Exactamente hace doce meses, en un artículo titulado 2011: ¿Optimismo o pesimismo? escribí lo siguiente: “El primer efecto de la crisis fue el de un shock, no solo para la burguesía, sino también para los trabajadores. Había una tendencia a aferrarse a los empleos y a aceptar recortes en el corto plazo, especialmente al no ofrecer los dirigentes sindicales alternativa alguna. Sin embargo, esto se tornará en una actitud general de furia y amargura, que tarde o temprano comenzará a afectar a las organizaciones de la clase obrera”.