El espectro de la “seguridad democrática” recorre las aulas universitarias de Colombia, sembrando a su paso el terror, el silencio, la sacrosanta complicidad de estudiantes y maestros con el status quo imperante, no por su complacencia con las políticas de amedrentamiento que reprimen la protesta popular, sino por el miedo a las repercusiones que puede tener la libre, argumentada crítica, cuando las fuerzas de seguridad moran en las facultades de las universidades públicas.