El 23 de noviembre de 2023, casi 600.000 trabajadores del sector público en Quebec se declararon en huelga. Considerando que Quebec tiene alrededor de 4.439.000 personas activas en el mercado laboral, esto representa el 13,5 por ciento de los trabajadores en la provincia. Cabe decir que todos conocen al menos a una persona que se hizo huelga ese día: maestros, enfermeros, especialistas del sector médico y servicios sociales. Es la huelga más grande en la historia de Quebec.
[Publicado originalmente en marxist.ca]
Esta huelga masiva tuvo lugar en el contexto de las negociaciones del convenio colectivo que comenzaron la primavera pasada. Aunque todos los sindicatos implicados tienen un mandato de huelga indefinida votado en todas partes con más del 90% de aprobación, sólo la FAE, que representa a 66.000 profesores, lo está utilizando desde el 23 de noviembre. Los demás -la FIQ (sindicato de enfermeros) y el Frente Común, que agrupa a 425.000 trabajadores de cuatro federaciones sindicales diferentes (CSN, FTQ, CSQ y APTS, que representan a un amplio abanico de empleos del sector público)- han organizado jornadas de huelga separadas aquí y allá en noviembre.
Las reivindicaciones de los sindicatos se dirigen principalmente a contrarrestar la inflación récord de los últimos años. La FIQ reclama, entre otras cosas, un aumento salarial del 18% en tres años, una mayor proporción de cuidadores por paciente para garantizar una mejor atención y el fin de las horas extraordinarias obligatorias. El Frente Común reclama un ajuste del coste de la vida, así como una recuperación salarial para compensar la pérdida de poder adquisitivo causada por años de estancamiento salarial. La FAE se centra en reivindicaciones relacionadas con el tamaño de las clases y las condiciones de trabajo de los profesores, que se han degradado masivamente a lo largo de los años.
Estas reivindicaciones son el mínimo necesario para frenar el éxodo del personal sanitario y docente provocado por décadas de recortes en los servicios públicos. El Primer Ministro François Legault, que se refirió a las enfermeras como "ángeles de la guarda" al principio de la pandemia, se ha mostrado cada vez más arrogante y fuera de lugar. Su gobierno ha ido presentando una oferta miserable tras otra que ni siquiera se acercan a cubrir la inflación prevista, por no hablar de ofrecer una verdadera recuperación de la erosión salarial anterior.
Una encuesta reciente mostró que los trabajadores en huelga cuentan con el apoyo del 71% de los quebequenses. La inmensa mayoría de la clase trabajadora simpatiza con lo que vivieron los trabajadores del sector público durante la pandemia. Mientras tanto, el gobierno de Legault ha caído en picado en las encuestas y la popularidad personal de Legault está bajo mínimos. ¡Un buen empujón y los sindicatos pueden ganar!
Huelgas y descontento: la nueva normalidad
En años recientes hemos visto el resurgimiento de la lucha de clases en toda Canadá. Esto lo demuestra el incremento de número e intensidad de las huelgas alrededor del país. Podemos recordar la primera huelga ilegal de 55.000 trabajadores del sector educativo en Ontario en otoño 2022, la cual forzó al primer ministro Doug Ford a retractar la ley de regreso al trabajo para quitarle a los trabajadores el derecho a la huelga; o la huelga de 155.000 empleados de los servicios públicos federales la pasada primavera, la primera de este tipo en 30 años. Tampoco podemos ignorar la huelga de los 7.400 estibadores de la Columbia Británica el verano pasado. Ya en 2023 se ha producido un resurgimiento de la lucha de clases, con el mayor número de días de huelga perdidos desde 2005.
En todo Canadá, la clase trabajadora sufre la inflación, la crisis inmobiliaria, la subida de los tipos de interés y los ataques a sus condiciones de trabajo. Los trabajadores intentan defenderse con el principal medio de que disponen: la retirada de su mano de obra. Se calcula que sólo las dos semanas de huelga de los empleados federales han reducido el producto inteno bruto (PIB) de Canadá en un 0,1%. La huelga de los estibadores de Vancouver costó 9.900 millones de dólares, es decir, el 0,3% del PIB canadiense. Cada vez más, los trabajadores toman conciencia de su papel en la sociedad y están dispuestos a luchar por mejores condiciones de vida.
La huelga del sector público de Quebec es una continuación de este proceso. Los profesores de la FAE están en su primera huelga indefinida desde 1983. En cuanto a las enfermeras, es su primera huelga desde 1999. La última vez que se organizó un Frente Común fue en 2015, donde solo hubo un día de huelga antes de que la dirección del sindicato aceptara un contrato de pobreza. Las huelgas de 2023 marcan un nuevo capítulo de la lucha de clases en Quebec.
Mientras el capitalismo empuja a más trabajadores al límite, podemos esperar que esta marea suba. Los patronos y los gobiernos no quieren dar concesiones y los trabajadores no pueden dejar que su calidad de vida empeore aún más. El terreno está listo para la lucha de clases. Si los trabajadores del sector público de Quebec ganan, podrían dar un buen ejemplo al resto del movimiento obrero.
Las condiciones están a favor de la victoria. Las últimas dos encuestas muestran a CAQ en segundo lugar detrás de Parti québécois, tras dos años de apoyo masivo. El CAQ no ha estado en esa posición desde septiembre de 2018.
Además, una encuesta realizada a finales de noviembre reveló que en tres meses el índice de aprobación de Legault había caído 16 puntos, hasta el 31%, lo que le convierte en el primer ministro menos popular de Canadá. En comparación, hace un año su índice de aprobación era del 57%. Lo que es aún más interesante es la razón por la que la gente no está satisfecha con Legault. Cuarenta y cuatro por ciento de los encuestados citan su "incapacidad para mejorar la sanidad y la educación" como la razón principal.
Esta caída en la popularidad también se debe al hecho de que Legault y sus diputados se concedieron a sí mismos, en este año de negociaciones en el sector público, un suculento aumento salarial del 30%. No se sabe cómo no esperaban una reacción violenta. Junto con otras promesas incumplidas y mentiras (como la construcción de un nuevo túnel en la ciudad de Quebec), y mientras colman a las empresas de dinero público (en particular, una extraña y muy impopular donación a Los Angeles Kings para que vengan a jugar un partido de hockey de pretemporada en la ciudad de Quebec), la máscara del CAQ se está cayendo. No se puede negar que la larga luna de miel del CAQ ha terminado.
¿Estamos unidos?
Hasta ahora, las huelgas han sido impresionantes. Los sindicatos de Quebec son extremadamente poderosos: casi parece fácil sacar a la calle a estas decenas de miles de trabajadores. No hay nada más poderoso que la clase obrera, una vez movilizada y organizada.
Sin embargo, uno de los puntos débiles es que los tres grupos sindicales siguen negándose a unir sus fuerzas y combinar sus acciones de huelga. Aunque todos tienen un mandato de huelga ilimitado, como se mencionó anteriormente, la FAE es actualmente el único sindicato que lo utiliza. Ya han aguantado dos semanas, y la FAE es el único sindicato sin fondo de huelga. El Frente Común planea ahora una huelga de una semana del 8 al 14 de diciembre, y la FIQ sólo hará huelga del 11 al 14 de diciembre.
Esta atomización de la lucha plantea un grave peligro. Mientras que el Frente Común se está uniendo para una huelga de una semana a partir del 8 de diciembre, tenemos que preguntar: ¿por qué no se unen inmediatamente a la FAE en una huelga indefinida? Muchos miembros de base de la FAE dijeron a los compañeros de La Riposte socialiste que visitaban las líneas de piquete que no entendían por qué sus sindicatos no se movilizaban todos juntos para una huelga general. El mismo estado de ánimo se puede encontrar sin duda entre las bases del Frente Común y la FIQ. Por desgracia, los dirigentes sindicales de la FIQ y del Frente Común no parecen tener ningún plan para utilizar su mandato de huelga indefinida.
Se ha perdido tiempo valioso, pero no es demasiado tarde para ir a por todas contra el CAQ, y los trabajadores de base deberían presionar a sus dirigentes en esa dirección. El Frente Común y la dirección de la FIQ deberían unirse a la FAE en una huelga indefinida, en lugar de poner fin a su próxima huelga el 14 de diciembre. Esto enviaría un mensaje claro al gobierno de que los sindicatos van en serio y no están dispuestos a echarse atrás.
Los sindicatos se enfrentan a un gobierno débil. Probablemente no hay nada que el Primer Ministro Legault odie más que ser impopular, y nunca ha sido tan odiado en cinco años de gobierno. La semana pasada suplicó patéticamente a los profesores que detuvieran la huelga, pero eso no pareció conectar con nadie. La población apoya a los trabajadores, a pesar del habitual bombardeo de propaganda anti huelga en los medios de comunicación.
En el pasado, los gobiernos de Canadá nunca han dudado en utilizar la legislación de retorno al trabajo para acabar con los movimientos huelguísticos en cuanto se hacían demasiado grandes, aunque hacerlo fuera inconstitucional. Aunque es probable que Legault esté sopesando sus opciones, no es seguro que recurra a esa opción nuclear, teniendo en cuenta lo impopular que es y el riesgo de hacerse aún más odiado. Pero si llega a eso, 600.000 trabajadores tienen totalmente el poder de desafiar esa ley. Lo vimos precisamente en Ontario el otoño pasado, cuando 55.000 trabajadores de la educación desafiaron una ley de vuelta al trabajo, se declararon en huelga ilegal y obligaron al gobierno conservador a dar marcha atrás. Es perfectamente posible que se repita, si el CAQ decide seguir ese camino.
La dirección del sindicato debe mantenerse firme. Demasiadas veces en el pasado, los dirigentes sindicales aceptaron malos acuerdos. Esto ha creado las condiciones para el éxodo de enfermeras y profesores, y el colapso de los servicios sociales. Hace cuarenta años, los trabajadores del sector público estaban mejor pagados que los del sector privado; ahora es al revés. Ha llegado el momento de invertir la tendencia.
No podemos dar marcha atrás en el ajuste del coste de la vida y la equiparación salarial. Ningún sindicato debe firmar un acuerdo antes de que todos los trabajadores reciban una oferta satisfactoria. Los trabajadores tienen el impulso de su lado, y también tienen el apoyo de la mayoría de la población de Quebec; ¡no hay mejor momento que ahora para ir a la huelga total para ganar!
El capitalismo destruye los servicios públicos: ¡Destruyamos el capitalismo!
Bajo el podrido sistema del capitalismo, los servicios públicos siempre estarán bajo asedio. Con cada nueva crisis, la clase dominante intenta salvar sus ganancias haciendo que la clase trabajadora pague, recortando las condiciones de trabajo y los salarios, pero también servicios sociales como la educación y la sanidad. La crisis que vivimos actualmente no tiene precedentes: nuestras escuelas están en ruinas, nuestros bosques en llamas, nuestro sistema sanitario colapsado, los precios de los alquileres por las nubes y una inflación récord que erosiona la calidad de vida de todos los trabajadores. Los capitalistas no tienen nada que ofrecernos para sacarnos de esta crisis y de las que inevitablemente seguirán. Cada concesión a la clase trabajadora es un recorte de los beneficios de los capitalistas, y esto va en contra de la propia lógica del sistema. En el capitalismo, la austeridad es como una espada de Damocles que pende sobre las cabezas de los trabajadores. Para deshacernos de ella de una vez por todas, tenemos que deshacernos del sistema que nos explota y empobrece.
Sólo si los trabajadores toman el control y transforman la sociedad podremos establecer una sociedad libre de explotación y del afán de lucro, en la que todos tengan acceso a servicios públicos de calidad. Esta sociedad tiene un nombre: comunismo. Esta es la sociedad por la que luchamos los comunistas.