicales de la CGT principalmente, pero también de la CTA, que hicieron un frente común con los gobiernos de Duhalde primero, y Kirchner después, y aceptaron sin protestar esta situación en las empresas.
Estos aumentos de la plusvalía absoluta (trabajando más horas) y de la plusvalía relativa (trabajando más intensamente), incrementaron aún más la productividad en las empresas y las ganancias empresariales.
Pero también hubo medidas políticas que ayudaron a conformar el carácter del auge actual de la economía argentina. Conscientes del volcán social sobre el que estaban asentados, primero Duhalde pero, sobre todo, Kirchner, utilizaron el poder concentrado del Estado para incautar una parte de las ganancias de los sectores capitalistas exportadores (agroindustria, petroleras, etc.) con el aumento de los impuestos a las exportaciones y así llenar las arcas vacías del Estado para otorgar subsidios y ayudas a los sectores empresarios con problemas, congelar las tarifas de los servicios públicos, incrementar salarios y pensiones por decreto, y aumentar significativamente la obra pública. Además, el gobierno de Kirchner disciplinó parcialmente a los capitalistas aumentando la eficiencia en la recaudación de impuestos. Esto indudablemente ayudó a consolidar el crecimiento económico.
La economía argentina también se benefició durante 3 años del impago de la deuda externa ("default") a los acreedores extranjeros privados, lo que permitió al Estado ahorrarse varios miles de millones de dólares anuales en ese lapso.
Todas estos factores, interrelacionados dialécticamente, crearon las condiciones para un aumento significativo de la actividad económica y del empleo, incrementando el consumo y alargando el ciclo expansivo de la economía, que dura hasta hoy.
La debilidad industrial
Durante 5 años la economía argentina ha venido creciendo a una tasa superior al 8% anual. La desocupación bajó del 22% al 10% actual. La recaudación del fisco andará cerca de los $200.000 millones este año, lo que elevará el superávit estatal a $30.000 millones.
En el 2006, el consumo aumentó cerca de un 18%. La demanda actual de electrodomésticos es la mayor en 20 años, según los empresarios del sector. También aumentaron las ventas de autos, un 35% más que en el 2005.
En este festival de cifras brillantes contrasta sin embargo, la ralentización de la Construcción que sólo creció un 6% con respecto al año pasado, frente al 20% anual de los últimos años. Esto está relacionado en parte con el límite alcanzado por el mercado inmobiliario debido al bajo poder adquisitivo de las masas y el elevado precio de los inmuebles. El valor de la vivienda se triplicó desde la salida de la convertibilidad, como consecuencia de la especulación inmobiliaria, y los intereses de los bancos son muy altos (cerca del 25%).
Pero aunque la economía argentina parezca ir viento en popa, la situación creada por la escasez de energía, la suba de precios o el aumento de la deuda externa están revelando su verdadera faz, como luego veremos.
El déficit industrial argentino sigue presente. La utilización de la capacidad productiva instalada está en el 75%, que no alcanza el 80% considerado normal en una situación de "boom" económico.
Pese a que la riqueza generada en el país (el PBI) creció un 45% desde el 2002, Argentina no ha podido remontar su decadencia industrial. En el 2006, el sector industrial manufacturero sólo representaba el 18% del PBI nacional, cuando a finales de los años 80 del pasado siglo representaba el 30%, un promedio similar al de los países capitalistas más desarrollados. Un solo sector industrial, el del automóvil, pese a su alcance limitado, es responsable del 34% de las exportaciones industriales del país y del 11% de las exportaciones totales.
El análisis del comercio exterior también revela la debilidad industrial de Argentina. En el 2006 las exportaciones alcanzaron $US 46.569 millones en valor, dejando un superávit comercial de $US 12.409 millones, que se debe al gran peso que tienen las exportaciones de productos primarios, agroindustriales e hidrocarburos. Para el 2007, se prevé exportar por valor de $US 52.000 millones, pero el superávit será inferior, unos $US 11.000 millones, como consecuencia de un incremento de las importaciones. Esta reducción del superávit comercial revela un déficit comercial importante en el sector industrial. Efectivamente, la balanza comercial en el sector industrial fue deficitaria en el 2006 en $US 4.800 millones; y en el 2007 se superará ampliamente esta cifra.
Esta debilidad industrial del capitalismo argentino lleva al gobierno a tomar medidas proteccionistas contra sus competidores más directos, como Brasil, lo que conduce a continuos choques con este país, con el que se prevé un déficit comercial de $US 4.000 millones este año. Pese a que el tratado del MERCOSUR impone el libre flujo de mercaderías entre ambos países con arancel reducido o nulo, Argentina ha impuesto cupos a la importación y aranceles adicionales a una multitud de productos brasileños: autopartes, textil, calzado, electrodomésticos, etc.
Ahora, el gobierno de Kirchner también anunció medidas contra las importaciones industriales de China, país con el que Argentina tuvo un déficit en el comercio industrial de $US 1.000 millones en el 2006.
El problema de la inversión
Aunque en el Gobierno se felicitan porque la economía argentina crece a "tasas chinas", asoman dudas razonables sobre su solidez. En cualquier país, el motor del crecimiento económico es la inversión destinada a incrementar la capacidad productiva. Pero mientras que China destina a la inversión el 40% de la riqueza creada cada año (PBI), Argentina sólo dedica el 22%. Además, la composición de esta inversión tiene bases poco sanas. El 60% corresponde a la Construcción, muy vinculada a la especulación inmobiliaria y a los gastos estatales; y sólo el 40% corresponde a la inversión en maquinaria y equipos, lo cual no es enteramente real porque en este apartado se computa como inversión la importación de artículos de consumo, como teléfonos celulares, computadoras o aparatos de aire acondicionado.
A fines del 2006, la inversión en equipo durable (fundamentalmente maquinaria industrial) todavía era un 0,8% inferior que en 1998, y sólo si se suma la inversión en la construcción de infraestructuras e instalaciones industriales, alcanzaría un nivel similar al de 1998, según los datos aportados por el economista Miguel Bein (Clarín, 10 enero 2007).
La inversión destinada a innovación y desarrollo mide la perspectiva de desarrollo a medio y largo plazo de la economía de un país. Según la UNESCO, la inversión destinada a la innovación de bienes y servicios en Argentina era del 0,67% del PBI. Hacemos notar que la UNESCO recomienda invertir por este concepto, al menos, el 1% del PBI. Pero frente al 0,67% del PBI que dedica Argentina a este concepto, Brasil le dedica el 1,3%, y Chile el 0,80%; mientras que EEUU le destina el 2,6% de su PBI.
Esta falta de inversiones privadas se observa en la cantidad creciente de sectores que están funcionando al límite de su capacidad productiva, como energía, neumáticos, acero, refino de petróleo, etc.
Esta escasez de inversiones se refleja en el bajo nivel de endeudamiento de las empresas. Actualmente, los préstamos bancarios por todo concepto sólo equivalen al 11,1% del PBI, frente al 28% de Brasil, el 62% de Chile, ó el 18% de México.
Según el Ministerio de Economía, el 69% de las inversiones anunciadas en el 2006 fueron hacia bienes "transables", bienes destinados a la exportación. Esta inversión se focaliza en sectores vinculados a la exportación y a la producción bienes de consumo (industria agroalimentaria, hidrocarburos, minería, automóvil, etc.) que son los más vulnerables al cambio del ciclo económico, frente a la mayor solidez que representa la inversión en la industria de base (siderurgia, bienes de equipo-maquinaria, infraestructuras-trenes, rutas, generación de energía, etc.).
La falta de inversiones, que obstaculiza una producción mayor, unida a la exportación masiva de productos básicos (alimentos, hidrocarburos, etc.) es lo que explica, en gran medida, los aumentos de precios, debido al faltante de estos bienes en el mercado local.
Pero esta escasez de inversiones no es por falta de plata. Según el INDEC, la tasa de ganancia de las 200 grandes empresas del país es del 11% sobre el capital invertido, cuando la rentabilidad empresaria considerada "normal" es del 5%.
En el 2006, los dividendos en efectivo repartidos por las empresas domésticas a sus accionistas fue de $3.395,2 millones, la cifra más alta desde 2001 (Instituto Argentino de Mercados de Capitales). También en el 2006, el giro de las ganancias de las empresas al exterior fue de $US 4.500 millones, $US 1.635 más que en el 2005. En el 1º trimestre del 2007, se giraron otros $US 523 millones ($US 300 millones más que en el mismo período del 2006).
La bolsa ganó un 35% más en el 2006 (suba del valor promedio de las acciones). Grupos como Tenaris (Techint) vieron subir el valor de sus acciones el 110%. Los capitalistas prefieren orientar sus ganancias a la bolsa y la compra de deuda pública que les rinden rentas mayores que la producción industrial sin crear un átomo de riqueza.
La situación sería algo diferente si los capitalistas invirtieran sus ganancias para incrementar la producción, pero no es el caso. Según el INDEC, a fines del 2006 había 143.000 millones de dólares de activos argentinos en el exterior (dinero e inversiones), de los que 35.000 millones corresponden a divisas depositadas en cuentas en el extranjero. Y estas son las cifras conocidas, que subestiman a las reales.
El proceso de liquidación de inversiones nacionales que se dio en los últimos 30 años, ha corrido en paralelo a la extranjerización creciente de la economía argentina, proceso que no se ha detenido con el actual "boom". La enorme dependencia de Argentina del capital extranjero se percibe en la composición nacional de las 500 empresas más grandes del país (sin incluir el sector financiero). En el 2005, 337 (el 67,4%) eran extranjeras y le correspondían además el 92,1% de las ganancias, según un informe del INDEC.
Esto ha incrementado la concentración de la propiedad capitalista y de las ganancias. Estas 500 grandes empresas (sin contar los bancos y demás empresas financieras) pasaron de obtener $19.350 millones en ganancias en el 2003, a conseguir $38.000 millones en el 2005, ¡duplicaron sus ganancias en 3 años!, correspondiéndoles una tasa de ganancia del 12,6% sobre el capital invertido. Y según este mismo informe, de estas 500 empresas, 50 acaparan el 68% de las ganancias.
La política monetaria y la suba de precios
La política monetaria y cambiaria es un eje central de la política económica del gobierno. Tras el Argentinazo, los sectores clave del capitalismo argentino decidieron que había que abandonar la política suicida de la paridad peso-dólar e impusieron la política de la devaluación del peso para aumentar sus exportaciones. Pero esta política sólo puede funcionar a medio plazo si la devaluación va acompañada de un aumento correspondiente de la producción de mercaderías; es decir, si va acompañada de un incremento sostenido y suficiente de la inversión productiva. De otro modo, la devaluación tiende a producir inflación, incremento de precios, que es lo que ahora vemos en la economía argentina. La razón de esto es que hay más dinero en poder de la gente que mercaderías para comprar en los comercios. Y no porque a la gente le sobre la plata, lo que faltan son mercaderías suficientes para cubrir la demanda.
Podemos entender esto con un ejemplo simple. Con la actual tasa de cambio monetaria, se vuelca a la economía nacional $3,17 pesos por cada dólar cambiado; es decir, más del triple que en la época de la convertibilidad (cuando era el 1 a 1), lo que genera una demanda mayor de bienes y de consumo, como consecuencia de esa mayor cantidad de pesos en circulación. Hay que tener en cuenta que cada año se cambian en el país decenas de miles de millones de dólares en pesos. Al no haber suficientes productos y artículos de consumo en el mercado local para atender esta mayor demanda, por la falta de inversiones, aparecen los faltantes y la escasez, y por consiguiente el aumento de los precios, lo que se ve agravado por el incremento de las exportaciones, que vacía aún más el mercado interior de estas mercaderías.
Por este motivo, todos los intentos del gobierno de Kirchner por impedir la suba de precios de los productos básicos se ha estrellado contra el muro de la realidad, por una razón muy simple: no puede controlarse lo que no se posee. Nadie puede prohibirles a los empresarios subir los precios como quieran, ante un aumento de la demanda. Y si el gobierno pudiera hacerlo, aquéllos siempre podrán responder con una huelga de inversiones, cerrando la producción, o reteniendo las mercaderías (como hemos visto con los combustibles, la carne, la leche, etc.), chantajeando al gobierno hasta imponer sus intereses.
Pese a que las cifras oficiales prevén un aumento de la inflación del 8%-9% este año, otros índices privados más realistas prevén cerca del 20%. Sólo en el mes de agosto, la asociación de consumidores Adelco registró un aumento del 7,36% en una canasta de 28 productos de alimentación e higiene (Clarín, 30 agosto 2007), mientras que el índice oficial sólo midió un aumento del 1,5% en la canasta básica de alimentos. Esta última cifra contradice completamente la tendencia a la suba de precios mostrada a lo largo del año por los supermercados, centrados en la venta de productos de consumo básico, donde el propio INDEC midió un aumento en los precios del 12,4% hasta el mes de julio (Clarín, 30 agosto 2007).
Hay que tener en cuenta que, según el mismo INDEC, los salarios crecieron un 9,28% en promedio en el primer semestre del año (Clarín, 10 agosto 2007), lo que demuestra que hubo un congelamiento en el poder adquisitivo, en el mejor de los casos; y una caída del mismo para los trabajadores peor pagos que recibieron aumentos menores.
Lo que está claro es que el gobierno ha introducido una manipulación escandalosa del índice oficial de precios medido por el INDEC para contener la lucha salarial y para impedir pagos mayores de la deuda pública, que está compuesta en un 48% por bonos en pesos, ajustables con la inflación.
Esta política monetaria tiene otras consecuencias que pueden afectar a la estabilidad del sistema financiero argentino. Actualmente, las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) superan los $US 43.300 millones (agosto 2007). El gobierno justifica este nivel de reservas ante la eventualidad de enfrentar una crisis económica y una salida masiva de capitales. En teoría este dinero serviría para sostener el valor de cambio de la moneda nacional, otorgar préstamos a bajo interés y subsidios a los empresarios ante la falta de capital inversor en el país. Así, el gobierno gastó 900 millones de dólares de estas reservas para sostener el precio del peso en la crisis monetaria de agosto provocada por el estallido de la burbuja inmobiliaria en EEUU.
Pero sostener el tipo de cambio actual con el dólar (a $3,17) implica una continua compra de dólares para que la divisa estadounidense no baje de ese valor (el dinero también es una mercadería y mientras más se la compra más incrementa su precio). Pero este esfuerzo que hace el BCRA (para este año se estima que comprará unos $US 17.000 millones) muchas veces resulta inútil por la entrada masiva de dólares al país procedentes de grandes grupos financieros internacionales que se dedican a comprar bonos de la deuda pública que les dejan enormes ganancias al revenderlos. Este ingreso masivo de dólares hace bajar el valor de esta moneda y obliga al BCRA a comprar más dólares de los que tenía previsto, recurriendo al endeudamiento con las llamadas Letras del Tesoro (bonos de deuda del BCRA).
Actualmente, las Letras del Tesoro emitidas equivalen a un 44% de las reservas del BCRA, unos $50.411 millones ó $US 16.400 millones, cuando en el 2005 sólo representaban el 30% de las mismas.
El problema es que si el endeudamiento del BCRA se acerca cada vez más al 100% de sus reservas, no tendrá dinero para inyectar recursos a la economía cuando sea necesario hacerlo y pagar sus deudas al mismo tiempo. Entraría en quiebra hundiendo todo el sistema financiero del país. Por eso debemos prestar atención a los vaivenes de la política monetaria del gobierno y de los flujos monetarios en el país. Por ahora tienen un cierto margen, pero nada asegura que siempre será así.
El gasto público
El gobierno de Kirchner está especialmente orgulloso de su desempeño en las finanzas públicas. La recaudación del Estado ha ido creciendo año tras año, situándose en niveles históricos. Hasta el mes de agosto, la Nación recaudó $127.000 millones, un 32% más que en el mismo período del 2006. El superávit fiscal alcanzado hasta el mes de julio fue de $16.900 millones (aunque incluye los aportes jubilatorios de los aportantes recién ingresados al sistema público de pensiones). Para el conjunto del año se prevé una recaudación de $195.000 millones, un 15% más de lo presupuestado.
En el 2006 los ingresos públicos de la Nación y de las provincias fueron de $179.241 millones, equivalente al 27,32% del PBI. Aun así, quedan muy por debajo del 35% del PBI recaudado por Brasil o España. Lo que demuestra que en Argentina, los empresarios pagan menos impuestos que en estos países. El año pasado, el superávit fiscal, antes del pago de los intereses de la deuda pública, fue de $25.737 millones, un 4% del PBI ($23.164 millones de la Nación y $2.573 millones de las provincias).
Mostramos ahora cómo se desglosan los ingresos impositivos por concepto y porcentaje:
IVA: 29,5%
Impuesto a las Ganancias: 22,0%
Contribuciones patronales: 11,4%
Derechos de Exportación: 9,3%
Débitos y créditos bancarios: 7,1%
Otros: 20,7%
Como podemos ver, el apartado más importante es el del IVA; es decir, los impuestos indirectos. Son los más injustos porque gravan a todos los productos que pagamos por igual ricos y pobres.
No obstante, es interesante detenerse en el dato siguiente que muestra el peso descendente de los sueldos de los empleados públicos y de la seguridad social (pensiones y jubilaciones, salud, etc.) dentro del gasto total.
Así, mientras que el Enero del 2003, los sueldos de los empleados públicos y los gastos de la Seguridad Social representaban, respectivamente, el 16,6% y el 37% del gasto total, en Marzo del 2007, ambos conceptos se habían reducido hasta el 13,8% y el 32,8%, respectivamente, según datos de la Asociación Argentina de Presupuestos y Administraciones Públicas-ASAP. Como puede apreciarse, pese a la bonanza económica, el Estado destina una cantidad relativa de dinero a estos gastos sociales menor que hace 4 años.
La inversión pública durante el gobierno de Kirchner se duplicó, y representa el 13% del total de la inversión en el país. El 89% de esta inversión se destina a la construcción pública (viviendas e infraestructuras), pero también incluye subvenciones y subsidios al sector privado ($7.512,8 millones en el 2006). Estos subsidios al sector privado superan a la inversión real directa de la Nación, que es de $4.670 millones. Dichos subsidios alimentan las ganancias empresariales de muchos sectores. Además del dinero de la obra pública del que se benefician las empresas constructoras, estos subsidios se destinan a la compra de combustible (por el faltante energético), a financiar el sector del transporte (trenes, colectivos, gasoil barato, combustible aeronáutico, etc.), etc. además de sostener las empresas públicas.
En las siguientes cifras, que miden los ingresos y gastos del gobierno nacional en relación a la riqueza total generada en el país (el PBI), se aprecian más claramente las tendencias de las cuentas públicas:
INGRESOS PÚBLICOS (% PBI)
IVA: 7% en 1997 y 7% en 2006
Contribuciones patronales: 2,5% en 1997 y 2,7% en 2006
Impuesto a las Ganancias: 2,8% en 1997 y 5,2% en 2006
Débitos y créditos bancarios: 0% en 1997 y 1,7% en 2006
Retenciones a las exportaciones: 0% en 1997 y 2,3% en 2006
Otros: 6,3% en 1997 y 4,9% en 2006
TOTAL INGRESOS PÚBLICOS (1): 18,6% del PBI en 1997 y 23,8% del PBI en 2006
GASTO PÚBLICO (% PBI)
Transferencias Corrientes (a provincias y planes sociales): 7,7% en 1997 y 10% en 2006
Seguridad social: 5,9% en 1997 y 4,8% en 2006
Gastos de consumo y operaciones (incluye sueldos de empleados públicos): 3,2% en 1997 y 2,9% en 2006
Inversión (incluye subsidios a empresas): 1,3% en 1997 y 2,5% en 2006
TOTAL GASTO PÚBLICO (2): 18,1% del PBI en 1997 y 20,2% del PBI en 2006
Intereses de la Deuda Pública: 2% del PBI en 1997 y 1,8% en 2006
Superávit estatal primario (sin pago de deuda pública) (1) -(2): 0,5% del PBI en 1997 y 3,6% del PBI en 2006
Superávit estatal final (con pago Deuda): -1,5% en 1997 y 1,8% en 2006
Como podemos apreciar, los ingresos públicos pasaron de representar el 18,6% del PBI en 1997 al 23,8% en 2006, un 5,2% más. Y el gasto público pasó de un 18,1% del PBI al 20,2% en el 2006, un 2,1% más. De manera que el superávit fiscal primario (que no incluye el pago de los intereses de la deuda pública) pasó del 0,5% del PBI al 3,6% del PBI actual, lo que da mayor margen al gobierno para afrontar sus gastos.
Con respecto a los ingresos públicos podemos decir lo siguiente. Como sucede con el IVA, el peso de las contribuciones patronales se mantuvo prácticamente igual en 10 años. A la clase capitalista, por lo tanto, no se le exige un sacrificio adicional en sus contribuciones ordinarias. Hay que añadir que las rebajas de los aportes patronales introducida con la Reforma de Cavallo en 1994 redujo los ingresos del Estado en $60.000 millones. Actualmente, eso significa que las empresas dejan de pagar al Estado $6.000 millones anuales, según datos de la Secretaría de la Seguridad Social (Clarín, 28 agosto 2006).
Sí hay un aumento importante en la recaudación del impuesto a las ganancias, que está vinculado a la actual coyuntura de auge económico. También se destacan dos impuestos nuevos creados a raíz de la crisis económica que son el llamado Impuesto al Cheque y las retenciones a las exportaciones. Los capitalistas se quejan de estos impuestos "distorsivos", ya que les afectan directamente y son una fuente de conflicto permanente con el gobierno de Kirchner.
Por el lado del Gasto Público lo más llamativo es lo referido en un párrafo anterior, como es el menor peso que tienen la Seguridad Social y los salarios de los empleados públicos en el mismo. Las jubilaciones, pensiones y el gasto en salud, así como los sueldos del sector público, han sido los más perjudicados ya que aunque los montos destinados han subido en cifras absolutas han descendido en porcentaje y en poder de compra comparado con el resto de los gastos estatales y el aumento de los precios. Han subido, sin embargo las transferencias a las provincias y la inversión pública, como explicamos antes.
Ya señalamos el gran peso que tienen en los ingresos estatales el impuesto a las ganancias y las retenciones a las exportaciones, lo que está claramente vinculado al "boom" económico actual. Pero esto anuncia dificultades futuras cuando cambie el ciclo económico, de "boom" a recesión, con una reducción muy grande de ingresos por ambos conceptos. Inevitablemente, esto implicará un ajuste en los gastos públicos y particularmente en los gastos sociales.
Como decíamos al principio, para este año se espera un superávit fiscal cercano a los $30.000 millones, cuyo monto principal irá destinado al pago de la deuda pública. Es irónico que los capitalistas y los políticos burgueses estén poniendo el grito en el cielo por el aumento del gasto público dedicado a la obra pública, a incrementar las jubilaciones, a atender algunas subas de los salarios de los empleados públicos, o al mantenimiento de planes sociales, mientras no dicen ni una palabra de los $15.000 millones en exenciones y reducciones de impuestos otorgados a las empresas en los Presupuestos del Estado del 2007, a lo que hay que añadir los cerca de $8.000 millones en ayudas directas (subsidios y subvenciones) destinados a diversos sectores empresariales; o los $20.000 millones netos que se pagan cada año por la deuda pública, que también van a embolsar los bolsillos de los grandes financieros nacionales y extranjeros.
La deuda pública
A fines del 2006 la deuda pública ascendía a $US 136.700 millones, $US 8.100 millones más que en 2005. Esto equivale al 64% del PBI. Aún así, todavía hay $US 26.100 millones en manos de los acreedores a quienes el gobierno no les reconoce sus deudas, porque se negaron a aceptar el acuerdo sobre la quita de la deuda en el 2005, y con quienes todo el mundo reconoce en privado que habrá que arreglar más tarde o más temprano.
En cualquier caso, lo relevante no es el monto de la deuda sino los $35.000 millones anuales ($US 11.000-12.000 millones) que vienen pagándose cada año por la misma y que seguirán pagándose en los próximos años. Como el Estado no tiene todo este dinero debe volver a endeudarse conforme va cancelando deuda vieja, por eso el monto de la deuda no desciende, pese a los pagos efectuados.
La renegociación de la deuda en el 2005, que culminó con una reducción nominal de su monto (de $US 180.000 millones a $US 120.000 millones), incluyó concesiones muy beneficiosas para los acreedores, pero muy perjudiciales para el país.
Así, la parte de la deuda pública contraída en pesos, el 48% del total, está ajustada automáticamente con la inflación de manera que los acreedores son compensados por el aumento de los precios. Así, por cada 1% de inflación el Estado debe desembolsar una cantidad adicional de $1.629 millones a estos acreedores.
Otra de las concesiones es el llamado cupón atado al PBI, que implica pagos adicionales para determinados bonos de la deuda pública, cada año que el PBI de Argentina crezca por encima del 5%. En el 2006 esto implicó un pago adicional de $US 390 millones por la deuda pública, y en el 2007 serán $US 810 millones. Para el 2008 se prevé un pago de $US1.314 millones y para el 2009 de $US 1.701 millones.
Según un informe del Ministerio de Economía, el año pasado se pagaron, sólo por intereses de la deuda, unos 4.000 millones de dólares, el 1,8% del PBI, pero si se añaden las cancelaciones de deuda habidas más el pago extraordinario para cancelar la deuda con el FMI, ese monto subió a un increíble ¡10,5% del PBI!, 22.000 millones de dólares.
Para este año, se realizarán pagos totales (por intereses y cancelaciones de las deudas vencidas) por valor de unos $US 13.300 millones. Sin embargo, los Presupuestos del 2007 sólo tienen previsto destinar $14.133 millones para la deuda pública (unos $US 3.600 millones). Para hacer frente a los $US 9.700 millones restantes el gobierno deberá destinar una parte mayor del superávit fiscal y tomar deuda nueva a intereses crecientes. Por eso la deuda pública sube, pese a las decenas de miles de millones de dólares pagados durante décadas.
Argentina es el 5º país deudor del Banco Mundial, por detrás de China, Brasil, Indonesia y Turquía. Le debe cerca de $US 6.000 millones. Además le debe $US 8.500 millones al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y $US 6.000 millones al Club de París. En total, le debe $US 20.500 millones a las entidades imperialistas de crédito. Y eso, pese a que estos organismos, incluyendo el FMI, recibieron de Argentina $US 26.376 millones entre el 2002 y el 2006.
La deuda pública, detentada fundamentalmente por los organismos internacionales imperialistas y los grandes grupos financieros nacionales y extranjeros, supone un enorme lastre para el desarrollo del país y las condiciones de vida de los trabajadores, y explica el atraso de nuestras infraestructuras, las jubilaciones de hambre, y la falta de insumos en los hospitales y escuelas.
El pago actual de la deuda pública será insostenible a mediano plazo. Un cambio en el ciclo económico, con la caída de las exportaciones y de los ingresos del Estado, volvería a llevar al Estado a la quiebra y a depositar todas sus consecuencias sobre las masas trabajadoras.
La crisis energética y las empresas privatizadas
La crisis energética está directamente relacionada con la falta de inversiones que mencionábamos en un apartado anterior. Los responsables de esto son las multinacionales que controlan el petróleo, el gas y la electricidad, así como sus infraestructuras anexas: gasoductos, oleoductos, centrales distribuidoras, destilerías, etc. Todo esto les fue entregado a precios de saldo por los gobiernos de turno que estuvieron al frente del país, con la complacencia de la burguesía nacional.
La producción de petróleo está estancada desde hace 10 años y la de gas cayó un 5,4% el año pasado. No se invierte en la búsqueda de nuevos yacimientos. Las petroleras exportan, en grandes cantidades, recursos tan básicos para llenarse los bolsillos, y chantajean al gobierno con la paralización de la distribución en el mercado local, para que les permita incrementar sus exportaciones.
Es absolutamente falso, como afirman los voceros de las petroleras y sus lacayos nacionales, que esta falta de inversiones se deba al congelamiento de las tarifas. El 51% de las ganancias que obtienen las 200 empresas más grandes del país corresponden a las petroleras, cuya tasa de ganancia es del 25% sobre el capital invertido (INDEC). La renta anual petrolera que se llevan las multinacionales supera los 12.000 millones de dólares cada año.
Y como afirma la Federación de Trabajadores de la Energía (FeTERA): "Con respecto a las inversiones, no es cierto que no se hicieron, ya que el Estado Argentino autorizó la inversión de cientos de millones de dólares en gasoductos y poliductos para exportar a Chile, a Brasil y a Uruguay; lo que no se hizo, fue invertir en redes de distribución troncal para que los argentinos puedan tener gas; así el 40% de nuestra población depende del gas envasado, fundamentalmente la garrafa, que es cara y difícil de conseguir. Asimismo a los que tienen redes, también les falta gas". (FeTERA. ArgenPress 30/5/07).
La situación del sistema eléctrico es similar. Su capacidad está al límite, lo que provocó su colapso en varias ocasiones en los últimos meses con apagones en amplias zonas del país. Mientras que la demanda de electricidad aumentó un 43,5% entre el 2003 y el 2006, la capacidad de generación sólo lo hizo un 2,5%.
Las únicas inversiones en infraestructuras para el consumo local (como destilerías, centrales térmicas e hidroeléctricas) recién empezó a acometerlas ahora el Estado, pero su terminación demorará varios años.
Aunque el gobierno de Kirchner sea la versión más "izquierdista" producida por la burguesía nacional en las últimas décadas, no puede ni quiere enfrentar a las grandes corporaciones multinacionales.
La misma historia se cuenta en las provincias. Este año, la provincia de Chubut amplió hasta el 2047 la concesión que tiene la Pan American Energy en Cerro Dragón, el yacimiento más importante del país; y Santa Cruz amplió a esta misma empresa la concesión que tiene en el Golfo de San Jorge, hasta el 2027.
La privatización energética supone para el país un drenaje intolerable de recursos naturales no renovables y de dinero. El año pasado, el gobierno gastó $4.500 millones en importar energía (gas, fuel oil, gasoil, electricidad). Y sólo hasta el mes de julio de este año ya gastó $3.575 millones (Clarín, 27 agosto 2007).
¿Y qué tiene que decir la burguesía nacional de todo esto? Ante las restricciones del suministro energético a la grandes empresas ordenado por el gobierno, el jefe de la patronal (UIA) en Córdoba, Oscar Guardinelli, afirmó: "La industria no puede ser el fusible del sistema, los cortes deben llegar a los consumidores" (Clarín, 29 junio) ¡Ahí está! En lugar de señalar la responsabilidad en las petroleras, prefieren depositar sobre su propio pueblo ("los consumidores") las consecuencias de la depredación de nuestros recursos por las multinacionales. Esto no nos puede extrañar. Los vínculos de la burguesía nacional con las multinacionales extranjeras instaladas en el país son claros. Es común que grandes empresarios nacionales integren los Consejos de Administración de estas empresas y tomen parte de su capital accionarial. Un ejemplo claro es YPF, en cuyo directorio participan representantes de empresas argentinas como Aluar, Banco Macro, Arcor, y de la Cámara de Comercio.
Los planes de Repsol de reorganizar sus inversiones en Argentina y América Latina no van a cambiar sustancialmente la situación. Repsol pretende unificar sus inversiones latinoamericanas en una nueva empresa, adonde también ingresaría YPF, vendiendo a inversores privados el 45% de su capital. El probable ingreso del grupo privado argentino Eskenazi (que tomará el 25% del capital de YPF) no tiene nada que ver con la "argentinización" de esta compañía. Nacionales o extranjeros los capitalistas sólo piensan en sus ganancias y, como hizo Pérez Cómpanc cuando le vendió su petrolera a Petrobrás hace 5 años, mañana pueden entregar nuevamente sus inversiones al capital extranjero a cambio de miles de millones de dólares.
Lo que busca Repsol con esta jugada es asegurarse la renovación de las concesiones petroleras, que vencen entre el 2001 y el 2017, reforzando sus vínculos con el gobierno a través de empresarios locales, además de beneficiarse de unos ingresos estimados entre $US10.000 millones y $US 12.000 millones por la venta de estas acciones, mientras mantiene en sus manos el control firme del holding.
Es una broma que el gobierno considere un paso adelante, como también lo hacen algunos nacionalistas pequeñoburgueses, esta "argentinización" de YPF porque, supuestamente, fortalece nuestra "soberanía" sobre los hidrocarburos. El propio Eskenazi lo dejó claro en declaraciones publicadas en Clarín: "Este es un negocio privado, Repsol es privado, nosotros somos privados, y no iremos con ENARSA de socios ni con garantía del Estado, como algunos dicen por ahí. Nada con el Estado" (Clarín, 17 junio 2007).
Es la misma situación que en las empresas eléctricas. Aquí puede hablarse, incluso, de una "argentinización" mayor. El hueco dejado por la salida de inversores multinacionales en los últimos años ha sido ocupado por grupos de capitalistas nacionales que piensan seguir engordando sus ganancias con más subvenciones del Estado. Actualmente, el sistema de generación eléctrica está en un 52% en manos de capitales nacionales, frente al 33% en el 2003. Grupos como Mindlin, Electroingienería, Miguens (prohombre de la Sociedad Rural), Werthein, etc. tienen intereses en las empresas eléctricas, pero su condición de argentinos no los hace menos parásitos e insensibles a las necesidades populares que sus hermanos mayores de las multinacionales.
La lucha por la recuperación de los hidrocarburos y demás fuentes energéticas debe ir en paralelo a la lucha por el socialismo, expropiando sin indemnización a estos usureros ¡No puede controlarse lo que no se posee! De la misma manera que el faltante de alimentos (carne, lácteos, etc.) o el encarecimiento de los mismos, hunden sus raíces en la propiedad privada de un puñado de terratenientes y empresarios parásitos.
La política del gobierno de Kirchner en el resto de los servicios públicos privatizados (trenes, subte, líneas aéreas, telefónicas, etc.) es la misma: mantener la privatización y afrontar las obras de infraestructuras mínimas necesarias para evitar su colapso, ante la ausencia escandalosa de inversiones privadas para que los servicios puedan funcionar de manera eficiente.
Los subsidios al transporte aumentan año tras año. Con la excusa del congelamiento de los boletos de tren, subte y colectivos, este sector ha recibido del Estado más de $2.500 millones en los últimos dos años. La cancelación de las 3 líneas ferroviarias metropolitanas de la Capital que estaban en manos del empresario Taselli no significó su estatización sino su entrega a un consorcio formado por las demás empresas privadas que gestionan el transporte ferroviario y que ofrecen un servicio igual de malo que el que ofertaba Taselli.
En lugar de reestatizar el sistema ferroviario y afrontar un plan serio de modernización de sus infraestructuras (locomotoras, vagones, estaciones, señales, soterramiento, etc.) el gobierno pretende embarcarse en un proyecto faraónico y carísimo como es el "tren bala" para Rosario, Córdoba y Mar del Plata, que costará, al menos, $US 2.500 millones, para usufructo de la burguesía, la pequeñaburguesía adinerada y los funcionarios que puedan pagarse el boleto, condenado a la clase obrera a soportar un transporte ferroviario metropolitano horrible, lento, sucio e inseguro y la utilización de colectivos y micros cada vez más caros e igualmente inseguros.
Como hemos explicado muchas veces, la negativa del gobierno de Kirchner a reestatizar los servicios públicos esenciales se debe al miedo a dar una señal equivocada a la clase obrera. No quiere despertar el entusiasmo en los trabajadores para que piensen que se avecina la recuperación de "la soberanía nacional", para emplear términos propios de la demagogia peronista, pero que calaron en la conciencia de la clase obrera durante décadas como expresión instintiva de un sentimiento genuino antiimperialista y anticapitalista.
Las escasas renacionalizaciones habidas, como las de Correos, Aguas Argentinas, o la última de los astilleros Tandanor se produjeron solamente por el abandono del capital privado de estos sectores estratégicos de la economía y los servicios públicos, y porque ningún inversor privado quiso hacerse cargo de las mismas. Esta es toda la verdad sobre el carácter "nacional y popular" del gobierno de Kirchner.
El sector agropecuario
La agricultura argentina vive una época dorada. Es una agricultura extensiva, moderna y eficiente tecnológicamente que se ha beneficiado en los últimos años de una suba espectacular de los precios de las materias primas.
En el campo se espera esta temporada la cosecha de granos más grande de la historia, cerca de 100 millones de toneladas. Esto coincide con los precios más altos que se recuerdan de la soja, el trigo, el maíz, el girasol y la carne.
La Bolsa de Rosario calcula que la utilidad, una vez descontado el impuesto a las ganancias, será de 2.460 millones de dólares para los propietarios de la cosecha, fundamentalmente terratenientes, que "es el doble de la rentabilidad histórica de la pradera pampeana" (Clarín, 22 junio 2007). En el negocio de la carne se cuenta la misma historia.
En el primer semestre del año, el valor de las exportaciones de los productos primarios subió un 25% respecto del mismo período del año anterior. La mayor parte de este aumento se debió al aumento del precio en los mercados internacionales de los productos exportados.
Para apreciar mejor la situación de la agricultura conviene echar una mirada a las dos grillas que reproducimos debajo, que muestran una comparación entre las cosechas del 2005/2006 y del 2006/2007:
Volumen (Tn): 94 millones de toneladas (Tn) en 2006/2007 y 76 millones de Tn en 2005/2006
Superficie sembrada: 30 millones hectáreas en 2006/2007 y 28 millones hectáreas en 2005/2006
Soja: 47,5 millones Tn en 2006/2007 y 43 millones Tn en 2005/2006
Maíz: 22 millones Tn en 2006/2007 y 14 millones Tn en 2005/2006
Trigo: 5,4 millones Tn en 2006/2007 y 9 millones Tn en 2005/2006
Girasol: 3,4 millones Tn en 2006/2007 y 1,2 millones Tn en 2005/2006
Exportación: 72,5 millones Tn (77,1% de la cosecha) en 2006/2007 y 63 millones Tn en 2005/2006
Consumo interno: 13,5 millones Tn (14,4% cosecha) en 2006/2007
Piensos animales y otros: 8 millones (8,5% de la cosecha) en 2006/2007
La comparación en los precios de los productos en 2006 y 2007 es la siguiente, medido el precio de la tonelada en dólares:
Soja: $277 (2007) y $243 (2006)
Maíz: $121 (2007) y $91 (2006)
Trigo: $160 (2007)
Girasol: $208 (2007), y $250 se espera en el 2008
Aceite de Girasol: $785 (2007)
Además, de las extraordinarias ganancias, la agroindustria (que incluye la producción aceitera, productos lácteos, y otras elaboraciones) proporciona al Estado unos $12.000 millones en impuestos a las retenciones por exportación (el valor de lo exportado alcanza los $US 16.000 millones), el 60% de las retenciones totales por exportación.
Todas las cifras están en el mejor nivel de la historia. La molienda de soja se triplicó en 13 años, hasta alcanzar los 37 millones de tn en el 2006, y se prevén 40 millones en el 2007. El impulso que se está dando a la demanda de biocombustibles está empujando mucho más al alza los precios del girasol y del maíz, y la extensión de la cosecha. Así, en el 2008 la exportación del girasol se elevará desde los $US 700 millones hasta los $US 1.000 millones, por la mayor demanda de biocombustibles, y para la temporada 2007/2008 se destinará el 30% de la cosecha de maíz a la producción de etanol.
La búsqueda descontrolada de ganancias está introduciendo nuevas contradicciones en la producción agroindustrial, en la economía nacional y en los ecosistemas. El aumento anual de la superficie sembrada está dándose a costa de la producción de trigo y de la ganadería, esenciales para la producción de pan, leche y carne. Pero también está incidiendo gravemente en el desmonte de la selva. Las enfermedades respiratorias están extendiéndose en toda la zona del Litoral como consecuencia del polvo expulsado a la atmósfera por la molienda masiva de granos.
Pero el efecto más inmediato es la imparable suba de precios de los alimentos básicos. La exportación del 77% de la cosecha, estimulada por el aumento de los precios internacionales está socavando la estabilidad de la economía y el poder adquisitivo de las masas que cada vez tienen que pagar más ante la caída de la oferta en el mercado interior.
Sólo en el mes de abril, las exportaciones de hortalizas frescas y legumbres aumentaron un 38,5% en volumen y un 64,7% en precio, respecto del mismo mes del 2006. La miel aumentará sus exportaciones un 11% más este año. Y en los primeros 8 meses del año, las exportaciones de pollo aumentaron un 29% en volumen y un 51% en dinero con respecto al mismo período del 2006.
La anarquía de la producción capitalista y el hambre insaciable por las ganancias adquieren en el sector agroindustrial su perfil más acusado. No existe otro sector de la economía nacional donde la contradicción básica del capitalismo, la que se da entre el carácter social de la producción y su apropiación individual por un puñado de ricachones, se manifieste más claramente. No existe otro sector de la economía donde las masas trabajadoras sientan tan agudamente en sus condiciones de vida el carácter reaccionario de la propiedad privada capitalista.
Y no contentos con acumular las ganancias más grandes de la historia, los terratenientes y agroindustriales continúan insatisfechos, exigiendo al Estado compensaciones por la venta de sus productos en el mercado interno con la excusa de que en el extranjero les pagan precios más altos. Lo más irónico de todo es que estas "compensaciones" se exigen a cambio de un supuesto congelamiento en los precios.
Lo grave es que el gobierno acepta este chantaje y ha respondido favorablemente a las demandas de estos parásitos. En febrero, se aprobaron subsidios a los productores de leche, pollo, cerdo, aceites y molineros, por valor de $US 600 millones anuales, más $280 millones para los ganaderos. A cambio, se supone que deben comprometerse a no aumentar los precios y sí a reducirlos. Para ello, las retenciones a las exportaciones de soja, trigo, maíz, harina y aceites aumentarán hasta situarse entre el 25% y el 35% del valor exportado, según el tipo de grano y de producto. Pese al incremento de las retenciones, la rentabilidad que sacarán los empresarios agroindustriales quedará entre un 3% y un 39% (según el tipo de grano y de producto) por encima de la obtenida el año pasado, cuando consiguieron ganancias históricas.
Como en el caso de los recursos energéticos y en el sistema de transporte, sólo la nacionalización de la tierra y de los monopolios alimentarios, incluyendo las grandes cadenas de comercialización, sin indemnización y bajo el control de los trabajadores, sería posible armonizar la producción alimentaria sana, abundante y de calidad para toda la población, a precios baratos.
Perspectivas económicas
Las perspectivas para la economía argentina están completamente subordinadas a las perspectivas para la economía mundial. El 80% de la economía argentina está orientada a la exportación, una parte sustancial de los sectores clave están en manos de multinacionales, casi todos los bienes de equipo son importados, la deuda externa sigue jugando un papel determinante en la política presupuestaria y monetaria del gobierno, y por lo tanto la suba o baja de los tipos de interés en los mercados internacionales y las oscilaciones del dólar van a tener una incidencia fundamental.
Aún están por determinarse los efectos a medio plazo del reciente desplome de la burbuja inmobiliaria en los EEUU, que ya ha tenido consecuencias en Europa y Japón y ha afectado a los mercados bursátiles de todo el mundo. Pero un cierto retraimiento en las inversiones extranjeras será inevitable, por el miedo a la crisis. Los bancos, que hasta ahora se han mostrado muy remisos a prestar dinero en Argentina, profundizarán esta actitud. Una menor actividad en la economía mundial tendría un efecto depresor en los precios de las materias primas, por la caída de la demanda, lo que podría afectar de manera importante a los ingresos estatales por las exportaciones, y a las ganancias de la agroindustria y de las petroleras. Esto incidiría también desfavorablemente en amplias zonas del interior del país, donde predomina el monocultivo cerealero e hidrocarburífero.
En esas condiciones, se haría notar rápidamente un exceso de la capacidad productiva en el complejo agroindustrial y en otros sectores de la economía que ahora están al tope en la utilización de la capacidad productiva: acero, neumáticos, refino de petróleo, etc, lo que provocaría un hundimiento de las inversiones, incrementando el desempleo y los cierres de empresas. Dependiendo de la rapidez con que la economía mundial se precipite a una crisis, el descenso de la actividad económica en Argentina será más acelerado o más lento.
Más allá de esto, la principal debilidad de la economía argentina es la falta de inversiones sin las cuales parece difícil sostener el ritmo de crecimiento económico actual. Sólo observamos inversiones relevantes en la agroindustria, la minería, el automóvil (pese a que todavía no alcanzó su techo histórico de fines de los 90), y en empresas aisladas, como Aluar, la principal productora de aluminio. Algunos economistas reducen la tasa de crecimiento de la economía argentina al 6% del PBI el año que viene, lo cual es bastante probable si no hay un cambio en la economía mundial.
Por el momento, no existen signos que nos indiquen un cambio en la tendencia alcista de los precios, que está vinculado también a la falta de inversiones y al aumento de la demanda mundial de alimentos. Pero, como decíamos antes, una caída en la actividad económica como consecuencia de la entrada en la crisis de la economía mundial provocaría un descenso en el valor de las materias primas que debería conducir a un aumento menor de los precios, o a un descenso de los mismos.
En cualquier caso, lo más relevante para nosotros, como marxistas, no son las cifras económicas sino los efectos reales de la economía en las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera. Muchos países latinoamericanos y asiáticos ostentan índices de crecimiento económico similares a la Argentina lo que no ha impedido el incremento de la pobreza y de las desigualdades sociales. En los próximos apartados estudiaremos estos efectos y cómo influyen en las perspectivas para la lucha de clases en nuestro país.
(3ª Parte) El Movimiento obrero
En esta tercera parte de nuestro documento Perspectivas para Argentina tratamos sobre las condiciones de vida de las masas trabajadoras y la situación del movimiento sindical. Se hace un énfasis especial en las perspectivas para el nuevo Pacto Social antiobrero que están preparando el gobierno, la patronal y la burocracia sindical de la CGT. Analizamos el papel del MIC y la necesidad de que éste dé pasos firmes para su conversión en una genuina corriente sindical clasista de oposición dentro de la CGT y la CTA.
LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA CLASE OBRERA
En los últimos años se ha producido un cambio importante en las condiciones de vida de las masas, como consecuencia de un crecimiento económico que se ha mantenido ininterrumpidamente durante 5 años. No obstante, estos cambios favorables en el empleo, los salarios y las jubilaciones han generado condiciones de vida que aún están por debajo de las que disfrutaban los trabajadores a mediados de los años 90, por no hablar de épocas más distantes. Por eso los trabajadores miran el futuro con desconfianza e incertidumbre.
En materia de empleo, la desocupación descendió a su mínimo histórico desde 1993, en torno al 10%. Según el Ministerio de Trabajo a fines del 2006 había 1,2 millones más de trabajadores registrados que en el 2001. El empleo industrial aumentó un 30% desde el 2003, y ahora abarca a 1,1 millones de trabajadores.
Sin embargo, donde no se produjo una modificación significativa fue en la cantidad de trabajadores "en negro". De los 11 millones de asalariados, 4,5 millones son trabajadores registrados en el sector privado, 2 millones son empleados públicos registrados, y 4,5 millones son trabajadores "en negro" (el 41% del total).
En este capitalismo débil, la división del trabajo de la economía capitalista coloca a las pequeñas empresas (lugar donde se concentra la mayor cantidad de empleo informal) en el papel de suministradoras de mercaderías y servicios de bajo costo para las medianas y grandes empresas.
La elevada tasa de empleo "informal" muestra la fragilidad del capitalismo argentino pero también la apuesta estratégica de la clase dominante, con la complicidad del gobierno, para mantener una bolsa importante de trabajadores precarios que actúe como un efecto disuasorio ante los reclamos laborales. Hay que tener en cuenta que los trabajadores "en negro" ganan la mitad que los registrados.
En la medida que los dirigentes sindicales se niegan sistemáticamente a organizar la lucha contra el empleo "en negro" en las empresas, la única manera efectiva de obtener avances en este terreno, tratan de concentrar su accionar en influir en el gobierno para que, a través del Parlamento, se sancionen decretos y leyes que mejoren la situación de los trabajadores. De esta manera profundizan su acercamiento al aparato del Estado.
Por el lado del "empleo en negro" no hubo ningún avance significativo. En otros temas, el gobierno aceptó algunos reclamos de los dirigentes de la CGT que intentan revertir algunas contrarreformas de los 90, pero que son de poca relevancia: que los despidos sean por escrito, el derecho del trabajador de pedir comprobantes de los aportes patronales a la Seguridad Social, que en los convenios colectivos de trabajo se fije duración y tiempo de los trabajadores contratados como temporales, y que éstos reciban un salario similar al resto, etc. Otros proyectos permanecen atascados en el Senado y no es probable que sean aprobados, como el que establece un subsidio de desempleo para los trabajadores "en negro".
La contracara del "boom" económico es la sobreexplotación de los trabajadores que implica aumento de los ritmos de trabajo, el no pago de horas extras, etc. Existen 1,2 millones de trabajadores a tiempo parcial, el 20% de los trabajadores registrados, a quienes se les exige horas de trabajo adicional para completar un salario decente.
Todo esto está llevando a sus límites el aguante de los nervios y los músculos de los trabajadores. Entre los años 2003 y 2006 se triplicaron los juicios por estrés laboral, por acoso moral, jornada laboral extenuante, trabajo en negro, problemas de salud, etc., según la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés-SAMES, (Clarín, 13 octubre 2006). Las estadísticas de accidentes laborales señalan un agravamiento de la siniestralidad laboral año tras año. En el último año, las demandas por accidentes laborales se incrementaron un 24,3% (Clarín, 1 julio 2007).
Según las últimas estadísticas disponibles, en el 2006 se produjeron 636.000 accidentes laborales (un 6,7% más que en el 2005), lo que implica un accidente por cada 9,5 trabajadores. Estas estadísticas sólo computan a los trabajadores registrados. Imaginemos cuál será la tasa de siniestralidad de los trabajadores "en negro" (el 40% de la fuerza de trabajo), sin derechos laborales ni seguro de accidentes, trabajando en condiciones más precarias y sin representación sindical. En el 2006 fallecieron 995 trabajadores en accidentes laborales, un 13,5% más que en el 2005. Cerca de 40.000 trabajadores quedaron afectados con algún tipo de incapacidad laboral permanente, un 20% más que el año precedente. Los accidentes laborales causan cada año la pérdida de más de 14,7 millones de jornadas de trabajo, lo que equivale a declarar tres días feriados extras al calendario laboral del país.
Pese a que hace dos años que la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucionales algunos artículos de la Ley de Accidentes Laborales menemista, ésta continúa sin ser reformada. Concretamente, la Corte Suprema de Justicia declaró ilegal la prohibición de que el trabajador accidentado inicie un juicio civil contra su empresa después de recibir la indemnización correspondiente de la ART (empresa aseguradora de accidentes laborales). En estos 2 años el gobierno elaboró innumerables borradores que no satisfacieron a la patronal ni a los sindicatos.
Por el lado de los ingresos familiares, hay que señalar que, en los últimos 15 años, hubo un trasvase fabuloso de ingresos desde los trabajadores (asalariados y cuentapropistas) a los empresarios. Así, mientras que el sector empresario se llevaba el 33,7% del ingreso nacional en 1993, en el 2006 se llevó el 47,4%, una diferencia a favor del 13,7%. Los asalariados pasaron de llevarse el 44,7% en 1993 al 38,6% en el 2006. Es decir, su participación en el Ingreso Nacional cayó un 6,1%. Los cuentapropistas (entre los que se cuentan muchos trabajadores obligados a trabajar con contratos individuales) pasaron de representar el 21,6% del Ingreso Nacional a sólo el 14%; es decir, perdieron un 7,6%. (Clarín, 29 octubre 2006).
Según el Ministerio de Trabajo la brecha entre los salarios más altos y bajos se redujo desde 20 veces en el año 2000, a 12 en el 2006. Este achatamiento de la pirámide salarial se debe a que los salarios más bajos han crecido algo más deprisa que los salarios más altos. Esto es debido a la demanda mayor de trabajadores poco calificados, al "blanqueo" del empleo de una parte de los trabajadores anteriormente "en negro" y a la recategorización de los trabajadores peor pagos. Esto demuestra que los empresarios han utilizado a los trabajadores precarizados como un ariete para moderar las subas de los trabajadores mejor retribuidos.
En la industria, pese a los aumentos salariales habidos, el costo salarial cayó un 20,3% respecto de 1997, debido al mayor aumento de los precios respecto de los salarios y al incremento de la productividad por obrero ocupado, que lo hizo un 23% (un 27% si tenemos en cuenta la mayor carga horaria). Actualmente, hay un 40% más de producción con sólo un 13% más de obreros que en el 2001.
Los últimos datos oficiales difundidos por el Ministerio de Economía afirman que el salario promedio de los trabajadores registrados era de $1.892 en enero de este año (Clarín, 6 de mayo 2007), un 127% más que en diciembre del 2001, mientras que los trabajadores "en negro" sólo cobran un 63% más y los públicos un 47,6%. Pese a todo, lo relevante es que el 66% de los trabajadores registrados cobra menos de $1.500. Y cerca de 1,5 millones de trabajadores todavía gana menos de $800, que deben completar con horas extras la posibilidad de alcanzar un salario que les permita sobrevivir. Pero si tomamos el salario promedio, incluyendo a los trabajadores "en negro", el promedio desciende a los $975. No olvidemos que la CTA fija en $2.800 el costo de la canasta familiar, que se corresponde, en poder adquisitivo, con el salario promedio que recibían los trabajadores argentinos ¡en 1975!
Por las características del gobierno de Kirchner, que hemos analizado en muchas ocasiones y que volveremos a tratar en un apartado posterior, éste se ha propuesto como el intermediario entre las clases, balanceándose a izquierda y derecha para intentar amortiguar los choques entre las mismas y asegurar la mayor estabilidad social posible. Por esa razón, aun al precio de disgustar a la propia burguesía, el gobierno de Kirchner ha tenido una política consciente de otorgar concesiones a la clase obrera para anticiparse a los reclamos de ésta, o cuando aquéllos superaban determinados límites.
Así, tras década y media de congelamiento, el salario mínimo aumentó de $200 en el 2003 a $980 en diciembre de este año. Pese a la espectacularidad de este aumento, sólo es efectivo para los trabajadores registrados, no así para los millones de trabajadores "en negro", por lo que su incidencia real es limitada, habida cuenta de que el salario promedio de los trabajadores registrados queda muy por encima de ese salario mínimo.
En el impuesto a las ganancias, que afecta a las capas más elevadas de los asalariados, el mínimo imponible a partir del cual se paga este impuesto subió de los $2.500 en el 2006 hasta los $3.500 este año para los solteros, y de $3.000 hasta los $4.500 en el caso de los trabajadores casados con hijos, medida que afectó a unos 800.000 trabajadores, que dejarán de pagar en impuestos unos $120 al mes, en promedio
El incremento del 40% en el salario familiar no tendrá tanta incidencia porque sólo supone unas monedas de aumento (entre $20 y $30 al mes) y no afecta a los empleados públicos de las provincias y de la Capital que se rigen por asignaciones propias. También hubo leves mejoras en los planes sociales para los desocupados, donde todavía permanecen inscritos 1,2 millones de desocupados.
En lo que se refiere al incremento habido en las jubilaciones y pensiones mínimas, que pasaron de $200 en el 2003 a los $650 a partir del mes de octubre, éste ha sido importante teniendo en cuenta el nivel miserable en que estaban situadas. No obstante, el gasto del conjunto de las jubilaciones y pensiones sólo equivalen al 4% del PBI, cuando en el 2001 equivalían al 5,7%; es decir, han disminuido su peso relativo dentro de la riqueza general. Y si le añadimos a este gasto las asignaciones familiares y los subsidios por desempleo, sólo representaría el 4,6% del PBI frente al 6,6% que todos estos gastos representaban en el 2001.
Los cambios introducidos por el gobierno de Kirchner en el sistema jubilatorio representan un avance con respecto a la situación anterior, al permitir la vuelta de los trabajadores al sistema jubilatorio público, aunque se mantiene la privatización del sistema jubilatorio, con un esquema mixto controlado aún mayoritariamente por las AFJP. Pero esta reforma no contempla la movilidad automática de las jubilaciones con la suba de precios ni con los aumentos salariales, ni recupera el histórico 82% del salario (salvo para el sector docente universitario).
Es verdad que hubo un incremento sensible, del 0,85% al 1,5%, en el porcentaje del salario que, multiplicado por los años cotizados, será lo percibido como jubilación mensual. Con todo, el haber medio alcanzado con las últimas subas está fijado en $742, muy por debajo de la línea de la pobreza, establecida en $930. Incluso así, la mayoría de los jubilados, el 64%, percibe el haber mínimo de $650.
Las AFJP son un negocio fabuloso para los bancos. Administran $79.000 millones (equivalente al 12% PBI). El 60% de este dinero está invertido en fondos públicos: deuda pública y fondos públicos de inversión (fideocomisos); el 10,1% en inversiones en el exterior, y el 15% en acciones y títulos privados; todo lo cual le rinde importantes ganancias a estos parásitos con dinero procedente de los trabajadores.
El sistema previsional no puede ser un negocio privado en manos de los bancos que lucran con una plata que no les pertenece, y que corre un grave riesgo ante la posibilidad de su colocación en negocios especulativos y ruinosos, y en fraudes y corruptelas de todo tipo, con el peligro de que los jubilados pierdan sus fondos acumulados, como vemos ahora con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria (que ha hecho "desaparecer" de la noche a la mañana decenas de miles de millones de dólares) o como aconteció en los EEUU con los fondos privados de pensiones de multinacionales como Enron, IBM, General Motors, y otras.
Por eso exigimos la estatización de los fondos de las AFJP y un sistema provisional 100% público, con la reintroducción inmediata del 82% del salario móvil para todos los jubilados y que ninguno perciba un monto por debajo de la línea de la pobreza.
En el conjunto de la sociedad, la desigualdad no ha bajado sensiblemente. Hasta fines del año pasado, la brecha entre los ingresos del 10% más rica y el 10% más pobre era de 31 veces. Según el INDEC, el 20% de la población más rico tiene el 53,1% de los ingresos, y el 20% de la población más pobre el 13,4%.
Pese a la arbitrariedad con que está establecida la línea de la pobreza en Argentina (sobre la base de una canasta básica de alimentos cuyo valor fija el gobierno a voluntad) y la manipulación descarada de los índices de precios, todavía las cifras oficiales indican una tasa de pobreza elevada: el 27% de la población (10 millones de personas), para familias con ingresos por debajo de $930 y una tasa de indigencia del 8,7% (3,3 millones), para familias con ingresos de hasta $430.
La miseria social no está circunscrita sólo a los niveles de ingresos, sino también a la calidad de vida y los derechos sociales. Así, por ejemplo, todavía hay 12 millones de personas en nuestro país sin cloacas, el 33% de la población; que demuestra el nivel de abandono y despreocupación de los políticos burgueses hacia las infraestructuras básicas. Lo mismo se observa en el elevado nivel existente de industrias contaminantes y sus efectos en los ríos y acuíferos.
EL MOVIMIENTO OBRERO
Es indudable que el auge económico que transitamos desde hace 5 años ha tenido un efecto muy favorable en la clase obrera. Tras las duras derrotas de los años 80 y 90, el boom actual está fortaleciendo numérica y psicológicamente a los trabajadores. El aumento del empleo y de las ganancias empresariales actuaron como un estímulo poderoso para la lucha sindical. En los años 2005 y 2006 tuvimos el mayor número de conflictos laborales en 15 años (824 y 510, respectivamente). Indudablemente, la suba de los precios, en este contexto de auge económico, también actúa como un fuelle que aviva el fuego de la lucha sindical. Para el 2007 se espera un número de conflictos similar al del año pasado.
Este incremento de luchas y las conquistas alcanzadas nos revelan un buen estado de ánimo de los trabajadores, que se lanzan a luchar con confianza en sus propias fuerzas. Este es el hecho más relevante a señalar, y del que debemos partir para tener una caracterización correcta de la coyuntura actual.
Con la irrupción de las luchas a fines del 2004 y el 2005, la burocracia sindical buscó reacomodarse a la nueva situación. El sector más podrido de la CGT fue apartado de la conducción de la central y el ala más "combativa" dirigida por Hugo Moyano se alzó con su control. El objetivo marcado por Moyano fue anticiparse a las luchas y forzar a la patronal a comprar la paz social. La burocracia necesitaba recuperar autoridad ante los trabajadores y conjurar la aparición de conducciones combativas de base que estaban emergiendo en telefónicos, subte, ferroviarios, hospitales, etc.
El colofón de esta táctica fue el "pacto social" del año pasado, acordado entre la patronal, el gobierno y la CGT, que fijaba como techo de aumento salarial el 19% y que también quedó establecido como piso en las mayoría de los convenios de trabajo y en las luchas de las empresas.
Esto tuvo un efecto en frenar las luchas. Los trabajadores no necesitaban declarar la huelga para conseguir aumentos salariales. De ahí el descenso en la cantidad de conflictos.
Este año, la patronal, el gobierno y los dirigentes de la CGT repitieron el "pacto social", fijando un techo salarial del 16,5% que, como ocurrió el año anterior, también quedó fijado como piso en la mayoría de los convenios de trabajo. Aunque esta nueva edición del pacto social también ayudó a contener las luchas, esta vez hubo un aumento significativo de la indisciplina sindical, dándose una gran cantidad de conflictos con el disgusto de la burocracia sindical, o con su oposición expresa. Entre ellos podemos citar los del Subte, telefónicos, la empresa de neumáticos FATE, Correo Argentino, la empresa de aluminio Aluar, Banco de la Nación, ferroviarios, petroleros, judiciales, el cordón petroquímico de Zárate-Campana con sus 26 empresas, en la industria del pescado de Mar del Plata, Puerto Madryn y Puerto Deseado, etc. Y en el sector público debemos destacar las luchas en el sector salud en las provincias de Buenos Aires, Catamarca y Neuquén; y las extraordinarias y heroicas luchas docentes de Santa Cruz, Neuquén y Salta. Por su parte, ATE convocó tres paros nacionales en demanda de un aumento del 20%, en mayo, agosto y octubre.
Otro hecho significativo es que, en muchos conflictos, los trabajadores rompieron la legalidad burguesa negándose a acatar la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo, lo que demuestra un malestar muy profundo capaz de vencer el miedo al despido. Así ocurrió con los docentes de Santa Cruz, en la empresa Aluar, en la empresa FATE, o en el polo petroquímico de Zárate-Campana. Gobierno y patronal debieron aceptar impotentes este desafío y los trabajadores consiguieron salir de estos conflictos sin despidos ni sanciones.
Hay un malestar profundo en las masas de la clase obrera. Sin duda, esto tiene que ver en primer lugar con sus condiciones de trabajo y el nivel de vida, fustigado por la imparable suba de precios. Pero también está relacionado con la situación general: por el estado pésimo del transporte, por los cortes de energía, por la falta de vivienda, y allá donde se produce, por la actitud represiva y arrogante hacia los conflictos salariales y sociales que desbordan al gobierno y a las patronales.
Este malestar sacude también a las capas más explotadas que, normalmente tienen más dificultades en expresar sus reivindicaciones, como son los trabajadores "en negro" o los sectores "en blanco" más precarizados. Capas importantes de estos sectores han protagonizado luchas y reclamos importantes por la estabilidad en el empleo y salarios. Lo vimos en las subcontratistas tercerizadas de muchas empresas en sectores como: telefónicos, subte, ferroviarios, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en la industria del pescado, etc. y en muchas empresas pequeñas.
El malestar de la clase obrera ha sido canalizado por sus organizaciones tradicionales, los sindicatos, como siempre hemos explicado, pese a la degeneración extrema de sus dirigentes, particularmente los de la CGT. El papel central de los sindicatos ha vuelto a ponerse de manifiesto en la negociación de los convenios colectivos de trabajo. Los últimos años han conocido un incremento sostenido en la cantidad de convenios negociados, así como en la cantidad de trabajadores afectados por los mismos.
Hasta el mes de agosto de este año se firmaron 607 convenios colectivos (un 9% más que en el mismo período del 2006) que abarcan a 3,6 millones de trabajadores. Esta cantidad de convenios firmados duplica los promedios anuales de los años 90. 212 convenios lo fueron por rama de actividad y 395 fueron convenios de empresa, que afecta fundamentalmente a trabajadores de grandes empresas. Aunque el 65% de los convenios lo son de empresa, sólo afectan al 7% de los trabajadores registrados. El 93% de los trabajadores están afectos a convenios por rama de actividad.
Las subas salariales pactadas oscilaron entre el 14% y el 23%. Pero si se añaden las subas de salario no remunerativas (las que no cotizan para la jubilación, desempleo y antigüedad) y los adicionales "en negro", por antigüedad o categoría, superan en promedio el 16,5% acordado en el "pacto social".
La parte débil de los convenios es la dispersión en sumas fijas y en porcentaje: hay aumentos porcentuales por la remuneración efectiva, por salario bruto o por el básico. Hay subas no remunerativas, o graduales en el tiempo que "reducen así el costo laboral que debe afrontar el empleador", en palabras de un representante del Ministerio de Trabajo (Clarín, 10 julio 2007). Esto es un fraude porque las subas graduales a lo largo de un año hacen perder poder de compra al trabajador ya que, simultáneamente, siguen subiendo los precios. Al subir los precios, los empresarios no ven mermadas sus ganancias, mientras que el obrero sí pierde poder adquisitivo.
Este tipo de componendas de los dirigentes sindicales es visto con malestar por los trabajadores. Lo aceptan a regañadientes y porque no ven una alternativa más combativa dentro de los sindicatos. Pero la experiencia ha demostrado que allá donde los trabajadores encuentran una alternativa en la lucha éstos están dispuestos a ir hasta el final. Las luchas docentes de Santa Cruz, Neuquén y Salta lo demuestran, así como la última lucha de los telefónicos pese a la tibieza y falta de confianza en los trabajadores que mostraron sus dirigentes.
Perspectivas para un nuevo pacto social
La debilidad económica y social del capitalismo argentino lo impele necesariamente a atar estrechamente a los dirigentes sindicales a la política de pactos y consensos. Ya analizamos que la falta de inversiones y el faltante de bienes en el mercado local, empujan los precios al alza. Eso estimula la lucha salarial y recorta las ganancias empresariales. Al mismo tiempo, el capitalismo argentino compite actualmente en los mercados nacional e internacional con salarios bajos y condiciones de trabajo precarias. De ahí que el pacto social sea una necesidad estratégica para los empresarios. Necesitan atar con cadenas a los dirigentes sindicales para esta política. Con la CGT es más fácil pero no con la CTA. Por eso el gobierno parece dispuesto a conceder la personería gremial a la CTA para construir una base de apoyo en un sector de la conducción de esta Central y minar, de paso, la posición del sector mayoritario, controlado por Víctor De Gennaro, quien pasó abiertamente a la oposición política al gobierno.
En la prensa burguesa ya se anunció el inicio de reuniones entre la cúpula empresarial y de la CGT para perfilar un nuevo acuerdo el año que viene. Aunque en el capítulo siguiente trataremos en detalle las perspectivas políticas para el país y para el gobierno de Cristina Kirchner, ésta tratará de aprovechar el impulso de su triunfo en las elecciones presidenciales para convencer a la opinión pública de la necesidad de "unir esfuerzos" para "sacar el país adelante".
Pero ante la continuidad del "boom" económico, de la suba de precios, y de las condiciones de trabajo precarias, con una autoridad política y moral muy mermadas, la burocracia sindical lo va a tener más difícil que en los dos años anteriores para imponer este pacto social. Ya vimos desarrollarse un movimiento importante de indisciplina sindical a lo largo de este año y, lo más probable es que este movimiento se extienda el año que viene.
Lo importante es que el malestar de los trabajadores ante un nuevo pacto social, que limitará las subas salariales y dejará casi intactas las condiciones de trabajo, va a suministrar al activismo clasista nuevas oportunidades para incrementar sus puntos de apoyo en los sindicatos y las empresas, como ocurrió a lo largo de este año en docentes (Santa Cruz, Neuquén y Salta), neumáticos (FATE), petroleros (Santa Cruz), metalúrgicos (UOM de Tierra del Fuego), etc.
Sin duda, las luchas más emblemáticas que tuvieron lugar este año fueron las movilizaciones docentes de Neuquén primero y, posteriormente, de Santa Cruz. También en Salta se desarrolló una lucha extraordinaria que pasó por encima de la burocracia sindical. Lo característico de estas luchas es que su dirección estuvo en manos del activismo combativo: en Salta a través de comités de lucha de base y de delegados combativos, en Neuquén a través de delegados de base y del sindicato de la capital provincial; y en Santa Cruz bajo la conducción del sindicato provincial. Por eso se prolongaron durante semanas y terminaron en victorias resonantes o parciales. La clave estuvo en que el activismo se basó en la capacidad de lucha de los docentes de base y todo se resolvió en asambleas democráticas.
En Neuquén, se le dobló el brazo al reaccionario ex-gobernador Sobisch, un agente descarado de las multinacionales petroleras. Tras varias semanas de lucha, el asesinato del docente Carlos Fuentealba fue recibido como una descarga eléctrica en el movimiento, extendiendo la indignación por todas partes. Durante una semana, la Casa de Gobierno de Neuquén estuvo sitiada. El gobierno neuquino concedió casi todos los reclamos docentes, llevando sueldo docente inicial a $1.240 (uno de los más elevados del país) y subió los salarios un 17,5% para los docentes con una antigüedad a partir de 5 años. Hasta los jubilados docentes vieron aumentados su haberes un 8%.
Los ultraizquierdistas se quedaron solos proponiendo continuar el paro indefinido hasta forzar la dimisión de Sobisch. Esto era un despropósito. Sobisch contó con el apoyo de Kirchner, que no quería ver repetido el precedente de un gobernante desalojado por la movilización popular. La burocracia sindical de la CGT y la CTA en la provincia hicieron lo propio. En ese contexto, tras otorgar concesiones importantes y relevar al responsable policial de la provincia, Sobisch pudo maniobrar y conseguir algo de oxígeno. Negarse a aceptar estas concesiones y continuar con el paro indefinido cuando la ola de indignación en la población neuquina ya había comenzado a diluirse hubiera sido una estupidez. Sin un movimiento poderoso de la mayoría decisiva de la población, y sin el apoyo activo de los sindicatos, era imposible forzar la dimisión de Sobisch, firmemente sostenido por las petroleras y los empresarios locales. La continuidad del paro indefinido docente habría terminado aislado, e inevitablemente dividido, tras semanas incesantes de lucha, llevando al movimiento a una retirada desordenada y a la desmoralización. En cambio, los docentes volvieron a las clases con una moral de lucha alta, pese al sentimiento amargo por la muerte de su compañero.
En repudio al asesinato de Fuentealba, Kirchner recibió en pleno mes de abril el primer paro general de su mandato. La CTA decretó un paro de 24 horas con movilizaciones y la CGT adhirió con un paro de dos horas. En medio de la puja salarial en muchas zonas del país y en muchas empresas, la organización del paro por los dirigentes sindicales fue pésima, temerosos de que el mismo pudiera desatar una ola de reclamos salariales. No obstante, decenas de miles de trabajadores salieron a las calles en marchas muy concurridas.
En Santa Cruz, tras 15 años de soportar la prepotencia del kirchnerismo, los empleados públicos encabezados por los docentes llevaron a cabo una lucha ejemplar. Los acontecimientos de Neuquén dieron nuevos bríos a la lucha santacruceña que ya mostraba signos de desgaste y, como en Neuquén, fue la represión policial y los insultos más zafios lanzados por Kirchner y sus agentes locales los que actuaron de resorte para impulsar la lucha mucho más lejos de lo que nadie había previsto. Hubo marchas de 15.000 personas, las más grandes en la historia de Santa Cruz. Kirchner no pudo impedir la dimisión de su marioneta, el gobernador Sancho. Su reemplazante, Peralta, debió hacer concesiones importantes. El salario básico fue elevado de $161 (el básico docente más bajo del país) a $500, en primera instancia. También los demás empleados públicos tuvieron aumentos salariales. La lucha docente en Santa Cruz consiguió que se convocaran a Paritarias por primera vez en 16 años a todos los empleados públicos de la provincia.
La táctica de la dirección del sindicato docente provincial, ADOSAC, se demostró 100% correcta, proponiendo una retirada ordenada de la lucha para volver más adelante a pelear por los reclamos pendientes. Como en Neuquén, los ultraizquierdistas querían mantener el paro indefinido en un momento donde Peralta había tomado la iniciativa, ofreciendo concesiones importantes, y donde el cansancio entre los docentes estaba muy presente. Tres meses más tarde, en agosto, docentes y estatales volvieron a la lucha con más vigor aún; gracias a que habían mantenido el grueso de sus fuerzas casi intactas tras las luchas de abril y mayo. Una nueva estupidez de un funcionario kirchnerista, desató la ira popular (con el atropellamiento de 17 trabajadores que bloqueaban su vehículo) con nuevos paros y protestas que se prolongaron hasta principios del mes de octubre. Finalmente, el gobernador Peralta, además de relevar al jefe policial de la provincia (uno de los reclamos políticos más sentidos), tuvo que otorgar casi todas las concesiones que quedaron pendientes en mayo: subir el salario básico docente a $821 (el más alto del país), incrementar un 22% los sueldos de los empleados estatales de la provincia, eliminar todas las sumas en negro y el presentismo, y dejar el salario inicial docente en $2.300, también el más elevado del país.
No obstante, debemos señalar algunas falencias de la dirección de ADOSAC que, aunque está constituida por luchadores honestos y simpatizantes de izquierda, adolece de cierta confusión política. Así, impulsaron la formación de un frente político-social "en defensa de la democracia y contra la represión social", la Multisectorial, de la que formaron parte, además de los sindicatos docentes y estatales, partidos y agrupaciones burguesas como la UCR, el ARI y desprendimientos críticos del kirchnerismo, junto con la Iglesia. Todos ellos se sumaron demagógicamente al reclamo salarial de los trabajadores en un claro oportunismo político. Es un principio que los trabajadores debemos defender la independencia de clase con respecto a los partidos burgueses y la Iglesia. El objetivo de estos sectores era explotar, para sus intereses políticos, el justo odio de los trabajadores contra la prepotencia kirchnerista. En lugar de formar un bloque con estos grupos, hay que denunciarlos como representantes políticos del enemigo de clase.
Otra lucha que pudo convertirse en emblemática fue la de los telefónicos, que se extendió durante 4 meses. Desde el comienzo, la dirección de FOETRA careció de confianza en la capacidad de lucha de los trabajadores. No se esperaban la dureza de la posición patronal y comenzaron a recular casi desde el principio. Los trabajadores respondieron como un solo hombre cada medida de lucha y esperaban la misma disposición de sus dirigentes. Éstos, no hicieron ningún esfuerzo para coordinar la lucha con otros sectores, como el subte. Sólo hicieron una movilización en la calle, bastante exitosa que congregó a miles de trabajadores telefónicos. Tampoco probaron a ocupar los edificios, salvo como iniciativa de activistas y delegados de base. Liquidaron la lucha dividiendo a los trabajadores de Telecom y Telefónica. A los primeros no les dejaron otra opción que firmar un acuerdo por separado, dejando que la lucha de Telefónica se agotara aislada. Finamente, el reclamo de aumento del 25% quedó reducido al 16,5% distribuido en 3 cuotas a lo largo de este año y comienzos del que viene.
La experiencia de la lucha de Telefónicos y docentes es una prueba palpable del papel central que juega la dirección en los conflictos sindicales. Una dirección luchadora, que confía en los trabajadores, difícilmente cosechará derrotas. Como en Neuquén y Santa Cruz, la clave está en escapar al aislamiento y extenderse a otros sectores para conseguir el objetivo esencial: ganar el apoyo decisivo y la simpatía de la llamada "opinión pública"; es decir, de las familias trabajadoras. Pero las direcciones vacilantes o capituladoras transmiten su indecisión a los trabajadores y las luchas terminan en derrotas o en conquistas muy endebles con efectos desmoralizadores en los trabajadores.
La CGT y la CTA
La CGT está desgarrada en luchas intestinas por el control del aparato, entre los moyanistas y los "gordos". Aquí se cruzan intereses de aparato y políticos. Moyano, aunque se empeña en mostrar cierta independencia lo que genera algunas desconfianzas en el kirchnerismo, aparece más alineado con el gobierno, mientras que sus oponentes, entre quienes se destacan Barrionuevo o Cavallieri, tienen vínculos estrechos con la derecha peronista y, por lo tanto, con la clase dominante.
No obstante, a todos ellos los une su oposición a la posibilidad de que le sea otorgada la personería gremial de la CTA, como ha insinuado el kirchnerismo. La oposición de la burocracia de la CGT tiene motivos obvios. Compartir la legalidad burguesa con la CTA amenaza sus intereses de aparato, porque ésta tendría más facilidades para crear gremios nuevos y participar en las mesas de negociación con los empresarios y el gobierno. La burocracia cegetista también teme la posibilidad de que algunos gremios o sectores puedan abandonar la CGT e incorporarse a la CTA, si tomaran el control de los mismos sectores combativos o alas burocráticas "de izquierda". La CTA, en mejores condiciones para competir con la CGT en esta nueva situación, estaría obligada a desempeñar un papel más "combativo" para diferenciarse de la CGT e incrementar sus puntos de apoyo dentro de esta central sindical. Por estas mismas razones, la burguesía tampoco mira con buenos ojos esta iniciativa, más interesada en una sola central legal, hiperburocratizada y enemiga mortal de todo aquello que huela a izquierda o clasismo.
Nosotros apoyamos el reconocimiento de la personería gremial de la CTA como un derecho democrático elemental. Como marxistas estamos a favor de utilizar todas las instancias legales que nos permita el sistema para llegar con más facilidad al conjunto de la clase obrera y denunciar la explotación de clase. La CTA es una organización de masas con cerca de 2 millones de afiliados, y es hegemónica o tiene una presencia importante en sectores como la educación, empleados públicos, aeronáuticos, neumáticos, prensa, etc.
Sin embargo, estamos en contra de promover escisiones en la CGT para incorporar sus gremios a la CTA, pese las mejores condiciones que existen en esta central para el desenvolvimiento del activismo antiburocrático. La CGT encolumna a los sectores fundamentales de la clase obrera argentina: la industria, la mayoría del transporte, los bancos, el comercio, etc. Separar a los obreros de estos sectores en gremios enfrentados en la CGT y la CTA atenta contra la unidad del movimiento obrero en cada sector. Y forzar escisiones de un puñado de activistas que no serán seguidas por el grueso de los trabajadores es el mayor favor que se le podría hacer a la burocracia cegetista, que se desembarazaría de los elementos más luchadores, fortaleciendo su posición en el gremio en lugar de debilitarla.
Lo que se necesita, tanto en los gremios de la CGT como de la CTA, es promover corrientes sindicales opositoras y aprovechar la inevitabilidad de la crisis que estas organizaciones experimentarán en el futuro, como consecuencia de la política de conciliación de clases de la dirección y del agotamiento de la paciencia de las bases, para fortalecer los puntos de apoyo del sindicalismo clasista.
Dentro de la CGT hay que defender el derecho de la CTA a la legalidad y promover un frente único entre ambas organizaciones en cada empresa donde coexistan, y en cada sector.
Y en la CTA debe criticarse el sectarismo burocrático de la conducción que ningunea estúpidamente a la CGT. Así, debe insistirse que en los paros de ATE, la conducción emplace a los dirigentes burocráticos de UPCN a que se sumen a las medidas de fuerza. Y la CTA también debe emplazar públicamente a la CGT a acciones comunes en paros generales o parciales, proponerle que asuma sus reclamos, etc. Sólo de esta manera la CTA podría encontrar un eco y una simpatía en la base de la CGT; en lugar de intentar competir por los afiliados de CGT ignorando a esta central, lo que no ha hecho avanzar prácticamente a la CTA en fuerza sindical desde su fundación, manteniendo los mismos gremios y sectores que cuando fue creada.
A largo plazo, el objetivo debe ser la unidad sindical, ya sea como resultado de una fusión de ambas centrales, aun con direcciones burocráticas en un primer momento, o con el surgimiento de una central obrera hegemónica dirigida por el activismo clasista. Pero esta última eventualidad debe presuponer la conquista previa por el activismo clasista de una posición dirigente en los sectores decisivos de la clase obrera argentina.
El Movimiento Intersindical Clasista
El Movimiento Intersindical Clasista (MIC) cumple cerca de dos años de existencia. Aunque debemos destacar como un logro que haya podido mantenerse este espacio de activistas sindicales combativos y de izquierda, también es verdad que ha quedado reducido, por el momento, a un mero encuentro de intercambio de experiencias y de debate, fundamentalmente en el núcleo reducido de activistas y corrientes que conforman su Mesa Nacional. Nosotros defendemos, en cambio, que el MIC sea una herramienta lo más masiva posible, que intervenga en las luchas y organice una oposición consistente en el seno de los sindicatos.
El último Plenario de junio reflejó, no obstante, un avance en la maduración política del movimiento. Las posiciones más derechistas, que sustentan la pasividad del MIC ante los conflictos, su desconfianza hacia la clase obrera y acuerdos con la burocracia para alcanzar puntos de apoyo en los sindicatos, apenas hicieron acto de presencia, reflejando su aislamiento en el movimiento.
Pese a todas las debilidades que se le puedan señalar al MIC, y son muchas, debemos reconocer que se dieron modestos pasos adelante. Por la presión del ala izquierda del movimiento (donde se ubica el Encuentro Sindical de Base, agrupación que integramos) consiguió superarse el nefasto método del "consenso absoluto" para la toma de decisiones en los Plenarios y en la Mesa nacional, que tanto daño le hizo al MIC, como fue en las elecciones a cargos dirigentes de la CTA. Esta fue la razón de que el MIC no pudiera presentar públicamente como propia la Lista 2 en las elecciones de la CTA, pese a que esta lista fue impulsada por la mayoría de la Mesa Nacional, lo que fue aprovechado por el ala derecha del MIC para marchar junto a la lista oficial.
En el Plenario de Diciembre del 2006 se adoptó el método del "consenso mayoritario" que es un paso adelante porque permite tomar decisiones por mayoría, si bien reduce la toma de decisiones a las propuestas o debates que emanan de la Mesa Nacional, al no contemplar mecanismos de ida y vuelta para que propuestas de la base, o de una regional, puedan ser tomadas en consideración por la dirección. Al menos, en las elecciones en ATE, el MIC sí pudo mostrar un perfil propio abanderando públicamente la Lista Multicolor, que conquistó algunas seccionales importantes en la provincia de Buenos Aires y, en un frente común con otros sectores, formar parte de la conducción de ATE-Rosario.
En los últimos meses, la Mesa Nacional ha emitido algunos Comunicados de Prensa sobre temas de actualidad, lo que ha incrementado algo más la presencia pública del MIC. Sobre todo se avanzó en el sector docente, conformando una corriente estable de envergadura nacional (que debería ser el modelo para hacer lo mismo en los demás gremios donde existen activistas del MIC) que impulsó la presentación de La Lista Lila en las elecciones en CTERA, en un frente común con otras agrupaciones. Esta Lista tuvo un gran resultado, sacando más del 30 % de los votos en todo el país (el 22% según el oficialismo),y obtuvo dos cargos directivos por minoría. También se organizan Talleres de formación en algunas regionales, y ya se sacaron dos números del periódico del MIC (en mayo y julio), lo cual es un paso adelante a saludar, más allá del criterio restrictivo y arbitrario de la Mesa a la hora de admitir colaboraciones. En algunas regionales, como La Plata, hay una actividad constante y regular; pero es la excepción. Las demás regionales están muy apagadas o no funcionan, como es el caso de Rosario o de Capital.
Pero, en general, lo que caracteriza al MIC es su alarmante pasividad. Esto dificulta su aparición como una herramienta útil para el activismo y para los trabajadores que salen a luchar por salarios y contra la precariedad. El MIC, por ejemplo, no jugó ningún rol en la convocatoria a paritarias, donde podría haber impulsado una campaña contra los acuerdos firmados por la burocracia, y haber hecho agitación por la elección de delegados paritarios en asambleas de base, tratando de instalar la necesidad de un salario equivalente a la canasta familiar contra el techo impuesto por la patronal. De igual manera, la Mesa Nacional del MIC no editó volantes en el paro nacional del 9 de abril contra el asesinato de Fuentealba, para que fuera repartido masivamente en las marchas, dando su punto de vista sobre la situación y proponiendo una alternativa de lucha, no sólo al sector docente sino al conjunto de la clase trabajadora. Esto le habría permitido dar a conocer el movimiento a decenas de miles de trabajadores y captar la atención para el mismo de cientos de ellos. Lo mismo ocurrió en los paros nacionales de ATE de mayo, agosto y octubre, donde tampoco el MIC intervino con volantes; o en la jornada nacional de lucha convocada por la CTA a fines de agosto para protestar contra la represión de los docentes y estatales santacruceños.
Evidentemente, esta situación se debe a un problema político. El MIC nació a partir del acuerdo entre referentes importantes del activismo antiburocrático, no sólo de activistas de izquierda sino también de ex-militantes de izquierda, muchos de los cuales habían tenido amargas experiencias con las políticas sectarias y ultraizquierdistas de sus antiguas organizaciones. Desde el comienzo se conformaron varias alas que abarcaban desde sectores con tendencias oportunistas y burocráticas "de izquierda" hasta elementos ultraizquierdistas. Pero el tono principal lo dieron toda una serie de dirigentes y corrientes que, tomando como excusa el rechazo a las tácticas sectarias y aventureras de los grupos ultraizquierdistas, asumieron desde el principio posiciones muy conservadoras y defensivas.
Los sectores más moderados del MIC, muy minoritarios, reflejan las presiones de la aristocracia obrera y de la burocracia. Defienden la necesidad de tomar posiciones dirigentes en los sindicatos, no como resultado de su accionar sindical ni de la influencia del activismo en la base de los sindicatos, sino como consecuencia de acuerdos por arriba con la burocracia.
Otro ala, mayoritaria en la Mesa Nacional, si bien combate estos acuerdos por arriba con la burocracia y apuesta por una presencia pública mayor del MIC (con comunicados, volantes, periódico, etc), circunscribe el accionar del MIC a las reuniones de la Mesa Nacional, a organizar campañas de solidaridad ante la represión policial y estatal, o al armado de listas antiburocráticas.
En la práctica, ambos sectores pretenden mantener al MIC como un acuerdo entre agrupamientos, aferrados a sus pequeñas zonas de influencia por miedo a perderlas. Lo que los une es su concepción sobre la situación de la clase obrera y las perspectivas. Exageran la debilidad de la clase obrera, insistiendo continuamente en la "fragmentación" y "atomización" de los trabajadores lo que, según ellos, explica "su bajo nivel de conciencia" y la "fortaleza" de la burocracia sindical. Este análisis, más propio de un velatorio, nada tiene que ver con la situación y el ambiente real que se respira en la clase obrera.
La clase obrera está haciendo el mayor número de huelgas en 15 años. El Argentinazo expresó un hartazgo con las políticas capitalistas de la década de los 90 y la indignación contra este sistema corrupto gestionado por políticos profesionales. La política "izquierdista" y demagógica de Kirchner, que ha contado con un apoyo de masas en la sociedad, no es más que un reflejo del ambiente que respiraba la sociedad recién salida del Argentinazo. Nadie puede dudar de que la burocracia sindical está muy desprestigiada ante los ojos de los trabajadores, y desde luego está mucho más debilitada que hace 15 años. En el fondo, la "fortaleza" actual de la burocracia no emana de su autoridad en el movimiento obrero sino de la ausencia de una oposición en su seno porque durante años el activismo sindical de izquierda no fijó en el trabajo sindical una prioridad en sus tareas y porque, con la excepción del MIC, nunca se planteó una política de frente único en este terreno.
Lo que es elemental es que la clase obrera no puede luchar sin ninguna dirección, y si el activismo de izquierda no hace sus tareas, los trabajadores deben tolerar y aceptar la dirección que tienen en cada momento, pese a su disgusto con ella. Pensar que los trabajadores pueden alcanzar una madurez política clasista desarrollada sin la intervención del factor subjetivo, sin la intervención de la vanguardia organizada, es una quimera. Nunca ocurrió tal cosa en la historia del movimiento obrero y nunca ocurrirá.
El papel de la vanguardia es esencial para acelerar el proceso de toma de conciencia de los trabajadores y ayudarlos a sacar todas las conclusiones de sus experiencias de lucha. La vanguardia está obligada a desplegar un enorme trabajo de agitación y de intervención en las luchas diarias de la clase para demostrar en la práctica la superioridad de sus métodos, propuestas y consignas, y de esta manera ganar el oído y la confianza de los sectores más avanzados de la clase y, por medio de éstos, llegar a las capas más profundas e inertes de los trabajadores. Durante años está obligada a nadar contra la corriente, tomando posiciones dentro de la clase y en sus organizaciones, para avanzar más rápidamente en una coyuntura más favorable para la lucha de clases, como la que atravesamos ahora.
En nuestra opinión, es evidente que estos compañeros reflejan el peso de las derrotas del pasado y la rutina de años remando a contracorriente y no han podido todavía adaptarse al ambiente real que respira hoy la clase.
No es la primera vez que sectores de vanguardia, ante un cambio en la coyuntura política y social, se convierten en los elementos más conservadores, contribuyendo a obstaculizar un avance mayor del movimiento. Es un error deducir el estado de ánimo real de la clase obrera midiendo el estado de ánimo de los activistas sindicales, que están acostumbrados a ir por delante de la clase, y durante años se desesperan porque la clase no responde a sus llamados. Esto los lleva a desarrollar cierta desconfianza de los trabajadores. No son capaces de detectar el proceso lento de acumulación de malestar, bronca e indignación que experimentan los trabajadores un día tras otro, hasta que finalmente, ante la menor humillación, los trabajadores dicen que ya es suficiente y todo el ambiente cambia radicalmente en 24 horas. Por eso la vanguardia normalmente es tomada desprevenida por los cambios bruscos de coyuntura.
No obstante, aunque mantenemos una actitud crítica con la dirección del MIC, seguimos apostando por la viabilidad de este frente único sindical, y nos oponemos a los intentos de los grupos sectarios de reproducir sus pequeños aparatos bajo la forma de "frentes" sindicales autoproclamados y aislados, que en todos estos años no han hecho dar ningún paso adelante al movimiento obrero de nuestro país.
Tenemos que advertir contra la impaciencia y contra cualquier deslizamiento hacia el ultraizquierdismo que trate de escindir el MIC. Debemos acostumbrarnos a compartir espacios de frente único con diferentes tendencias y dirigentes del movimiento obrero que, aun siendo confusos pero honestos, tienen una base de apoyo en los trabajadores. Nuestro objetivo no es "salvar nuestra alma" en frentes sindicales "puros" y "rrrrrevolucionarios", sino acercar a nuestras posiciones sindicales y políticas a los trabajadores. La política de frente único es la única vía que nos puede conducir a ese objetivo, puesto que en este tipo de espacios comunes los trabajadores pueden someter a prueba a las diferentes tendencias y, en la práctica, encontrar el camino hacia las posiciones más correctas. Marginándonos del movimiento real de la clase nunca encontraremos el camino hacia ella.
Mientras tanto, la vida sigue. La clase obrera no va a dejar de luchar porque la dirección del MIC mantenga posiciones confusas o no estimule una presencia activa de este movimiento en la lucha. El malestar con los dirigentes se expresará de mil maneras: indisciplina sindical, listas opositoras, corrientes de oposición, rupturas en la burocracia con sectores girando la izquierda, etc.
Nos encontramos en una fase de transición, tanto en el movimiento obrero de nuestro país, como en el MIC. El corrimiento progresivo hacia la izquierda de los trabajadores y el aumento de indisciplina sindical ante los obstáculos que plantea la burocracia adecuará igualmente a la realidad, tarde o temprano, el accionar y la composición del MIC, tanto en sus bases como en sus organismos dirigentes.
El Encuentro Sindical de Base (ESB), que integramos, debe anclarse firmemente en el MIC. Con una táctica correcta puede actuar como un punto aglutinante de todas las fuerzas honestas que, dentro del MIC, luchan por un modelo sindical combativo y apuestan por la construcción de una corriente sindical clasista opositora en el seno de los sindicatos. Debemos felicitarlo por la iniciativa mostrada convocando encuentros abiertos con sectores clasistas de dentro y fuera del MIC. El ESB junto a estos sectores, y en la medida de sus fuerzas, debe hacer lo que el MIC no hace y comenzar a tallar en los sectores más avanzados de la clase.
(4ª Parte) Situación política y perspectivas para el gobierno de Cristina Kirchner
En esta cuarta entrega hacemos un balance del gobierno de Néstor Kirchner en el último año, damos cuenta de la inestabilidad general que sacude a la sociedad argentina pese a los 5 años de crecimiento económico ininterrupido; y repasamos la política de Derechos Humanos de Kirchner. También abordamos la situación política general, las causas de la debilidad de la oposición de derecha y, por último, las perspectivas para el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Mañana día Viernes entregaremos la 5ª y última parte del Documento, dedicada a la situación de la izquierda y las perspectivas para la construcción de una herramienta política de la clase obrera para luchar por la transformación socialista de la sociedad.
PERSPECTIVAS POLÍTICAS
Balance del gobierno de Kirchner
Hace año y medio, Kirchner y Cristina podían mirar el futuro confiados. La economía mantenía su marcha ascendente, el empleo crecía, el pacto social acordado entre su gobierno, los dirigentes de la CGT y la patronal había conseguido reducir las luchas obreras, la oposición de derecha estaba dividida y sin apenas base social, y la izquierda seguía instalada confortablemente en su limbo particular. Pero en muy poco tiempo este cuadro de estabilidad relativa pasó a mejor vida.
Los acontecimientos habidos en el último año mostraron la inestabilidad subyacente que sacude al país en sus bases fundamentales.
En la economía, la imparable suba de precios y los cortes energéticos profundizaron el malestar social; en los servicios públicos, el estado calamitoso del transporte metropolitano de la Capital derivó en motines populares como el de la Estación de Constitución en Buenos Aires, en el mes de mayo. Los cortes de ruta en Gualeguaychú, con la participación de decenas de miles de vecinos, en protesta por la instalación de las papeleras, tuvieron un gran impacto social a lo largo del 2006 y el 2007.
La exacerbación de los casos de violencia y represión, a diferentes niveles, actuaron como una descarga eléctrica en toda la sociedad. Así fue cuando tuvo lugar el apaleamiento de los trabajadores del Hospital Francés, en Capital, por una patota vinculada al Jefe de Gobierno, Alberto Fernández; o con el traslado de los restos de Perón a la Quinta de San Vicente, que terminó a tiros y piedrazos entre bandas de lúmpenes a sueldo de la burocracia sindical peronista. Seguramente, el caso de mayor impacto en la sociedad fue el asesinato del docente Carlos Fuentealba en Neuquén, que propició el primer paro general desde el Argentinazo y un repudio generalizado en la población. Un impacto similar lo tuvieron las luchas docentes de Santa Cruz, donde la arrogancia y prepotencia de Kirchner y sus funcionarios generaron la protesta de masas más grande en la historia de la provincia patagónica.
La conspiración contrarrevolucionaria del aparato del Estado alcanzó su cota más elevada en 20 años con los secuestros de López y Gerez por las bandas fascistas que anidan en su seno. La incapacidad e impotencia del gobierno para responder a esta arremetida criminal fueron notorias, y continúan hasta la fecha.
En el plano político, los acontecimientos no fueron menos relevantes. La derrota del candidato kirchnerista en la provincia de Misiones, Carlos Rovira (un cacique local repudiado por la población) frente al ex-obispo de Puerto Iguazú, Joaquín Piña, en las elecciones a la Asamblea Constituyente provincial de octubre del 2006, fue la primera gran derrota política de Kirchner desde que asumió la presidencia. Un impacto nacional mucho mayor tuvo la derrota del candidato del gobierno, Daniel Filmus, en las elecciones en Capital Federal donde el candidato de la derecha, Mauricio Macri, obtuvo un triunfo contundente.
Por último, los casos de corrupción que salieron a la luz, como el de Skanska, con la sobrefacturación de obras públicas con facturas truchas, y donde quedaron implicados algunos funcionarios del gobierno; o los manejos oscuros de plata de la ex-ministra Felisa Miceli, que debió dimitir, y de la Secretaria de Medio Ambiente, Picolotti; también golpearon de lleno al gobierno de Kirchner.
En todos estos acontecimientos el gobierno demostró una incapacidad manifiesta ofreciendo una imagen de vacilación y debilidad ante los hechos que lo acosaban.
De todo lo anterior se derivan conclusiones muy importantes que debemos señalar. En primer lugar, que la sociedad no ha podido encontrar su punto de equilibrio a 6 años de transcurrido el Argentinazo, pese a la existencia de un boom económico importante. Las contradicciones sociales y políticas acumuladas desde la caída de la dictadura militar, aunque amortiguadas por la mayor estabilidad económica, se mantienen presentes. Es la expresión de la decadencia senil del capitalismo argentino, incapaz de solucionar los problemas que aquejan a la sociedad.
El capitalismo argentino no puede garantizar un empleo estable y digno a los trabajadores, no puede asegurar una alimentación decente y abundante por la suba de precios y el faltante de productos de consumo básico, no puede ofrecer un sistema de salud adecuadamente dotado, carece de suficientes recursos para modernizar las infraestructuras básicas de transporte, vivienda, rutas y suministro energético debido al acaparamiento del excedente que deja el trabajo de la sociedad en una minoría de empresarios y banqueros parásitos, nacionales y extranjeros.
En segundo lugar, se mantiene muy viva la sensibilidad de las masas trabajadoras ante los casos de abuso, de injusticias y de represión policial y estatal. El ejemplo de Gualeguaychú es elocuente, pese a que esta movilización popular extraordinaria no ha sido capaz de encontrar un eco en la clase trabajadora uruguaya, sin cuyo concurso es imposible expulsar a las papeleras de la zona.
Esta sensibilidad se expresó en las protestas violentas de Haedo y Constitución, por las condiciones deplorables del transporte ferroviario; en puebladas locales como las de Venado Tuerto, en Santa Fe; o de Río Cuarto, en Córdoba, en el caso Dalmasso, ante decisiones injustas y arbitrarias de los jueces; se expresó en incendios y ataques contra varias comisarías por los vecinos ante casos de gatillo fácil; en cacelorazos por los cortes de luz o la suba abusiva de impuestos municipales; o en la extraordinaria respuesta popular en todo el país ante el asesinato de Fuentealba; y, por último, en la generalización de los cortes de ruta en cualquier protesta social o gremial, la herencia visual y el método de lucha, como hilo conductor, que une todas estas protestas populares con el Argentinazo.
No es una casualidad que esta cadena de acontecimientos golpeara a Kirchner en el preciso momento en que su política "izquierdista" llegaba a su cénit y comenzara un ligero corrimiento a la derecha, concretado inicialmente en la postulación para Gobernador de la Provincia de Buenos Aires del miembro de la derecha del PJ, Daniel Scioli y en la salida de algunos funcionarios "izquierdistas" del gobierno, como D’Elía. Kirchner quería dejar claro a la clase dominante que, pese a todo, era una persona confiable para el sistema.
Por lo tanto, la etapa de inestabilidad abierta por el Argentinazo no ha sido cerrada sino que continúa desarrollándose a otro nivel, contenida temporalmente por el efecto amortiguador que sobre las contradicciones sociales ejerce el auge económico y la ausencia de una alternativa revolucionaria de masas que señale a la clase trabajadora sus tareas históricas (la revolución socialista y la toma del poder) y acelere el proceso de toma de conciencia política que demandan esas tareas.
Como en una cadena de volcanes en actividad, las explosiones y estallidos sociales aquí y allá, en toda la geografía nacional, van a estar presentes en los próximos años, preparando explosiones más profundas acompasadas por los cambios en el ciclo económico, la lucha de clases y los acontecimientos internacionales.
Las conspiraciones del aparato del Estado
La novedad más importante del último año en el tema de los derechos humanos fue el reinicio de los juicios contra los represores y genocidas de la dictadura militar, y la respuesta criminal que dieron a esto las tramas fascistas del aparato del Estado, con los secuestros de Julio López (que continúa desaparecido y, seguramente, habrá sido asesinado) y de Luis Gerez, quien estuvo desaparecido durante 3 días. Para tratar de ver las perspectivas que se abren aquí es imprescindible hacer un balance de la acción de gobierno en la llamada lucha contra la impunidad.
Frente al comportamiento estúpido de los grupos ultraizquierdistas, que insisten en no ver ningún paso adelante en este tema, nosotros sí reconocemos que ha habido cambios que no tienen precedentes en 24 años de democracia burguesa.
Pero el mérito por los pasos adelante dados descansa en la lucha incansable y abnegada de miles de luchadores que nunca claudicaron ni bajaron las banderas en la lucha contra la impunidad de los genocidas de la dictadura militar y sus cómplices en la burguesía, los políticos burgueses, la burocracia sindical podrida y la jerarquía de la Iglesia Católica.
La nulidad de las leyes de impunidad (la Ley de Obedencia Debida y la Ley de Punto Final alfonsinistas); la nulidad, en primera instancia, de algunos de los indultos concedidos por Menem; la reapertura de los juicios contra los represores y la condena a cadena perpetua y a penas de 25 años de genocidas como Etchecolatz, Von Wernich y el Turco Julián; la rehabilitación pública de los luchadores revolucionarios masacrados por la dictadura; el cierre de la ESMA y de otros centros clandestinos de torturas y su puesta a disposición de organizaciones de derechos humanos; la declaración como feriado nacional inamovible del 24 de marzo; o la retirada de los cuadros de Videla, Bignone y Galtieri del Cuartel General del Ejército, son todas conquistas democráticas que defendemos. Son pasos adelante del movimiento de la clase obrera, igual que la libertad de expresión, el derecho a manifestación, el sufragio universal, etc.
Que haya sido un gobierno burgués como el de Kirchner quien haya otorgado estas concesiones no subestima las conquistas alcanzadas; de la misma manera que los derechos democráticos básicos conquistados no dejan de ser tales porque fueran concedidos por otros gobiernos burgueses, ante la presión de la clase obrera y demás capas populares.
Nosotros criticamos la política de derechos humanos de Kirchner no porque estemos en desacuerdo con las concesiones otorgadas, sino porque nos parecen insuficientes, no garantizan el juicio y castigo efectivo a todos los genocidas y sus cómplices y, lo que es más importante, no previenen nuevas acciones de Terrorismo de Estado, como la experiencia del último año ha atestiguado, en la medida que el aparato del Estado no fue purgado de fascistas y reaccionarios y, en lo esencial, permanece intacto. Por otro lado, insistimos en que este aparato del Estado es irreformable. Debe ser desmantelado junto con el sistema capitalista que le dio vida.
Las conspiraciones reaccionarias continúan. Unos meses antes del secuestro de López se descubrió una red clandestina de espionaje con sede en la Armada en la que estaba implicado hasta el Vicealmirante del cuerpo, número 2 del escalafón.
Sin duda, el golpe más fuerte a las ilusiones sembradas por el gobierno en este tema fue el secuestro y desaparición de Julio López, testigo clave en el juicio contra el genocida Etchecolatz. Meses más tarde, la reacción fascista volvió a golpear con el secuestro durante tres días del activista kirchnerista, Luis Gerez, quien había declarado en una Comisión del Congreso en contra del ex-comisario torturador Luis Patti, a raíz de lo cual éste fue inhabilitado para ocupar una banca en el parlamento.
Aunque estos grupos carecen de la fuerza y el respaldo suficientes para emprender actividades reaccionarias de la envergadura de las acometidas a fines de los años 80 contra los gobiernos de Alfonsín y Menem (rebelión de los Carapintadas, etc.) que forzaron la aplicación de las leyes de impunidad, sin embargo continúan operativos.
Como entonces, lo que persiguen es extorsionar al gobierno para paralizar los juicios iniciados y negociar la amnistía de los ya condenados. No debemos olvidar que hay 1.200 militares y policías, muchos de ellos en actividad, acusados de casos de represión y genocidio.
Es un deber elemental de los marxistas prevenir a la clase obrera sobre el peligro que representan estas tramas "negras" y el conjunto del aparato del Estado. Como marxistas, debemos explicar que no existe una solución separada entre la lucha por la depuración del aparato del Estado y la lucha por el socialismo, ambas van unidas.
Debemos denunciar la conspiración del aparato del Estado, y particularmente de la casta judicial, que está retrasando todo lo posible los juicios contra los genocidas que se iniciaron tras la anulación de las leyes de impunidad. Al ritmo actual, se tardaría un siglo en completar todo el proceso.
El gobierno se muestra impotente para enfrentar a estas mafias que perviven en el Estado y en empresas de seguridad privada. El gobierno no puede purgar a fondo el aparato del Estado porque sabe que encontraría una resistencia feroz en su seno y en la misma clase dominante. No puede apelar a la movilización popular para conseguirlo porque teme que se le escape de las manos y ponga en cuestión al mismo sistema capitalista, del cual es garante.
Esta actitud del gobierno quedó clara con la desaparición de Julio López. El gobierno, los medios de comunicación y la burocracia sindical hicieron todo lo posible para enfriar los ánimos de la población, sosteniendo durante semanas la hipótesis de que López estaba escondido o se habría "perdido". Tuvieron éxito con esta táctica porque convirtieron la desaparición de López en un caso de rutina policial.
Pero el secuestro de Gerez encendió todas las alarmas en el gobierno y la clase dominante. Kirchner no podía esconderse, como cuando desapareció López, si no quería quedar desacreditado ante la población. Por eso reclamó por TV la aparición de Gerez e intimó a los jueces a acelerar los juicios pendientes contra los genocidas. Los sectores más inteligentes de la clase dominante, que ya mostraron su inquietud por la desaparición de López, decidieron que tampoco podían permanecer al margen.
Esta posición ya fue adelantada por uno de los integrantes más relevantes de la alta burguesía argentina, Enrique Pescarmona, quien en un discurso improvisado en una reunión empresarial celebrada a fines de octubre del año pasado (dos meses antes del secuestro de Gerez) pidió por la aparición de López: "Les pido a todos que no se olviden de López, que la gendarmería y la policía sigan buscando. No volvamos al pasado" (Clarín, 1 noviembre 2006) ¿Por qué debería preocuparse uno de los representantes más calificados de la clase dominante por el secuestro de López en una reunión privada de empresarios donde este tema estaba fuera de su agenda?
La burguesía comprende lo que los marxistas comprendemos. Temía que, si no detenía esta seguidilla de secuestros, esto condujera en el tiempo a una inestabilidad política y social de alcances incalculables, en un momento donde su dominio sobre la sociedad no estaba siendo cuestionado. Su miedo no provenía de la derecha ni de los militares, obviamente; sino de la reacción que pudieran desatar, tarde o temprano, la clase obrera y los demás sectores populares.
Por esa razón, los sectores decisivos de la burguesía argentina intervinieron directamente, a través de sus agentes más confiables en el seno del aparato del Estado, para forzar la liberación de Luis Gerez.
No puede asegurarse todavía la existencia de un pacto entre Kirchner y la burguesía para limitar el alcance de los juicios y las condenas; ni tampoco que la burguesía, a través de sus agentes más confiables en el aparato del Estado, esté en condiciones de disciplinar las tramas "negras" para impedir nuevos secuestros. Habrá que estar atentos y que los hechos hablen por sí mismos. Lo que es indudable es que las tendencias conspirativas contrarrevolucionarias y bonapartistas del aparato del Estado argentino, que no siempre van acompasadas con las necesidades y la oportunidad que demanda la burguesía en cada momento, van a ser una constante en el proceso de la revolución argentina.
La oposición de derecha
Como hemos explicado muchas veces, Kirchner es un defensor entusiasta del sistema capitalista, pero se empeñó en tener las manos libres para desarrollar determinadas políticas que, aunque incomodaban a los empresarios y banqueros, buscaban amortiguar las contradicciones sociales para mantener la estabilidad social en niveles aceptables. Pese a que el gobierno de Kirchner no amenazó los intereses fundamentales de la clase dominante, ésta nunca se sintió cómoda con él. Por eso, la burguesía siempre intentó marcarle la cancha y apuntalar la oposición política a su derecha.
En política exterior, Kirchner consolidó una política de ambigüedad calculada que tampoco satisfizo plenamente a la burguesía y al imperialismo. Ha mantenido sus relaciones con Venezuela, circunscritas a las relaciones comerciales con gran beneficio para Argentina (compra de materias primas, maquinaria agrícola y bonos de la deuda argentina a bajo interés) a cambio de no sumarse a la campaña reaccionaria contra Chávez. Lo mismo en el caso de Bolivia donde Argentina tiene intereses vitales en el gas. Al mismo tiempo, Kirchner ha renovado sus credenciales de confiabilidad al imperialismo norteamericano, con el mantenimiento de las tropas argentinas en Haití, con su cooperación en la criminalización del régimen iraní por el caso AMIA, y en la sanción de "leyes antiterroristas" a pedido de Washington con un alto contenido represivo. Además, no ha criticado la política imperialista de Washington en Iraq y ha enviando innumerables veces a Cristina Kirchner a los EEUU para entrevistarse con altos funcionarios de la Casa Blanca para que despejaran sus dudas sobre el carácter que tendrá la política argentina con la nueva presidenta de la Nación.
Al principio de su mandato, la burguesía se apoyó en la derecha peronista, a través de Duhalde, para mantener un control estrecho sobre Kirchner. Pero Kirchner aplastó al duhaldismo, que se diluyó sin mayor resistencia. Alternativamente, la burguesía apostó por López Murphy y Macri; pero, en plena euforia kirchnerista, estos políticos burgueses tuvieron dificultades enormes para ser tenidos en cuenta fuera de su base tradicional de apoyo en la burguesía y las capas altas de la pequeñaburguesía.
En el último año la oposición de derecha a Kirchner, nucleada en torno a las alas de derecha del PJ y de la UCR, y en los políticos vinculados directamente a la burguesía y a la derecha tradicional (López Murphy, Macri, Sobisch) pareció dar pasos adelante en su recomposición.
La burguesía intentó basarse entonces en Lavagna para intentar organizar una oposición seria alrededor de su figura, después de que fuera expulsado del gobierno por Kirchner. Lavagna quiso explotar su imagen de personaje no proveniente de la derecha ante la población, por eso mantuvo siempre una relación fría con Macri. Pero tras un año de experiencia, Lavagna tampoco fue capaz de despertar ningún entusiasmo popular. En las elecciones presidenciales de octubre quedó por detrás de Carrió.
Esta dificultad exasperante que sufre la oposición de derecha a Kirchner para aumentar sus bases sociales de apoyo tiene que ver con el carácter de la época y el ambiente social que se respira en el país y el continente. Es difícil que estos personajes puedan encontrar un eco de masas defendiendo una política más antiobrera, más procapitalista y más proimperialista que la que defiende el gobierno de Kirchner.
Pese al malestar de las masas con sus condiciones de vida, no están desesperadas ni desmoralizadas; y todavía hay un sector amplio de la clase media que mantiene sus ilusiones en el kirchnerismo y mira con desconfianza profunda a la derecha, como se ha podido comprobar en las elecciones del 28 de octubre. El malestar de la clase obrera está encontrando otras vías de expresión, como la lucha sindical o la protesta vecinal. No ha sufrido una derrota importante todavía. Sin ambos condimentos: desmoralización y pasividad de la clase obrera, y giro a la derecha de las capas medias, el crecimiento de la derecha es imposible. Como más adelante veremos, esta perspectiva es inevitable a futuro, pero a corto plazo no es ésta la situación.
Mención aparte merece el caso del ARI de Elisa Carrió. Incapaz de competir por "izquierda" con el gobierno, en el último año Carrió giró a la derecha, mostrando sus credenciales de confiabilidad a la burguesía. Criticó, al mejor estilo gorila, la revolución venezolana y la política de derechos humanos de Kirchner porque "humillaba" a los militares. Por eso la burguesía la tuvo en cuenta en sus planes para debilitar a Kirchner, incluyendo ayuda financiera generosa.
Para la burguesía se trataba de organizar una presión combinada contra Kirchner, por derecha y por izquierda (de la mano de Carrió), en la esperanza de que fuera la oposición de derecha la que usufructuara el resultado, asignándole a Carrió el papel de "tonto útil" para sus planes. La paradoja es que, para sorpresa de la burguesía y de la derecha, quien usufructuó la oposición a Kirchner fue la propia Carrió. Lo cual no es de extrañar, si al lado de Carrió teníamos lo más parecido a los Locos Adams: Sobisch, Rodríguez Saá, López Murphy y Lavagna. Así, Carrió se situó como la dirigente opositora más votada las elecciones presidenciales por detrás de Cristina Kirchner, aunque a bastante distancia de ésta. Este dato contradice nuevamente a aquellos que insisten en que la sociedad giró a la derecha en el último año.
Haciendo de tripas corazón, un sector de la burguesía, a través de López Murphy, intentó explorar la posibilidad de un gran acuerdo con Carrió, para convertirla en su base principal de ataque en las elecciones presidenciales. Lo sorprendente no es que esta maniobra saliera mal, ante la negativa de Carrió a incluir al macrismo en su frente electoral porque eso la habría desacreditado ante su base social y habría desnudado completamente su oportunismo político sin principios, sino que Carrió, haciendo gala de una ambición política desmesurada, estuviera dispuesta a tratar con López Murphy, un político abiertamente vinculado a la derecha. No obstante, fue muy positivo que, ante las masas, Carrió apareciera del brazo de López Murphy, porque sirvió para que su imagen "progresista" se deteriorara bastante y la desnudara ante sectores honestos de la pequeñaburguesía y de los trabajadores que mantenían ciertas ilusiones en ella.
En el horizonte político, la burguesía tiene guardada la carta de Macri para las elecciones presidenciales del 2011, tras conseguir la Intendencia de Buenos Aires. Aún es prematuro avizorar las perspectivas para Macri, teniendo en cuenta que su experiencia en el gobierno de la capital del país en los próximos 4 años será determinante para su futuro político.
Lo que sí tenemos que dejar claro es que la victoria de Macri en Buenos Aires no expresó un giro fundamental a la derecha de la sociedad ni estaba fatalmente predeterminada, sino que fue el resultado de una combinación de factores que, en otras circunstancias, habrían propiciado su derrota.
La derecha no incrementó su porcentaje de voto en Capital con respecto a la primera vuelta de las elecciones del año 2003, cuando Ibarra enfrentó a Macri y lo venció en el Ballottage posterior. Lo decisivo para la victoria de Macri fue la postulación de dos candidatos que se referenciaban en la "centroizquierda", dividiendo por la mitad el voto de esta franja del electorado, lo que exageró la fuerza social del macrismo en la Capital y facilitó su victoria posterior en el Ballottage.
La demagogia de Macri, que prometió todo lo imaginable y hasta algunas cosas inimaginables, más la pobre figura y los aburridos discursos de Filmus, hicieron el resto. En todo momento, Macri rechazó con indignación el apelativo de ser de derecha y prohibió a Blumberg y López Murphy aparecer en sus actos electorales. En la primera vuelta la pelea real fue entre Filmus y Telerman, por lo que la demagogia macrista nunca fue combatida y desacreditada ante las amplias masas, cuyas capas más despolitizadas y atrasadas veían en Macri un tipo simpático, canchero, alejado de la farándula política, y presidente exitoso de Boca Juniors, el club más popular del país.
No obstante, las primeras medidas anunciadas para reducir la enorme deuda de la Capital (como la suba de impuestos y despidos) y la inevitabilidad de sus políticas reaccionarias en el terreno social y policial, preparan una legislatura tormentosa en la ciudad de Buenos Aires.
Balance de las elecciones presidenciales
La amplia victoria de Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales del 28 de octubre, con un 45% de los votos, mostró la falta de una verdadera alternativa política al kirchnerismo, como explicamos anteriormente. Carrió, que quedó segunda, anduvo 22 puntos por debajo de Cristina.
Esto es más significativo cuanto que a nadie se le oculta el enorme malestar de las masas trabajadoras con sus condiciones de vida (suba de precios, salarios que no alcanzan, servicios públicos deplorables, preocupación por la "inseguridad", etc.). Los sectores de capas medias y de trabajadores descontentos con la política oficial que optaron por castigar al gobierno lo hicieron votando principalmente por Carrió quien, pese al giro a la derecha dado en el último año, es vista aún como "progresista" por una franja del electorado.
El malestar social también se expresó en una abstención superior a las elecciones presidenciales del 2003, un 27% frente al 22% de hace 4 años. Y en un incremento del "voto bronca" (blancos, nulos e impugnados), que pasó del 3% al 6% del electorado.
Los candidatos vinculados con políticas más represivas y procapitalistas (Lavagna, Saá, Sóbisch y López Murphy) alcanzaron apenas el 28% de los votos. López Murphy y Sóbisch fueron humillados sumando entre los dos un miserable 3% de apoyo. En Buenos Aires, donde Macri ganó la Intendencia hace unos meses, las listas a la derecha de Cristina y Carrió sólo consiguieron el 32% de los votos y el conjunto de las listas de izquierda el 11,6%.
Estos datos generales ratifican que no hubo un giro a la derecha en la sociedad, como venimos defendiendo desde hace meses. Pese al malestar de las masas trabajadoras, éstas no fueron indiferentes al resultado de las elecciones de octubre. No podemos menospreciar las concesiones otorgadas por el gobierno de Kirchner en estos años, como hacen los grupos ultraizquierdistas. Evidentemente, en esto se combinaron las luchas obreras del último período junto a las concesiones otorgadas desde arriba, en el marco de un crecimiento importante de la economía. Los trabajadores no están tirando manteca al techo pero han registrado que bajo el gobierno de Kirchner sus condiciones de vida mejoraron, y además simpatizan más con su discurso que con el de sus oponentes políticos. Miran a la derecha y no les gusta lo que ven. Miran a la izquierda y no ven nada, o lo poco que ven por el momento no les da ninguna confianza. Por eso votaron mayoritariamente la candidatura de Cristina Kirchner ¿Qué alternativa tenían? Esto no reflejó un nivel de conciencia política bajo, como afirman los ultraizquierdistas y los escépticos, sino una visión sobria de la realidad. Los trabajadores estarían dispuestos a seguir políticas más radicales si hubiera una fuerza que les ofreciera confianza y garantías de triunfo, para que su voto hacia esta fuerza tuviera una utilidad real.
El balance en las provincias
Lo que sí es verdad es que cada vez que la clase obrera, y demás capas populares, tuvieron la oportunidad de expresar su malestar contra los viejos políticos del sistema, y encontraron una posibilidad real de cambio, lo hicieron.
Es interesante, en ese sentido, lo ocurrido en las provincias de Santa Fe y Córdoba en las elecciones a Gobernador a comienzos de septiembre, y en Salta en octubre. En Santa Fe tuvimos la victoria histórica de la coalición liderada por el Partido Socialista de Binner, consiguiendo romper el monopolio del PJ en la provincia por primera vez en la historia. Lo llamativo es que el Frente Cívico ganó en los bastiones del proletariado santafesino en el cordón industrial de Rosario. Esto nos indica que sectores importantes de la clase obrera están buscando una expresión política por afuera del PJ, lo cual es muy sintomático. Lo mismo se puede decir en Córdoba, donde el frente electoral de Juez quedó cabeza a cabeza con la fórmula encabezada por el PJ, y donde probablemente se cometió un fraude electoral importante para impedir que Juez se alzara con el gobierno de la provincia. También en Salta, luego de años de soportar el caciquismo de Romero, la población eligió en lugar de su delfín a un "kirchnerista" de la nueva camada.
En el distrito electoral más importante del país, la provincia de Buenos Aires, el oficialismo encabezado por Scioli (candidato a Gobernador) obtuvo una victoria cómoda. El fracaso estrepitoso de Patti y Blumberg, que en conjunto sacaron menos del 4% de los votos, refleja el rechazo instintivo de las masas trabajadoras a las políticas represivas y a las simpatías con la dictadura que exhiben sin pudor estos reaccionarios epilépticos. Significativamente, el "voto bronca" superó el 10% de los sufragios. Refleja un descontento con los candidatos del sistema, la falta de inserción en la provincia de las opciones más de izquierda, y la protesta de muchos votantes por la falta de boletas de los candidatos opositores al oficialismo en numerosos lugares de votación, padecida en mayor medida por las candidaturas de izquierda.
En general, los caciques del interior de la provincia de Buenos Aires mantuvieron sus posiciones, pero es significativo que fueran desalojados por sectores "progresistas" del kirchnerismo en partidos tan populosos como La Plata, Quilmes, Lanús, Almirante Brown, Tigre o San Miguel.
En las elecciones presidenciales en Santa Fe, el "socialismo" de Binner revalidó su mayoría en Rosario y quedó cabeza a cabeza con Cristina en la provincia. En Córdoba, el mayor peso del radicalismo y, sobre todo, la bronca popular contra el probable fraude electoral cometido contra Juez en las elecciones para Gobernador a comienzos de septiembre, se reflejó en el segundo puesto de Cristina, por detrás de Lavagna, y el tercero en Córdoba capital, por detrás de Carrió.
La victoria del candidato kirchnerista en Santa Cruz, Daniel Peralta, con el 58% de los votos parece ser un dato contradictorio con el desprestigio amplio que acumuló Kirchner durantes las luchas extraordinarias de docentes y estatales en la provincia. Pero si lo miramos más de cerca, este resultado no es tan sorprendente. Después de meses de luchas incesantes, Peralta concedió prácticamente todos los reclamos laborales que se le plantearon. Era la única manera de conseguir apoyo popular para su elección. La alternativa que se les planteaba a los trabajadores era el candidato presentado por los radicales y el ARI, Eduardo Costa, un conocido empresario de la provincia que suscitó una desconfianza elemental en los trabajadores. El resultado no podía ser otro. Los trabajadores le dijeron a Peralta: "por falta de algo mejor te damos el voto ahora, para que cumplas tus promesas y nos des lo que pedimos; pero si nos atacás, volveremos a salir a la calle para enfrentarte". La izquierda (PO y MST), que iba dividida pese a presentar el mismo programa de gobierno, fue incapaz de conectar con el ambiente de los trabajadores, centrando sus crítica en Peralta mientras que mantuvo un silencio embarazoso hacia el candidato radical. Ni siquiera fue capaz de atraer al 7% de los electores que votaron en blanco o nulo, y que reflejaba el descontento de miles de trabajadores carentes de una referencia política donde expresar su malestar.
Carrió, como jefa de la oposición
Aunque la Carrió pretenda presumir ahora como jefa de la oposición, va a quedar colocada en una posición muy incómoda. Su giro a la derecha para ganar el favor de los empresarios y de los sectores más conservadores de la clase media, ya está provocando fisuras en su frente político, donde un sector ("socialistas", sectores del radicalismo, y otros) vive de explotar políticamente el electorado "progresista". No es probable, por lo tanto, que la Coalición Cívica concluya unida el mandato presidencial de Cristina Kircher. Un sector será engullido por la derecha, cuando ésta ponga un cierto orden en sus filas, probablemente a través de la figura de Mauricio Macri; y otro sector terminará recalando en la Concertación kirchnerista.
Perspectivas para el gobierno de Cristina Kirchner
La etapa que se abrió con el Argentinazo reveló que el país ya no puede asimilarse a la dicotomía peronista-radical del pasado. El PJ y la UCR están completamente desgarrados y escindidos, a izquierda y derecha, y muy desprestigiados. Esto tiene una significación política profunda y una transcendencia histórica enorme. Estamos asistiendo, ni más ni menos que al ocaso de las dos fuerzas políticas más importantes de la historia argentina que, alternativamente, fueron utilizadas para favorecer los intereses de la burguesía, en contra de la clase trabajadora. Lo más importante, desde el punto de vista de los intereses históricos de la clase obrera argentina, es que esta situación deja abierto el camino expedito para que los trabajadores puedan abrirse a una perspectiva política de clase.
En esta situación, Kirchner está tratando de armar una fuerza política nueva con los despojos de la UCR y del PJ, que tenga un perfil de centroizquierda y pueda encontrar una base de apoyo en las masas trabajadoras y en sectores amplios de la clase media. Por los tiempos que corren en el país y en el continente, Kirchner, que es un político inteligente, sabe que las políticas capitalistas salvajes y represivas de sus oponentes de derecha conducen inexorablemente a una exacerbación de las contradicciones sociales y a nuevas explosiones revolucionarias.
Kirchner es consciente de que, fuera del núcleo reducido de políticos y funcionarios que lo rodean, nadie tiene la autoridad y capacidad suficientes para dirigir y asentar un proyecto político de esta envergadura. Esta es la razón de que lanzara la candidatura presidencial de su mujer, Cristina Fernández, quien goza de su absoluta confianza política. Cristina K., como Kirchner, comenzó su actividad política en la JP en los 70. Tomó parte activa desde el primer momento en el armado del kirchnerismo y se destacó como una de sus principales ideólogas, redactando y revisando el contenido de los principales discursos de Kirchner. Aparentemente, Kirchner se retiraría de la primera escena con su capital político aún no agotado, asignándose el rol de organizador de esta fuerza política, para dejar abierta la posibilidad de postularse para las elecciones presidenciales del 2011
Por su parte, la derecha intenta hacer lo propio con las demás camarillas corruptas del peronismo y el radicalismo. La burguesía acepta este juego. Como factor de contención social necesita fuerzas nuevas en las que basarse ante la imposibilidad de seguir haciéndolo en los viejos partidos superados por la historia.
¿Qué perspectivas se abren para el gobierno de Cristina Kirchner? En principio, no habría grandes cambios con la situación actual.
Desde el principio querrá dejar claro que, políticamente, "no es la mujer de su marido", sino que tiene ideas propias, y tratará de exhibir un carácter fuerte. Durante todo el año estuvo viajando alrededor del mundo para darse a conocer, principalmente en los EEUU, donde ha recibido el plácet de la Casa Blanca y dejó claro que no es una demagoga peligrosa. Como citaba uno de los principales voceros del capital financiero británico, el semanario The Economist: "Ella es vista como más moderada que su marido y podría mejorar los vínculos con los EEUU" (Citado en Clarín, 27 de mayo 2007).
En la medida que el boom económico se mantenga continuará con la política exhibida por Kirchner, balanceándose entre las clases y otorgando algunas concesiones a las masas, mientras que defiende los intereses comunes de los capitalistas y multinacionales. También es probable, como se rumorea, que le conceda la personería gremial a la CTA, aunque quizás sea este el límite infranqueable que le exija la burocracia sindical cegetista para acordar un nuevo pacto social. Si ese fuera el caso, arrojaría completamente a la CTA a la oposición política y malograría cualquier posibilidad de encontrar aliados en el aparato de la CTA para su acción de gobierno.
Cristina K. mantendrá la política de superávits altos, que es esencial para asegurar los pagos de la deuda pública. Una de las patas del pacto social será seguramente la suba de tarifas en el gas, la electricidad, el transporte, el teléfono. No está claro el monto de dicho aumento que, dependiendo del humor social, podrá satisfacer en mayor o menor medida a los empresarios. Los economistas burgueses están insistiendo ahora en que el ritmo actual del gasto público no puede sostenerse y que deben desaparecer los subsidios al transporte y a la compra de combustibles en el exterior, a cambio de una suba de tarifas.
Tampoco puede sostenerse más la manipulación escandalosa del índice oficial de precios medido por el INDEC. No se trata solamente de poner fin al engaño al que se somete a los asalariados para que exijan subas de sueldo moderadas. En cualquier país capitalista serio la burguesía necesita estadísticas exactas para establecer una política de ingresos y costos previsibles y poder decidir con antelación el destino y la idoneidad de sus inversiones.
No fue casualidad que en su primer discurso como ganadora en las elecciones, Cristina K. insistiera en la necesidad de un "pacto nacional" que debía tener como ejes centrales a los empresarios y a los trabajadores. La probable suba de tarifas y la publicación de estadísticas que reflejen subas de precios más realistas y, por lo tanto, más elevadas, llenan de preocupación al gobierno, a la patronal y a la burocracia sindical. Temen que se desate una ola imparable de reclamos salariales. Habrá, por lo tanto, una ofensiva feroz para tratar de imponer el pacto social a cualquier precio. Este pacto social vendrá adornado con todo tipo de discursos patrióticos demagógicos y demás, y será una verdadera prueba de fuego para el gobierno de Cristina y la burocracia sindical.
Las masas tendrán que hacer su experiencia con el gobierno de Cristina, y en un primer momento depositarán algunas expectativas comprensibles. Pero la paciencia de las masas no durará eternamente. La imposición de un pacto social que tendrá como objetivo contener los reclamos salariales para mantener los niveles de la rentabilidad empresaria y condiciones de trabajo precarias abrirá las primeras fisuras entre el gobierno de Cristina y la clase obrera. Y a medio plazo, una ralentización del crecimiento económico e, incluso, el ingreso a una fase recesiva de la economía, como consecuencia de la debilidad de la economía internacional, reducirá al mínimo la conciliación de intereses de trabajadores y empresarios, que es la divisa política del kirchnerismo.
Esto preparará las mejores condiciones para el surgimiento y desarrollo de una herramienta política de masas de la clase obrera en los próximos años.
Los Kirchner, a diferencia de Perón, no pretenden construir una organización de masas, con militancia genuina. Temen que las presiones de la clase obrera puedan expresarse en su interior y obstaculicen su intento de aparecer por encima de las clases sociales en pugna. Sólo están interesados en un armado electoral, con caciques locales y arribistas adictos.
Pero esta masa abigarrada de políticos y truhanes profesionales no será una garantía de estabilidad ¿Qué autoridad pueden exhibir ante las masas trabajadoras, o qué fidelidad pueden guardarle a los Kirchner, gente como Scioli, Rovira, Gioja, Othacehé, Reutemann, Cobos, o Aníbal Fernández? Por eso es inevitable que mañana el proyecto político kirchnerista estalle en pedazos, abonando las condiciones para el desarrollo de una alternativa de clase, como estudiaremos en el capítulo siguiente.
A medio plazo, la inestabilidad política y social que acompañará un proceso recesivo en la economía o un crecimiento económico raquítico, provocará una creciente insatisfacción en la clase obrera y un giro a la derecha en las capas medias. Para ese entonces, la burguesía habrá puesto orden en su casa y un alternativa política de derecha más consistente con un dirigente claro (podría ser Macri o cualquier otro) se habrá hecho presente.
Las conspiraciones y divisiones en el seno del kirchnerismo aflorarán. Los sectores más oportunistas del oficialismo romperán con el kirchnerismo y girarán a la derecha. Igual que hicieron el viaje de ida para acompañar a Kirchner, harán el viaje de vuelta para encontrar un nuevo acomodo. Esto sellará el destino de los Kirchner. Para entonces será una cuestión sin importancia que al frente del gobierno esté Cristina o Néstor Kirchner. La frustración de la clase obrera y el giro a la derecha de las capas medias y de sectores atrasados políticamente de los trabajadores prepararán el camino para una victoria electoral de la derecha.
En la burocracia sindical también surgirán fisuras. En la medida que la política de concesiones desde arriba llegue a su fin, sectores de la misma pasarán a la oposición al gobierno, debido a la presión desde abajo. Si para entonces se halla en proceso de desarrollo una alternativa política basada en la CTA y en gremios aislados de la CGT, muchos de estos sectores terminarán recalando aquí.
No se trata de predecir con exactitud cuándo ocurrirá todo esto, lo cual es imposible. De lo que se trata es de señalar las tendencias generales del proceso.
(5ª Parte y final) La izquierda y la construcción de un partido revolucionario
En esta quinta y última entrega tratamos la situación de la izquierda, y las razones de su crisis y aislamiento. Pero también abordamos el proceso dialéctico que puede y debe llevar a superar esta situación y las perspectivas que se abren para la construcción de una herramienta política de masas de la clase obrera en nuestro país.
LA IZQUIERDA Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN PARTIDO REVOLUCIONARIO
La crisis de la izquierda
Los grupos que conforman la izquierda desperdiciaron innumerables oportunidades para jugar un papel relevante en la política nacional. Desde nuestro punto de vista, éste es un punto de no retorno. Las direcciones de estos grupos dieron muestras suficientes de no haber aprendido nada de la experiencia y, por lo tanto, de aprender de sus errores, que están firmemente enraizados en sus concepciones políticas, teóricas y organizativas.
Fracasaron reiteradamente en abordar una política de Frente Único en el campo electoral, sindical, vecinal (por oportunismo en unos casos y por sectarismo en otros), y quedaron completamente descolocados ante la demagogia "izquierdista" del kirchnerismo, a la que simplemente opusieron un sectarismo e histerismo infantiles que nunca conectó con los trabajadores, mientras que la crítica a la derecha brillaba por su ausencia.
Todos los grupos de izquierda están inmersos en crisis y escisiones, pagando el precio por sus políticas sectarias y oportunistas, y por su incapacidad para conectar con las masas trabajadoras, como ha quedado suficientemente demostrado en estos años.
Es imposible encontrar en estos grupos análisis y perspectivas de la lucha de clases en Argentina que muestren, ni siquiera remotamente, una anticipación a los acontecimientos. Sólo elaboran crónicas de situación. Por esa razón los vaivenes de la lucha de clases siempre los toman de improviso, arrastrándolos de una posición a otra como a un náufrago en medio del oleaje.
Invariablemente, retratan con los colores más vivos cualquier alza coyuntural de la lucha de clases, presagiando tormentas revolucionarias y estallidos populares, para defender la posición contraria cuando sus pobres resultados electorales los golpean en la nariz: "bajo nivel de conciencia", "falta de madurez política", etc. son las caracterizaciones con que acostumbran a tratar a la clase obrera.
En estos cuatro años, estos grupos nada tuvieron que decir sobre las contradicciones de Kirchner con la burguesía y la oposición de derecha. Para ellos todos eran lo mismo. Más aún, Kirchner era el peor de todos. Al desentenderse de estas contradicciones interburguesas y de la sensibilidad de amplias franjas de trabajadores y jóvenes en su rechazo a la derecha, cometieron los peores errores posibles. Su única obsesión era pegarle a Kirchner, formando un frente único no declarado con la derecha, lo que los aisló aún más de los sectores más conscientes de la clase obrera y la juventud. Esta actitud, lejos de debilitar a Kirchner, lo ayudó, porque pudo presentarse como el campeón en la lucha contra la derecha y abonó el argumento demagógico de que la izquierda es funcional a la derecha.
Su penúltima "hazaña" fue presentar 5 listas enfrentadas en las elecciones de Capital Federal, cuando todos defendían punto por punto el mismo programa político. Para las elecciones presidenciales y provinciales mantuvieron una situación similar, registrándose solamente una variación en las fuerzas que componían cada lista ¡Y todavía se sorprenden de que las capas más avanzadas de los trabajadores y la juventud no los tomen en serio!
Igual no se nos escapa que en la presentación de listas enfrentadas también juega un papel los intereses materiales de sus aparatos. Con reunir 2.000 firmas en Capital para cumplimentar su registro electoral, cada lista se aseguraba ayudas y subvenciones estatales por un monto mínimo de $25.000 ¡sin sacar un solo voto! Hubo el caso extremo de un grupúsculo de izquierda que se embolsó los $25.000 ¡y no sacó un solo afiche electoral!
Fue irónico que cada lista electoral pretendiera aparecer más de "izquierda", más "obrera" y más "socialista" que las demás, cuando todas defendieron un programa similar que, casualmente, no era socialista, sino reformista de izquierda. Cuando llegan las elecciones todos estos grupos olvidan su fraseología "socialista" y "revolucionaria" y adoptan un programa que no rebasa los límites del capitalismo, renunciando a plantear la nacionalización de los bancos, de los latifundios y de los monopolios, sin indemnización y bajo el control de los trabajadores. Por esa razón, sólo pueden causarnos risa sus denuncias estridentes contra Chávez y Evo Morales por no expropiar las propiedades de las burguesías locales y del imperialismo; cuando ellos mismos no tienen el valor de defender este programa en Argentina.
Pero los errores cometidos por estos grupos en la pelea electoral no son más que una continuación de los errores cometidos en todos los demás aspectos de la lucha de clases.
Un grupo socialista revolucionario serio no dudaría en agotar todas las posibilidades para impulsar políticas de frente único con grupos más o menos afines para salir de su aislamiento, y aprovechar la potencia combinada de este frente de fuerzas para llegar a capas cada vez más amplias de trabajadores y jóvenes. De esta manera su campo de acción sería más extenso y la experiencia demostraría la corrección de sus métodos, consignas, ideas y programa, creciendo en tamaño e influencia. Pero esto es un libro cerrado con 7 llaves para los grupos sectarios.
De manera que todos andan ocupados creando sus pequeños frentes de intervención, opuestos y enfrentados a los de los demás. Grupos como PO o PTS, por no hablar de los más chicos, no han aprendido de la experiencia. Por eso boicotean espacios de frente único como el MIC y otros. Esto los condena a la impotencia y a la esterilidad. La perspectiva para estos grupos, no importa cuánto acumularon en el pasado, es una cadena sin fin de crisis y escisiones y su marginación de la escena real de la lucha de clases. La tragedia de esto es que, de paso, cientos de luchadores y revolucionarios quedarán en el camino agotados, quemados y escépticos tras su experiencia con estas políticas sectarias.
Por el lado del PC, puede contarse la misma historia, pero en sentido inverso, por el giro de su aparato a posiciones cada vez más oportunistas y socialdemócratas, y de acercamiento al kirchnerismo. Su último "experimento", un frente electoral con el Partido Humanista, un aparato sin ninguna base en el movimiento obrero sostenido por una secta semirreligiosa (el movimiento siloísta), terminó en un fiasco absoluto.
El frente Nueva Izquierda-MST
Hacemos una mención aparte del MST. Pese a nuestras diferencias políticas con esta organización, sí le reconocemos un esfuerzo para superar aspectos de su política anterior que permite una colaboración en frentes comunes (en el terreno electoral, en el trabajo sindical dentro del MIC, en la solidaridad con la revolución venezolana, etc).
Por eso celebramos en su momento el llamado del MST a conformar un frente político amplio de izquierda a través del Frente Nueva Izquierda. Consideramos que el eje de su constitución deberían ser los trabajadores, la juventud y las organizaciones populares que quieran sumarse, y no tanto la participación de personalidades públicas sin apenas base social de apoyo.
Con todo, y pese a que su programa electoral nos pareció incompleto al no incluir las demandas socialistas que mencionábamos en un párrafo anterior, la Corriente Socialista El Militante llamó a votar en las elecciones en Capital y en las Presidenciales a la plataforma electoral Nueva Izquierda-MST, y a sus candidatos. En las elecciones de junio en Capital, Nueva Izquierda-MST conectó con el sentimiento de la mayoría de votantes de izquierda que concentraron su voto alrededor de la candidatura de Patricia Walsh lo que les permitió obtener una banca en la legislatura porteña.
En su momento, compartimos con la dirección del MST la contrariedad por el fracaso en la conformación de una plataforma más amplia en las elecciones presidenciales que incluyera al frente Proyecto Sur, encabezado por Pino Solanas y Claudio Lozano, cuyos ejes programáticos a favor de la reestatización de empresas y recursos privatizados, contra la deuda externa, en defensa de la recomposición del salario y de rechazo a las políticas y leyes represivas, tenían muchos puntos en común con la izquierda. Detrás de Lozano estaba un sector importante de la dirección de la CTA que había delimitado políticamente con el kirchnerismo, y Solanas, proveniente del peronismo de izquierda, quien denunció públicamente a Kirchner y ostenta una honestidad política que es ampliamente reconocida.
Lamentablemente, al final no hubo acuerdo, por celos de aparato no justificados, y ambas candidaturas disputaron el mismo espacio de voto, donde el mayor perjudicado fue Nueva Izquierda-MST.
En cualquier caso, más allá de los resultados electorales, el desafío más importante del Frente Nueva Izquierda-MST tendrá lugar ahora, después de las elecciones. Debe demostrar en los hechos su capacidad para conformar una herramienta política que, en primera instancia, sea capaz de atraer a los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud en la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Desde la Corriente Socialista El Militante ya expresamos a los compañeros de Nueva Izquierda-MST, semanas antes de las elecciones, nuestra disposición honesta a participar de esta experiencia y a contribuir a su desarrollo en la medida de nuestras posibilidades y esfuerzos.
El balance electoral de la izquierda
El hecho más relevante del resultado electoral, en cuanto a las fuerzas que se presentaban a la izquierda del kirchnerismo, fue la irrupción de Proyecto Sur, que se situó como la 5ª fuerza más votada, superando los 300.000 votos, por delante de Sobisch y López Murphy. Lozano consiguió, además, revalidar su banca en Diputados por Buenos Aires.
Aparte de esto, la izquierda hizo la peor elección en años, perdiendo la mitad de los votos conseguidos en el 2003 y el 2005, aproximadamente medio millón. Sumando los 320.000 votos conseguidos por Proyecto Sur, el voto por izquierda a Kirchner obtuvo el 4,4% de los sufragios. En Capital, este apoyo trepó hasta el 11,6% en las elecciones para diputados (7,27% para Proyecto Sur) y en la provincia de Buenos Aires al 5,7% (3,16% Proyecto Sur).
El Partido Obrero (PO) perdió 100.000 votos, alcanzando apenas los 120.000. El MST, que recibió 155.000 votos, perdió cerca de 40.000. El desempeño más desastroso lo protagonizó el FRAL (frente único de los partidos Comunista y Humanista). Los 440.000 votos conseguidos por ambas fuerzas por separado en el 2005, se desplomaron a ¡80.000! La degeneración política de la dirección del PC ha reducido a cenizas al que llegó a ser el partido político más importante de la izquierda argentina, llevando la amargura a miles de militantes comunistas honestos. El frente PTS-MAS-Izquierda Socialista obtuvo 95.000 votos. Otros grupitos menores consiguieron 70.000.
No fue casual este malísimo desempeño de la izquierda en las elecciones. Refleja el papel pernicioso que juegan las direcciones de casi todos estos grupos. Insensibles al deseo de unidad de miles de militantes y simpatizantes, repitieron su táctica suicida de presentarse por separado arruinando por enésima vez las esperanzas e ilusiones de cientos de miles de luchadores. Sus vicios sectarios y autoproclamatorios generan un desprecio general, agravados por los intereses de aparato de estos grupos, que reciben (como las demás fuerzas políticas) decenas de miles de pesos del Estado por los votos recibidos para financiar sus campañas electorales, sostener sus aparatos y, de paso, exhibir su chapa. Para esta gente, los intereses de la clase obrera están en segundo lugar. Estas direcciones son irreformables, y su irrelevancia política es cada vez mayor.
Hacemos una excepción con el frente Nueva Izquierda-MST, a quien dimos un apoyo crítico en estas elecciones, por ser la fuerza que más consecuentemente bregó por la unidad de la izquierda y de los luchadores, y no sólo en el terreno electoral.
Aunque fue la lista de izquierda que obtuvo más votos, creemos que los compañeros debieron resignar su candidatura presidencial a favor de Solanas, quien duplicó los votos de Vilma Ripoll. Como ya habíamos planteado por adelantado, Nueva Izquierda-MST debía haber centrado su agitación en las elecciones a legisladores, que era lo más relevante políticamente. Más allá de la responsabilidad principal que le cupo a Proyecto Sur por el fracaso en la conformación de un frente unido entre ambas fuerzas, los compañeros de Nueva Izquierda-MST deberían haber valorado la importancia política que tenía para cientos de miles de trabajadores y jóvenes ver concentrado en un candidato común el voto contra Kirchner y la derecha. Bajando su candidatura presidencial, Nueva Izquierda-MST habría elevado su autoridad política y moral entre cientos de miles de votantes de izquierda de todo el país, comenzando por los votantes de Solanas, lo que les habría permitido conseguir más votos y, con más probabilidad, alguna banca en Diputados y en legislaturas provinciales.
Nueva Izquierda-MST y Proyecto Sur deben confluir
Las elecciones del 28 de octubre destacaron a Proyecto Sur, de "Pino" Solanas-Lozano, y a Nueva Izquierda-MST como las fuerzas principales a la izquierda de Kirchner. Al detentar esta posición, ambos frentes políticos asumen la máxima responsabilidad en impulsar la formación de una herramienta política de masas, con base en la clase trabajadora. La confluencia de ambos espacios políticos es, por lo tanto, necesaria para arribar a esta perspectiva.
Antes de las elecciones ya defendimos un frente unido de Nueva Izquierda-MST y Proyecto Sur. Era perfectamente posible haber acordado un programa y candidatos comunes, que habrían concitado un apoyo entusiasta en cientos de miles de trabajadores y jóvenes luchadores.
En nuestra posición no había ni un gramo de cretinismo ni de diplomacia. Un voto masivo por izquierda contra Kirchner y la derecha, bastante mayor al conseguido ahora por ambas fuerzas por separado, habría actuado como un potente revulsivo en una capa amplia de las masas trabajadoras de nuestro país, estimulando el ingreso a la lucha política de los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud que carecen de un referente político donde mirar.
Aunque el caudal de votos cosechado por estas fuerzas fue estimable, indudablemente quedó por debajo de lo que hubiera sido posible conseguir con un frente unido.
No hay tiempo que perder. Proyecto Sur y Nueva Izquierda-MST están concentrando las miradas y expectativas de cientos de miles de trabajadores y jóvenes dispuestos a participar en la pelea política por la transformación de esta sociedad, y esperan una señal de ambas fuerzas que los oriente en este objetivo.
El papel de la CTA
No desconocemos que sectores dirigentes de la CTA están participando en el impulso de Proyecto Sur. Esto nos parece positivo. La CTA es una central obrera de masas que puede y debe promover la participación política de los trabajadores, comenzando por sus bases. La idea de que los sindicatos deben abstenerse de participar en política es falsa históricamente, y reaccionaria.
Proyecto Sur, Nueva Izquierda-MST y los dirigentes de la CTA que han delimitado políticamente con el kirchnerismo deberían lanzar, en conjunto, un movimiento político amplio, clasista y democrático, abierto a los trabajadores y demás sectores populares para luchar por el objetivo de una sociedad justa e igualitaria. Cualquier tendencia política de izquierda debería tener un lugar en su interior y gozar de plena libertad para defender honesta y fraternalmente sus puntos de vista, al tiempo que ayuda a construir el movimiento.
La izquierda revolucionaria
Es natural que muchos activistas revolucionarios honestos puedan manifestar dudas para integrar un frente con sectores reformistas de izquierda. Pero, lamentablemente, la izquierda revolucionaria desperdició innumerables oportunidades en estos años para conformar una herramienta política que incidiera en la clase trabajadora de nuestro país, con sus políticas sectarias y aventureras.
Es ABC que necesitamos un partido revolucionario enraizado en las masas obreras para encauzar la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Pero este partido no existe en Argentina. En la situación actual, la tarea más progresiva para acercar esta perspectiva es conformar un movimiento político de masas amplio, con militancia obrera y popular genuina, y con vida real, aun con la participación en su seno de sectores de izquierda reformistas.
Despertar a la militancia política a decenas de miles de trabajadores y jóvenes en un movimiento amplio de este tipo para luchar contra las políticas procapitalistas y proimperialistas del kirchnerismo y la derecha sería un paso de gigante con respecto a la situación actual, y sacaría de su aislamiento al activismo socialista revolucionario, quien tendría la oportunidad de demostrar en la práctica que son los mejores luchadores y probar la corrección de sus ideas, tácticas y programa. Esta será la manera en que los socialistas revolucionarios podrán emerger como una fuerza de masas para acometer con garantías de éxito la transformación socialista de la sociedad.
El frente único y el programa
Algunos compañeros honestos en la izquierda pueden señalarnos una contradicción cuando criticamos que las listas de izquierda, integradas por fuerzas que se consideran socialistas y revolucionarias, no levanten un programa genuinamente socialista mientras que, por otro lado, nuestra corriente defienda la confluencia con otras tendencias del movimiento obrero y popular no socialistas que, en primera instancia, no aceptarían incorporar este programa en un frente político común. Esta contradicción es sólo aparente y se resuelve fácilmente.
En una lista de izquierda compuesta exclusivamente por fuerzas socialistas revolucionarias, como las representadas por Nueva Izquierda-MST, PO o el FITS (PTS, MAS, IS), es inexcusable levantar demandas socialistas básicas tales como la nacionalización, bajo control obrero, de las palancas fundamentales de la economía (Bancos, latifundios y monopolios). No hacerlo significa ocultar sus principios a la clase obrera y caer en el oportunismo, ya que se les dice a los trabajadores, a sabiendas que no es verdad, que es posible solucionar sus problemas en el marco del capitalismo.
La estatización de las empresas privatizadas, bajo control obrero, y el desconocimiento de la deuda externa (estas eran las propuestas más radicales presentadas por las listas de izquierda en las elecciones presidenciales) son demandas importantes y avanzadas que apoyamos incondicionalmente, pero no cuestionan las bases del sistema capitalista en Argentina. Estas medidas, por sí mismas, no pueden terminar con la desocupación, ni otorgar un salario mínimo de $2.800 para todos, ni reducir la jornada laboral, ni dar un subsidio digno a los desocupados, ni construir viviendas baratas para quienes las necesiten, ni tampoco garantizar un sistema de salud y educativo decentes y 100% públicos al conjunto de la población. Este programa de reformas limitadas no hace avanzar la conciencia política de los trabajadores hacia su objetivo histórico, la lucha por el Socialismo, que es el cometido principal que debe fijarse una tendencia socialista revolucionaria. Si no explicamos nuestro programa socialista íntegro durante una campaña electoral, que es cuando más inquietud manifiestan los trabajadores por la política y el futuro de país, ¿cuándo lo vamos a agitar y propagandizar?
Para solucionar los problemas de la clase obrera es necesario que las palancas principales de la economía sean nacionalizadas bajo control obrero, sin indemnización (con la excepción de pequeños accionistas sin otros o con escasos medios materiales de vida). Esta sería la única manera posible de planificar la economía y desarrollar justa y armónicamente la riqueza del país y sus recursos productivos, no en interés de un puñado de parásitos y millonarios como ocurre hoy, sino en interés de la mayoría aplastante de la sociedad, como somos los trabajadores y demás sectores populares. Estas ideas son las que una fuerza socialista revolucionaria que merezca ese nombre está obligada a explicar, en campaña electoral y fuera de ella. Lamentablemente, los grupos de izquierda socialistas revolucionarios que se presentaron a las elecciones tampoco hicieron sus tareas en este aspecto.
La eventual conformación de un frente o un movimiento político más amplio con fuerzas no provenientes del socialismo, pero que sí tienen una cierta base social de apoyo (en el caso que nos ocupa: Proyecto Sur y sectores de la CTA) no es una cuestión de principios sino táctica. El problema político fundamental que tenemos los socialistas revolucionarios es que nuestra fuerza es demasiado débil para arrancar de la rutina y del apoliticismo a las masas de la clase trabajadora, mucho menos para organizarlas con nosotros bajo la bandera del socialismo revolucionario. Más aún, las políticas equivocadas desplegadas durante años por los grupos de izquierda se demostraron contraproducentes para alcanzar este objetivo y repelieron a sectores importantes de la vanguardia que se marcharon a sus casas abatidos y desanimados.
¿Cuál sería el contenido concreto de un frente o movimiento de estas características? En primer lugar, su base clasista. Debe estar constituido por fuerzas y agrupamientos sustentados en la clase obrera y demás sectores populares. En ningún caso deben formar parte del mismo fuerzas que representen a sectores del enemigo de clase: los empresarios. En segundo lugar, debe acordarse un programa común que no contradiga en ninguno de sus puntos los principios socialistas y que conste de un conjunto de demandas que supongan un avance real en las condiciones de vida y trabajo de las masas trabajadoras y en la democratización de la vida social. Desde nuestro punto de vista, esta base sería suficiente para un acuerdo amplio entre Nueva Izquierda-MST y Proyecto Sur, más otras fuerzas que quieran sumarse. Y como último requisito: que haya plena libertad para que las fuerzas que integren este frente puedan agitar en su interior y fuera de él por su propio programa político, más allá de su compromiso en defender públicamente el programa común acordado. Los socialistas harían todos los esfuerzos para convencer a la mayoría de que el programa más justo que se corresponde con la realidad argentina es el programa socialista, aceptando permanecer en minoría bajo esas condiciones si no podemos ganar una mayoría para la justedad de nuestras posiciones, mientras trabajamos lealmente para construir el movimiento.
¿Qué ventajas tendría la formación de un movimiento de estas características? Que ofrecería, por primera vez en décadas, un instrumento político a los sectores más avanzados de la clase obrera, la juventud y del movimiento popular, al margen del PJ, capaz de despertar y acercar a la vida política activa a decenas de miles de trabajadores, sacándolos de la rutina y del apoliticismo.
A través del trabajo en común demostraríamos a la base del movimiento, y a los sectores decisivos de la clase obrera, que no hay salida bajo el capitalismo y que la lucha por reformas avanzadas es insuficiente si no va acompañada de la lucha por la expropiación de los grandes capitalistas, terratenientes y monopolios, bajo el control democrático de la sociedad. En este movimiento no ocultaríamos nuestros principios ni renunciaríamos a ellos (como sí lo hicieron las listas de izquierda en las sucesivas campañas electorales) y, al mismo tiempo, tendríamos una plataforma de masas y acceso directo a miles de trabajadores y jóvenes, para agitar por estos principios, plataforma de la que carecen actualmente los grupos de izquierda.
Esta situación no tiene nada de novedosa ni supone una "revisión" o una "herejía" de la política marxista en la tarea de construcción de un partido revolucionario. Para el marxismo, las perspectivas son una ciencia, pero la táctica es un arte. La posición de los maestros del marxismo siempre fue muy clara al respecto. Marx, Engels, Lenin y Trotsky nunca dudaron en promover políticas de frente único con otras tendencias del movimiento obrero, incluso reformistas, allá donde se encontraban en minoría, para hacer avanzar el movimiento general de las masas oprimidas y construir sus propias fuerzas. Así fue en la revolución alemana de 1848, en la formación de la primera organización internacional obrera, la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT); en las revoluciones rusas de 1905 y 1917, en la lucha contra primera guerra imperialista (1ª Guerra Mundial), en el proceso de formación de los partidos comunistas, o en la organización de los núcleos iniciales de la Oposición de Izquierda contra el estalinismo.
Esto ya fue explicado por León Trotsky por adelantado: "Por supuesto, un partido marxista debe aspirar a su plena independencia y a la mayor homogeneidad, pero en su proceso de formación a menudo debe actuar como fracción de un partido centrista o incluso de un partido reformista. Así, durante muchos años los bolcheviques estuvieron en el mismo partido que los mencheviques. También la Tercera Internacional se formó gradualmente a partir de la Segunda" (Consideraciones de principio sobre el entrismo, Septiembre 1933).
La formación de una herramienta política de la clase obrera
La crisis terminal del PJ y la inevitabilidad del fracaso a medio plazo del proyecto kirhnerista, preparan las condiciones para el desarrollo de una herramienta política de masas de la clase obrera. Su aparición cambiará cualitativamente toda la situación política nacional y significará un avance en la conciencia política de los trabajadores de nuestro país.
El gobierno de Cristina K., estrechamente comprometido con la política de conciliación de clases a través de acuerdos con la patronal y la burocracia de la CGT, provocará una insatisfacción creciente en los trabajadores. En la medida que toda la oposición política al kirchnerismo está situada a su derecha (dada la irrelevancia de los actuales grupos de izquierda) esto dejará un espacio muy amplio para que un movimiento político basado en el eje de fuerzas anteriormente descrito, adquiera un desarrollo importante, apareciendo como la única oposición por izquierda al gobierno.
El desarrollo de este movimiento político con una base de masas, sustentado en capas muy amplias de la clase obrera y demás sectores populares, podría ser una realidad en un tiempo relativamente corto, de unos pocos años.
Hay un aspecto anexo a esta perspectiva que debemos contemplar. Y es la relación dialéctica que se dará entre el desarrollo de este movimiento político y el desarrollo del movimiento sindical. Indudablemente, la política de pactos y consensos con la que se comprometerá la CGT, alineada con el gobierno, la someterá a un desgaste muy grande conforme las contradicciones de clase vayan agravándose. Sin duda, la existencia de este movimiento político también ayudará a incrementar las tensiones internas en la CGT, con sectores que progresivamente irán pasando a la oposición al gobierno y que buscarían un instrumento político donde expresarse, recalando en él.
Este giro a la izquierda de los elementos más sanos de la CGT (donde también habría una cierta renovación en sus estructuras, en las empresas y los gremios) empujaría a su vez a los sectores burocráticos más podridos y corruptos, más a la derecha y al regazo del gobierno. Todo esto ayudará a que las posiciones clasistas y democráticas en la CGT vayan ganando apoyos en su interior, al tiempo que irían dotándose de una expresión política encarnada en este movimiento político nuevo.
La experiencia política dentro de este movimiento iría acercando en su interior a las tendencias socialistas más afines, y favorecería las condiciones para que la mayoría asumiera la necesidad de un programa socialista para encarar una transformación radical de la sociedad. La revolución venezolana ha dejado en claro que el viejo dilema entre revolución nacional y popular o revolución socialista se decantó a favor de la segunda, en la medida que, como ya explicó León Trotsky en su Teoría de la Revolución Permanente, y más tarde reiteraría el Che Guevara, la resolución de las tareas democrático-nacionales pendientes y la liberación del imperialismo están vinculadas a la expropiación de la burguesía nacional (hermana menor, compañera de negocios y lacaya del imperialismo) y de las multinacionales extranjeras.
De esta manera, se daría la fusión entre una herramienta política de masas, sustentada en la clase obrera, y el programa socialista revolucionario. Este sería el instrumento que necesitan los trabajadores y los sectores populares postergados para encarar con garantías de éxito la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
PERSPECTIVAS A LARGO PLAZO
El agotamiento del kirchnerismo dará paso inevitablemente a un gobierno más a la derecha, como resultado de la crisis e inestabilidad de la sociedad y el giro a la derecha de las capas medias. Pero en ningún modo, este gobierno dará una estabilidad a la sociedad. Su carácter reaccionario y represivo provocará tarde o temprano una reacción de la clase obrera. Veremos una sucesión de gobiernos débiles, a derecha e "izquierda", con escisiones entre las diferentes camarillas de políticos burgueses, como también existe ahora.
En ese "interregno", es de esperar que el partido o movimiento político de masas que se haya hecho presente habrá alcanzado un gran nivel de desarrollo. Tarde o temprano, la disyuntiva entre revolución y contrarrevolución se hará presente. La clase obrera argentina tiene poderosas tradiciones revolucionarias y un carácter explosivo y espontaneísta. Se sucederán explosiones de la lucha de clases locales y regionales que irán acercando el momento de una ofensiva revolucionaria más extensa. Por su parte, la reacción también estará preparándose para tomarse su desquite. Habrá todo tipo de conspiraciones contrarrevolucionarias para intentar aplastar la lucha revolucionaria de los trabajadores. Pero, como la experiencia histórica demuestra, por cada conspiración contrarrevolucionaria habrá diez intentos revolucionarios de la clase obrera por transformar la sociedad y tomar el poder.
El proceso de la revolución argentina será prolongado en el tiempo, por el retraso producido en la construcción de una herramienta política socialista de masas. Pero en los próximos años, la situación objetiva proveerá las mejores condiciones para resolver esta contradicción. Estas condiciones combinarán los resultados propios de la lucha de clases nacional con los del proceso revolucionario continental que vemos desarrollarse en toda América Latina.
Los socialistas revolucionarios debemos hacer los mayores esfuerzos para resolver esta contradicción: con la elaboración de las perspectivas más correctas, agitando por el programa y las consignas más adecuadas en cada momento, interviniendo audazmente en la lucha de clases, formando a los cuadros y militantes y, sobre todo, manteniendo nuestra confianza en la capacidad revolucionaria de la clase obrera argentina para transformar la sociedad.
Buenos Aires, 16 de Noviembre 2007